miércoles, 6 de agosto de 2014

El poder de las emociones, parte 3


Sorpresa
Sí queremos las sorpresas, siempre y cuando sean agradables para nosotros. Porque a las sorpresas que nos disgustan les llamamos problema. No obstante, mucho de lo que hoy valoramos implicó incertidumbre, obstáculos y problemas.

Tristeza
De vez en cuando, si nuestras expectativas no se cumplen, tenemos un sentimiento apesadumbrado y melancólico. Estar triste es comprensible cuando nos parece que la vida nos niega lo que creemos merecer.
De vez en cuando, este sentimiento viene acompañado de ganas de llorar, pérdida de apetito y desánimo. La tristeza puede ser “disparada” porque perdimos algo o a alguien, porque estamos separados de los seres queridos o porque nuestras metas no se han cumplido

Emociones aprendidas
Culpa: La culpa es consecuencia de una acción especialmente incorrecta. Es un efecto que se le atribuye a alguien, y el culpable es el causante de un acto nocivo, puedes ser tu mismo o alguien más.
La psicología la considera la acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado.
La culpa, más que hacerse responsable de los propios errores, es recriminarse a uno mismo o a alguien más, durante mucho tiempo y en cualquier ocasión.

La culpa contra los demás implica un resentimiento. La culpa contra nosotros mismos implica autoflagelación. Es mucho más saludable asumir nuestra responsabilidad sobre lo que hacemos y responder por nuestras acciones, sean buenas o malas. Dejemos de echar culpas a nosotros mismos y a los demás. Es natural sentir culpa si fallaste a tu palabra o fuiste irresponsable, lo que no puedes permitir es que te domine y obstruya tu camino a la felicidad.

Frustración
Es el sentimiento desagradable que tenemos cuando no podemos conseguir algo que anhelamos. Demanda mucho esfuerzo superar frustraciones tales como desilusiones amorosas porque nos sitúan a la defensiva para entablar una nueva relación; así como las que sufren quienes no pueden acceder a una educación universitaria o parecen impedidos para consolidar sus metas y su economía personal.
Esta emoción puede desencadenar problemas psicológicos si se mantiene por mucho tiempo.

Las ilusiones que nos creamos son representaciones sin una base de realidad, sugeridas por la imaginación, y nos esperanzamos en que se nos cumpla algún deseo especialmente atractivo.
No es lo mismo tener fe que ilusionarse. Cuando la ilusión sobrepasa la fe, el encanto nos envuelve y perdemos la perspectiva real de las cosas.
Es necesario reconsiderar nuestras ilusiones y deseos para reubicarlos de manera que sean realizables, buscar con acciones prácticas la forma de concretar los sueños. No es malo soñar, lo malo es no distinguir entre lo que es sueño y la realidad.

Humillación
La humillación es un estado en el cual nos sentimos abatidos, despreciados e insultados. Una humillación puede llevarnos a ser tímidos, a tener miedos inexplicables, a estar incómodos, a dejar de luchar.
Si te dejas llevar por la humillación que te ocasiona una situación desagradable, una vez más estás perdiendo el timón frente a circunstancias que puedes controlar.
Nadie puede lastimarte si tu no lo permites. Nadie puede agredirte ni hacerte sentir mal si tu no te dejas. Una autoestima con valores firmes es aprueba de humillación.

Odio
El odio es antipatía hacia una persona, cosa, situación o incluso hacia un sentimiento. La ira que no se deja fluir, se convierte en veneno en nosotros. De ese veneno nace el odio.
La traición a la amistad, el abandono o la ofensa, se quedan en la memoria emocional y no se olvidan como a veces creemos.
Uno de los remedios para evitar dolorosas secuelas y para depurar nuestro organismo es el perdón. Es una cura emocional, mental y espiritual. Perdonar te rescata del dolor que te causa un fuerte agravio, te libera de las pesadas cargas del odio, resentimiento, ira y de las enfermedades que ocasionan.

Rechazo
El rechazo es la acción opuesta a la aceptación. El rechazo es un estado de negación de un hecho, de una persona o hacia nosotros mismos.
La falta de aceptación es un desprecio y es doloroso porque somos seres sociales.
El miedo al rechazo es común, pues a nadie le gusta sentirse despreciado o humillado; sin embargo, se puede combatir. Empieza por decidir que el rechazo no te va a controlar.
Cuando te conozcas , te aceptaras con tus defectos y cualidades. Te apoyarás en lo que sabes hacer bien y también admitirás la realidad que se expresa en los hechos. De otra manera, sufrirás las consecuencias.
Todos tenemos la facultad de ser los motores del cambio y destruir los miedos irracionales.

Resentimiento
El resentimiento es producto de una ira no “digerida” contra un hecho, una persona, incluso contra nosotros mismos. Significa seguir sintiendo hostilidad hacia alguien por falta de la reciprocidad que esperábamos. Si no lo sanamos, significa que estamos atados al pasado y nos impide ser libres.
Esta emoción, también conocida como rencor, es negada con frecuencia porque se lleva muy dentro.
Si estamos resentidos nos amargamos y nos sentimos desdichados, en vez de darnos cuenta de lo sencillo y natural de mostrar tolerancia y armonía. El resentimiento daña sólo al resentido y lo enferma al grado de causarle cáncer. El remedio esta en perdonar de corazón.

Al seguir el rastro emocional, empezamos a sanar, estamos más a tono con las emociones y nos acercamos a mejorar.
Hay muchos a quienes realmente no les interesa cambiar. Dicen algo así como: “Yo soy así. Que me quiera quien quiera”. Estas personas consideran que los demás deben ajustarse a sus caprichos, hasta que aprendan la lección.

Las enfermedades y las emociones
Todo cuanto sentimos tiene su origen. Nacemos con cierta “programación” genética que nos da un cierto color de piel, de cabellos, ojos, etc. Conforme crecemos, constituimos nuestra personalidad, creamos hábitos, costumbres, y nos convertimos en nuestros programadores: proyectamos nuestro estilo personal con los pensamientos, actos y sentimientos. Y así continuamos programándonos hasta nuestra última etapa.
Las enfermedades pueden generarse ya sea por herencia, y porque uno las crea.
Es posible que no nos demos cuenta de las partes negativas que heredamos de la familia. Los malos hábitos y manías se aprenden por imitación, pero decimos que “se heredan”. De manera que si, por ejemplo, el papá es gruñón, el hijo sigue esa tendencia porque lo ha aprendido y lo ve “normal”.
Así como aprendimos a dejar las cosas fuera de su lugar, también hemos aprendido a tragarnos los corajes o las lágrimas. Y lo que puede resultar de eso es una colitis, afecciones de la garganta o un malestar ocular.

Tu forma de ser se configura con tu forma de pensar, de actuar y con tus hábitos alimentarios.
Cuando ciertos padecimientos se presentan en forma frecuente, nuestro cuerpo quiere decirnos que estas condiciones son consecuencia de que no estamos aceptando del todo nuestra realidad.
En buena medida, una enfermedad tiene origen emocional.
Las enfermedades no son del todo negativas. Lo arriesgado radica en que estamos desconectados de la sabiduría que nos ofrecen las alarmas instaladas en el cuerpo.

Entre otras cosas, también el estrés nos lleva a enfermarnos. Es normal que cuando debemos dar nuestro máximo esfuerzo, nos exijamos mucho y, entonces, el desgaste físico y emocional puede resultar excesivo. De seguir con ese tren de pretensiones, el cuerpo reaccionará y nos obligará a tomar descanso.
Es absolutamente necesario que tomemos descansos, que nos divirtamos y que aprendamos a relajarnos. De esta manera, estaremos preparados para enfrentar los retos, porque las tensiones son los “disparadores” de los malestares físicos y una manifestación del desorden emocional por el que estamos pasando.

Enfermedades aprendidas


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