martes, 30 de septiembre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 8



El amor, el estrés y el corazón 

Hemos estudiado la naturaleza del amor y hemos examinado su relación directa con el corazón. Hemos visto que muchas personas, en nuestra cultura, sufren una pérdida de amor en la infancia que las deja con el corazón partido. En interés de la sobrevivencia, reprimen el dolor blindándose a sí mismas -en otras palabras, dando rigidez a los músculos del pecho-. Esta rigidez restringe y limita la respiración, el movimiento y los sentimientos, e impone una tensión continua al cuerpo y al corazón. La existencia de esta clase de tensión es, en mi opinión, lo que predispone a tantas personas a las dolencias cardíacas.

En la segunda mitad de este libro exploraremos la relación existente entre la angustia y las enfermedades del corazón.
Una enfermedad importante no es un hecho casual, sino que está relacionado con el estilo de vida y sugerimos como hay que hacerle frente a fin de crear una vida relativamente libre de estrés grave. La idea básica, como veremos, es ésta: sólo la persona que no tiene miedo de amar puede estar razonablemente segura de que su corazón permanecerá sano.

Hoy en día la mayoría de las personas aceptan la idea de que un estrés excesivo puede ser causa de enfermedad. ¿pero, por qué el estrés perjudica gravemente al corazón en una persona, mientras que en una segunda produce artritis y, en una tercera, cáncer. Por decirlo de otro modo, ¿cuál es la naturaleza del estrés que afecta negativamente al corazón, y qué clase de personas son particularmente vulnerables?

Personalidad de tipo A

En las primeras investigaciones, pudo observarse que casi todos los pacientes coronarios mostraban una semejanza en su expresión facial, sus gestos corporales y su manera de hablar. La mandíbula apretada y los músculos de la boca tensos, junto con una postura tensa del cuerpo, un rápido golpeteo con los dedos o movimiento de las rodillas, los puños apretados durante la conversación ordinaria, el rechinar de dientes, los movimientos rápidos del cuerpo, la manera rápida de hablar y la impaciencia con la manera de hablar lenta de los demás; también una mueca como de gruñido en la comisura de los labios.
Personas muy competitivas, con un intenso impulso de ganar; fácilmente irritables cuando otros no están de acuerdo con ellos; tenían opiniones fijas; se impacientaban cuando el tráfico las detenía o tenían que hacer cola; comían y andaban de prisa; y no podían tolerar la inactividad.  

Friedman y Rosenman calificaron a las personas que mostraban todos o algunos de estos rasgos como individuos del tipo A, y a los que estaban libres de ellos, individuos del tipo B. Describieron al individuo del tipo A como una persona extremadamente tensa, afectada de un sentimiento de urgencia temporal, que albergaba una hostilidad fluctuante de la que no era consciente y que luchaba contra una autoestima reducida, que compensaba con los éxitos. Estudios posteriores demostraron la existencia de una conexión directa entre las actitudes, la conducta y las dolencias cardíacas. Los sentimientos y pensamientos de una persona influyen realmente en la evolución de las dolencias cardíacas.

viernes, 26 de septiembre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 7

La pérdida de la integridad

En la parte inferior del cuerpo ocurre un fenómeno similar, causado por un anillo de tensión alrededor de la pelvis. La tensión aparece en edad temprana debido a experiencias de vergüenza, temor y culpabilidad en relación con las sensaciones sexuales y su expresión. El niño aprende pronto que puede ser profundamente herido si se abandona a sus deseos e impulsos sexuales. No puede evitar que se produzca la excitación sexual, porque ésta tiene lugar en un nivel situado por debajo del control consciente. No obstante, puede bloquear la fusión del yo por el calor de la pasión, lo que constituye una efectiva renuncia al amor. Esto se realiza mediante tensiones musculares en la parte inferior de la espalda y la pelvis que impiden el flujo descendente de la excitación hasta el vientre y los genitales. Una vez que ocurre esto, el sexo no tiene conexión con el corazón, al igual que éste no tiene conexión con la mente.

La unidad del cuerpo se mantiene en el nivel biológico profundo; la escisión antes descrita afecta a nuestro yo consciente, destruyendo el sentimiento de ser todo de una sola pieza, de estar integrado, de ser una totalidad.
En semejante situación, la conciencia de sí mismo queda confinada a la cabeza. El yo que reside en el cerebro posee todavía un corazón y unos genitales, pero no se identifica con ellos porque, cuando uno vive en la cabeza, el cuerpo es visto como un instrumento del yo. En este estado de cosas, la actividad sexual se convierte en una actividad destinada a demostrar habilidad masculina o femenina. No se experimenta como una expresión de amor.

Esta escisión funcional de la unidad del cuerpo, que se representa en la fig. 6, separa la conciencia de la cabeza y sus funciones de los sentimientos del corazón y de la actividad sexual de los genitales. Esto tiene lugar debido a una constricción de los pasadizos de conexión: el cuello, que conecta la cabeza y el tórax; y la cintura, que conecta el tórax y la pelvis.
Como un corazón tan separado del mundo languidecerá, este estado de cosas puede tener graves consecuencias para la salud del corazón.



La pulsación del corazón y las arterias es una de las fuerzas que sirven para unificar el cuerpo en un nivel inconsciente. Esta función es asumida en el nivel consciente por la respiración, que también es una actividad pulsátil. Los movimientos respiratorios forman oleadas que atraviesan el cuerpo de un extremo a otro. Cuando estas oleadas no sufren obstrucción por parte de anillos de tensión en el cuerpo, podemos sentirnos a nosotros mismos desde la cabeza hasta la punta de los pies. Sin embargo, las tensiones musculares como las descritas anteriormente restringirán la respiración en uno o dos segmentos del cuerpo. Estas pautas se acentúan con el estrés, y a menudo se transforman en sensaciones de malestar. Esta clase de respiración puede afectar negativamente al corazón.


miércoles, 24 de septiembre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 6


El factor erótico

La excitación sexual puede saturar todo el cuerpo hasta el punto de que llegue al corazón. Cuando esto ocurre, el contacto en cualquier parte de los dos cuerpos posee una cualidad erótica, aunque la carga sea más fuerte en las zonas erógenas. Cuanto mayor es la amplitud corporal que participa en la descarga de excitación, mayor es el placer y la satisfacción del orgasmo. Con la participación total del cuerpo se tiene un orgasmo pleno que abarca al corazón. Un orgasmo así se acerca al éxtasis.

Por desgracia, semejante respuesta es rara. Para la mayoría de los hombres, el clímax sexual se limita a la eyaculación. Para muchas mujeres, el clímax no ocurre. Cuando lo hace, se limita, de modo similar, al clítoris. Los clímax varían, y es correcto caracterizarlos como de implicación total, mediana, o muy pequeña. Pero esta descripción de cómo responden los individuos en el sexo se aplica también a otras actividades. En el mundo de los negocios de hoy en día la cabeza es más importante que el corazón. No nos implicamos totalmente en nuestro trabajo, que en la mayoría de los casos no es una labor de amor. ¿Qué tiene que ver el corazón con el hecho de ganar dinero?

Segmentación entre cabeza, corazón y genitales

Cuando el trabajo era una actividad física intensa, una parte mayor de nuestro ser participaba en él. Implicarse emocionalmente en un trato de negocios es una manera segura de perder. En efecto, lo que hemos hecho ha sido aislar los tres segmentos principales de nuestro cuerpo y nuestra personalidad. La cabeza y los genitales no tienen nada que ver con el corazón o entre sí. La cabeza es para hacer dinero, los genitales para divertirse, y el corazón -el pobre corazón- ha perdido su conexión con el mundo porque ha sido aislado de la cabeza y los genitales.

Las tensiones en los sistemas musculares voluntarios están bajo el control del yo, que a menudo anula el deseo del corazón y crea una oposición entre la cabeza y el corazón.
Temeroso del rechazo, uno deja de tender las manos para tocar, los brazos para abrazar, los labios para besar, la boca para chupar (como hace un bebe) y los ojos para ver. Estos movimientos son restringidos o inhibidos por tensiones en el anillo óseo del hombro, el cuello y la mandíbula. La tensión en los hombros, como ya hemos visto, se produce por la necesidad de suprimir el impulso de golpear por cólera o rabia. Una expresión de boca apretada y labios delgados significa desconfianza y desaprobación del afecto., y la mandíbula apretada denota determinación de no ceder al anhelo de amor, proximidad y contacto, por miedo de la desilusión o al rechazo.

lunes, 22 de septiembre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 5



Las emociones del corazón humano

Hay otro aspecto de este problema que merece una explicación. En la fig. 5, el impulso de amar puede ser lo bastante fuerte como para atravesar el sistema muscular tenso y duro, pero durante el proceso se desgarra y emerge como sadismo. En el sadismo, se hace daño al amado, no por cólera, sino como una expresión de amor.



Si queremos entender las causas de la enfermedad cardiaca, necesitamos comprender las complejas emociones del corazón humano.
Los psiquiatras utilizan la expresión ambivalente, para describir a una persona que experimenta dos sentimientos opuestos al mismo tiempo. El efecto es la paralización de la actividad. Es imposible moverse si uno es arrastrado en direcciones opuestas al mismo tiempo. Si la ambivalencia persiste, crea un estrés emocional tremendo, lo cuál es peligroso para el corazón.

Cuando una relación amorosa se agria, como ocurre a veces, la reacción sana es terminarla y marcharse. Sin embargo, cuando domina el sentimiento de culpabilidad, esta reacción queda bloqueada. En general, el sentimiento de culpabilidad viene provocado por la supresión de sentimientos que el superyó juzga como malos. Impide la resolución del conflicto.

Todo estado de tensión del cuerpo está asociado con algún sentimiento de culpabilidad. En ausencia de éste, todos nos sentiríamos dignos de amor, indiferentes al hecho de que nuestro comportamiento podría no ser aceptado siempre. Seríamos capaces de decir: “Soy quien soy, y me acepto a mí mismo.” El sentimiento de culpabilidad es un juicio que nos hacemos a nosotros mismos y según el cual hay algo malo en nosotros y no somos dignos de amor a menos que nos lo ganemos con buenas acciones.

El que nos sintamos irritados contra los que nos han herido y odiemos a los que han traicionado nuestro amor no nos hace malos. Como estas reacciones son biológicamente, deben considerarse moralmente justas. Sin embargo, a los niños, que dependen de sus padres y sus mayores, es fácil lavarles el cerebro y hacer que piensen de otro modo. Si un niño siente que no es amado, da por sentado que debe ser culpable de algo, puesto que para un niño pequeño es inconcebible que su madre o su padre, que le dieron la vida, no amen lo que les dieron. Una vez que el niño duda de sí mismo, a sus padres no les resulta difícil convencerlo de que es malo si alberga sentimientos coléricos o negativos hacia ellos. Si ser “bueno” le procura el amor, el niño hará todo cuanto esté en su mano para ser “bueno”, incluyendo la supresión de los “malos” sentimientos. Así, la culpabilidad lo encerrará para toda su vida en una pauta en la que niega los sentimientos negativos u hostiles hacia las personas que se supone que ama. La retención inconsciente de estos sentimientos produce un estado de tensión crónica en los músculos, especialmente en la parte superior de la espalda.

jueves, 18 de septiembre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 4


 Amor y odio

Los niños tienen dos objetos del amor, la madre y el padre. En el amor de cada uno conocen el gozo que es posible cuando uno ama y es amado. Sin embargo, el gozo de la infancia no dura. En los niños que han sufrido malos tratos de sus padres, la dicha de la inocencia se ve violentamente destrozada. No obstante, aunque la realidad del amor se pierda o se destruya, el sueño permanece, pues sin él la vida sería algo desolado y vacío. Lo que da sentido a nuestras vidas es la esperanza de volver a poseer el paraíso.

Uno de los problemas con que nos encontramos al hablar del amor es que esta palabra describe dos sentimientos distintos, ambos originados en el corazón. Uno es al anhelo de proximidad que surge de la necesidad. El otro es el deseo de cercanía emergido de una plenitud de corazón. En el primer caso, el sentimiento de amor, aunque sea genuino, es infantil. Tiene un tono desesperado porque su objetivo es atar a la otra persona. Una vez que se ha creado el apego, la persona dependiente no puede soltarse. En cambio, el amor que brota de una plenitud de ser es maduro. No ata al amado, sino que lo deja libre.

Durante la terapia, un paciente puede decir “amo a mi madre”, aunque su historial contenga episodios de malos tratos. Después de una labor de análisis considerable, resulta por lo general, que el paciente está irritado por los malos tratos y alberga sentimientos de odio hacia su madre. La cólera y el odio han sido suprimidos por un sentimiento de culpabilidad. Sin embargo, el reconocimiento y la aceptación del sentimiento de odio hacia la madre no disipa todos los sentimientos de amor. En el corazón persiste cierto amor, puesto que la madre ha sido la dadora de vida y la fuente original de sensaciones positivas.

El bloqueo de la actitud amorosa 

El corazón es un músculo como cualquier otro; el que esté duro o blando depende de su estado de relajación. Un músculo blando puede no ser tan fuerte como uno más grande y duro en cuanto a su capacidad de trabajo, pero funciona mejor porque tiene mayor movilidad y poder contráctil y su respuesta es más rápida y más completa. Uno nunca diría que un bebé responde con poco entusiasmo. Un corazón joven y blando, capaz de una mayor excitación, experimenta un sentimiento de amor más intenso que un corazón más viejo o que otro que se ha enfriado y endurecido.

Pero, ¿cómo se enfría y se endurece un corazón? La respuesta reside en la  estrecha relación existente entre el amor y el odio. El odio puede describirse como un amor que se ha vuelo frío. El proceso no es rápido; para que el amor se hiele son necesarias repetidas decepciones.

Para comprender este proceso debemos empezar con el impulso que se encuentra en el corazón de la vida: el de salir de uno mismo para alcanzar algo. Si este gesto encuentra una respuesta negativa, la reacción es encolerizarse. Podemos ilustrar esta dinámica con la figura 3.



Si la expresión de cólera consigue reestablecer un estado de contacto amoroso, la excitación del sistema muscular se descarga. Sin embargo, cuando la expresión de cólera choca con una reacción hostil, la persona no tiene otro recurso que retirarse de la relación, pues esta respuesta es una negación de su derecho a luchar por la satisfacción de sus necesidades.
Esto no quiere decir que estemos obligados a consentir toda expresión de cólera de otro; pero si una relación es verdaderamente amorosa, no podemos negar al objeto de nuestro amor el derecho a irritarse. Por desgracia, los padres a menudo niegan este derecho al niño porque interpretan su expresión de cólera como un desafío a su autoridad. Introducir el poder o la  autoridad en una relación de amor es traicionarla. Un niño, al ser dependiente no puede retirarse de esta relación. Por tanto, permanece en ella, pero su amor acaba por transformarse en odio; es decir, el impulso de establecer contacto se hiela como un río en invierno.

La incapacidad para expresar la cólera deja los músculos en un estado de tensión y contracción. Con el tiempo se vuelven rígidos y duros. En el corazón puede haber amor todavía, pero el impulso de salir y alcanzar no puede atravesar la barrera de la musculatura rígida y contraída, por lo que la superficie permanece fría. Reconocemos este estado en la expresión “manos frías, corazón caliente”.

La dinámica que subyace al odio se muestra en la fig. 4.



El individuo no es consciente de esta dinámica, ni sabe que el odio que siente está relacionado con una traición al amor que sintió en el pasado. Asimismo, no comprende que parte de ese amor, por muy disminuido que esté, vive todavía en su corazón. El odio puede expulsarse y el amor reactivarse movilizando la cólera encerrada en los músculos tensos del cuerpo.
La tensión en los músculos de los brazos y parte superior de la espalda retiene la cólera que se expresaría mediante golpes. La tensión en los músculos de la mandíbula retiene una cólera que se expresaría mordiendo, impulso que muchos bebés y niños sienten como reacción contra un padre frustrante. Las piernas son otro lugar donde puede residir la cólera -la cólera que se podría haber descargado dando patadas a un padre que trataba con rudeza la parte inferior del cuerpo del niño al limpiarlo o al enseñarle a usar el retrete.

martes, 16 de septiembre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 3


El Contacto

El movimiento de la sangre y los fluidos corporales hacia la superficie o hacia el centro del cuerpo (vease fig. 1) representan la reacción de una persona ante su medio. Si éste es acogedor, positivo y vitalista, la sangre se precipitará hacia la superficie y la propia persona se lanzará a establecer contacto. A su vez, estos movimientos engendrarán sentimientos de afecto y placer, Sin embargo, el amor no siempre produce placer; con demasiada frecuencia resulta doloroso. El amor nos impulsa a acercarnos a la persona que amamos, pero si ésta nos rechaza o nos abandona, nuestro placer se convierte rápidamente en dolor.
Como todo dolor, esta angustia hace que la sangre se retire de la superficie del cuerpo hacia el centro, sobrecargando el corazón y produciendo una sensación de pesadez y desesperanza. La experiencia de la angustia en la infancia puede hacer que el individuo, al crecer, tenga miedo al amor. Esto no significa que no pueda amar, sino que su impulso de establecer contacto será desconfiado y vacilante, no lo hará de todo corazón. Su cuerpo estará bajo el control del sistema nervioso simpático, que inhibe el flujo de sangre hacia la superficie.



Todo contacto placentero entre dos cuerpos da lugar a sentimientos de amor. El rechazo al contacto puede considerarse  como una expresión de frialdad o hostilidad. De modo similar, cuando los padres niegan el afecto físico a sus hijos, esto no puede menos que herirlos en lo vivo. Muchos pacientes se quejan de que sus padres casi nunca los tocaban, los abrazaban y besaban, a pesar de que les decían que los amaban. Puede muy bien ser que sus padres los amaran, pero este sentimiento rara vez se expresaba.

Hay muchas maneras de establecer un contacto amoroso sin tocar el cuerpo de la persona. El sonido, por ejemplo, es una fuerza física que afecta al cuerpo. Una voz cálida expresa amor con tanta seguridad como una voz fría y áspera manifiesta hostilidad. Los ojos son otro importante medio de comunicación. Podemos mirar a las personas con simpatía y afecto o con frialdad u hostilidad. Cuando decimos que las miradas pueden matar reconocemos su poder. Del mismo modo, una mirada cariñosa puede llegar al corazón.

Normalmente el contacto íntimo tiene lugar en partes del cuerpo en que la sangre llega muy cerca de la superficie. Estas partes se conocen como zonas erógenas: son los labios, los pezones y los órganos genitales. Cuando las zonas erógenas entran en contacto, como ocurre durante las relaciones sexuales, la excitación puede elevarse a grandes alturas. El amor genital entre un hombre y una mujer debería ser, por tanto, la actividad más excitante de todas.

Amar es sentirse conectado

La figura 2 ilustra el flujo de la sangre desde el corazón hacia arriba ( a través de la aorta ascendente) y hacia abajo (a través de la aorta descendente). En el placer, esta sangre se difunde intensamente por la superficie del cuerpo, y en el placer erótico excita intensamente las zonas erógenas. Por esta razón la sangre se considera la portadora de eros.



El amor no se limita al amor sexual entre un hombre y una mujer. El amor existe dondequiera que hay placer y deseo de proximidad. Amar es sentirse conectado.
Como ya hemos señalado, la más intensa excitación y el mayor placer son posibles a través del contacto genital entre un hombre y una mujer. Esta excitación y este placer dependen de que estos órganos se vuelvan tumescentes, o sea, se carguen de sangre. Cuando son estimulados, palpitan rítmicamente en correspondencia con el palpitar del corazón. Por esta razón, el corazón es la fuente de eros, o también podríamos decir, el hogar de eros.

La unión de los amantes en un abrazo sexual no siempre va seguida por un gran placer. Demasiadas parejas empiezan con intensos sentimientos de amor y terminan con decepción y frustración. En muchas personas existe un tabú inconsciente contra cualquier contacto sexual con una persona amada. Este tabú proviene de las experiencias infantiles y tiene el efecto de romper la unidad de la personalidad separando el sentimiento del amor en el corazón del sentimiento del deseo sexual en el aparato genital. Aunque esta escisión nunca es total, bloquea la satisfacción del amor.

Estar enamorado puede ser el paraíso si el amor de uno es aceptado, o puede ser el infierno si es rechazado. Creo que todos hemos conocido el paraíso y lo hemos perdido. El enamoramiento tiene lugar cuando creemos haberlo encontrado de nuevo. Este paraíso, en el que todas nuestras necesidades hallaban satisfacción, en el que no había necesidad de lucha ni de esfuerzo, era el seno materno.
Para muchos de nosotros, el estado paradisiaco continúa durante algún tiempo después del nacimiento, cuando nuestra madre, como la buena tierra, nos da alimento y nos protege. En un grado u otro, todo bebé ha experimentado la excitación del contacto amoroso con la madre y su cuerpo. Este estado de dicha se rompe tarde o temprano, pero nuestro corazón conserva un deseo vehemente de volver a poseerlo.

viernes, 12 de septiembre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 2



Parte Primera

El amor está en el corazón de la vida  

Desde las épocas más remotas el corazón ha sido un profundo símbolo en el pensamiento del hombre. No sólo simboliza el centro emocional de la humanidad, sino también el centro espiritual….En el corazón es donde nos encontramos con Dios en una relación cara a cara. El hermano David Steindl-Rast coincide con ello. ”Cuando finalmente encontramos nuestro corazón, encontramos el reino en que estamos íntimamente unidos con nosotros mismos, con los demás y también con Dios“. Los Upanishads también sitúan al yo en el corazón: “En verdad el sí mismo es el corazón….Quien sabe esto entra en el reino celestial todos los días”.  Por metafóricas, espirituales y filosóficas que puedan ser estas enseñanzas, tiene que haber alguna base física real para esta repetida conexión entre el corazón humano y la fuente de la vida. Esta base resultaría ser el propio latido del corazón, el pulso rítmico que lleva la sangre vivificante por todo el cuerpo. Es la manifestación más clara de la fuerza vital en el organismo humano.

Comoquiera que los describamos, los sentimientos no son vuelos de la imaginación. Se refieren a procesos reales del cuerpo, que los ocasionan. Cuando nos sentimos abatidos o alegres, indiferentes o afectuosos, algo ocurre a nivel físico en el cuerpo que nos hace sentir así. Lo que ocurre podemos describirlo como un aumento o una disminución del estado de excitación del cuerpo.
Cuando la excitación se refiere al amor, la sentimos del modo más directo en la zona del corazón. La visión o el pensamiento de un ser amado puede hacer que el corazón se sienta más ligero y lata más rápido. E incluso, que de un salto.

Mientras hay vida, en una célula, hay un estado de excitación. Este estado tiene su mayor intensidad en los muy jóvenes, y su menor intensidad en los muy viejos.
El estado de excitación de una persona siempre es visible en su cuerpo. Con un alto grado de excitación, fluye más sangre a la superficie del cuerpo, los ojos brillan, el tono de la piel mejora, los movimientos son más espontáneos, las manos están más calientes, el cerebro se activa y el corazón late más rápido. En la muerte los ojos se apagan, la piel se vuelve blanca y fría.

Los estados de excitación negativa no muestran estos mismos efectos. En estado de pánico, por ejemplo, los movimientos son violentos e inconexos y la excitación se concentra en su mayor parte en la musculatura y en el corazón, que puede latir a ritmo acelerado. El dolor intenso, que hace que el cuerpo se retuerza, es otro estado de excitación negativa. Y lo mismo la rabia, que, a diferencia de la cólera, tiene un efecto negativo sobre el cuerpo.

La excitación positiva se da durante una situación placentera. El cuerpo está en un estado de expansión y la carga es intensa en la superficie del cuerpo. La excitación negativa, surge en situaciones de temor y peligro. El cuerpo está en un estado de contracción y la carga se retira de la superficie.
Durante el placer, la respiración es profunda, fácil y relativamente lenta. Nunca se hace fatigosa, puesto que la respiración fatigosa es una señal de aflicción. Sin embargo, cuando una persona tiene miedo o sufre un dolor, la respiración es poco profunda, forzada y rápida.

La emoción del amor produce el efecto más saludable en el cuerpo. Una persona enamorada parece irradiar alegría. El resplandor y brillo de una persona enamorada no son un concepto metafórico, puesto que pueden observarse. Su causa es un estado de mayor excitación y más intensa pulsación de los órganos y los tejidos. Aunque cada sistema de tejidos u órganos tiene su propio ritmo, éste está coordinado con la pulsación básica del corazón y depende de ella. El latido del corazón es lo que da vida a todo el cuerpo. Cuando nos sentimos alegres, todos los órganos funcionan mejor; cuando estamos abatidos, todos los sistemas orgánicos están deprimidos.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 1

“El Amor, el sexo y la salud del corazón”

Lowen, A. 1990,Ed. Herder. Barcelona.

Prefacio

Todos admitimos que el corazón es un símbolo del amor. Pero esta relación ¿es tan sólo simbólica? ¿O hay entre ellos una conexión real y esencial?
La mayoría de las personas han experimentado el rápido latir del corazón en presencia de un ser querido y también la sensación de peso en el corazón que sigue a una pelea de enamorados.
Si el corazón está implicado en toda experiencia de amor, debemos suponer que expresiones como “un corazón lleno de amor” describen también un fenómeno físico.

Así pues, ¿qué validez podemos conceder al concepto de, por ejemplo, “corazón partido”? Aunque los corazones no se rompen en pedazos, cuando el amor es rechazado o se pierde a alguien querido, es claro que en semejantes situaciones algo se rompe.
¿Existe algo así como un corazón cerrado o un corazón abierto? Estas cuestiones son importantes para la comprensión no sólo de nuestros sentimientos, sino también de la salud del corazón. Dando por sentado que la conexión entre el corazón y el amor es real, se puede plantear la hipótesis de que un corazón sin amor debe inevitablemente languidecer y morir. Mi creencia en esta idea se basa en mi experiencia como médico que ha colaborado en el esfuerzo de sus pacientes para abrir su corazón al amor y encontrar un poco de alegría en la vida.

¿Qué decir del sexo? Si afirmamos, como hacen algunos, que el amor y el sexo son dos funciones independientes, debemos suponer que el corazón no está más implicado en el acto sexual que en cualquier otra actividad física. Desde este punto de vista, la función cardiaca de bombear la sangre por todo el cuerpo a fin de proporcionar oxígeno y alimento a los tejidos y eliminar productos residuales debe verse como algo puramente mecánico.
Sin embargo, aquí también tropezamos con el lenguaje común, que se refiere al sexo en términos de “hacer el amor”, con lo que sugiere una conexión directa entre el amor y el sexo y, por extensión, entre el corazón y los órganos genitales.

El objeto de este libro es dilucidar estas relaciones, de modo que el lector pueda ver como su vida emocional está vinculada con su ser físico y cómo su salud física depende de su bienestar emocional. Tengo la esperanza de que la comprensión de las causas del miedo al amor ayudará al lector a intensificar su capacidad de amar, asegurando con ello la salud de su corazón

Empezaremos, por tanto, examinando el nexo entre el corazón y el amor, relación que los poetas, los filósofos y los maestros religiosos han reconocido y expresado a lo largo de los siglos.

Introducción

Como cardiólogo clínico, he visto y tratado muchos casos de enfermedades del corazón. La enfermedad coronaria del corazón es en general una enfermedad callada y omnipresente. Los síntomas, regularmente, se manifiestan en forma tardía, y la muerte repentina por ataque al corazón es, frecuentemente, el primer síntoma de la insuficiencia coronaria.
Los aspectos preventivos de la lucha contra tan devastadora enfermedad se han convertido últimamente en el centro de la cardiología contemporánea.
A pesar de los estudios que vinculan el hábito de fumar, los niveles altos de colesterol en la sangre, la hipertensión y la diabetes de los adultos con la arterioesclerosis coronaria, me convencí de que estos factores de riesgo, aun siendo muy significativos, en realidad no explicaban completamente la naturaleza de la enfermedad.

Estudios posteriores han revelado que determinados individuos son más propensos que otros a las enfermedades coronarias. Estas personas propensas, tienen una pauta de comportamiento especial y una predisposición mayor de lo normal al estrés emocional. Cuando  Friedman y Rosenman publicaron sus investigaciones acerca del comportamiento del tipo A, propenso a las enfermedades coronarias, se confirmó mi creencia en el papel predominante del estrés y la conducta en las enfermedades del corazón.

Los problemas de la personalidad son elementos clave que se encuentran en casi todas las enfermedades. Una emoción o afecto no ventilados, por ejemplo, acaban perjudicando al cuerpo y a su sistema fisiológico.
La enfermedad del corazón es un proceso que no ocurre porque sí, sino que con frecuencia influyen en él problemas emocionales, conflictos conscientes e inconscientes.

Asimismo, el descubrimiento de que yo mismo me estaba creando las condiciones para sufrir una enfermedad coronaria me decidió a someterme a una terapia para investigar y cambiar los aspectos negativos de mi conducta.
Mi búsqueda me devolvió a la infancia. Después de tantos años pude sentir ese anhelo por la atención y el consuelo de mi madre. Su “no disponibilidad” para mí resultó desgarradora. La tristeza traumática que vino a continuación fue reprimida, pero, de un modo u otro, mi cuerpo recordó la verdad. La delicada vulnerabilidad del niño se convirtió en la rigidez de un pecho fuertemente acorazado.
Se que mi madre me amaba tiernamente, pero en tan temprana edad yo era incapaz de comprender sus necesidades. Después buscaba su aprobación y su amor y esperaba que siendo “un buen chico, un buen estudiante, un atleta y una persona de éxito” los obtendría. El éxito me aportaría el amor, pensaba. Creé una falsa conexión entre ambos que se prolongó en la edad adulta. Esta conexión influyó en el proceso de comportamiento del tipo A que a la larga podría provocar mi fallecimiento.

En realidad, la conciencia y el reconocimiento de que yo poseía este comportamiento fueron iluminadores, por cuanto fue esta conciencia la que medió fuerzas para encontrar una alternativa curativa.

En 1978 asistí en Londres a un simposio sobre el estés y la tensión. Los alemanes, por ejemplo, usaban el biofeedback en sus tratamientos, los suecos utilizaban el masaje, los suizos introducían el Lamaze, los asiáticos se centraban el la meditación, mientra que los americanos enseñaban la relajación progresiva. Todos eran valiosos.

El análisis bioenergético, fundado por Alexander Lowen, es una terapia analítica corporal centrada en las tensiones musculares del cuerpo, que son la contrapartida física de los conflictos emocionales de la personalidad. En el análisis bioenergético, el terapeuta puede determinar dónde se localiza la tensión y dónde está bloqueada la energía. Este bloqueo impide que las personas experimenten con plenitud su potencial de vida.
Utilizando diversas técnicas y ejercicios para cargar y descargar el cuerpo, el terapeuta bioenergético puede liberar la energía aprisionada; lo que permite que la tensión se disipe.

Con estos nuevos conocimientos, empecé a considerar a mis pacientes cardíacos desde el punto de vista de lo que pasaba en su pecho, de la tensión albergada en su cuerpo, de cómo respiraba, de sus primeras experiencias en relación con la pérdida de amor y cuáles eran sus experiencias actuales con el amor. Me estaba convirtiendo en un médico y un terapeuta más eficaz.

STEPHEN SINATRA

lunes, 8 de septiembre de 2014

La entrega al cuerpo y a los sentimientos, parte 11


El corazón inteligente

El ser humano completo es aquel que de un estado enfermo, transmuta y trasciende hacia un estado de salud y sanación. Aquel que encuentra después del laberinto de la vida, su luz interior.
Aunar la razón y el corazón y formar así el corazón inteligente, para comprender y experimentar la realidad.

Si uno percibe su rigidez o tensión, puede darse cuenta de su temor, lo que liberará sus recuerdos infantiles.

Si queremos ayudar a que las personas se liberen de sus emociones negativas, es necesario comprender las fuerzas que dan origen a tales emociones; y para eso, primero debemos aceptar la realidad de esos sentimientos y no juzgarlos.

Al sacar a la luz la experiencia enterrada, se reduce la vergüenza, lo que permite sentir la herida y su miedo.

El equilibrio es un sinónimo para el control de uno mismo; la buena coordinación de sentimiento y acción, de los movimientos involuntarios o espontáneos; y de los movimientos voluntarios o deliberados; del ego y del cuerpo.
Si alguna parte del cuerpo no participa en algún grado en el movimiento, la persona carece de coordinación, experimentará, por tanto, una falta de equilibrio.

El hecho de juzgar destruye una relación basada en el amor.
El amor exige comprensión, el juzgar requiere  omnisciencia.
Si el sentimiento de igualdad no esta presente, la relación se convierte en la de amo y sirviente.
Como carecemos de fe, nos valemos de un sistema de premios y castigos para motivar el aprendizaje. Se cambia una relación amistosa por una de poder.
La autodisciplina debe reemplazar a una disciplina autoritaria y obsoleta.
Esto está en la línea de la autoconciencia y de la autoexpresión, que necesariamente incluyen conceptos de autodominio y autocontrol.
El niño que aprende a autorregularse a sí mismo tendrá fe en su propio cuerpo y en sus funciones, y se convertirá en una persona autodirigida y capaz de autodisciplina.
Las reglas no deben ser rígidas ni los límites inflexibles, ya que su finalidad es aumentar la seguridad del niño y no negar su libertad.

Toda persona depresiva está atrapada en los cuernos de un dilema.

La vida espiritual es en realidad la vida interna del cuerpo.
La plenitud del espíritu, solo el cuerpo puede ofrecerla
La reconciliación entre el cuerpo y el espíritu no puede alcanzarse negando en nombre del espíritu.
El sentimiento es la vida interior; la expresión es la vida exterior. Una vida plena requiere una rica vida interior (rica en sentimientos), y una vida exterior libre ( libre  para expresarse).
En las competencias atléticas, rendimos homenaje al cuerpo desespiritualizado, y en las aulas y oficinas reverenciamos una mente incorpórea.

Hablamos del amor, pero veneramos el poder.
En el acto de amar, uno abre su corazón a otro y al mundo.
El poder del amor, y de la resonancia energética, como importantes catalizadores del cambio. La comunidad como poderosa influencia de la transformación personal.
Esta en curso la revolución espiritual.

La vida es un proceso continuo, un constante desvelar posibilidades y potencialidades que están ocultas en el presente. Si no se tiene esperanza y compromiso hacia a el futuro, la propia vida se paralizaría, lo que sucede a los deprimidos.
Sentir esta sensación de estar conectado y actuar de acuerdo a esto, es la característica del hombre de fe, de un hombre que tiene fe en la vida. Con un lugar en su corazón para cada niño, y respeto por sus mayores.

viernes, 5 de septiembre de 2014

La entrega al cuerpo y el regreso a los sentimientos, parte 10



El sentimiento sexual

El amor es un estado de excitación placentera que varía de intensidad según la situación. Cuando nuestro espíritu interviene plenamente en cualquier acto, ese acto asume una cualidad espiritual, debido a la trascendencia del yo.

Desde luego, la excitación que sienten dos amantes contiene una dimensión adicional, que fluye hacia abajo y excita con fuerza los órganos genitales. Tras una fuerte descarga orgásmica, la persona siente una profunda calma.
Tanto en la experiencia mística como orgásmica, hay una sensación de comunión con las fuerzas superiores de la naturaleza.
Pero para tener una sensación tan poderosa, hay que controlar la creciente excitación hasta que abarque todo el cuerpo. Ello requiere un “yo” fuerte, pues uno débil se atemoriza.
Convertir la carne en espíritu, en eso consiste la trascendencia.

La persona que tiene sentimientos sexuales fuertes posee un mayor sentido del “self”, y un ego más fuerte, que le dan contención.
Para aumentar el sentimiento sexual, se ha de respirar profundamente, hasta que el aire llegue al fondo pélvico, donde están los sentimientos sexuales. El principal mecanismo para lograrlo es el llanto profundo. También ayuda estar más “enraizado” mediante ejercicios que movilicen las sensaciones de las pierna

La trascendencia puede lograrse también por actos que no sean sexuales, como cuando nos anima una gran pasión o nos conmueve una experiencia significativa. Ya no sentimos que tenemos un espíritu, sino que estamos poseídos por él.
Todo acto creativo tiene cierto grado de trascendencia. Se requiere inspiración y pasión. Estas creaciones parecen tener vida propia.
La excitación sexual puede ser muy fuerte, pero para muchos hombres terminará en una eyaculación prematura debido a que la rigidez de la pelvis limita su capacidad de contener la carga hasta que abarque todo el cuerpo.

La libertad interior.

La libertad interior se manifiesta en la vivacidad del cuerpo. Corresponde a la libertad respecto de la culpa, la vergüenza y la autoconciencia. Es una manera de actuar espontánea, sin engaños, fiel al propio ser.
Hemos perdido contacto con el espíritu remolineante que anima nuestro ser y da sentido a nuestra vida.
Cualquiera que sea el medio empleado para establecer una conexión sensible con lo infinito, debe incluir al cuerpo, si se pretende que sea algo más que una idea que se tiene en la cabeza

Sólo con humildad y franqueza es posible enfrentar al manantial de sentimientos que fluye de todo ser humano.

Necesitamos comprender nuestro cuerpo como manifestación exterior de nuestro espíritu.
Trabajemos sobre nosotros mismos, agotemos nuestros potenciales, desarrollemos nuestras metas y nuestra moral por nosotros mismos, inventemos el sentido de nuestras vidas.. Definamos los principios según los cuales deseamos vivir.

Cuando no hay bloqueos que perturben el flujo, las emociones tienen un signo o calidad positivo.
El sentimiento de fe, es el sentimiento de la vida fluyendo en el cuerpo, de un extremo a otro.

El estado de vivacidad es la base física de la experiencia de alegría. La alegría es una experiencia religiosa.
La alegría pertenece al ámbito de los sentimientos corporales positivos. No es una actitud mental.
El sentimiento de alegría pertenece al mundo animal, y no al mundo de los intelectuales civilizados.
Solo sentimos alegría cuando somos fieles a nosotros mismos.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

La entrega al cuerpo y el regreso a los sentimientos, parte 9



Los sentimientos, la vida del cuerpo.

Los sentimientos son la vida del cuerpo, igual que los pensamientos son la vida de la mente.
Una persona debería ser lo bastante libre para poder expresar físicamente su ira cuando sea apropiado.
Una persona agresiva es alguien que se mueve hacia el cumplimiento de sus necesidades.
Toda acción expresiva es un acto agresivo en el sentido de que es “moverse hacia afuera”. Abrirse para amar, o buscar amor es una acción agresiva.
Por otro lado, tener un sentimiento que no somos capaces de expresar es un signo de pasividad.

Para curarse, el paciente debe llegar a la conclusión de que existe algo mayor que él mismo, sea lo que fuere.
El camino espiritual genuino nos conecta con nuestra totalidad, así como con la unidad de los demás. Los caminos insalubres provocan un sentimiento de separación.

Condenar los sentimientos es condenar la vida.

El sentimiento, es la percepción de un movimiento interior del cuerpo.
Cada tensión impone un límite a la capacidad del individuo para expresarse.
Las tensiones musculares crónicas se presentan en todo el cuerpo como signos de impulsos bloqueados y sentimientos reprimidos.
La tensión muscular crónica, es el lado físico de la culpa. La culpa corresponde a carecer del derecho a ser libre, de hacer lo que uno quiere.  En sentido general, la culpa es la sensación de no estar uno  a sus anchas en su cuerpo, de no “sentirse bien”.
Por otro lado, uno no puede sentir culpa si esta “bien”, contento o alegre. Los dos estados -sentirse bien= sentir alegría; sentirse mal= sentirse culpable - son mutuamente excluyentes.
La culpa esta directamente conectada con la supresión del enojo. Esta supresión debilita los buenos sentimientos del cuerpo. La sensación de que algo esta mal constituye la base del sentimiento de culpa

La entrega al self y al cuerpo es un proceso muy doloroso al principio. Debido a eso, hay que trabajar lentamente con el cuerpo. Cada paso en la expansión o crecimiento implica una experiencia inicial de dolor, que desaparece a medida que la relajación o expansión se integra a la personalidad.
Por lo general, el dolor emocional, que es menos concreto, resulta más difícil de aceptar y tolerar que el dolor físico. El dolor emocional se siente en todo el cuerpo, en todo nuestro ser; es siempre la pérdida de amor. Cuando se corta una conexión de amor, nos quedamos sin una fuente de vida y de excitación placentera.
Los individuos que sobrevivieron a la pérdida de un amor durante la niñez, tienen mucho miedo de romper una conexión. La mera idea de estar solos es aterradora para muchas personas.; despierta sentimientos que tenían en la niñez. (si nuestro “self” es débil, inseguro y dubitativo, no nos resultará agradable estar a solas con él.

No tiene sentido buscar a alguien que nos devuelva la dicha de la niñez, la inocencia y la libertad. Debemos construir un “self” más fuerte, energizando el cuerpo y sintiendo nuestro enojo. Si no tenemos capacidad para luchar, nos convertimos en victimas cuyo objetivo es la sobrevivencia y no la alegría.
Los modelos neuróticos se mantienen gracias a la ilusión de que alguien pueda darnos el amor que deseamos con toda desesperación.

lunes, 1 de septiembre de 2014

La entrega al cuerpo y el regreso a los sentimientos, parte 8



La expresión de sentimientos.

Si una persona está bloqueada en su capacidad de expresar sentimientos, traerá muerte a su cuerpo y reducirá su vitalidad.
Al igual que a una persona se le anima a expresar sus sentimientos en un ejercicio apropiado, también se le ayuda a obtener un control consciente sobre su expresión. El propósito de dicho control no es el inhibir o limitar el sentimiento, sino el de hacer su expresión efectiva, económica y apropiada.
El control de uno mismo denota la capacidad de responder apropiadamente a una situación. El cronometraje es de la misma importancia: cuando actuar y cuando hablar, resulta tan crítico como lo hagamos o digamos.

Lo que vuelve loco al niño es el doble mensaje: seducción y rechazo; amor y odio
Contener es lo contrario de “soportar”. Aprendemos a soportar situaciones dolorosas o perturbadoras cercenando los sentimientos. En el caso de la contención, aceptemos el  sentimiento, y lo integramos a la personalidad; y esto le cuesta mucho trabajo a aquellas personas cuya personalidad está condicionada por la sobrevivencia., puesto que la sobrevivencia depende de la supresión de sentimientos.

Los sentimientos son la vida del cuerpo, igual que los pensamientos son la vida de la mente.
Una persona debería ser lo bastante libre para poder expresar físicamente su ira cuando sea apropiado.
Una persona agresiva es alguien que se mueve hacia el cumplimiento de sus necesidades.
Toda acción expresiva es un acto agresivo en el sentido de que es “moverse hacia afuera”. Abrirse para amar, o buscar amor es una acción agresiva.
Por otro lado, tener un sentimiento que no somos capaces de expresar es un signo de pasividad.

Para ser plenamente auto expresivos, el cuerpo ha de verse libre de sus tensiones. Dado que nuestra agresividad ha sido bloqueada desde la infancia, se requiere un considerable esfuerzo para liberarla.

El control consciente

La imposición de un control consciente permite que la persona adapte su comportamiento para lograr objetivos mayores.
Cuando actuamos de acuerdo a nuestros pensamientos, no somos espontáneos, lo que elimina la alegría y limita el placer.
Como el control consciente se hace con el fin de obtener un mayor placer en el futuro, constituye un modo de reacción sano y natural. Se convierte en una pauta neurótica, cuando el control se vuelve inconsciente y arbitrario, y no se lo puede entregar.
El control inconsciente afecta a muchos individuos a los que les resulta muy difícil expresar sus sentimientos o hacer valer sus deseos. Tienden a ser pasivos.
El núcleo de las neurosis es la supresión de sentimientos.
El desarrollo del control consciente de las sensaciones es un factor importante del dominio de sí mismo.
La contención le permite al individuo expresar los sentimientos en forma positiva y constructiva, pero solo se logra si los acepta plenamente.
La actuación sexual o airada, por ejemplo, deriva del temor de no poder contener la excitación de ese momento intenso, a no soportarla. El comportamiento compulsivo no es signo de pasión, sino de temor: temor a la demencia, que es lo mismo que temor a la intimidad.