lunes, 25 de agosto de 2014

la entrega al cuerpo y el regreso a los sentimientos, parte 5


La castración psicológica

Además, por lo general, cualquier respuesta sexual de parte del niño, lo expondrá a la reprobación y la humillación. Como forma de autodefensa, los niños suspenden sus sensaciones sexuales. Con esto, el amor queda desconectado del deseo sexual.

El niño que vive temeroso esta tenso, contraído, ansioso. Es un estado que genera dolor, y para no sentir ese dolor y ese temor, el niño se adormece a sí mismo. El proceso se convierte en una modalidad de vida para el sujeto. El placer queda subordinado . Se genera división entre cuerpo y ego.
La mayoría de la gente no se da cuenta de lo aterrada que está.  Cada músculo crónicamente tenso es un músculo aterrado. Es además, un músculo enojado, ya que el enojo es la reacción natural a la contención forzada y a la privación de la libertad. Y tiene tristeza, por la pérdida de su estado de excitación placentera.

El niño que teme a sus padres no tiene escapatoria; por consiguiente, tiene que negar y suprimir el dolor. Moviliza su voluntad en contra de ese sentimiento. Aprieta los músculos de la mandíbula, como diciendo: “no voy a tener miedo”. Al mismo tiempo, se disocia en alguna medida del cuerpo y de la realidad y niega el hecho de que sus padres sean hostiles.
Son medidas de sobrevivencia que por un lado permiten al niño seguir creciendo, y “llevar la fiesta en paz”, y, por otro, se convierten en una forma de vida, puesto que se estructuran en el cuerpo. El niño, lo sienta o no,  vive en estado de temor.
La rigidez se convierte en un mecanismo psicológico de supervivencia. La idea de aflojarla provoca temor.

Al igual que cualquier otra sensación, las sexuales se suprimen a través de una tensión muscular crónica que evita que la excitación invada la pelvis, o que la pelvis se mueva en caso de una sensación excitante.
De sobra esta decir, que se considera a la propia sexualidad como algo “sucio”, sensación que se localiza en la parte inferior del cuerpo.
Cuando la mitad superior del cuerpo domina la personalidad, perdemos la armonía natural. Debemos reestablecerla moviéndonos desde el suelo en respuesta al sentimiento.

Cuando uno vive en la cabeza, el cuerpo es visto como un instrumento de yo. La actividad sexual se convierte en una actuación, destinada a demostrar habilidad. No se experimenta como una expresión de amor.

Los niños suprimen muchos de sus sentimientos a fin de adaptarse a la situación en su hogar. Empiezan por contener la expresión del temor, la ira, la tristeza y hasta el gozo, pues creen que sus padres nos son capaces de enfrentarse con estos sentimientos. Como resultado se vuelven sumisos o rebeldes, ninguna de estas actitudes representa una genuina expresión de sentimiento. La rebelión, es a menudo una tapadera para la necesidad; la sumisión, una negación de la ira y el temor.

El objetivo de cualquier tipo de tortura es quebrantar el espíritu, la mente o el cuerpo de una persona. A muchos niños se les critica constantemente, lo que termina por quebrantar su espíritu.
Al cercenar nuestra agresión natural, perdemos la pasión. Sin pasión, no puede haber alegría.
A medida que nos conectamos con sí mismos y con los acontecimientos de la niñez, tomamos también conciencia de que nos sentimos traicionados por nuestros padres, lo que provoca un enojo intenso.
Es necesario cierta disciplina para mantener algún tipo de orden en el hogar. Pero disciplinar es una cosa, y quebrantar es otra.
Sin darse cuenta, la mayoría de los padres tratan a sus hijos de la misma forma en que sus padres los trataron a ellos.( a pesar de oír una voz interna que les dice que eso no esta bien).
Lo que más daña la personalidad del niño, es el impacto emocional de la experiencia.
El niño puede decir “amo a mi madre”, pero es posible ver en su cuerpo la falta de amor, de calidez, de entusiasmo placentero, de apertura. Es un “amor” que surge de la culpa y no de la alegría.

Dejamos atrás la niñez con la fuerte sensación de que hay algo malo en nosotros, de no ser lo que deberíamos ser. Intentamos satisfacer al otro y es un gran golpe ver que esto no funciona.
La actitud de estar atento -o ser consciente de uno mismo sin sentirse presionado- lo ayuda a uno a aprovechar su armonía natural.
En el mundo moderno, el tiempo es oro. Sólo en la infancia, y sólo para unos pocos niños que no son apremiados, el tiempo es placer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario