viernes, 1 de agosto de 2014

El Poder de las Emociones, parte 1

Resumen del libro: Figueroa G. D. "El poder de las emociones", Ed. Talento Zeta, México, 2010. 


El Poder de las Emociones

Todos alguna vez nos hemos sentido frustrados, abrumados y enojados; también hemos experimentado euforia, entusiasmo y asombrosos deseos de vivir. Las emociones nos pueden enfermar y destruir, o nos pueden embellecen la existencia. El secreto no consiste en negarlas, sino en usarlas como una palanca para nuestro beneficio.
Las emociones son el cimiento en la creación de nuestro bienestar y éxito en la vida. Desafortunadamente, en la infancia recibimos muy poca instrucción para comprender y usar la energía de las emociones. Cuando nos preguntan “¿ Por qué estás tan feliz?”, es como si tuviéramos que justificar ese maravilloso momento para sentirlo; si nos dicen: “No estés triste”, asumen  que sabemos el camino para entrar y salir de ese humor; o nos reprenden: “¡Estás enojado todo el tiempo!”, como si ese sólo comentario nos pudiera cambiar; luego nos engatusan “No hay nada a lo que haya que tenerle miedo”, como si eso nos garantizara que podemos cambiar el terror que sentimos.

Las emociones te mueven y te motivan, te quitan o te dan ánimo. Las emociones son reacciones complejas del cuerpo a diversos estímulos. Los sentimientos son secuelas profundas de dolor o de placer que te dejan las emociones en la mente y te suben o bajan la moral. Las sensaciones son las impresiones que te producen las emociones en los sentidos. Te estimulan y provocan cambios, (como la relajación o tensión de los músculos; la sudoración, palpitaciones, temblores y cambios en la respiración, entre muchos otros).
Mediante tus sentidos, el cerebro recibe señales y procesa esa información. Reaccionas a ese estímulo con emociones de miedo, ira, alegría o sorpresa. Así, te das cuenta de que te urge cambiar y te previenes para renovarte.

Cada emoción te deja una huella. Por ejemplo: la cólera y la culpa te dejan resentimiento; la alegría y la gratitud te producen satisfacción. Todas te legan un aprendizaje si resuelves beneficiarte de ellas.
De la misma manera que para ser un experto en medicina o abogacía estudias una carrera universitaria, si se desea ser experto en el manejo de las emociones es imprescindible profundizar en el conocimiento de ellas; por ejemplo:¿ qué te provoca dolor?, para poder remediarlo ,y/o en el de cómo creas tu propio bienestar.

Emociones

Antes de clasificar las emociones, conozcamos los hábitos emocionales, cómo los enfrentamos y cómo los grabamos.

Hábitos emocionales

Estamos inmersos en hábitos conscientes e inconscientes que prácticamente nos controlan. Aunque creemos conocerlos, en realidad no los dominamos. Vivimos sin reparar en los efectos que repercuten en nuestros patrones de conducta. Por ejemplo, quizá acostumbres posponer, o lo primero que haces es criticar a los demás o mentir. Estas reacciones suelen ser automáticas porque no las analizas. Parecen tan “normales” que no te percatas de cómo estas conductas te vulneran.
Parte del trabajo para hallar las estrategias adecuadas para avanzar consiste en distinguir los patrones de conducta que te lo impiden.
Si aprendes a darle órdenes claras e inteligentes a tu mente, puedes convertir tus hábitos en aliados.
Por ejemplo: Si estás en una reunión, cada vez que critiques o te quejes, aun mentalmente, exprésales a los demás tu deseo de quitarte lo criticón o quejumbroso que eres.
Adopta el hábito contrario. Reconoce con sinceridad, sin halagos, las cualidades de los otros. Cada vez que veas a una persona, acostúmbrate a observar qué cualidades le destacan y menciónaselas. Es un obsequio de calidad.
Cada vez que te quieras quejar de algo, vete al otro extremo, aprecia lo bueno.

Evita la pésima costumbre de posponer las cosas. Se honesto, elimina tus propios pretextos y frases como: “Yo quisiera”, “Si pudiera”, “ Yo debiera”, “Después”. Crea, en su lugar, el hábito de decir: “Yo quiero”, “ Yo puedo”, “Voy a hacer”, “Ahora”.
Imagínate diez o veinte años adelante, sin haber logrado tus metas. ¿Qué sentimientos te ocasiona verte así?, ¿cuáles son las consecuencias?
Ahora, visualízate en el futuro habiendo superado los retos que antes tenías. Contémplate alcanzando tus sueños. Mira hacia atrás, ¿qué satisfacción te produce una firme decisión?. Conserva estas imágenes.

Recuerda una emoción negativa que experimentas regularmente, por ejemplo: frustración, desánimo, tristeza. Reconoce tus hábitos para crear y sentir esta emoción: ¿Qué piensas, que caras haces, que partes del cuerpo tensas, cómo es tu respiración y que te dices mentalmente?
Ahora, destina unos minutos con los ojos cerrados. Evoca todas las cosas por las cuales te sientes agradecido. Recrea nuevamente las escenas en tu mente. Vuelve a sentir la alegría por todo lo que has recibido. Repasa los dones que has heredado, tus superaciones y éxitos.

Al terminar, tu respiración y tu cuerpo estarán renovados. Tus gestos serán relajados y amables, te veras agradecido, alegre y dispuesto a lo que siga.
Encuentra las estrategias apropiadas para exterminar los hábitos nocivos, distingue los patrones de conducta que te impiden avanzar. Tu mismo puedes construir sólidos hábitos emocionales para enriquecer la calidad de tu vida.

¿Cómo nos enfrentamos a nuestras emociones?

En primer lugar, intentamos negarlas. Pretendemos no hacerles caso, aunque nos estén abordando en forma insistente, y afirmamos: “Yo no tengo miedo”; o cuando nos cuestionan y contestamos: “Pero si yo no soy así”. Otras veces, fingimos sentirnos bien cuando en realidad nos sentimos incómodos y heridos. ¡Tan fácil que sería expresar lo que sentimos!: “estoy molesto por….”; sin embargo, en lugar de eso, negamos nuestras emociones.

Algunas veces nos sugestionamos por fanatismo, ira, tristeza, rencor; por sentirnos aceptados o por otros factores. Ni siquiera alcanzamos a razonar y actuamos desde el instinto.
Nos dejamos llevar por el miedo y queremos refugiarnos en el exceso de alimentos, las drogas o el alcohol. Asimismo, nos sugestionamos al engañarnos con pretextos o al cometer actos que no van con nuestro código de ética como mentir, calumniar o robar, nos justificamos mencionando: “Era necesario”, “no podía ser de otra manera”, “el fin justifica los medios”.
También existe la sugestión positiva, como cuando nos dejamos llevar por el efecto placebo. O, incluso, nos sugestionamos cuando nos damos ánimos antes de un examen, una competencia o cualquier suceso significativo.

Otras veces nos identificamos con ellas. Hay frases que son muy comunes como: “Soy enojón, así que ¿Qué me ves?”, “soy avaro, así soy y ni modo” o “soy miedoso, yo no lo puedo hacer”. Es claro cómo en vez de buscar la forma de ser mejores, nos colocamos en una posición conformista que sigue hundiéndonos en el error. No se trata de negar cómo somos, sino de reconocerlo y hacer algo para poder solucionarlo.

Cuando aprendes a identificar y escuchar el mensaje de tus emociones, logras ponerte en contacto contigo mismo. Tus apoyos son la autoobservación, el firme deseo de mejora continua y la práctica constante de ejercicios.
Si un resentimiento antes te duraba tres años, posteriormente tres meses, luego dos días y, finalmente, sólo unos minutos, notaras un gran adelanto. Si no acostumbrabas enfrentar el miedo y ahora, desde que lo percibes, empiezas a enfrentarlo, tu avance ha sido extraordinario.

 Con el resto de las emociones es similar: mantente alerta de sus mensajes desde el principio. Destruye inmediatamente su efecto negativo: “Mata al monstruo cuando todavía es pequeño“.
Cada emoción tiene un propósito y te abre una ventana de posibilidades para mejorar. Descubre los mensajes, fluirás con más facilidad, te nutrirás de confianza para lograr lo que buscas.

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