miércoles, 27 de agosto de 2014

La entrega al cuerpo y el regreso a los sentimientos, parte 6

Para recobrar el cuerpo.

Decir que el temor se encuentra estructurado en el cuerpo, no significa que no se le pueda liberar. Es preciso que la persona tome conciencia de él, y halle alguna forma de descargar la tensión

El odio no es malo, así como el amor no es bueno. Son emociones naturales que resultan apropiadas en determinadas situaciones.
Son pocos los padres que toleran el enojo de un hijo, y mucho menos los que toleran la expresión del odio.
Si es posible expresar el odio, se rompe el hielo y se reestablece el flujo de sentimientos positivos.
Al no poder expresar el odio, el niño se siente mal y se considera “malo”, no se siente un buen niño. La sumisión pasa a substituir al amor.
El enojo suprimido congela el amor del niño, que se convierte en odio y hace que el niño se sienta culpable y se vuelva sumiso.
El odio se convierte en una fuerza maligna solo cuando se le niega y se proyecta sobre otras personas inocentes.

El sentido del yo de un individuo se asienta sobre su sexualidad. La ansiedad, sentido
de culpa o inseguridad sexual, debilitan este asiento, y minan la fuerza de nuestro ego.
La sexualidad, es la función biológica de expansión (fuera del “yo“), desde el centro a la periferia
Para formar nuestro ego de un modo saludable, es necesario trabajar sobre nuestros problemas sexuales. Pero es igualmente necesario trabajar con el dominio de uno mismo y la expresión de sí mismo.

Dado que la actividad sexual, como la defecación y la micción, están estrechamente ligadas con nuestra naturaleza animal, tal vez resulte difícil aceptar que existe una conexión entre la espiritualidad y la sexualidad.
Un principio bioenergético básico establece que: la corriente de excitación es pulsátil, lo que significa, en lo que atañe a la sensibilidad, que no podemos ser más espirituales de lo que somos sexuales.
En otras palabras, la espiritualidad, disociada de la sexualidad, se convierte en una abstracción; y la sexualidad, disociada de la espiritualidad, en un acto puramente físico. El amor es la clave de esta fusión.
Es fundamental quitarnos la culpa que sentimos respecto a los sentimientos sexuales.
La espiritualidad es la otra cara de la sexualidad; ambas surgen del corazón.
Si ponemos nuestro corazón totalmente en cualquier actividad, esta se convierte en una expresión espiritual

Muchos sentimos vergüenza de nuestra sexualidad porque no se nos permitió desarrollarla como una expresión de amor, un deseo de estar cerca y unido a otra persona.
Escondemos, retenemos y negamos una parte de nosotros mismos por sentir culpa, vergüenza y miedo. Esa parte que retenemos, el enojo y el odio, es como un cáncer en la relación que la corroe lentamente.

Cuando se llega a adulto, se tiene tan arraigado el hábito de mantener oculta la sexualidad, que se pierde cualquier esperanza de encontrar a alguien a quien amar plenamente.
Las experiencias infantiles en sí mismas no son patológicas, pueden, debido a la inhibición actual, cargarse de un exceso de energía sexual.
Frenar nuestras emociones produce ansiedad neurótica.

A mi entender, un factor fundamental en el afán de tener éxito y poder es el deseo básico de ser amado. Pero el éxito, aunque pueda producir admiración, no reditúa verdadero amor. Para ser amado uno tiene que ser digno de amor, ser humilde, recurrir a los demás, abrir su corazón y ser vulnerable. Pero el individuo voluntarioso es altivo. Como lo hirieron de niño cuando era abierto y vulnerable, está ahora resuelto a no volver a sufrir ese dolor y esa humillación. Impondrá amor por medio de su poder y su posición. Probará su superioridad, y no llorará ni suplicará que lo amen. La intensidad de su afán es directamente proporcional a su avidez de amor, pero no sirve sino para frustrar ese deseo.

El individuo neurótico que suprimió sus sentimientos sexuales, se ve impulsado a actuar sexualmente buscando excitación y sentimientos. Esto se traduce en pornografía, promiscuidad, violaciones, abuso infantil, etc.
Tanto el consumo de pornografía, como la necesidad de prostitución, incluida la necesidad de promiscuidad, son síntomas de retraso psicosexual.
No podemos tratar este problema con sermones o enseñanzas morales, ya que procede de una pérdida de contacto con la naturaleza, y con nuestra verdadera naturaleza: la vida del cuerpo.

La mayoría de la gente mantiene rígida la base pélvica por el temor inconsciente de que al aflojarla podría producirse una descarga inesperada. Este temor se deriva de las experiencias primarias del entrenamiento para el control de los esfínteres.

Es sumamente importante no poner rígido el trasero. Estas tensiones representan el temor a “abandonarse”. Originadas en el entrenamiento de nuestra más tierna infancia en pos de una limpieza de excrementos, estas tensiones son ahora inconscientes, y bloquean la entrega total a la descarga sexual.
El individuo educado en una atmósfera de negación a la vida y al sexo,  contrae angustia de placer (miedo a la excitación placentera).

Un cuerpo sexualmente vivo se halla caracterizado por una pelvis de balanceo libre. La pelvis debe moverse espontáneamente con cada respiración. Igualmente, con cada paso que damos.
El modo en que una persona sostiene su pelvis, es pues un tema de estudio tan importante como el modo en que lo hace con su cabeza.

Las ansiedades y problemas sexuales afectan seriamente la salud física, emocional y mental de una persona.
No es suficiente con liberar a una persona de las ansiedades sexuales que pueda tener en su mente, es también necesario liberar a su cuerpo de la tensión, y restaurar la movilidad de su pelvis.

Para resolver el conflicto, en el nivel psicológico, el individuo tiene que adquirir una comprensión de su persona y de sus antecedentes. Físicamente, necesita movilizar la mitad inferior del cuerpo hasta sentirlo

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