lunes, 21 de julio de 2014

El poder simbólico de los chakras, los sacramentos y las sefirot, parte 1

Elaborado a partir del libro "Anatomía del Espíritu, la curación del cuerpo a través del alma" de Caroline Myss

“El Lenguaje de la Energía”

Todo lo que vive late de energía, y toda esa energía contiene información. Los físicos cuánticos reconocen la existencia de un campo electromagnético generado por los procesos biológicos del cuerpo. El tejido vivo genera energía.
Mediante este sistema estamos en constante “comunicación” con todo lo que nos rodea. El campo energético humano contiene y refleja la energía de cada persona. Nos rodea y lleva con nosotros la energía emocional generada por nuestras experiencias interiores y exteriores, tanto las positivas como las negativas. Las emociones quedan almacenadas en el cuerpo, y de ahí parte nuestra salud.
Somos creaciones biológicas de diseño divino. Una vez que esta verdad forma parte de nuestra conciencia, no podemos seguir llevando una vida corriente.

El sistema de chakras es una representación arquetípica del proceso de maduración de la persona a través de siete fases claras y diferentes. Los chakras están alineados verticalmente desde la base de la columna hasta la coronilla, lo que sugiere que ascendemos hacia lo divino dominando poco a poco la seductora atracción del mundo físico. En cada fase perfeccionamos un poco más el entendimiento del poder personal y espiritual, puesto que cada chakra representa una enseñanza de vida o un desafío común a todos los seres vivos. A medida que la persona va dominando cada chakra, va adquiriendo un poder y un conocimiento de sí misma que se integra a su espíritu y la hace avanzar por el camino que conduce hacia la conciencia espiritual.

De igual forma, la iglesia cristiana primitiva identificó siete sacramentos, o ritos, ceremonias sagradas que desean imprimir caracteres concretos de “gracia o energía divina”. en su sentido simbólico, cada sacramento representa también una fase de capacitación que invita a lo divino a entrar en el espíritu de la persona.
Los sacramentos presentan tareas simbólicas para crecer hasta una madurez espiritual y para obtener la curación.

Las diez sefirot, o árbol de la vida de la cábala, comprenden una enseñanza compleja que fue evolucionando a lo largo de muchos siglos, una enseñanza increíblemente análoga a la de los chakras y sacramentos. En la cábala medieval, las diez sefirot describen las diez cualidades de la naturaleza divina. Dado que tres de estas cualidades están emparejadas con otras tres, en realidad las diez cualidades se pueden agrupar en siete planos o niveles. Estas cualidades son poderes que se nos manda desarrollar y purificar en nuestro viaje por la vida.

Incluso con una simple mirada podemos ver que los sentidos arquetípicos de los chakras, los sacramentos y las sefirot son idénticos. Esto nos da una visión profunda de las necesidades del espíritu y cuerpo. Aquello que sirve al espíritu, enaltece al cuerpo. Aquello que mengua el espíritu, mengua el cuerpo.
Estas tres tradiciones sostienen que dejar suelto el espíritu en el mundo físico por miedo o negatividad es un acto desleal, que antepone la voluntad personal a la voluntad del cielo.
Somos materia y energía al mismo tiempo. Para comprendernos y estar sanos en cuerpo y espíritu, hemos de entender que nos quita la fuerza vital del cuerpo y como podemos rescatarlo de los falsos dioses del miedo, la rabia y la tendencia a aferrarnos al pasado.

Todo ser humano se encuentra con una serie de dificultades que ponen a prueba su lealtad para con el cielo. Todos tendemos a mirar hacia arriba cuando sentimos que nos falta el suelo bajo los pies.

Emparejando el sistema de chakras con los sacramentos y las sefirot, disponemos de un programa para el desarrollo de nuestra conciencia y de un lenguaje espiritual de curación, a modo de mapa simbólico vital de los inevitables desafíos que encontramos en el proceso de curación.  

Las siete verdades sagradas:

Poder externo

Nivel uno: La fusión del primer chakra (Muladhara), o chakra tribal, el sacramento del bautismo y la safirá Shejiná .
El poder generado por estas tres fuerzas arquetípicas transmite a nuestro sistema energético y biológico la verdad sagrada Todos somos uno. Estamos conectados con toda la vida y entre nosotros.
El chakra tribal se hace eco de nuestra necesidad de honrar los lazos familiares y de tener un código de honor en nuestro interior. En la familia podríamos también aprender que “Todos formamos parte de una sola familia divina”. El lazo con la familia biológica simboliza la conexión con todos y con todo lo que vive.
Profanar o violar este lazo energético, considerando, por ejemplo, que aquellos que son diferentes a nosotros son inferiores, crea conflicto en el espíritu y por lo tanto en el cuerpo físico. Aceptar y actuar conforme a la verdad fundamental Todos somos uno es un reto espiritual universal.

En la celebración del sacramento cristiano del bautismo, una familia hace un doble compromiso. El primero es aceptar una responsabilidad física de la nueva vida que ha nacido, y el segundo, aceptar la responsabilidad de enseñar a ese niño o niña los principios espirituales. El cumplimiento de esas responsabilidades crea un fuerte cimiento de fe y verdad en la cual la persona puede confiar toda la vida.
Para el adulto espiritual, el sacramento del bautismo en su sentido simbólico supone otros dos compromisos. El primero, la necesidad espiritual de aceptar totalmente que nuestra familia de origen ha sido “divinamente elegida” para que nos enseñe las lecciones que necesitamos aprender en esta vida. El segundo, el de aceptar la responsabilidad personal de vivir honradamente como miembro de la tribu humana. Al cumplir estos dos compromisos, lo que hacemos en esencia es bautizarnos y honrar nuestras propias vidas. Renegar de este compromiso, por ejemplo, considerando de modo negativo a nuestra familia de origen, resta muchísimo poder a nuestro sistema energético.

La sefirá de Shejiná, cuyo nombre significa “presencia divina”, es la conciencia divina que crea y protege a la comunidad mística. Es también la puerta de acceso a lo divino. Sugiere que para ascender en la verdad espiritual, primero hemos de honrar a nuestra familia y a todas las comunidades humanas.

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