miércoles, 10 de septiembre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 1

“El Amor, el sexo y la salud del corazón”

Lowen, A. 1990,Ed. Herder. Barcelona.

Prefacio

Todos admitimos que el corazón es un símbolo del amor. Pero esta relación ¿es tan sólo simbólica? ¿O hay entre ellos una conexión real y esencial?
La mayoría de las personas han experimentado el rápido latir del corazón en presencia de un ser querido y también la sensación de peso en el corazón que sigue a una pelea de enamorados.
Si el corazón está implicado en toda experiencia de amor, debemos suponer que expresiones como “un corazón lleno de amor” describen también un fenómeno físico.

Así pues, ¿qué validez podemos conceder al concepto de, por ejemplo, “corazón partido”? Aunque los corazones no se rompen en pedazos, cuando el amor es rechazado o se pierde a alguien querido, es claro que en semejantes situaciones algo se rompe.
¿Existe algo así como un corazón cerrado o un corazón abierto? Estas cuestiones son importantes para la comprensión no sólo de nuestros sentimientos, sino también de la salud del corazón. Dando por sentado que la conexión entre el corazón y el amor es real, se puede plantear la hipótesis de que un corazón sin amor debe inevitablemente languidecer y morir. Mi creencia en esta idea se basa en mi experiencia como médico que ha colaborado en el esfuerzo de sus pacientes para abrir su corazón al amor y encontrar un poco de alegría en la vida.

¿Qué decir del sexo? Si afirmamos, como hacen algunos, que el amor y el sexo son dos funciones independientes, debemos suponer que el corazón no está más implicado en el acto sexual que en cualquier otra actividad física. Desde este punto de vista, la función cardiaca de bombear la sangre por todo el cuerpo a fin de proporcionar oxígeno y alimento a los tejidos y eliminar productos residuales debe verse como algo puramente mecánico.
Sin embargo, aquí también tropezamos con el lenguaje común, que se refiere al sexo en términos de “hacer el amor”, con lo que sugiere una conexión directa entre el amor y el sexo y, por extensión, entre el corazón y los órganos genitales.

El objeto de este libro es dilucidar estas relaciones, de modo que el lector pueda ver como su vida emocional está vinculada con su ser físico y cómo su salud física depende de su bienestar emocional. Tengo la esperanza de que la comprensión de las causas del miedo al amor ayudará al lector a intensificar su capacidad de amar, asegurando con ello la salud de su corazón

Empezaremos, por tanto, examinando el nexo entre el corazón y el amor, relación que los poetas, los filósofos y los maestros religiosos han reconocido y expresado a lo largo de los siglos.

Introducción

Como cardiólogo clínico, he visto y tratado muchos casos de enfermedades del corazón. La enfermedad coronaria del corazón es en general una enfermedad callada y omnipresente. Los síntomas, regularmente, se manifiestan en forma tardía, y la muerte repentina por ataque al corazón es, frecuentemente, el primer síntoma de la insuficiencia coronaria.
Los aspectos preventivos de la lucha contra tan devastadora enfermedad se han convertido últimamente en el centro de la cardiología contemporánea.
A pesar de los estudios que vinculan el hábito de fumar, los niveles altos de colesterol en la sangre, la hipertensión y la diabetes de los adultos con la arterioesclerosis coronaria, me convencí de que estos factores de riesgo, aun siendo muy significativos, en realidad no explicaban completamente la naturaleza de la enfermedad.

Estudios posteriores han revelado que determinados individuos son más propensos que otros a las enfermedades coronarias. Estas personas propensas, tienen una pauta de comportamiento especial y una predisposición mayor de lo normal al estrés emocional. Cuando  Friedman y Rosenman publicaron sus investigaciones acerca del comportamiento del tipo A, propenso a las enfermedades coronarias, se confirmó mi creencia en el papel predominante del estrés y la conducta en las enfermedades del corazón.

Los problemas de la personalidad son elementos clave que se encuentran en casi todas las enfermedades. Una emoción o afecto no ventilados, por ejemplo, acaban perjudicando al cuerpo y a su sistema fisiológico.
La enfermedad del corazón es un proceso que no ocurre porque sí, sino que con frecuencia influyen en él problemas emocionales, conflictos conscientes e inconscientes.

Asimismo, el descubrimiento de que yo mismo me estaba creando las condiciones para sufrir una enfermedad coronaria me decidió a someterme a una terapia para investigar y cambiar los aspectos negativos de mi conducta.
Mi búsqueda me devolvió a la infancia. Después de tantos años pude sentir ese anhelo por la atención y el consuelo de mi madre. Su “no disponibilidad” para mí resultó desgarradora. La tristeza traumática que vino a continuación fue reprimida, pero, de un modo u otro, mi cuerpo recordó la verdad. La delicada vulnerabilidad del niño se convirtió en la rigidez de un pecho fuertemente acorazado.
Se que mi madre me amaba tiernamente, pero en tan temprana edad yo era incapaz de comprender sus necesidades. Después buscaba su aprobación y su amor y esperaba que siendo “un buen chico, un buen estudiante, un atleta y una persona de éxito” los obtendría. El éxito me aportaría el amor, pensaba. Creé una falsa conexión entre ambos que se prolongó en la edad adulta. Esta conexión influyó en el proceso de comportamiento del tipo A que a la larga podría provocar mi fallecimiento.

En realidad, la conciencia y el reconocimiento de que yo poseía este comportamiento fueron iluminadores, por cuanto fue esta conciencia la que medió fuerzas para encontrar una alternativa curativa.

En 1978 asistí en Londres a un simposio sobre el estés y la tensión. Los alemanes, por ejemplo, usaban el biofeedback en sus tratamientos, los suecos utilizaban el masaje, los suizos introducían el Lamaze, los asiáticos se centraban el la meditación, mientra que los americanos enseñaban la relajación progresiva. Todos eran valiosos.

El análisis bioenergético, fundado por Alexander Lowen, es una terapia analítica corporal centrada en las tensiones musculares del cuerpo, que son la contrapartida física de los conflictos emocionales de la personalidad. En el análisis bioenergético, el terapeuta puede determinar dónde se localiza la tensión y dónde está bloqueada la energía. Este bloqueo impide que las personas experimenten con plenitud su potencial de vida.
Utilizando diversas técnicas y ejercicios para cargar y descargar el cuerpo, el terapeuta bioenergético puede liberar la energía aprisionada; lo que permite que la tensión se disipe.

Con estos nuevos conocimientos, empecé a considerar a mis pacientes cardíacos desde el punto de vista de lo que pasaba en su pecho, de la tensión albergada en su cuerpo, de cómo respiraba, de sus primeras experiencias en relación con la pérdida de amor y cuáles eran sus experiencias actuales con el amor. Me estaba convirtiendo en un médico y un terapeuta más eficaz.

STEPHEN SINATRA

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