martes, 29 de julio de 2014

El poder simbólico de los chakras, los sacramentos y las sefirot, parte 4

Nivel seis: La fusión del chakra de la mente (Ajna), el sacramento del orden y las sefirot de Biná y Jojmá. El poder generado por estas cuatro fuerzas arquetípicas transmite al sistema energético la verdad sagrada "Busca solamente la verdad". Del chakra de la mente recibimos la energía para buscar las respuestas a los misterios que se nos presentan. Es un designio divino el que nos impulsa a preguntar: “¿Por qué?”, y a desear saber más de lo que sabíamos ayer. La energía que irradia este chakra nos orienta constantemente a evaluar la verdad e integridad de nuestras creencias. Como sabemos instintivamente desde que nacemos, tener fe en algo o en alguien que carece de integridad contamina el espíritu y el cuerpo.
Maduramos en nuestras creencias paso a paso, experiencia en experiencia. La energía del sexto chakra es implacable: nos empuja a abandonar las percepciones que no son ciertas. Cuando actuamos en contra de esta energía, impidiendo conscientemente que entren verdades más profundas en nuestro campo mental, se nubla u obscurece nuestro sistema perceptivo.

El sacramento del orden sagrado, en su sentido literal, es el acto por el cual una persona se hace sacerdote y asume oficialmente la tarea de canalizar lo sagrado. Todos deseamos contribuir a que las vidas de otras personas sean valiosas y tengan sentido; es una manera de sentir que lo que hacemos es sagrado. (En el budismo, a esto se le llama “bien vivir”). Sea cual fuere la tarea que uno tiene en la vida -sanador, progenitor, científico, agricultor, buen amigo-, todos podemos ser transmisores de la energía divina. Logramos simbólicamente la ordenación sacerdotal cuando las personas con quienes vivimos o trabajamos reconocen que nuestras contribuciones son beneficiosas para su crecimiento personal o espiritual. El esfuerzo por apoyar y no juzgar a las personas con quienes vivimos o trabajamos crea en nuestro interior un canal para la energía divina. A las personas que irradian apoyo y amor se las reconoce justamente como poseedoras de una energía ordenada. Son arterias de la intervención divina.
La sefirá de Jojmá nos ayuda a equilibrar el razonamiento y el juicio, a mantenernos adheridos a la verdad y a tomar decisiones que creen las mejores consecuencias, para nosotros y para aquellos con quienes nos relacionamos.
Respaldando la energía de Jojmá está la sefirá de Biná, que infunde en la energía del razonamiento humano, con frecuencia endurecida, el poder más suave del entendimiento divino, más ligado a las emociones.

Sólo es posible lograr una auténtica paz respecto a la vida desprendiéndonos de la necesidad de saber el porque de las cosas desde el punto de vista del razonamiento humano y adhiriéndonos al razonamiento divino. “Hazme saber lo que soy capaz de saber, y confiar en que detrás de todos los acontecimientos, por dolorosos que sean, existe una razón, de la cual puede salir lo bueno.

Nivel siete: La fusión del chakra del espíritu (Sahasrara), el sacramento de la extremaunción y el sefirá de Keter. El poder generado por estas tres fuerzas arquetípicas transmite a nuestro sistema energético la verdad sagrada"Vive en al momento presente". Dado que en esencia somos seres espirituales, las necesidades espirituales son tan importantes para nuestro bienestar  como las necesidades físicas, e incluso tal vez más.
El chakra del espíritu nos dice que nuestro espíritu es eterno. Permitir que nuestro pensamiento viva demasiado tiempo en el pasado es antinatural para nuestro diseño divino; ese desequilibrio origina deformaciones del tiempo que obstaculizan nuestra capacidad de vivir en el presente y recibir una orientación espiritual cada día. Si vivimos totalmente en el momento presente, esos misterios del ayer se desentrañarán poco a poco.
El espíritu de la persona se siente instintivamente atraído hacia esa verdad sagrada. De ella recibe la inspiración que la eleva al éxtasis. Prosperamos, y sanamos, en momentos de éxtasis, cuando el espíritu se hace más fuerte que el cuerpo y el cuerpo puede responder a los mandatos del espíritu.

La necesidad de vivir en el momento presente es apoyada por el sacramento de la extremaunción. En su sentido literal, este sacramento fue creado para ayudar a las personas a liberar su espíritu antes de la muerte. En su sentido simbólico, este sacramento reconoce la necesidad de recuperar, de rescatar nuestro espíritu, para concluir los asuntos que quedaron inconclusos en diversos momentos de la vida. La energía de este sacramento nos proporciona la capacidad de soltar nuestras experiencias pasadas para no llevar “la muerte a cuestas”. El poder y simbolismo de este sacramento, por lo tanto, no se limitan al final de la vida. Necesitamos, biológica y espiritualmente, poner un cierre a todas las cosas, y podemos recurrir a esta energía sacramental para que nos ayude a hacerlo. Después de cualquier experiencia dolorosa y traumática, siempre recibimos una orientación interior que nos ayuda a desprendernos del pasado y continuar viviendo. Cuando elegimos mantener el pasado más vivo que el presente, obstruimos la circulación de la fuerza vital. Distorsionamos el “presente”, porque comenzamos a ver todo lo que ocurre “hoy” a través del pasado, debilitando así el cuerpo y el espíritu. Enfermamos por “llevar lo muerto a cuestas” durante demasiado tiempo.

De la sefirá de Kéter, que simboliza nuestra conexión con el mundo de lo infinito, recibimos el conocimiento de que no existe la muerte; sólo existe la vida.

Las verdades contenidas en las escrituras de las diferentes tradiciones religiosas tienen por finalidad unirnos, no separarnos. Cuando alejamos la atención del mundo externo y la dirigimos al mundo interno, aprendemos a desarrollar una visión simbólica. Por dentro, todos somos iguales, y los desafíos espirituales con que nos encontramos son los mismos. Nuestras diferencias externas son ilusorias y temporales, meras propiedades físicas.

La fusión de las tradiciones hindú, cristiana y judía en un solo sistema con verdades comunes constituye un potente sistema de orientación que puede expansionar la mente y el cuerpo y enseñarnos el modo de gobernar nuestro espíritu en el mundo.

viernes, 25 de julio de 2014

El poder simbólico de los chakras, los sacramentos y las seffirot, parte 3


Poder interno

Nivel  cuatro: La fusión del chakra del poder emocional (Anahata), el sacramento del matrimonio y la sefirá de Tiféret.
El poder generado por estas tres fuerzas arquetípicas nos transmite la verdad sagrada "El amor es poder divino". Es el punto central del poder dentro del sistema energético humano, la puerta simbólica de acceso a nuestro mundo interno.
La energía de este chakra nos comunica el conocimiento de que el amor es el único poder auténtico. No sólo la mente y el espíritu necesitan amor para sobrevivir, crecer y prosperar; también lo necesita el cuerpo físico. Violamos esta energía cuando actuamos de modo no amoroso con los demás. Cuando albergamos emociones negativas hacia los demás o hacia nosotros mismos, o cuando producimos dolor a otras personas intencionadamente, envenenamos nuestro sistema físico y espiritual. El veneno más potente para el espíritu humano es la incapacidad de perdonarnos a nosotros mismos o de perdonar a otros. Esto inhabilita los recursos emocionales de la persona. El desafío propio de este chakra es perfeccionar nuestra capacidad de amar a los demás y a nosotros mismos, y desarrollar el poder del perdón.

En su sentido simbólico, el sacramento del matrimonio introduce en nuestra vida la necesidad y la responsabilidad de explorar el amor. Primero hemos de amarnos a nosotros mismos, y nuestro primer matrimonio debe ser simbólico: el compromiso de atender conscientemente a nuestras necesidades emocionales, para así poder amar y aceptar a los demás incondicionalmente. Aprender a amarnos es un desafío para todos. Nadie nace amándose a sí mismo; es algo que debemos trabajar. Cuando nos desatendemos emocionalmente, no sólo nos envenenamos nosotros, sino que también inyectamos ese veneno en todas nuestras relaciones, en particular la conyugal.
La sefirá de Tiféret, que simboliza el corazón y el sol que hay dentro del cuerpo humano, late y nos transmite las energías de la compasión, la armonía y la belleza, las cualidades tranquilas del amor. Somos seres compasivos por naturaleza, y prosperamos en un ambiente de tranquilidad y armonía. Estas energías son esenciales para la salud física, así como para el desarrollo emocional y los “actos de corazón”. Cuando el corazón no rebosa de las energías vitales del amor y la armonía, ni el dinero ni el poder, por mucho que sea, le permiten estar en paz. Un corazón vacío genera una vida vacía, y la consecuencia de ello suele ser una enfermedad, la expresión concreta de la falta de armonía que, en el mejor de los casos, atraerá la atención de la mente. Es necesario rectificar las violaciones al corazón; si no, será imposible la curación.

Nivel cinco: La fusión del chakra del poder de la voluntad (Vishuddha), el sacramento de la confesión y las sefirot de Jésed y Gueburá.
El poder generado por estas cuatro fuerzas arquetípicas nos transmite la verdad sagrada"Entrega tu voluntad a la voluntad divina. Esta entrega es el acto más importante que podemos realizar para dar estabilidad espiritual a nuestra vida. Todos y cada uno de nosotros tenemos cierta conciencia que hemos nacido para una finalidad concreta, que la vida contiene un plan divino. El quinto chakra es el centro de esta conciencia y de nuestro deseo de contactar con el plan divino.
Esa sola elección, hecha con fe y confianza, permite que la autoridad divina entre en nuestra vida y convierta nuestros esfuerzos en éxitos y nuestras heridas en fuerzas.

En su sentido simbólico, el sacramento de la confesión nos comunica el conocimiento de que distorsionar la verdad va en contra de nuestro diseño natural. Mentir es una violación del cuerpo y del espíritu, porque el sistema energético humano identifica la mentira como un veneno. El espíritu y el cuerpo necesitan sinceridad e integridad para prosperar. La confesión simboliza la depuración de todo lo que no es honrado en nuestro interior. Sana el daño que creamos por el mal uso de nuestra fuerza de voluntad. Limpiar el espíritu es el paso esencial del proceso de curación. La confesión recupera, rescata al espíritu del dominio del mundo físico y lo reorienta hacia el mundo divino.

De la sefirá de Jésed, que significa “grandeza” y “amor”, recibimos el instinto natural y la directriz espiritual de hablar de forma que no hagamos daño a otras personas. En realidad, no debemos confesar nuestras faltas o incorrecciones a otras personas si hacerlo va a hacerles aún más daño. El sentido de confesarlas es poder reorientar nuestra energía hacia actos y comportamientos positivos. No estamos hechos para criticar a los demás ni a nosotros mismos; sólo pensamos mal de otras personas por miedo. Decir palabras hirientes a alguien contamina a la persona a quien van dirigidas y a la que las dice, y el cuerpo físico de esta última la hará responsable de esa forma de destrucción (en el Budismo éste es el precepto de Bien hablar). Nuestro conocimiento innato de la responsabilidad genera la culpabilidad que solemos sentir por nuestros actos negativos, y por eso nos sentimos impulsados a confesarlos, para sanar.
La sefirá de Gueburá, que significa “juicio y poder”, transmite a nuestro sistema energético el conocimiento de que jamás debemos juzgar intencionadamente a otra persona ni a nosotros mismos de modo negativo. Los juicio negativos generan consecuencias negativas, tanto en el cuerpo como en el ambiente externo.

miércoles, 23 de julio de 2014

El poder simbólico de los chakras, los sacramentos y las sefirot, parte 2


Nivel dos: La fusión del chakra de las relaciones (Svadisthana), el sacramento de la comunión y la sefirá de Yesod.
El poder generado por estas tres fuerzas arquetípicas transmite a nuestros sistemas la verdad sagrada Respetaos mutuamente.  Del chakra de las relaciones recibimos el poder de actuar con responsabilidad y honradez en todas nuestras relaciones. Esta energía es particularmente activa, ya que vibra en todas las actividades financieras y creativas. La integridad y el honor son necesarios para la salud. Cuando alguien viola de alguna manera su honor o compromiso, contamina su espíritu o cuerpo físico.
En el sentido simbólico, el sacramento de la comunión infunde a nuestro sistema energético la verdad de que cada persona “con la que compartimos una unión” es una parte de nuestra vida. Cuando “partimos el pan” con alguien, reconocemos simbólicamente que todos formamos parte de una sola familia espiritual, la que sabemos que existe por designio divino, y que todos nos necesitamos mutuamente para enriquecer nuestras vidas. El hecho de que algunas de estas “uniones” resulten dolorosas es una necesidad. El desafío es madurar lo suficiente para reconocer esta verdad y vivir conforme a ella. Desde el punto de vista espiritual, es antinatural considerar enemigas a las demás personas o ser enemigo de sí mismo. Las relaciones negativas generan energía negativa, la cual obstruye la visión simbólica. No podemos ver la finalidad divina en una unión que decidimos interpretar negativamente.

La sefirá de Yesod representa la energía comunitaria. Yesod es el falo, la necesidad procreadora de sembrar las simientes de vida, de crear materia de la energía. Yesod simboliza la necesidad energética de formar uniones sagradas con otros seres humanos, uniones de las cuales procede la continuación de la vida. Nos sentimos espiritualmente impulsados a conectar con la sagrado que hay en otras personas, a fundir el alma con una pareja.
Violamos nuestro espíritu cuando no honramos los votos o las promesas que hemos hecho a otras personas dentro de una unión sagrada. A veces la vida nos exige reconsiderar nuestros contratos, y se producen divorcios en el matrimonio y otras uniones. El acto de divorciarse no es deshonroso en sí mismo; pero debemos ser conscientes respecto al modo en que nos comportamos al retractarnos de una promesa.

Nivel tres: La fusión del chakra del poder personal (Manipura), el sacramento de la confirmación y las sefirot de Hod y Nétzaj. El poder generado por estas cuatro fuerzas arquetípicas nos transmite la verdad sagrada Respetate a ti mismo.  Las cuatro fuerzas arquetípicas de este nivel nos impulsan hacia el desarrollo de la estima y el respeto propios.
El chakra contiene nuestro “instinto de supervivencia”, la intuición que nos protege cuando estamos en peligro físico y nos avisa de la energía y los actos negativos de otras personas. Violamos esta energía cuando no hacemos caso de nuestros instintos viscerales.
El sentido simbólico del sacramento de la confirmación es aceptar la responsabilidad de la calidad de la propia persona. Es una experiencia de “iniciación” o una ceremonia de “mayoría de edad”. El espíritu necesita una experiencia o ceremonia así, a modo de señal o marca del paso a la edad adulta; cuando falta este marcador, queda una impresión negativa o vacío, consciente o inconsciente, que se manifiesta en debilidades físicas. Algo así como: la necesidad de recibir la aprobación de otras  personas; la incapacidad de valorarse, y la incapacidad de desarrollar un sentido de sí mismo como persona individual. La capacidad de obtener orientación intuitiva del propio espíritu está en un fuerte sentido del yo y del respeto por ese yo.
Igualmente importante es el papel de la estima propia, o autoestima, en la curación y en el mantenimiento de un cuerpo sano. Cuando no nos respetamos a nosotros mismos, nuestras relaciones con los demás son estados de intimidad temporal y frágil.
La confirmación propia, es decir, el desarrollo y reconocimiento conscientes de un código personal de honor, es importantísima para la creación de un cuerpo sano. No hay salud sin honor.

El sentido simbólico de la sefirá de Nétzaj es la resistencia, que es un poder para conservar la fuerza y la vitalidad. Este poder despierta cuando aceptamos nuestra vida tal como es, y lo perdemos cuando nos centramos en lo que nos falta o cuando pensamos que la vida es hueca, que carece de sentido. El sentido simbólico de la sefirá de Hod es majestad o integridad, energía que nos permite trascender las limitaciones del yo y activar nuestra conexión espiritual con la autoridad divina. La energía de Hod se fortalece desarrollando una actitud de valoración y gratitud por todo lo que tenemos y por el don de la vida misma.
Juntas, Nétzaj y Hod son las piernas simbólicas del cuerpo humano. Junto con las energías masculina y femenina del tercer chakra, sugiere la necesidad de crear una unión espiritual de la dualidad interior, y el hecho de que sin autoestima y honor personal jamás podremos afirmarnos sobre nuestros pies, por así decirlo, sea en lenguaje literal o simbólico.

lunes, 21 de julio de 2014

El poder simbólico de los chakras, los sacramentos y las sefirot, parte 1

Elaborado a partir del libro "Anatomía del Espíritu, la curación del cuerpo a través del alma" de Caroline Myss

“El Lenguaje de la Energía”

Todo lo que vive late de energía, y toda esa energía contiene información. Los físicos cuánticos reconocen la existencia de un campo electromagnético generado por los procesos biológicos del cuerpo. El tejido vivo genera energía.
Mediante este sistema estamos en constante “comunicación” con todo lo que nos rodea. El campo energético humano contiene y refleja la energía de cada persona. Nos rodea y lleva con nosotros la energía emocional generada por nuestras experiencias interiores y exteriores, tanto las positivas como las negativas. Las emociones quedan almacenadas en el cuerpo, y de ahí parte nuestra salud.
Somos creaciones biológicas de diseño divino. Una vez que esta verdad forma parte de nuestra conciencia, no podemos seguir llevando una vida corriente.

El sistema de chakras es una representación arquetípica del proceso de maduración de la persona a través de siete fases claras y diferentes. Los chakras están alineados verticalmente desde la base de la columna hasta la coronilla, lo que sugiere que ascendemos hacia lo divino dominando poco a poco la seductora atracción del mundo físico. En cada fase perfeccionamos un poco más el entendimiento del poder personal y espiritual, puesto que cada chakra representa una enseñanza de vida o un desafío común a todos los seres vivos. A medida que la persona va dominando cada chakra, va adquiriendo un poder y un conocimiento de sí misma que se integra a su espíritu y la hace avanzar por el camino que conduce hacia la conciencia espiritual.

De igual forma, la iglesia cristiana primitiva identificó siete sacramentos, o ritos, ceremonias sagradas que desean imprimir caracteres concretos de “gracia o energía divina”. en su sentido simbólico, cada sacramento representa también una fase de capacitación que invita a lo divino a entrar en el espíritu de la persona.
Los sacramentos presentan tareas simbólicas para crecer hasta una madurez espiritual y para obtener la curación.

Las diez sefirot, o árbol de la vida de la cábala, comprenden una enseñanza compleja que fue evolucionando a lo largo de muchos siglos, una enseñanza increíblemente análoga a la de los chakras y sacramentos. En la cábala medieval, las diez sefirot describen las diez cualidades de la naturaleza divina. Dado que tres de estas cualidades están emparejadas con otras tres, en realidad las diez cualidades se pueden agrupar en siete planos o niveles. Estas cualidades son poderes que se nos manda desarrollar y purificar en nuestro viaje por la vida.

Incluso con una simple mirada podemos ver que los sentidos arquetípicos de los chakras, los sacramentos y las sefirot son idénticos. Esto nos da una visión profunda de las necesidades del espíritu y cuerpo. Aquello que sirve al espíritu, enaltece al cuerpo. Aquello que mengua el espíritu, mengua el cuerpo.
Estas tres tradiciones sostienen que dejar suelto el espíritu en el mundo físico por miedo o negatividad es un acto desleal, que antepone la voluntad personal a la voluntad del cielo.
Somos materia y energía al mismo tiempo. Para comprendernos y estar sanos en cuerpo y espíritu, hemos de entender que nos quita la fuerza vital del cuerpo y como podemos rescatarlo de los falsos dioses del miedo, la rabia y la tendencia a aferrarnos al pasado.

Todo ser humano se encuentra con una serie de dificultades que ponen a prueba su lealtad para con el cielo. Todos tendemos a mirar hacia arriba cuando sentimos que nos falta el suelo bajo los pies.

Emparejando el sistema de chakras con los sacramentos y las sefirot, disponemos de un programa para el desarrollo de nuestra conciencia y de un lenguaje espiritual de curación, a modo de mapa simbólico vital de los inevitables desafíos que encontramos en el proceso de curación.  

Las siete verdades sagradas:

Poder externo

Nivel uno: La fusión del primer chakra (Muladhara), o chakra tribal, el sacramento del bautismo y la safirá Shejiná .
El poder generado por estas tres fuerzas arquetípicas transmite a nuestro sistema energético y biológico la verdad sagrada Todos somos uno. Estamos conectados con toda la vida y entre nosotros.
El chakra tribal se hace eco de nuestra necesidad de honrar los lazos familiares y de tener un código de honor en nuestro interior. En la familia podríamos también aprender que “Todos formamos parte de una sola familia divina”. El lazo con la familia biológica simboliza la conexión con todos y con todo lo que vive.
Profanar o violar este lazo energético, considerando, por ejemplo, que aquellos que son diferentes a nosotros son inferiores, crea conflicto en el espíritu y por lo tanto en el cuerpo físico. Aceptar y actuar conforme a la verdad fundamental Todos somos uno es un reto espiritual universal.

En la celebración del sacramento cristiano del bautismo, una familia hace un doble compromiso. El primero es aceptar una responsabilidad física de la nueva vida que ha nacido, y el segundo, aceptar la responsabilidad de enseñar a ese niño o niña los principios espirituales. El cumplimiento de esas responsabilidades crea un fuerte cimiento de fe y verdad en la cual la persona puede confiar toda la vida.
Para el adulto espiritual, el sacramento del bautismo en su sentido simbólico supone otros dos compromisos. El primero, la necesidad espiritual de aceptar totalmente que nuestra familia de origen ha sido “divinamente elegida” para que nos enseñe las lecciones que necesitamos aprender en esta vida. El segundo, el de aceptar la responsabilidad personal de vivir honradamente como miembro de la tribu humana. Al cumplir estos dos compromisos, lo que hacemos en esencia es bautizarnos y honrar nuestras propias vidas. Renegar de este compromiso, por ejemplo, considerando de modo negativo a nuestra familia de origen, resta muchísimo poder a nuestro sistema energético.

La sefirá de Shejiná, cuyo nombre significa “presencia divina”, es la conciencia divina que crea y protege a la comunidad mística. Es también la puerta de acceso a lo divino. Sugiere que para ascender en la verdad espiritual, primero hemos de honrar a nuestra familia y a todas las comunidades humanas.

viernes, 18 de julio de 2014

Poder Popular, parte 3


 La creación de nuestra propia verdad 

¿Cómo crear un movimiento libertario que nos conduzca hacia una nueva forma de organización social, democrática y ecológica? Tenemos que ser capaces de organizar una sociedad que funcione en base a la democracia política directa, así como a la democracia económica, la democracia en el ámbito social y la democracia ecológica.
Se hace necesario aumentar el nivel de conciencia comunitaria de los ciudadanos.
La creación de nuestra propia verdad. El proyecto de romper el cerco a nivel colectivo.

Pero hay que tener poder antes de llegar al poder. Al lado del poder de las clases dominante, se genera un poder autónomo que forja sus propias instituciones, desarrolla una cultura propia, con sus propios discursos, sus propios símbolos, sus propias instituciones y prácticas. Así, al lado del poder, se va construyendo un poder paralelo, que también puede crecer organizadamente.
El poder popular, debe mantener su autonomía y plantear el nivel de organización de la lucha.
El poder popular no es mandar sobre otros, sino es la idea de “poder hacer”, de poder construir. Recuperar nuestra palabra. Insertarnos en el proceso histórico.
Generando conciencia y organización popular con la practica revolucionaria.
El poder popular es una relación que se construye de manera fraternal y cotidiana.

Vale considerar que si no se interviene en la realidad, la realidad nos interviene a nosotros.
Aunque haya que desarrollar el poder popular en un ecosistema hostil, y tengamos que disfrazarlo para que no sea abolido.

Hay que pensar minuciosamente acerca de los métodos más efectivos para desintegrar las dictaduras con éxito y con el menor costo posible en vidas y sufrimiento.
En ningún momento debe asumirse que el desafío contra los dictadores será una empresa fácil y poco costosa. Todas las formas de lucha tienen sus complicaciones y costos.

Las dictaduras, en particular, tienen características especiales que las hacen vulnerables al desafío político diestramente implementado.
A pesar de la apariencia de fuerza, todas las dictaduras tienen sus debilidades, sus ineficiencias internas, sus rivalidades personales, sus funcionamientos institucionales defectuosos, y sus conflictos entre organizaciones y distritos.

El intento de golpe de Estado de línea dura en la URSS en agosto de 1991, por ejemplo, fue bloqueado en unos días por el desafío popular. De ahí en adelante muchas de las naciones bajo un dominio semejante, recuperaron su independencia en sólo días, semanas o meses.

Haría falta calcular bien el grado de lealtad a la dictadura de las fuerzas militares, tanto soldados como oficiales, y determinar si son susceptibles de ser influidos por las fuerzas democráticas. ¿Pudieran los soldados comunes y corrientes ser unos presos descontentos y asustados del régimen? ¿Se podría poner en contra del régimen a muchos de los soldados y oficiales por razones personales, familiares o políticas? ¿Qué otros factores harían a los soldados y oficiales vulnerables a la subversión democrática?

Como puede verse, la lucha noviolenta es una compleja técnica de acción social, que comprende una multitud de métodos, una serie de mecanismos de cambio y unos requisitos conductuales específicos.
Para un desafío político exitoso contra una dictadura, es esencial que la población capte la idea de la nocooperación. Como se ilustró en el cuento del “Amo de los Monos” ,  la idea básica es sencilla. Si un número suficiente de subordinados se rehúsa a seguir cooperando por un tiempo suficiente a pesar de la represión, el sistema opresivo se debilitará y acabará por desplomarse

El grado de libertad o tiranía que existe bajo cualquier gobierno es un reflejo de la determinación de los súbditos a ser libres, y de la voluntad y capacidad de éstos de ofrecer resistencia a los esfuerzos que el gobierno haga para esclavizarlos.

miércoles, 16 de julio de 2014

Poder Popular, parte 2



La Dinámica del Desafío Político 

La dinámica del desafío político es muy diferente a la de la violencia. Aunque ambas técnicas son herramientas para luchar, lo hacen por medios muy distintos y con distintas consecuencias.
La lucha noviolenta es una técnica mucho más variada y compleja que la violencia. Es una lucha que emplea armas políticas, económicas, sociales y sicológicas aplicadas por la población y por las instituciones de la sociedad.
A estas armas se les ha conocido bajo diversos nombres como protestas, huelgas, desobediencia o no cooperación, boicot, descontento y poder popular. El desafío político, a diferencia de la violencia, es el instrumento idóneo para negarle acceso al régimen a sus fuentes de poder.

Para construir poder popular, lo primero que tenemos que hacer es juntarnos y organizarnos, comprometernos, conectarnos, emparejar criterios y ponernos de acuerdo en las acciones a seguir, y entonces, actuar como un solo cuerpo. Pero esto que se dice tan fácil, no ha podido lograrse suficientemente.
La creación de un frente amplio opositor a la dictadura sería muy deseable, pero hasta ahora no ha pasado de ser un  anhelo.

“Para hacer la revolución van a necesitarse hombres de una sola pieza

 El liberarse de las dictaduras, en última instancia, depende de la capacidad que la gente tenga para liberarse a sí misma. Existen los medios para que la población se libere a sí misma, pero esta opción no se ha ejercido plenamente.

Frecuentemente vemos a la  oposición  pelearse entre sí, desconfiar de todo, creerse los únicos dueños de la razón, o  tibios a la hora de actuar. Por otro lado, se observa el hecho de que muchos lideres opositores, en cuanto llegan a un puesto de poder, se fusionan con el enemigo.

Debemos reconocer que existen intereses que trabajan para que esto así  suceda. Es el tradicional “divide y vencerás”, que tanto resultado da a la oligarquía, que unido al “Pan y circo”, mantienen al pueblo sometido. En este sistema de explotación, el hombre nunca alcanza su completo desarrollo y madurez, pues se la mantiene miedoso y apartado. Sumiso

Cabe reconocer, por otro lado, que la principal fuerza retardataria proviene de nosotros mismos, que inconscientemente, queremos parecernos al opresor. Llegar al poder, para luego hacer lo mismo que se hacía antes, no significa ningún avance. Si vociferamos contra las injusticias de los ricos, pero aspiramos a ser ricos, o preferiríamos serlo, estamos perdiendo el tiempo.

Necesitamos ordenarnos cada uno, internamente, si no es así, nuestras percepciones estarán equivocadas. No podremos organizar nada.
En una correspondencia dialéctica, la transformación de las condiciones sociales y del propio hombre, su conciencia y su moral, deben efectuarse simultáneamente, una en relación con la otra, una reforzando la otra.

“La revolución ha de ser primero interior, pues el enemigo de dentro, que son nuestros defectos contrarrevolucionarios, esta más cerca de nosotros que ningún otro enemigo”
(P. Freire, “Pedagogía del Oprimido”)

Así pues, pareja a la acción revolucionaria, debemos emprender un trabajo para liberarnos de nuestros conflictos personales, y acceder fraternalmente al espíritu comunitario.
La lucha noviolenta requiere una pérdida del miedo y un mayor control sobre sí mismo, esto  significa una toma de conciencia de nuestra misión social. Es un elemento clave para destruir el poder que los dictadores tienen sobre la población en general.
Para que resulte efectivo, el desafío político requiere preparación y planeación. Los probables participantes tendrán necesidad de comprender qué se espera de ellos. Una transformación radical de la sociedad opresora debe estar acompañada de una transformación profunda de las estructuras mentales de los individuos.

Es necesario configurar al sujeto que tenga la capacidad de revolucionar el orden social existente y abolir la sociedad de clases; esto es, emancipar a la humanidad y posibilitar su pleno desarrollo consciente.

Conseguir la libertad con paz, por supuesto que no es tarea fácil. Va ha requerirse para ello una gran destreza estratégica, organización y planificación. Sobre todo, requiere poder. Los demócratas no pueden esperar derribar a la dictadura y establecer la libertad política sin la capacidad de ejercer su propio poder en forma eficaz.
Sin embargo, esta nueva percepción del poder significa , que la desintegración deliberada de una dictadura si es posible.

lunes, 14 de julio de 2014

Poder Popular, parte 1

Ensayo realizado en el Taller de Poder Popular, de la Escuela de Pensamiento Crítico, de la Escuela de Cultura Popular
.

¿Cómo Construir Poder Popular?

Recién se ha escrito: “Con la reforma energética la Constitución ha muerto”, si además, consideramos que se han robado las dos últimas elecciones presidenciales y ahora hasta se criminaliza la protesta. No hay ninguna duda: “Vivimos en una dictadura. Los mexicanos no somos libres de decidir. Tenemos que organizar una tenaz resistencia, si no queremos que nos desprecien más y  empeore nuestra condición.

Las dictaduras no son permanentes. No tenemos porque permanecer siempre débiles y a los dictadores no hay que permitirles que sigan siendo poderosos indefinidamente. Hace mucho tiempo Aristóteles apuntó: “La oligarquía y la tiranía son las constituciones que duran menos”…..”En ninguna parte han durado mucho”. Las dictaduras modernas también son vulnerables. Se puede agravar su debilidad y desintegrar su poder.

La historia reciente muestra la vulnerabilidad de las dictaduras y revela que pueden desmoronarse en un plazo relativamente corto. Por citar un ejemplo: la dictadura de Marcos en Filipinas cayó ante el empuje del pueblo en 1986. El gobierno de los Estados Unidos abandonó rápidamente al presidente Marcos cuando la fuerza de la oposición se hizo patente.

¿Cómo explicar que el 1% de la población mundial, domine al 99% restante, utilizando incluso su propio dinero, y hasta su misma gente, y  nos mantenga además, disminuidos y doblegados?
¿Estamos los Mexicanos, condenados a vivir eternamente en un régimen de explotación?. Los seres humanos no tenemos porque ser dominados ni destruidos por  tan abusivas políticas.

Muchas dictaduras han caído o se han tambaleado cuando se les ha enfrentado una población desafiante y movilizada. Aunque parezcan muy firmes, demostraron ser incapaces de soportar el desafío concentrado del pueblo en lo político, lo económico y lo social.
El “desafío político masivo”  es una confrontación noviolenta, una deliberada provocación a la autoridad mediante la desobediencia, la no colaboración, y no dejar lugar para la sumisión.

No vale la pena confiar en el gobierno, no debemos esperar nada de él. La solución no vendrá del exterior. Debemos confiar sólo en nuestra propia determinación, apoyándonos los unos a los otro, fortaleciendo a los más débiles… Agrupándonos, organizándonos.

Poder político popular

¿Qué clase de poder es éste? ¿Cómo necesita movilizarse la oposición democrática para destruir la dictadura y su vasta red militar y policiaca?
La respuesta se encuentra en una concepción del poder político generalmente ignorada. No es difícil entenderlo. Algunas verdades fundamentales son muy sencillas.
Una parábola China del siglo XIV atribuida a Liu Ji, por ejemplo, destaca muy bien esta interpretación descuidada acerca del poder político.

“En el estado feudal de Chu, un viejo vivía de tener monos a su servicio. La gente lo llamaba “Ju gong”: el Amo de los Monos.

Todas las mañanas el viejo reunía a todos los monos en su patio, y ordenaba al más viejo que condujera a los demás a la montaña a recoger fruta de los árboles y matas. La regla era que cada mono tenia que darle al viejo la décima parte de lo que recogiera. Los que no lo hacían eran brutalmente azotados. Todos los monos sufrían amargamente pero no se atrevían a protestar.

Un día un monito les preguntó a los otros; “¿Fue el viejo el que sembró los árboles y matas?” Los otros le respondieron: “No, brotaron solos”. El monito les dirigió otra pregunta: “¿No podemos nosotros coger la fruta sin el permiso del viejo?” Los otros replicaron: “Si, todos podemos hacerlo.” El monito siguió: “¿Entonces, por qué tenemos que depender del viejo?”  ¿Por qué  tenemos que servirlo?”

Antes que el monito hubiera terminado su discurso todos los monos de pronto se sintieron iluminados, y despertaron.

Esa misma noche, al observar que el viejo se había quedado dormido, los monos rompieron las barreras del vallado donde se hallaban encerrados y destruyeron el recinto por completo. También se apropiaron de cuanta fruta el viejo tenía guardada y se la llevaron al bosque, y nunca más volvieron. Al fin el viejo murió de inanición.

Yu Li Zi dice: “Algunos hombres en el mundo gobiernan a su pueblo mediante tretas y no por principios rectos ¿No son éstos iguales al Amo de los Monos? La gente no se ha dado cuenta de su embrutecimiento. Apenas se les ilumine el conocimiento, las tretas dejarán de funcionar.”

El principio es muy sencillo. Los dictadores requieren la ayuda de los gobernados, sin la cual no pueden ni disponer de las fuentes de poder, ni conservarlas.  La obediencia, la cooperación y la sumisión son esenciales para que un dictador sea poderoso. Sin acceso a las fuentes del poder político, el poder del dictador se debilita, y finalmente se esfuma.
El negarles a los agresores y dictadores la cooperación popular e institucional, se anula el acceso a las fuentes de poder de las que dependen. Sin acceso a tales recursos, el poder de los gobernantes se debilita y finalmente se disuelve.

viernes, 11 de julio de 2014

El Arte de Amar, parte 11 (final)

El cambio social

El examen del arte de amar no puede limitarse al dominio personal de la adquisición y desarrollo de características y aptitudes. Está inseparablemente relacionado con el dominio social. Si amar significa tener una actitud de amor hacia todos, necesariamente debe existir no sólo en las relaciones con la propia familia y los amigos, sino también para con los que están en contacto con nosotros a través del trabajo, los negocios, la profesión. No hay una “división del trabajo” entre el amor a los nuestros y el amor a los ajenos. Por el contrario, la condición para la existencia del primero, es la existencia del segundo.
Si en la religión se habla mucho del amor al prójimo, nuestras relaciones están de hecho determinadas, en el mejor de los casos, por el principio de equidad. “Te doy tanto como tu me das”, así en los bienes materiales como en el amor, es la máxima ética predominante en la sociedad capitalista.

Falta resolver un importante problema: Si toda nuestra organización social y económica está basada en el hecho de que cada uno trate de conseguir ventajas para sí mismo, ¿cómo es posible hacer negocios, actuar dentro de la estructura social existente y, al mismo tiempo, practicar el amor? Los monjes cristianos y personas tales como Tolstoy, Albert Schweitzer y Simone Weil han planteado y resuelto ese problema en forma radical. Otros comparten la opinión de que en nuestra sociedad existe una incompatibilidad entre el amor y la vida secular normal. Este respetable punto de vista se presta fácilmente a una racionalización del cinismo. Es la persona que siente: “me gustaría ser un buen cristiano, pero tendría que morirme de hambre si lo tomara en serio”.
El principio sobre el que se basa la sociedad capitalista y el principio del amor son incompatibles. Pero la sociedad moderna es un fenómeno complejo y continuamente cambiante. El vendedor de un artículo inútil, por ejemplo, no puede operar económicamente sin mentir; un obrero, un granjero, un maestro y muchos tipos de hombres de negocios pueden tratar de practicar el amor sin dejar de funcionar económicamente.

Esta afirmación, sin embargo, no significa que podemos esperar que el sistema social actual continúe indefinidamente y, al mismo tiempo, confiar en la realización del ideal de amor hacia nuestros hermanos. El amor es un fenómeno marginal en la sociedad occidental contemporánea, no tanto porque las múltiples ocupaciones no permiten una actitud amorosa, sino porque el espíritu de una sociedad dedicada a la producción y ávida de artículos es tal, que sólo el no conformista puede defenderse de ella con éxito.
 Los que se preocupan seriamente por el amor como única respuesta al problema de la existencia humana, deben entonces, llegar a la conclusión de que para que el amor se convierta en un fenómeno social, nuestra estructura social necesita cambios importantes y radicales. En nuestra sociedad, todas las actividades están subordinadas a metas económicas, los medios se han convertido en fines; el hombre es un autómata. Si el hombre quiere ser capaz de amar, debe colocarse en su lugar supremo. La máquina económica debe servirlo, en lugar de ser él quien esté a su servicio.

 La sociedad debe organizarse en tal forma que la naturaleza social y amorosa del hombre no esté separada de su existencia cotidiana, sino que se una a ella. Toda sociedad que excluya, relativamente, el desarrollo del amor, a la larga perece al contradecir las necesidades básicas de la naturaleza del hombre.
Tener fe en la posibilidad del amor como un fenómeno social y no sólo excepcional e individual, es tener una fe racional basada en la comprensión de la naturaleza misma del hombre.

miércoles, 9 de julio de 2014

El Arte de Amar, parte 10


¿Qué es la Fe?

Veamos ahora las cualidades de particular importancia para la capacidad de amar. De acuerdo con lo dicho sobre la naturaleza del amor, la condición fundamental para el logro del amor es la superación del propio narcisismo. En la orientación narcisista se experimenta como real sólo lo que existe en nuestro interior, mientras que los fenómenos del mundo exterior carecen de realidad de por sí y se experimentan sólo si hay utilidad o peligro para uno mismo. El polo opuesto del narcisismo es la objetividad; es la capacidad de ver a la gente y las cosas tal como son, objetivamente,  y poder separar esa imagen objetiva de la imagen formada por los propios deseos y temores. Para el insano, la única realidad que existe es la que está dentro de él, la de sus temores y deseos. Y resulta que casi todos nosotros tenemos una visión, que está deformada por nuestra orientación narcisista. ¿Cuántos padres experimentan las reacciones del hijo en función de la obediencia, de que los complazca; en lugar de percibir o interesarse por lo que el niño siente? ¿Cuántas esposas piensan que sus maridos son ineficaces o estúpidos porque no responden a la fantasía del espléndido caballero que construyeron en su infancia?

La facultad de pensar objetivamente es la razón; la actitud emocional que corresponde a la razón es la humildad. Ser objetivo, utilizar la propia razón, sólo es posible si se ha alcanzado una actitud de humildad, si se ha emergido de los sueños de omnisciencia y omnipotencia de la infancia.
No puedo ser objetivo con respecto a mi familia, si no puedo serlo con un extraño y viceversa. Si quiero aprender el arte de amar, debo esforzarme por ser objetivo en todas las circunstancias, y hacerme sensible a la situación frente a la que no soy objetivo.

La capacidad de amar depende de la propia capacidad para superar el narcisismo y la fijación incestuosa a la madre y el clan; depende de nuestra capacidad de crecer, de desarrollar una orientación productiva en relación con el mundo y con nosotros mismos. Tal proceso de emergencia, de nacimiento, de despertar, necesita una cualidad como condición necesaria: fe. La práctica del arte de amar requiere la práctica de la fe.

¿Qué es la fe? ¿Es la fe necesariamente una cuestión de creencia en Dios? ¿Está inevitablemente en oposición con la razón ?. Para empezar a comprender el problema de la fe es necesario diferenciar la fe racional de la fe irracional. La fe irracional se refiere a la creencia que se basa en la sumisión a una  autoridad falaz, es claramente, una dependencia. Por el contrario, la fe racional es una convicción arraigada en la propia experiencia mental o afectiva. No es una creencia en algo, es la cualidad de certeza y firmeza que poseen nuestras convicciones.
La historia de la ciencia está llena de ejemplos de fe en la razón y en las visiones de la verdad. Copérnico, Kepler, Galileo y Newton estaban imbuidos de una inconmovible fe en la razón. Por ella Bruno murió quemado y Spinoza sufrió la excomunión. Esta fe está arraigada en la propia experiencia, en la confianza en el propio poder del pensamiento, observación y juicio. Al tiempo que la fe irracional es la aceptación de algo como verdadero sólo porque así lo afirma una autoridad o la mayoría. La fe racional tiene sus raíces en una convicción independiente basada en el propio pensamiento y observación productivos, a pesar de la opinión de la mayoría.

En la esfera de la relaciones humanas, la fe es una cualidad indispensable de cualquier amistad o amor significativos. “Tener fe” en otra persona significa estar seguro de la confianza e inmutabilidad de sus actitudes fundamentales, de la esencia de su personalidad, de su amor.
En igual sentido, tenemos fe en nosotros mismos. Tenemos conciencia de la existencia de un yo, de un núcleo de nuestra personalidad que es inmutable y que persiste a través de nuestra vida, no obstante las circunstancias cambiantes. A menos que tengamos fe en la persistencia de nuestro yo, nuestro sentimiento de identidad se verá amenazado y nos haremos dependientes de otra gente, cuya aprobación se convierte entonces en la base de nuestro sentimiento de identidad. Sólo la persona que tiene fe en sí misma puede ser fiel a los demás, pues sólo ella puede estar segura de que será en el futuro igual a lo que es hoy y, por lo tanto, de que sentirá y actuará como ahora espera hacerlo.

Otro aspecto de la fe en otra persona refiérese a la fe que tenemos en las potencialidades de los otros. Es como la fe que tiene la madre en su hijo recién nacido: en que vivirá, crecerá, caminará y hablará. E igualmente desarrollará otras capacidades como: las de amar, ser feliz, utilizar la razón, y otras más específicas, el talento artístico, por ejemplo. Son las semillas que crecen y se manifiestan si se dan las condiciones apropiadas para su desarrollo, y que pueden ahogarse cuando éstas faltan. Es necesario, por tanto, que la persona de mayor influencia en la vida del niño tenga fe en esas potencialidades. La presencia de dicha fe es lo que determina la diferencia entre educación y manipulación.
La fe en los demás culmina en la fe en la humanidad. Al igual que la fe en el niño; se basa en la idea de que las potencialidades del hombre son tales que, dadas las condiciones apropiadas, podrá construir un orden social gobernado por los principios de igualdad, justicia y amor. El hombre no ha logrado aún construir ese orden, y, por lo tanto, la convicción de que puede hacerlo necesita fe.

Mientras que la fe irracional arraiga en la sumisión a un poder que se considera avasalladoramente poderoso, y en la abdicación del poder y la fuerza propios, la fe racional se basa en la experiencia opuesta. Tenemos fe en una idea porque es el resultado de nuestras propias observaciones y nuestro pensamiento. Tenemos fe en las potencialidades de los demás, en las nuestras y en las de la humanidad, porque, y sólo en esa medida, hemos experimentado el desarrollo de nuestras propias potencialidades, la realidad del crecimiento en nosotros mismos, la fuerza de nuestro propio poder y del amor.
 No hay una fe racional en el poder. Hay una sumisión a él o, por parte de quienes lo tienen, el deseo de conservarlo. Si bien para muchos el poder es la más real de todas las cosas, la historia del hombre ha demostrado que es el más inestable de todos los logros humanos.
Tener fe requiere coraje, la capacidad de correr un riesgo, la disposición a aceptar incluso el dolor y la desilusión. Quien insiste en la seguridad y la tranquilidad como condiciones primarias de la vida no puede tener fe; quien se encierra en un sistema de defensa, se convierte en un prisionero. Ser amado,  y amar, requiere coraje, la valentía de atribuir a ciertos valores fundamental importancia -y de dar el salto y apostar todo a esos valores.

Ese coraje es muy distinto de la valentía a la que se refirió el famoso fanfarrón Mussolini cuando utilizó el lema “vivir peligrosamente”. Su tipo de coraje es el coraje del nihilismo. Está arraigado en una actitud destructiva hacia la vida, en la voluntad de arriesgar la vida porque uno no es capaz de amarla. El coraje de la desesperación es lo contrario del coraje del amor, tal como la fe en el poder es lo opuesto de la fe en la vida.

¿Hay algo que pueda practicarse en relación con la fe y el valor? Indudablemente, la fe puede practicarse en cada momento. Requiere fe criar a un niño; se necesita fe para dormirse, para comenzar cualquier tarea. Quien no la posee, sufre enorme angustia por su hijo, por su insomnio, o por su incapacidad para realizar cualquier trabajo productivo; o es suspicaz, se abstiene de acercarse a nadie, o es hipocondríaco o incapaz de hacer planes a largo plazo. Tomar las dificultades, los reveses y penas de la vida como un desafío cuya superación nos hace más fuertes, y no como un injusto castigo que no tendríamos que recibir nosotros, requiere fe y coraje.

La práctica de la fe y el valor comienza con los pequeños detalles de la vida diaria. El primer paso consiste en observar cuándo y dónde se pierde la fe, analizar las racionalizaciones que se usan para soslayar esa pérdida de fe, reconocer cuándo se actúa cobardemente y cómo se lo racionaliza. Reconocer cómo cada traición a la fe nos debilita, y como la mayor debilidad nos lleva a una nueva traición, y así en adelante, en un círculo vicioso. Entonces reconoceremos también que mientras tememos conscientemente no ser amados, el temor real, aunque habitualmente inconsciente, es el de amar. Amar significa comprometerse sin garantías, entregarse totalmente con la esperanza de producir amor en la persona amada. El amor es un acto de fe, y quien tenga poca fe, también tiene poco amor.

lunes, 7 de julio de 2014

El Arte de Amar, parte 9


La Práctica del Amor.-

 ¿Puede aprenderse algo acerca de la práctica de un arte, excepto ejerciéndolo?. Amar es una experiencia personal que sólo podemos tener por y para nosotros mismos. Lo que un examen de la práctica del amor puede hacer, es considerar las premisas del arte de amar, los enfoques, por así decirlo, de la cuestión, y la práctica de esas premisas y esos enfoques. Los pasos hacia la meta sólo puede darlos uno mismo.

La práctica de cualquier arte tiene ciertos requisitos generales, independientes por completo de que el arte en cuestión sea la carpintería, la medicina o el arte de amar. En primer lugar, la práctica de un arte requiere disciplina. Nunca haré nada bien si no lo hago de una manera disciplinada. Más aún, el problema no consiste únicamente en la disciplina relativa a la práctica de un arte particular (digamos practicar todos los días durante cierto número de horas), sino en la disciplina de toda la vida. Como puede comprobarse, el hombre moderno es excesivamente indisciplinado fuera de la esfera del trabajo. Cuando no trabaja quiere estar ocioso, haraganear, relajarse. Tal deseo de ociosidad constituye, en gran parte, una reacción contra la rutinización de la vida. Por otro lado, en la batalla contra el autoritarismo, ha llegado a desconfiar de toda disciplina. Pero sin una disciplina racional auto-impuesta, la vida se torna caótica y carece de concentración.

La concentración, es también  condición indispensable. No obstante, en nuestra cultura, la concentración es aún más rara que la autodisciplina. Se hacen muchas cosas a la vez: se lee, se escucha la radio, se habla, se fuma, se come, se bebe. Somos consumidores con la boca siempre abierta, ansiosos y dispuestos a tragarlo todo: películas, bebidas, conocimiento. Esa falta de concentración se manifiesta claramente en nuestra dificultad para estar a solas con nosotros mismos. Quedarse sentado, sin hablar, fumar, leer o beber, es imposible para la mayoría de la gente.

Un tercer factor es la paciencia. Si aspiramos a obtener resultados rápidos, nunca aprenderemos un arte. Para el hombre moderno, sin embargo, es tan difícil practicar la paciencia como la disciplina y la concentración. Todo nuestro sistema industrial alienta precisamente lo contrario, la rapidez. Naturalmente, hay para ello importantes razones económicas, pero entonces, encontramos a los valores humanos supeditados a los económicos. Lo que es bueno para las máquinas, debe serlo para el hombre-así dice la lógica-. El hombre moderno piensa que pierde algo  -tiempo-  cuando no actúa con rapidez; sin embargo, no sabe qué hacer con el tiempo que gana- salvo matarlo.

 Otra condición para aprender cualquier arte es una preocupación suprema por el dominio del arte. Si el arte no es algo de suprema importancia, el aprendiz jamás lo dominará.
Un último punto debe señalarse. No se empieza por aprender el arte directamente, sino en forma indirecta, por así decirlo. Un aprendiz de carpintería comienza aprendiendo a cepillar la madera; un aprendiz del arte de tocar el piano comienza por practicar escalas; un aprendiz del arte Zen de la ballestería empieza haciendo ejercicios respiratorios. En lo que respecta al arte de amar, ello significa que quien aspire a convertirse en un maestro debe comenzar por practicar la disciplina, la concentración y la paciencia a través de todas las fases de su vida.

¿Cómo se practica la disciplina? Levantarse a una hora regular, dedicar un tiempo al día a actividades tales como meditar, leer, escuchar música, caminar; no permitirnos, al menos dentro de ciertos límites, actividades escapistas, como novelas policiales, ( o telenovelas), no comer ni beber demasiado, son normas evidentes y rudimentarias. Sin embargo, es esencial que la disciplina no se practique como regla impuesta desde afuera, sino que se convierta en una expresión de la propia voluntad. Lo que es bueno para el hombre -para su cuerpo y para su alma -también debe ser agradable, aunque al comienzo haya que superar algunas resistencias.

La concentración es más difícil de practicar en nuestra cultura. El paso más importante para llegar a concentrarse es aprender a estar solo con uno mismo, sin leer, escuchar radio, beber o fumar. Ser capaz de concentrarse significa poder estar solo con uno mismo. Si estoy ligado a otra persona porque no puedo pararme sobre mis propios pies, ella puede ser algo así como un salvavidas, pero no hay amor en tal relación. Paradójicamente, la capacidad de estar solo es la condición indispensable para la capacidad de amar. Sería útil practicar unos pocos ejercicios simples, como “limpiar la mente”; seguir la propia respiración; tratar de lograr una sensación de “yo”;  =“mi mismo”, como centro de mis poderes, como creador de mi mundo. Habría que realizar tales ejercicios de concentración por lo menos todas las mañanas durante veinte minutos ( y si es posible más tiempo) y todas las noches antes de acostarse. Además de esos ejercicios, hay que aprender a concentrarse en todo lo que uno hace, sea escuchar música, leer un libro, hablar con una persona, contemplar un paisaje. En ese momento, la actividad debe ser lo único que cuenta. Aprender a concentrarse requiere evitar, en la medida posible, las conversaciones triviales, esto es, la conversación que no es genuina; así como la malas compañías Pero no siempre es posible evitar tales compañías, ni tampoco es necesario. Si uno reacciona en forma directa y humanamente descubrirá con frecuencia que esa gente modifica su conducta, con la ayuda de la sorpresa producida por el choque de lo inesperado.

Concentrarse en la relación con otros significa fundamentalmente poder escuchar. La mayoría de la gente oye a los demás y  aún da consejos, sin escuchar realmente. No toman en serio las palabras de la otra persona, y tampoco les importan demasiado sus propias respuestas. Resultado de ello: la conversación los cansa. Encuéntranse bajo la ilusión de que se sentirían aun mas cansados si escucharan con concentración. Pero lo cierto es lo contrario. Cualquier actividad, realizada en forma concentrada, tiene un efecto estimulante (aunque luego aparezca un cansancio natural y benéfico); cualquier actividad no concentrada, en cambio, causa somnolencia.

Estar concentrado significa vivir plenamente en el presente, en el aquí y el ahora. El comienzo de la práctica de la concentración es difícil; se tiene la impresión de que jamás se logrará. Ello implica la necesidad de tener paciencia. Para tener una idea de lo que es la paciencia, basta con observar a un niño que aprende a caminar. Se cae, vuelve a caer, una y otra vez, y sin embargo, sigue ensayando, mejorando, hasta que un día camina.

Es imposible aprender a concentrarse sin hacerse sensible a uno mismo. ¿Qué significa eso?. Si habláramos de ser sensible a una máquina, no habría dificultad para explicarlo. Cualquiera que, por ejemplo, maneja un automóvil, es sensible a él. Advierte hasta un pequeño ruido inusual. Si consideramos la situación de ser sensible a otro ser humano, encontramos el ejemplo más obvio en la sensibilidad y correspondencia de una madre para con su hijo. Ella nota ciertos cambios, antes de que el niño los manifieste abiertamente. Similarmente, cabe ser sensible con respecto a uno mismo. Tener conciencia, por ejemplo, de una sensación de cansancio o depresión, y en vez de entregarse a ella, preguntarse “¿Qué ocurre?” ¿Por qué estoy deprimido?. Lo mismo sucede al observar que uno está irritado o enojado, o con tendencias a los ensueños u otras actividades escapistas. Estar atentos a nuestra voz interior.

Tener sensibilidad para los procesos mentales es difícil, porque mucha gente no ha conocido nunca a alguien que funcione óptimamente. Se toma el funcionamiento psíquico de los padres o parientes como norma, y, mientras no difieran de ésta, se sienten normales y no tienen interés en observar nada. Mucha gente jamás a conocido a una persona amante, o a una persona con integridad, valor o concentración.
Si bien impartimos conocimiento, estamos descuidando la enseñanza más importante para el desarrollo humano: la que sólo puede impartirse por la simple presencia de una persona madura y amante. En épocas anteriores a nuestra cultura, el hombre más valorado era el que poseía cualidades espirituales sobresalientes. La función del maestro consistía en transmitir ciertas actitudes humanas, además de la información. En la actualidad, los hombres propuestos para la admiración y la emulación son cualquier cosa menos arquetipos de cualidades espirituales.
Si no logramos mantener viva una visión de la vida madura, entonces estamos frente a la probabilidad de que nuestra tradición cultural se derrumbe.

viernes, 4 de julio de 2014

El Arte de Amar, parte 8

Formas individualizadas de la patología del amor.

La condición básica del amor neurótico radica en el hecho de que uno o los dos “amantes” han permanecido ligados a la figura de un progenitor y transfieren los sentimientos, expectaciones y temores que una vez tuvieron frente al padre o la madre, a la persona amada en la vida adulta; tales personas no han superado el patrón de la relación infantil, y aspiran a repetirlo en sus exigencias afectivas en la vida adulta.

Recordando el previo análisis de la personalidad centrada en la madre o en el padre, el siguiente ejemplo se refiere a los hombres que, en su desarrollo emocional, han permanecido fijados a una relación infantil con la madre. Hombres que, por decirlo así, nunca fueron destetados. Tales individuos suelen ser muy afectuoso cuando tratan de lograr que una mujer los ame, pero su relación con la mujer ( y en realidad, con toda la gente) es superficial e irresponsable. Su finalidad es ser amados, no amar. Si han encontrado a la mujer amada, se sienten seguros, pero cuando después de un tiempo, la mujer deja de responder a sus fantásticas aspiraciones, comienzan a aparecer conflictos y resentimientos. Si la mujer no los admira continuamente, si reclama su propia vida, el hombre se siente profundamente herido y desilusionado.

La patología suele ser más grave cuando la fijación a la madre es más profunda e irracional. Son madres que tienen con los hijos una actitud absorbente y destructiva. A veces en nombre del amor, otras, en nombre del deber, quieren mantener al niño, al adolescente, al hombre, dentro de ellas. Tal actitud, de la madre absorbente y destructiva, constituye el aspecto negativo de la figura materna. La madre puede dar vida, también puede tomarla; puede hacer milagros de amor- y nadie puede herir tanto como ella.

Los casos en que la relación principal se establece con el padre, ofrecen otra forma de patología neurótica. Un caso ilustrativo es el de un hombre cuya madre es fría e indiferente, mientras que el padre concentra todo su afecto e interés en el hijo. Es un “buen padre”, pero, al mismo tiempo, autoritario. El hijo, que sólo cuenta con el afecto del padre, se comporta frente a éste como un esclavo. Su finalidad en la vida es complacerlo- y cuando lo logra, es feliz, seguro y satisfecho. Pero cuando comete un error, fracasa o no logra complacer al padre, se siente disminuido, rechazado, abandonado. En los años posteriores, ese hombre tratará de encontrar una figura con la que pueda mantener una relación similar. La mujer no posee una importancia central para ellos. Toda su vida se convierte en una serie de altos y bajos.

Más complicada, la clase de perturbación neurótica que aparece cuando los padres no se aman, pero son demasiado reprimidos como para tener peleas o manifestar insatisfacción. A la vez, su alejamiento les quita espontaneidad en la relación con los hijos. Lo que una niña experimenta es una atmósfera de “corrección”, pero nunca  se le permite un contacto íntimo con la madre o con el padre y por consiguiente se desconcierta y atemoriza. Como resultado, la niña se retrae en un mundo propio, tiene ensoñaciones, permanece alejada; y su actitud, será la misma en las relaciones amorosas posteriores.
Además, la retracción da lugar al desarrollo de una angustia intensa, de un sentimiento de no estar firmemente arraigada en el mundo, y suele llevar a tendencias masoquistas como la única forma de experimentar una excitación intensa.

Otra forma frecuente de amor irracional, o pseudo amor, y que suele describirse en las películas y las novelas como el “gran amor”, es el amor idolátrico”. Si una persona no alcanza una sensación de identidad, tiende a convertir en “ídolo” a la persona amada. En ese proceso, se priva de toda sensación de fuerza, se pierde a sí misma en la persona amada, en lugar de encontrarse. Puesto que a la larga, nadie puede responder a las expectativas de su adorador, inevitablemente se produce una desilusión, y para remediarla, se busca un nuevo ídolo, a veces en una sucesión interminable.

Encontramos otra forma de pseudo amor en lo que cabe llamar amor sentimental . Su esencia consiste en que el amor sólo se experimenta en la fantasía y no en el aquí  y ahora de la relación con otra persona real. Es la gratificación amorosa substitutiva que experimenta el consumidor de películas, novelas románticas y canciones de amor. Todos los deseos insatisfechos de amor, unión e intimidad hallan satisfacción en el consumo de tales productos. Un hombre y una mujer que,  en su relación como esposos, son incapaces de atravesar el muro  de separatidad, se conmueven hasta las lágrimas cuando comparten el amor feliz o desgraciado de una pareja en la pantalla.

Otro aspecto del amor sentimental, es la “abstractificación” del amor en términos de tiempo. Una pareja puede sentirse hondamente conmovida por los recuerdos de su pasado amoroso, aunque no hayan experimentado amor alguno cuando ese pasado era presente. O por las fantasías de su amor futuro. ¿Cuántas parejas comprometidas sueñan con una dicha amorosa que se hará realidad en el futuro, pese a que en el momento en que viven han comenzado ya a aburrirse mutuamente?. Esa tendencia coincide con una característica actitud general del hombre moderno. Ése vive en el pasado o en el futuro, pero no en el presente.

También encontramos evidencias de amor neurótico, en el uso de mecanismos proyectivos a fin de evadirse de los problemas propios y concentrarse, en cambio, en los defectos y flaquezas de la persona “amada”. Si soy dominador o indeciso, o ávido, acuso de ello a mi pareja y, según mi carácter, trato de corregirla o de castigarla. Si la otra persona hace lo mismo, ambas consiguen dejar de lado sus propios problemas y, por tanto, no dan los pasos necesarios para el progreso de su propia evolución.

 Otro caso de proyección es el que efectuamos; de nuestros propios problemas, sobre  los niños. Cuando una persona siente que no ha podido dar sentido a su propia vida, trata de dárselo en función de la vida de los hijos. Pero está destinada a fracasar consigo misma y para los hijos. Lo primero, porque cada uno puede sólo resolver por sí mismo y no por poder, el problema de la existencia; lo segundo, porque carece de las cualidades que se necesitan para guiar a los hijos en su propia búsqueda de una respuesta.
Los hijos sirven también a finalidades proyectivas cuando surge el problema de disolver un matrimonio. El argumento común de los padres en tal situación es que no pueden separarse para no privar a los hijos de las ventajas de un hogar unido. Cualquier estudio detallado demostraría, empero, que la atmósfera de tensión e infelicidad dentro de la “familia unida” es más nociva para los niños que una ruptura franca, que les enseña al menos, que el hombre es capaz de poner fin a una situación intolerable por medio de una decisión valiente.

Debemos mencionar aquí otro error muy frecuente: la ilusión de que el amor significa necesariamente la ausencia de conflicto. Los conflictos reales entre dos personas, los que no sirven para ocultar o proyectar, sino que se experimentan en un nivel profundo de la realidad interior , no son destructivos. Contribuyen a aclarar, producen una catarsis de las que ambas personas emergen con más conocimiento y mayor fuerza. Y eso nos lleva a destacar algo que ya dijimos antes. El amor sólo es posible cuando dos personas se comunican entre sí desde el centro de sus existencias, por lo tanto, cuando cada una de ellas se experimenta a sí misma desde el centro de su existencia. Sólo allí hay vida, sólo allí está la base del amor. Experimentado en esa forma, el amor es un desafío constante; no un lugar de reposo, sino un moverse, crecer, trabajar juntos; que haya armonía o conflicto, alegría o tristeza, es secundario.

Así como los autómatas no pueden amarse entre sí, tampoco pueden amar a Dios. La desintegración del amor a Dios ha alcanzado las mismas proporciones que la desintegración del amor al hombre. La gente está angustiada, carece de principios o de fe; por lo tanto, siguen siendo criaturas, confiando en que el padre o la madre acuda a ayudarlos cuando lo necesiten. La vida diaria está estrictamente separada de cualquier valor religioso. Se dedica a obtener comodidades materiales y éxito en el mercado de la personalidad. El hombre contemporáneo es como un niño de tres años, que llora llamando al padre cuando lo necesita, o bien, se muestra completamente autosuficiente cuando puede jugar. La vida carece de finalidad, salvo la de seguir adelante; de principios, excepto el del intercambio equitativo; de satisfacción, excepto la de consumir.

¿Qué puede significar el concepto de Dios en tales circunstancias? Ha perdido su significado religioso original y se ha adaptado a la cultura enajenada del éxito. Se recomienda la creencia en Dios y las plegarias como un medio de aumentar la propia habilidad para alcanzar el éxito. “Haz de Dios tu socio” significa hacer de Dios un socio en los negocios, antes de hacerse uno con Él, en el amor, la justicia y la verdad. Se ha transformado a Dios en un remoto Director general del universo y Cía.

miércoles, 2 de julio de 2014

El Arte de Amar, parte 7

El amor y su desintegración en la sociedad contemporánea.

Si nos preguntamos ¿La estructura social de la civilización occidental y el espíritu que de ella resulta, lleva al desarrollo del amor?, la respuesta sería negativa. Ningún observador objetivo puede dudar de que el amor -fraterno, materno, erótico- es un fenómeno raro, y que en su lugar hay ciertas formas de pseudo amor, que son, en realidad, otras tantas formas de la desintegración del amor.

La sociedad capitalista, se basa en el principio de libertad política, por un lado, y del mercado como regulador de todas las relaciones económicas, y por ende, sociales, por el otro. El poseedor del capital puede comprar mano de obra y hacerla trabajar para la provechosa inversión de su capital. El poseedor de mano de obra debe venderla a los capitalistas según las condiciones existentes en el mercado; o pasará hambre.
Tal estructura económica se refleja en una jerarquía de valores. El capital domina al trabajo; las cosas acumuladas, lo que está muerto, tiene más poder que el trabajo, que los poderes humanos, lo que está vivo.
Además de esto, la organización mecanizada del trabajo conduce a que el trabajador pierda su individualidad, y se convierta en un engranaje no indispensable de la maquinaria.

El capitalismo modero necesita hombres que cooperen mansamente y en gran número; que quieran consumir cada vez más; y cuyos gustos estén estandarizados y puedan modificarse y anticiparse fácilmente. Necesita hombres que se sientan libres e independientes, pero dispuestos a que los manejen, a hacer lo que se espera de ellos, a encajar sin dificultades en la maquinaria social, a los que se pueda guiar sin recurrir a la violencia.
¿Cuál es el resultado? El hombre moderno está enajenado de sí mismo, de sus semejantes y de la naturaleza. Se ha transformado en un artículo, y es invadido por el profundo sentimiento de inseguridad, de angustia y de culpa que surge siempre que es imposible superar la separatidad humana.

Nuestra civilización ofrece muchos paliativos para ayudad a la gente a ignorar conscientemente esa soledad: en primer término, la estricta rutina del trabajo burocratizado y mecánico, que ayuda a la gente a no tomar con-ciencia de sus deseos humanos más fundamentales, del anhelo de trascendencia y unidad.
Y como ésta rutina no basta, busca también la rutina de la diversión, la consumición pasiva de sonidos y visiones que ofrece la industria del entretenimiento. Además, la satisfacción de comprar siempre cosas nuevas y cambiarlas inmediatamente por otras. El mundo es un enorme objeto de nuestro apetito, una gran manzana, una gran botella, un enorme pecho; todos succionamos, los eternos expectantes, los esperanzados; y los eternamente desilusionados.

En el caso del amor, la situación corresponde exactamente a la condición del hombre moderno. Los autómatas no pueden amar, sólo pueden intercambiar su “equipaje de personalidad” y confiar en que la transacción sea equitativa.
El ideal descrito para un matrimonio así estructurado, es el de un equipo que trabaja sin dificultades. Esta tipo de relaciones no significa otra cosa que una relación bien aceitada entre dos personas que siguen siendo extrañas toda la vida, que nunca logran una “relación central”, sino que se tratan con cortesía  y se esfuerzan por hacer que el otro se sienta mejor. Sólo se busca un refugio para la sensación de soledad, que de otro modo, sería intolerable. Se establece una alianza de dos contra el mundo, y se confunde ese egoísmo gemelo con amor e intimidad.

Este espíritu de equipo y de tolerancia mutua, es algo reciente, y fue precedido, después de la primera guerra mundial, del concepto del amor en el que, la mutua satisfacción sexual, se suponía la base de las relaciones amorosas satisfactorias, y, especialmente, de un matrimonio feliz. Se publicaron entonces  muchos libros que daban instrucciones y consejos referentes a la conducta sexual correcta, y prometían la felicidad y el amor como resultado. Pero la verdad es precisamente lo opuesto. El amor no es el resultado de la satisfacción sexual adecuada; por el contrario, la felicidad sexual- y aún el conocimiento de la llamada técnica sexual- es el resultado del amor. Las pruebas de esto son evidentes: el estudio de los problemas sexuales más evidentes- frigidez en las mujeres e impotencia psíquica en hombres-, demuestra que la causa no radica en una falta de conocimiento de la técnica adecuada, sino en las inhibiciones que impiden amar.


 El temor o el odio al otro sexo están en la raíz  de las dificultades que impiden a una persona: entregarse por completo, actuar espontáneamente, confiar en el compañero, y en lo inmediato y directo de la unión sexual. Si una persona sexualmente inhibida puede dejar de temer u odiar, y tornarse entonces capaz de amar, sus problemas sexuales están resueltos. Si no, ningún conocimiento sobre técnicas sexuales le servirá de ayuda.

Según Freud, la satisfacción plena y desinhibida de todos los deseos instintivos aseguraría la salud mental y la felicidad. Pero hechos clínicos muestran que los hombres- y mujeres- que dedican su vida a la satisfacción sexual sin restricciones no son felices, y que a menudo sufren graves síntomas y conflictos neuróticos. La satisfacción completa de todos los instintos, no sólo no constituye la base de la felicidad, sino que ni siquiera garantiza la salud mental.

En contraste con  Freud, en el sistema psicoanalítico de Sullivan, encontramos una estricta división entre sexualidad y amor. En él, la esencia del amor se ve como una situación de colaboración, en la que dos personas consienten: “Seguimos las reglas del juego para conservar nuestro prestigio y sentimiento de superioridad y mérito”. Tal es la experiencia de la personalidad enajenada y mercantil del siglo veinte, de dos personas que aman sus intereses comunes y se unen frente a un mundo hostil y enajenado.

El amor como satisfacción sexual recíproca, y el amor como “trabajo en equipo” y como un refugio a la soledad, constituyen las dos formas más comunes de la desintegración del amor en la sociedad occidental contemporánea. Pero hay muchas formas individualizadas de la patología del amor, que ocasionan sufrimiento y que por tanto muchos psiquiatras consideran neuróticas. Analicemos  las más frecuentes: