lunes, 11 de agosto de 2014

El poder de las emociones, parte 5


Emociones Positivas

Disfrutas del buen vivir cuando aprovechas lo mejor de ti y cultivas emociones positivas, sin depender de lo exterior.
Para generar las emociones positivas se conjugan dos factores:  El uno: Cuando tú creas tus emociones, es decir, antepones tu voluntad. Ésta es la forma natural y espontánea. Es simplemente cómo te quieres sentir contigo mismo. La dicha no depende de lo que te falta. Lo único que necesitas es abrir los ojos y sentirte lleno de energía. Al aceptar la realidad, sin peros, compruebas lo sencillo que es generar las emociones positivas por ti mismo. En un instante, puedes cambiar. Sentirte feliz es una cuestión de actitud, porque te sientes contento, porque este día no lo has vivido, porque cada momento es un aprendizaje.
Escoge sentirte bien a pesar de las circunstancias adversas: del calor, la lluvia, el tráfico, la enfermedad, las pérdidas, los accidentes, la escasez de dinero, el despido injustificado, el divorcio. Para conseguirlo, recuerda momentos gratificantes y cómo en el pasado venciste las dificultades.

 El otro factor es: cuando recibes un estímulo del exterior. Los estímulos exteriores pueden ser una buena noticia, si te vas de vacaciones, si tu amor crece, si te reúnes con tus amigos y ríen de buena gana. Es un aliciente que nos puede desatar una emoción positiva, ya sea que te lo hayas ganado, te lo regalen o por una sorpresa.

Felicidad
La idea de la felicidad ha sido motivo de estudio e investigación desde tiempos ancestrales. Todos pretendemos ser felices y es por ello que trabajamos, buscamos una pareja, amigos y diversos satisfactores que nos llevan a sentirnos así.
Es usual que digamos: “Voy a ser feliz cuando tenga ese trabajo” o “voy a ser feliz cuando me case y tenga una familia” o “voy a ser feliz cuando tenga esa casa”. Pero si ese sentimiento de plenitud y felicidad se basa en alguien o en algo externo a ti, te va a decepcionar si no llega tal como lo deseas.

Como seres humanos, aplazamos nuestra felicidad “hasta que tenga algo” o “hasta que sea alguien” o “hasta que este con alguien”, porque siempre estamos ávidos de “algo más“.
Las expectativas irreales son fuente de tensión y neurosis. La realidad es que la felicidad se logra con el esfuerzo y el ánimo de crearla todos los días. no por arte de magia, ni comprándola en el supermercado. Aristóteles la definió como el fin último.

La felicidad se confunde con risas, alegría, buenos deseos; ganar en competencias, conseguir el puesto deseado, recibir el título esperado.
Las fuentes reales de la felicidad son muchas: ser auténticos, aceptarnos tal como somos, así como a las circunstancias; renovar nuestros ideales y respaldarlos con actitudes creativas; aprender a manejar las fricciones externas e internas; soltar los apegos; servir a otros. Si a pesar de numerosos tropiezos, nos levantamos con determinación y los resolvemos lo mejor que podemos, entonces mostramos autoridad sobre las emociones.

Alimentamos la conciencia de que la felicidad es natural cuando el bienestar surge del interior y no depende de nada ni de nadie. Es así como nos acercamos a nuestro Ser.  “La felicidad no es un fin, sino una persona con una serie de actitudes”.
Para ser tu proveedor consistente de paz interior y de satisfacciones, fomenta emociones positivas.

Emociones naturales

Aceptación

¿Cómo vas a poder ser feliz si reniegas de ti mismo y de todo lo que sucede? La aceptación radica en la aprobación de quien eres y lo que tienes.
¿No te es suficiente? Claro que sí, sólo que no lo sientes así. Si logras aceptar verdaderamente y dar gracias por todo lo que tienes y todo lo que eres vas a conseguir ser feliz mucho más rápido.

En el fondo, muchos no nos aceptamos por miedo a que los demás reconozcan quienes somos realmente. Nos comparamos constantemente con nuestros hermanos, amigos o con quien destacan. Así nos evaluamos.
Un requisito para amarte es aceptar quien eres y lo que tienes. La ruta más corta para ser feliz está en aprobarte verdaderamente y dar gracias por todo lo que tienes y todo lo que eres.
El sentimiento de “no ser suficientemente bueno” es un obstáculo. Contémplalo como la oportunidad para cambiar, ser mejor y no cometer los mismos errores.

Aceptar no quiere decir soportar ni auto flagelarte o consentir lo que no quieres. Si algo no te gusta, es precisamente el punto de partida para modificarlo; podrás mejorar rápidamente a partir de lo que aceptes. Si no estas de acuerdo con alguna característica del otro, permítete aceptarlo, y repítete: “así es y no lo voy a cambiar”. Respétalo y no dejes que te afecte. Esa sutileza es la diplomacia.

Alegría

¿Qué tiene que suceder para que te sientas alegre? ¿Tuviste un buen día en el trabajo? ¿Conseguiste salir con esa persona especial? ¿Resolviste un asunto al que llevabas dando vueltas los últimos meses?
La alegría es poderosísima y nos cambia el semblante, la rigidez de las articulaciones, los latidos por minuto y la perspectiva del día. Ya que ésta es una de las emociones básicas del ser humano, todos la hemos sentido un sinfín de veces.

Una de las manifestaciones de la alegría es la risa: una sonrisa sincera que deje escapar una carcajada de vez en cuando. Ríe siempre que puedas, aun cuando estés triste, preocupado o enojado. Ningún dolor es para siempre y, en muchas ocasiones, tiempo después, éste nos da risa y hasta nos burlamos de nosotros mismos.
Es un arte alegrarte; en especial, donde hay tensiones. De la alegría se desprende el entusiasmo, ése es el lazo que el líder irradia por los sitios que recorre.

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