viernes, 29 de agosto de 2014

La entrega al cuerpo y el regreso a los sentimientos, parte 7

El enraizamiento

El trabajo debe comenzar con una actitud vibratoria de las piernas. Tarde o temprano esto se extenderá hacia arriba, hasta incluir a la pelvis. A continuación, es importante desarrollar el sentimiento de estar tomando tierra., esto da un sentimiento de independencia y madurez que hace de su expresión sexual una actividad responsable de su ser total. La respiración del individuo ha de ser abierta y profunda en el vientre, de modo que los movimientos pélvicos estén coordinados con las ondas respiratorias.

No basta con saber que uno tiene los pies en el suelo. Lo que se requiere es el proceso energético en el que la onda de excitación descienda por el cuerpo hasta las piernas y los pies.
La toma de tierra, de modo que la persona sienta sus pies sólidamente sobre el suelo, es un requisito previo para descargar las tensiones en cadera y pelvis.
La pelvis no se moverá de un modo natural, esto es, libre y espontáneamente, salvo que quede suspendida entre la cabeza y los pies. Este es el principio del arco.
Este principio se aplica al movimiento de la pelvis. Si los pies se hallan plenamente en contacto con el suelo, sólo es necesario empujar la pelvis hacia atrás, para crear la carga que la moverá espontáneamente hacia delante.
La energía para la carga es producida por los procesos metabólicos del cuerpo, en conexión con la respiración. Por consiguiente, cualquier tensión en el cuerpo que restrinja la respiración o impida la toma de tierra, limita la motilidad pélvica.
Las tensiones pélvicas se desarrollan para limitar la sensación sexual, por lo que no podremos liberar la pelvis si estamos inhibidos acerca de la sensación sexual.

La calidad de las sensaciones sexuales dependen de la cantidad de energía o excitación,  del grado de armonía y de lo conectado que el individuo esté el individuo con la tierra.
Los individuos desarraigados corren el riesgo de que las sensaciones fuertes los sobrecarguen y abrumen.
Cuando decimos que un individuo está enraizado, o que tiene los pies en la tierra, significa que sabe quien es y donde esta parado.
Nos sentimos enraizados cuando la onda de excitación llega al suelo, invierte su dirección y fluye hacia arriba, como si la tierra nos empujara para erguirnos.
La  calidad del enraizamiento de un individuo determina su sensación interna de seguridad.
No hay que tener miedo a los dolores del crecimiento, en especial cuando el objetivo es dejar que la vida fluya libremente por el cuerpo.
Es aconsejable hacer un viaje retrospectivo en el tiempo hasta nuestros primeros años. Es un viaje penoso, pues despierta recuerdos atemorizantes y evoca sentimientos dolorosos; pero al levantar la represión y anular la supresión del sentimiento, poco a poco cobrará vida plena el cuerpo que Dios creó.

Amigarse con la sombra

El infierno es el inconsciente reprimido; el submundo donde están enterrados los terrores del pasado: la desesperanza, el tormento, las manías.
El infierno solo existe en las tinieblas de la noche. Los sentimientos supuestamente vergonzantes, peligrosos e inaceptables, son reacciones naturales frente a situaciones anormales.
El inconsciente es la parte del cuerpo que uno no siente. Dichas zonas representan conflictos emocionales reprimidos.
Vivir en las honduras del propio ser puede ser penoso y aterrador al principio, pero también gratificante y gozoso si tenemos el coraje de atravesar el infierno que nos lleva al paraíso. “El paraíso se encuentra en el centro del infierno”.

Fuimos inocentes y libres y conocimos la alegría, hasta que nuestro espíritu fue quebrantado cuando se nos hizo avergonzar y sentir culpa por nuestros impulsos naturales.
Para hallar al niño sepultado, debemos entrar en esas zonas obscuras de nuestro ser, en las tinieblas de lo inconsciente. Debemos hacer frente a los temores y peligros que implica ese descenso.
Un viaje al submundo, donde yacen  enterrados nuestros más grandes temores, como el miedo a la demencia y a la muerte. Si uno tiene el coraje de enfrentar esos temores,  ingresará a un nuevo mundo de luz donde se han esfumado las nubes del pasado.
Todo lo que nosotros no queremos admitir en nuestro ser, conforma nuestra sombra.
La parte rechazada,(la sombra), por ley natural busca expresarse a través  del síntoma.
El camino del hombre es integrar aspectos de la sombra a la conciencia, y ser uno.
La única solución es amigarnos con la sombra
Quien cumpla con su destino, gozará de paz interior y plenitud.
La sanación nace desde dentro, es un despertar, un renacimiento interior.
Sanación es la toma de conciencia de que nuestro espíritu es, fue, y será siempre sano.

La salud emocional consiste en la capacidad para aceptar la realidad, no para huir de ella.

La única manera de lograr una liberación significativa que influya en el comportamiento es que la persona enfrente su temor y descubra que no guarda relación con su vida actual.

La civilización actual nos impide experimentar la alegría de entregarnos al cuerpo; pero si no podemos confiar en nuestros sentimientos, perdemos contacto con la vida interior del cuerpo, la única capaz de darle riqueza y sentido a la vida.

En esta cultura es imposible ir más despacio o calmarse. La hiperactividad se nutre de la misma frustración que impulsa al niño hiperactivo; es decir, de la incapacidad de permanecer en contacto con el núcleo profundo e interno del propio ser, el alma o espíritu.

La nuestra es una cultura dirigida hacia afuera, puesto que tratamos de encontrar el sentido de la vida en la sensación, y no en el sentimiento.; en el hacer, y no en el ser; en poseer cosa y no en el propio “self”. Es una locura, y nos vuelve locos, porque nos cercena de nuestras raíces, que se hallan en la naturaleza, el suelo que nos sostiene, la realidad.

miércoles, 27 de agosto de 2014

La entrega al cuerpo y el regreso a los sentimientos, parte 6

Para recobrar el cuerpo.

Decir que el temor se encuentra estructurado en el cuerpo, no significa que no se le pueda liberar. Es preciso que la persona tome conciencia de él, y halle alguna forma de descargar la tensión

El odio no es malo, así como el amor no es bueno. Son emociones naturales que resultan apropiadas en determinadas situaciones.
Son pocos los padres que toleran el enojo de un hijo, y mucho menos los que toleran la expresión del odio.
Si es posible expresar el odio, se rompe el hielo y se reestablece el flujo de sentimientos positivos.
Al no poder expresar el odio, el niño se siente mal y se considera “malo”, no se siente un buen niño. La sumisión pasa a substituir al amor.
El enojo suprimido congela el amor del niño, que se convierte en odio y hace que el niño se sienta culpable y se vuelva sumiso.
El odio se convierte en una fuerza maligna solo cuando se le niega y se proyecta sobre otras personas inocentes.

El sentido del yo de un individuo se asienta sobre su sexualidad. La ansiedad, sentido
de culpa o inseguridad sexual, debilitan este asiento, y minan la fuerza de nuestro ego.
La sexualidad, es la función biológica de expansión (fuera del “yo“), desde el centro a la periferia
Para formar nuestro ego de un modo saludable, es necesario trabajar sobre nuestros problemas sexuales. Pero es igualmente necesario trabajar con el dominio de uno mismo y la expresión de sí mismo.

Dado que la actividad sexual, como la defecación y la micción, están estrechamente ligadas con nuestra naturaleza animal, tal vez resulte difícil aceptar que existe una conexión entre la espiritualidad y la sexualidad.
Un principio bioenergético básico establece que: la corriente de excitación es pulsátil, lo que significa, en lo que atañe a la sensibilidad, que no podemos ser más espirituales de lo que somos sexuales.
En otras palabras, la espiritualidad, disociada de la sexualidad, se convierte en una abstracción; y la sexualidad, disociada de la espiritualidad, en un acto puramente físico. El amor es la clave de esta fusión.
Es fundamental quitarnos la culpa que sentimos respecto a los sentimientos sexuales.
La espiritualidad es la otra cara de la sexualidad; ambas surgen del corazón.
Si ponemos nuestro corazón totalmente en cualquier actividad, esta se convierte en una expresión espiritual

Muchos sentimos vergüenza de nuestra sexualidad porque no se nos permitió desarrollarla como una expresión de amor, un deseo de estar cerca y unido a otra persona.
Escondemos, retenemos y negamos una parte de nosotros mismos por sentir culpa, vergüenza y miedo. Esa parte que retenemos, el enojo y el odio, es como un cáncer en la relación que la corroe lentamente.

Cuando se llega a adulto, se tiene tan arraigado el hábito de mantener oculta la sexualidad, que se pierde cualquier esperanza de encontrar a alguien a quien amar plenamente.
Las experiencias infantiles en sí mismas no son patológicas, pueden, debido a la inhibición actual, cargarse de un exceso de energía sexual.
Frenar nuestras emociones produce ansiedad neurótica.

A mi entender, un factor fundamental en el afán de tener éxito y poder es el deseo básico de ser amado. Pero el éxito, aunque pueda producir admiración, no reditúa verdadero amor. Para ser amado uno tiene que ser digno de amor, ser humilde, recurrir a los demás, abrir su corazón y ser vulnerable. Pero el individuo voluntarioso es altivo. Como lo hirieron de niño cuando era abierto y vulnerable, está ahora resuelto a no volver a sufrir ese dolor y esa humillación. Impondrá amor por medio de su poder y su posición. Probará su superioridad, y no llorará ni suplicará que lo amen. La intensidad de su afán es directamente proporcional a su avidez de amor, pero no sirve sino para frustrar ese deseo.

El individuo neurótico que suprimió sus sentimientos sexuales, se ve impulsado a actuar sexualmente buscando excitación y sentimientos. Esto se traduce en pornografía, promiscuidad, violaciones, abuso infantil, etc.
Tanto el consumo de pornografía, como la necesidad de prostitución, incluida la necesidad de promiscuidad, son síntomas de retraso psicosexual.
No podemos tratar este problema con sermones o enseñanzas morales, ya que procede de una pérdida de contacto con la naturaleza, y con nuestra verdadera naturaleza: la vida del cuerpo.

La mayoría de la gente mantiene rígida la base pélvica por el temor inconsciente de que al aflojarla podría producirse una descarga inesperada. Este temor se deriva de las experiencias primarias del entrenamiento para el control de los esfínteres.

Es sumamente importante no poner rígido el trasero. Estas tensiones representan el temor a “abandonarse”. Originadas en el entrenamiento de nuestra más tierna infancia en pos de una limpieza de excrementos, estas tensiones son ahora inconscientes, y bloquean la entrega total a la descarga sexual.
El individuo educado en una atmósfera de negación a la vida y al sexo,  contrae angustia de placer (miedo a la excitación placentera).

Un cuerpo sexualmente vivo se halla caracterizado por una pelvis de balanceo libre. La pelvis debe moverse espontáneamente con cada respiración. Igualmente, con cada paso que damos.
El modo en que una persona sostiene su pelvis, es pues un tema de estudio tan importante como el modo en que lo hace con su cabeza.

Las ansiedades y problemas sexuales afectan seriamente la salud física, emocional y mental de una persona.
No es suficiente con liberar a una persona de las ansiedades sexuales que pueda tener en su mente, es también necesario liberar a su cuerpo de la tensión, y restaurar la movilidad de su pelvis.

Para resolver el conflicto, en el nivel psicológico, el individuo tiene que adquirir una comprensión de su persona y de sus antecedentes. Físicamente, necesita movilizar la mitad inferior del cuerpo hasta sentirlo

lunes, 25 de agosto de 2014

la entrega al cuerpo y el regreso a los sentimientos, parte 5


La castración psicológica

Además, por lo general, cualquier respuesta sexual de parte del niño, lo expondrá a la reprobación y la humillación. Como forma de autodefensa, los niños suspenden sus sensaciones sexuales. Con esto, el amor queda desconectado del deseo sexual.

El niño que vive temeroso esta tenso, contraído, ansioso. Es un estado que genera dolor, y para no sentir ese dolor y ese temor, el niño se adormece a sí mismo. El proceso se convierte en una modalidad de vida para el sujeto. El placer queda subordinado . Se genera división entre cuerpo y ego.
La mayoría de la gente no se da cuenta de lo aterrada que está.  Cada músculo crónicamente tenso es un músculo aterrado. Es además, un músculo enojado, ya que el enojo es la reacción natural a la contención forzada y a la privación de la libertad. Y tiene tristeza, por la pérdida de su estado de excitación placentera.

El niño que teme a sus padres no tiene escapatoria; por consiguiente, tiene que negar y suprimir el dolor. Moviliza su voluntad en contra de ese sentimiento. Aprieta los músculos de la mandíbula, como diciendo: “no voy a tener miedo”. Al mismo tiempo, se disocia en alguna medida del cuerpo y de la realidad y niega el hecho de que sus padres sean hostiles.
Son medidas de sobrevivencia que por un lado permiten al niño seguir creciendo, y “llevar la fiesta en paz”, y, por otro, se convierten en una forma de vida, puesto que se estructuran en el cuerpo. El niño, lo sienta o no,  vive en estado de temor.
La rigidez se convierte en un mecanismo psicológico de supervivencia. La idea de aflojarla provoca temor.

Al igual que cualquier otra sensación, las sexuales se suprimen a través de una tensión muscular crónica que evita que la excitación invada la pelvis, o que la pelvis se mueva en caso de una sensación excitante.
De sobra esta decir, que se considera a la propia sexualidad como algo “sucio”, sensación que se localiza en la parte inferior del cuerpo.
Cuando la mitad superior del cuerpo domina la personalidad, perdemos la armonía natural. Debemos reestablecerla moviéndonos desde el suelo en respuesta al sentimiento.

Cuando uno vive en la cabeza, el cuerpo es visto como un instrumento de yo. La actividad sexual se convierte en una actuación, destinada a demostrar habilidad. No se experimenta como una expresión de amor.

Los niños suprimen muchos de sus sentimientos a fin de adaptarse a la situación en su hogar. Empiezan por contener la expresión del temor, la ira, la tristeza y hasta el gozo, pues creen que sus padres nos son capaces de enfrentarse con estos sentimientos. Como resultado se vuelven sumisos o rebeldes, ninguna de estas actitudes representa una genuina expresión de sentimiento. La rebelión, es a menudo una tapadera para la necesidad; la sumisión, una negación de la ira y el temor.

El objetivo de cualquier tipo de tortura es quebrantar el espíritu, la mente o el cuerpo de una persona. A muchos niños se les critica constantemente, lo que termina por quebrantar su espíritu.
Al cercenar nuestra agresión natural, perdemos la pasión. Sin pasión, no puede haber alegría.
A medida que nos conectamos con sí mismos y con los acontecimientos de la niñez, tomamos también conciencia de que nos sentimos traicionados por nuestros padres, lo que provoca un enojo intenso.
Es necesario cierta disciplina para mantener algún tipo de orden en el hogar. Pero disciplinar es una cosa, y quebrantar es otra.
Sin darse cuenta, la mayoría de los padres tratan a sus hijos de la misma forma en que sus padres los trataron a ellos.( a pesar de oír una voz interna que les dice que eso no esta bien).
Lo que más daña la personalidad del niño, es el impacto emocional de la experiencia.
El niño puede decir “amo a mi madre”, pero es posible ver en su cuerpo la falta de amor, de calidez, de entusiasmo placentero, de apertura. Es un “amor” que surge de la culpa y no de la alegría.

Dejamos atrás la niñez con la fuerte sensación de que hay algo malo en nosotros, de no ser lo que deberíamos ser. Intentamos satisfacer al otro y es un gran golpe ver que esto no funciona.
La actitud de estar atento -o ser consciente de uno mismo sin sentirse presionado- lo ayuda a uno a aprovechar su armonía natural.
En el mundo moderno, el tiempo es oro. Sólo en la infancia, y sólo para unos pocos niños que no son apremiados, el tiempo es placer.

viernes, 22 de agosto de 2014

La entrega al cuerpo y el regreso a los sentimientos, parte 4



La Autoconciencia

La armonía es un atributo natural de todas las criaturas que viven en estado de inocencia. Sin embargo, el hombre, a lo largo de su evolución, y a causa del desarrollo de su  extraordinaria corteza cerebral; al adquirir conocimientos sobre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, ante la necesidad de decidir, fue perdiendo poco a poco su armonía natural, ya no fue libre de obedecer a sus instintos ni de confiar en sus sentimientos sin estar seguro de que éstos no lo traicionarían.

Según la Biblia, antes de comer el fruto prohibido del árbol del conocimiento, el hombre vivía en el paraíso terrenal sin autoconciencia , igual que cualquier otro animal. Era inocente y conocía el júbilo de vivir en un estado de plenitud.

Parejo al conocimiento sobre el bien o del mal, sobrevino la necesidad de “decidir”, el hombre perdió su inocencia y se volvió autoconsciente. Una vez que comió el fruto del árbol de conocimiento, el hombre se hizo consciente de sí mismo. La armonía que había existido entre el hombre y la naturaleza comenzó a deteriorarse.

La autoconciencia es a la vez la gloria y la maldición de la humanidad. Es el rasgo que lleva al hombre a crear y también el que hace aflorar su deshumanización, su crueldad y su codicia. Al ser consciente de sí mismo, el hombre se ha convertido, hasta el momento, en un extraño en el mundo natural.

Se entiende, que la verdadera armonía no es algo que se aprende; es una de las dotes naturales del hombre, en tanto que también es otra creación de la vida.. Una vez perdida, sin embargo, para recuperarla, tenemos que entender por qué y cómo se ha perdido.

La armonía es la señal distintiva de la persona auténticamente amorosa. Esto implica un cuerpo flexible en el que hay una corriente de excitación y una sensación de vitalidad y de placer en la capacidad de moverse

La falta de armonía es una señal de “mal-estar”. Aunque los estudios han mostrado que la enfermedad mental está muy extendida en nuestra cultura, la mayoría de la gente no considera que sus síntomas personales de depresión, ansiedad, e inseguridad sean problemas emocionales graves, y si que lo son.

Definir la salud como la ausencia de enfermedad es una perspectiva negativa porque implica contemplar al cuerpo tal como un mecánico contempla un automóvil, cuyas partes pueden reemplazarse sin perturbar la máquina. Esto no es verdad en el caso de los organismos vivos y no lo es en consecuencia para los seres humanos. Nosotros tenemos sentimientos, cosa que ninguna máquina tiene; nos movemos espontáneamente, cosa que ninguna máquina es capaz de hacer, y estamos conectados de un modo muy profundo con otros organismos vivos y con la naturaleza. Nuestra espiritualidad se deriva de esta sensación de unión con una fuerza o un orden superior a nosotros mismos. Poco importa que nombre le demos, o que no lo mencionemos.

De lo que se ha dicho hasta ahora puede desprenderse, que la clave de la armonía radica en permitir que el cuerpo se mueva a sí mismo.  Si embargo, este proceso es destruido muy temprano en la vida porque en general, los progenitores desconfían de la vida, y por tanto de la capacidad del cuerpo en autorregularse.

 La disyuntiva que se nos presenta como Humanidad  es trascendente. Si podemos vivir en armonía con la naturaleza y con nosotros mismos, podremos vivir en armonía con nuestros hijos. Si en cambio pretendemos explotar a la naturaleza, inevitablemente explotaremos a nuestro hijos.
“El hombre es la única criatura que se afana al extremo de perder su conexión con Dios, con la vida y la naturaleza”.

La historia de la pérdida de armonía se repite con el nacimiento de cada individuo. Al igual que cualquier otro mamífero, el ser humano nace en un estado de armonía animal. Ya en sus primeros meses de vida, el recién nacido produce movimientos llenos de armonía. El más evidente es el de abrir la boca y extender los labios para succionar del pecho de su madre. A los pocos meses de nacer, el bebe extiende su brazo para tocar el cuerpo de la madre con un movimiento flexible y suave lleno de gracia.

Tarde o temprano, sin embargo, a lo largo de su desarrollo, los niños pierden la gracia en tanto se les obliga a amoldarse a expectativas externas en lugar de seguir sus impulsos internos.

Por ejemplo: cuando los impulsos propios del niño van en contra de los mandatos paternos se les enseña que esa conducta es mala. Si persiste en ella, es tildado de malo. Estaremos de acuerdo, en que casi todos los casos, los impulsos y la conducta de los niños pequeños son inocentes; el niño está siendo fiel a su propia naturaleza.
Por otro lado, mientras el chico pueda llorar abiertamente, su cuerpo se mantendrá flexible. Pero ha de llega un momento en que al niño se le reprende por llorar, y debe contener los sollozos y tragarse las lágrimas. Es en ese momento cuando el niño se ve privado de su armonía para convertirse en un individuo que “ya no es libre de perseguir su felicidad”.

Actividades tan inocentes como correr, hacer ruido o desplegar cualquier actividad pueden irritar a algunos padres, que exigirán  al niño que se calme, se porte bien y se quede quieto.
Sin duda, es necesario cierto control para criar a los hijos, pero muchas veces lo que se toma en cuenta no es lo mejor para el niño, sino lo mejor para el progenitor. A menudo, el conflicto se convierte en una lucha de poderes. Quienquiera que sea el que gane, ambas partes salen perdiendo. Ya se someta o se revele el chico, la unión afectuosa entre padre e hijo se deteriora

Por otro lado, durante el periodo oral, si un niño es destetado prematuramente, experimentará la pérdida de su mundo. Si esta pérdida se reafirma a través de respuestas inapropiadas por parte de los padres, puede conducir a la sensación de que “nunca voy a tener lo que quiero”.

Como forma de sobrevivencia, el niño se acoraza contra este sentimiento reteniendo el aliento y tensando los músculos del pecho, limitando la capacidad al amor y a la entrega de un vínculo íntimo.
A los tres años, muchos niños ya han sufrido una marcada pérdida de vivacidad.

miércoles, 20 de agosto de 2014

La entrega al cuerpo y el regreso a los sentimientos, parte 3

El viaje de autodescubrimiento

El objetivo de la terapia  es el autodescubrimiento, que implica recuperar el alma propia y liberar el espíritu. A ese objetivo se llega en tres etapas. La primera es la conciencia de sí, que significa percibir todas las partes del cuerpo y los sentimientos que en ellas puedan surgir. Me sorprende comprobar cuánta gente ignora la expresión de su rostro y su mirada, pese a que se mira en el espejo todos los días. Por supuesto, la razón es que no quieren verse. Piensan que no pueden hacerse frente, y que los demás tampoco podrán. Se ponen entonces una máscara, una sonrisa estereotipada que proclama al mundo que todo anda bien, cuando no es así. Si dejan caer la máscara, generalmente se asiste a una expresión de tristeza, dolor, depresión o temor. En la medida en que la llevan puesta no pueden sentir su propio rostro, pues está congelado en la sonrisa fija. Sentir dicha tristeza, dolor o temor no produce gozo, pero si esas emociones suprimidas no se sienten, tampoco se las podrá liberar. Uno queda aprisionado detrás de una fachada que impide que el sol llegue a su corazón.
Cuando el individuo avanza y deja atrás esa obscura celda, tal vez al principio el sol sea enceguecedor para él, pero una vez que se habitúa, ya no quiere volver más a su prisión tenebrosa.

La segunda etapa es la expresión de sí. Si los sentimientos no se expresan, se los suprime y uno pierde contacto con sí mismo. Cuando a los niños se les veda expresar ciertos sentimientos, como la ira, o se les castiga si lo hacen; los ocultan y a la larga pasan a formar parte del sombrío mundo subterráneo de la personalidad. Gran cantidad de gente está aterrada de sus propios sentimientos, a los que considera peligrosos, atemorizantes o alocados. Muchos tienen una furia asesina que, según piensan,  deben mantener sepultada por el temor a su destructividad potencial. Esta furia es como una bomba que no ha explotado y uno no se atreve a tocar; pero tan pronto se le hace estallar en un sitio seguro, se torna inocua; uno puede liberar los sentimientos asesinos en el seguro medio terapéutico. Una vez liberada, la furia puede manejarse por vía racional.

La tercera etapa es el adueñamiento de sí. Implica que el individuo conoce lo que siente, que está en contacto consigo mismo. Que es capaz además de expresarse adecuadamente para promover sus mejores intereses. Que es dueño de sí. Han desaparecido los controles inconscientes que provenían del temor a ser él mismo. Han desaparecido la vergüenza y la culpa sobre lo que él es o siente. Han desaparecido las tensiones musculares de su cuerpo que bloqueaban su expresión  y limitaban su conciencia de sí. En su lugar hay autoaceptación y  libertad para ser.
La terapia es un viaje de autodescubrimiento. No es rápido ni sencillo, y en él no faltan los momentos de miedo. En algunos casos puede llevar toda la vida, pero su retribución es saber que no se ha vivido ésta en vano. Uno descubre el sentido de la vida en la experiencia profunda del gozo.  

lunes, 18 de agosto de 2014

La entrega al cuerpo y el regreso a los sentimientos, parte 2


Enraizamiento y realidad.

La entrega al cuerpo se asocia a la renuncia a las ilusiones y al descender a la tierra y la realidad. De un individuo muy conectado con la realidad suele decirse que “tiene los pies sobre la tierra”. Esto significa que siente la conexión existente entre sus pies y el suelo donde está parado. Los sujetos excesivamente  erguidos o “colgados de los hombros” no experimentan este contacto con el suelo porque sus pies están relativamente entumecidos. Han retirado esa energía excitatoria de la parte inferior del cuerpo como reacción frente al temor. Si éste es muy intenso, la persona retirará de hecho todos sus sentimientos del cuerpo, y su conciencia se limitará a la cabeza. Vivirá entonces en un mundo de fantasía.
Muchas personas viven más en su cabeza que en su cuerpo a fin de evitar sentir el dolor o el terror que éste alberga.

El contacto con la realidad no es un estado de “todo o nada”. Algunos estamos en mayor contacto y otros estamos más escindidos. Dicho contacto con la realidad es la condición de la cordura, y por lo tanto también de la salud física y emocional;  pero muchos se confunden acerca de la realidad, equiparándola con la norma cultural más que lo que siente en su cuerpo. Por supuesto, si falta el sentimiento o éste se encuentra muy reducido, uno busca el sentido de la vida en el mundo exterior.
Los individuos cuyo cuerpo está vivo y vibrante pueden experimentar la realidad de su ser, el ser de una persona que siente. El grado de vivacidad y de sentimiento que uno tiene, mide su contacto con la realidad. Los seres que sienten son personas “con los pies sobre la tierra”. Decimos que están enraizadas.

Estar enraizados, pues, significa tener los pies sobre la tierra. Casi todos los adultos los tienen, en el sentido mecánico de que sus pies los sustentan y desplazan; pero cuando el contacto es puramente mecánico, no se experimenta la relación con el suelo o la tierra de un modo vivo y significativo, ni se siente que las relaciones con los demás procedan de los sentimientos. No se siente tampoco el cuerpo dotado de vida y significación. Uno se vincula con él como con su automóvil, como un objeto que le es esencial para su actividad y movilidad. Quizás lo cuide, como lo haría con su auto, pero no se identifica con él. Tal vez tenga grandes triunfos en la vida, pero ésta será irreal. Quizá goce de las satisfacciones que brindan el poder y el dinero, pero no sentirá alegría. No estará enraizado en  la realidad, como no lo está su automóvil. La capacidad de gozo depende de este enraizamiento, ó sea, literalmente, de tener los pies sobre la tierra y de estar en contacto con ésta.

Para sentir la tierra, las piernas y los pies tienen que estar cargados de energía. Tienen que estar vivos y móviles, es decir, presentar ciertos movimientos espontáneos e involuntarios, como las vibraciones. Si los pies de una persona parecen carentes de vida y sus piernas se mantienen fijas e inmóviles, es que no tienen contacto con el suelo. Cuando en cambio, están plenamente vivos, el individuo puede sentir que fluye por ellos una corriente de excitación, calentándolos y haciéndolos vibrar.

El enraizamiento es un proceso energético en el que la excitación fluye a lo largo de todo el cuerpo de la cabeza a los pies. Si ese flujo es intenso y pleno, la persona siente su cuerpo, su sexualidad y la tierra sobre la cual está parada: está en contacto con la realidad. El flujo de la excitación se asocia con las ondas respiratorias, de tal modo que cuando la respiración es libre y profunda, la excitación fluye análogamente. Si la respiración o el flujo se bloquean, la persona no siente su cuerpo por debajo del lugar en que ese bloqueo se produjo. Limitado el flujo, se reduce el sentimiento. Como el flujo de excitación es pulsátil ( o sea, baja hasta los pies y luego sube a la cabeza, al igual que las oscilaciones del péndulo), excita los diversos sectores del cuerpo: cabeza, corazón, genitales y piernas. Dado que al descender atraviesa la región pelviana, toda perturbación sexual importante bloqueará ese fluir hacia las piernas y los pies. Si el individuo está desenraizado, también lo estará su comportamiento sexual.
 Estar enraizado implica pararse sobre sus propios pies y denota asimismo, un estado de independencia y madurez.

Este análisis nos ayuda a comprender el atractivo que ejerce un culto que demande de sus miembros la entrega de sus respectivos egos al líder. La entrega a un líder equivale  a una regresión a la infancia, y está asociada con una abdicación del poder y de la responsabilidad. “Protegido” por el líder y sin verse entorpecido por la necesidad de elegir entre lo que está bien y lo que está mal, el miembro del culto tiene un sentimiento de libertad e inocencia. Como resultado de ello, siente un gozo que fortalece su adhesión al culto. La cuestión es si esta alegría es ilusoria o real. Las ilusiones pueden producir sentimientos reales pero éstos no se sostienen cuando la ilusión se derrumba, como inevitablemente sucede. En el caso del culto, la ilusión es que el líder es el padre amante y todopoderoso que se hará cargo de los devotos como un buen padre se haría cargo de sus hijos. La realidad es la opuesta, ya que los líderes de estos cultos son individuos narcisistas que necesitan seguidores para sustentar las imágenes grandiosas que tienen de sí mismos. Además, necesitan tener poder sobre otros para compensar su impotencia. Por supuesto, estos líderes sólo atraen a quienes están buscando inconscientemente un padre-líder poderoso.

viernes, 15 de agosto de 2014

La Entrega al Cuerpo y el regreso a los sentimientos, parte 1

La Entrega al Cuerpo

La idea de “entrega” no goza de popularidad entre los individuos modernos, que conciben la vida como una batalla, una lucha o al menos una situación competitiva. Para muchos, la vida es una actividad que apunta a alguna realización o logro, algún éxito. La identidad está más ligada a la actividad que uno realiza que a su propio ser.
Esto es típico de una cultura narcisista en la que la imagen es más importante que la realidad. En una cultura narcisista el éxito perece aumentar la autoestima, pero sólo lo hace porque agranda el ego. El fracaso tiene el efecto opuesto: achica el ego. En esta atmósfera, la palabra “entrega” se equipara con derrota, pero en rigor, sólo es una derrota del ego narcisista.
Sin una entrega del ego narcisista, no hay entrega al amor, y sin esta entrega, el gozo es imposible.

Debemos admitir que el cuerpo posee una sabiduría derivada de miles de millones de años de historia evolutiva, que la mente consciente apenas puede imaginar. El misterio del amor, por ejemplo, está más allá del alcance del conocimiento científico. La afirmación de Pascal,”El corazón tiene razones que la razón no conoce”, es cierta.
La parte obscura e inconsciente de nuestro cuerpo es la que mantiene el fluir de la vida. No vivimos por obra de nuestra voluntad. La voluntad es impotente para regular o coordinar los complicados procesos bioquímicos y biofísicos del cuerpo. Este concepto es muy tranquilizador, ya que si ocurriera lo inverso, ante la primera falla de la voluntad la vida acabaría.

Y sin embargo, los seres humanos tenemos la arrogancia de suponer que sabemos más que la naturaleza. Yo tengo fe en el poder del cuerpo viviente para curarse a sí mismo. La terapia es un proceso de curación natural en el que el terapeuta da su apoyo a la función sanadora del cuerpo.
¿Pero por qué  cuando nos deprimimos,  no nos curamos en forma espontánea?
La razón es que persiste la causa subyacente. Esa causa es la inhibición de la expresión de los propios sentimientos de temor, tristeza o ira. La supresión de estos sentimientos y la tensión concomitante reducen la motilidad del cuerpo, lo que origina una merma de la vivacidad.
 La depresión desaparecería si pudiera sentir y expresar lo que siente. La expresión del sentimiento alivia la tensión, permitiendo que el cuerpo recobre su motilidad y por tanto aumente su vivacidad. Este es el aspecto mecánico del proceso terapéutico. Por el lado psicológico, es preciso develar la ilusión y comprender su origen infantil y su papel como mecanismo de sobrevivencia.

Junto a ello está la ilusión de que uno será amado por ser bueno, obediente, exitoso, etc. Esta ilusión contribuye a mantener el ánimo del individuo en su afán por conquistar el amor ajeno, pero como el verdadero amor no puede adquirirse ni ganarse con ninguna actuación, tarde o temprano la ilusión se derrumba y el individuo se deprime
Todos los pacientes padecen de alguna ilusión, en diverso grado. Algunos tienen la ilusión de que la riqueza les traerá felicidad, o de que la fama les asegurará el amor, o de que la sumisión los protege contra una posible violencia. Nos forjamos estas ilusiones en una época temprana de nuestra vida, como medio de sobrevivir a una situación infantil penosa, y ya adultos tememos renunciar a ellas.
Las ilusiones son defensas del ego contra la realidad, y si bien nos ahorran el dolor que puede causarnos una realidad aterradora, nos hacen prisioneros de la irrealidad. La salud emocional consiste en la capacidad para aceptar la realidad, no para huir de ella.

Y nuestra realidad básica es nuestro cuerpo. Para conocernos, tenemos que sentir nuestro cuerpo. La pérdida de sentimiento en algún lugar del cuerpo es la pérdida de una parte de nosotros. En nuestra cultura casi todos estamos disociados de ciertas partes del cuerpo. Algunos no tienen sensación alguna de su espalda (en especial aquellos de quienes se dice “carecen de espina dorsal); otros no sienten sus vísceras (los que revelan su falta de coraje). Cuando todas las partes están cargadas de energía y vibran, nos sentimos más vivos y gozosos. Pero para que esto ocurra tenemos que entregarnos al cuerpo y sus sentimientos.
Dicha entrega implica permitir que el cuerpo esté plenamente vivo y libre. Implica no controlarlo, no hacer con él como si fuera una máquina que uno debe poner en marcha o detener. El cuerpo tiene una mente y sabe lo que debe hacer. De hecho, lo que entregamos es la ilusión del poder de la mente.

Para comenzar, lo mejor es hacerlo por la respiración. La respiración es quizá la función corporal más importante, se caracteriza por ser una actividad natural involuntaria pero al mismo tiempo sujeta al control consciente.
Los estados emocionales afectan en forma directa la respiración. Cuando una persona se enoja mucho, su respiración se acelera. El temor tiene el efecto opuesto: hace que la persona retenga la respiración. Si el temor se convierte en pánico, la respiración se vuelve rápida y muy superficial. En estados de terror, uno apenas respira, ya que el terror tiene sobre el cuerpo un efecto paralizante. En estados de placer, la respiración es lenta y profunda. Estudiando la respiración de una persona, el terapeuta comprende su estado emocional.

miércoles, 13 de agosto de 2014

El poder de las emociones, parte 6


Confianza

El sentimiento de certeza nos hace sentir tranquilos y con determinación; es la fe, el conocimiento sereno de sentirse seguro.
Y dado que existen imprevistos, siempre existirá el desconcierto que puede tomarnos desprevenidos, causarnos miedo y una sensación de desamparo; a pesar de ello, la confianza es la convicción de que todo pasa para mi bien mayor, todos los problemas están hechos a tu medida porque tienes la capacidad de resolverlos.

Confía en ti, pues aunque te equivoques, si aprendes de tus errores, tu seguridad se consolidará.
Cuando aparezcan dudas, déjalas pasar, es como decirles “gracias por participar”, sin necesidad de contemplarlas como adversarias.
La confianza se robustece cuando superas innumerables obstáculos que parecían imposibles. Es muy gratificante fomentar fe en uno mismo.

Aprendidas

Amor

En definitiva, amor abarca todo lo bueno y bello del mundo. A tu pareja la tratas bien y le procuras por amor, lo mismo que a tu familia y a quien quieres. La gente que ayuda a extraños lo hace por amor a su prójimo, sea éste quien sea.
El amor se siente tanto al exterior como al interior; es decir, hacia la gente y cualquier cosa que nos rodea (incluso la naturaleza que implica un respeto y amor para cuidarla). Sobre todo, debe surgir de nosotros mismos, para así poderlo irradiar en todos los sentidos.

¿Cuántas veces le demuestras a la gente que la amas con acciones concretas? Improvisa y se creativo. Demuestra amor diario. Considera todas las formas en las cuales hoy mismo puedes demostrar amor a quienes tienes cerca y a la gente que te ama: a tu pareja, a tus padres, a tus hijos, al colaborador, al jefe, al vecino, al taxista, a la persona que se encuentra junto a ti….
¿Cuántas de esas maneras en que yo estoy dispuesto a demostrar amor las dirijo hacia mi persona? Primero, debo de amarme a mi mismo para poder manifestar amor a los demás.    

Todas las religiones y filosofías sostienen que el amor es la más grande expresión humana. Constituye el único modo de comprender a otro en lo más profundo de su ser: nadie puede conocer la esencia de otro ser humano si no le ama. Por el acto espiritual del amor, se es capaz de ver las características y cualidades esenciales de la persona amada; y lo que es más, conocer su potencial: todo lo bueno que puede llegar a ser, lo que aun no se ha revelado, lo que ha de mostrarse. Mediante su amor, la persona que ama motiva al amado a convertir en realidad todas los posibilidades.

La aceptación del otro es un reflejo de la propia capacidad de aceptarnos a nosotros mismos. Al comprender y entender que somos creaciones maravillosas, tenemos la capacidad de abrazar las cualidades igualmente maravillosas del mundo en el que vivimos y de quienes nos rodean. El amor es un fenómeno fundamental, básico y, además, sublime.

Gratitud

Ser agradecido te invita primero a una completa aceptación de todo: lo bueno, lo que juzgas malo, lo que te duele, lo que viene, lo que quieres; tu salud, tu hogar, familia, amigos, posesiones….
Muchas personas que están pasando por un momento difícil juzgan “Como estar agradecidos en un trance así”. Sin embargo, todo lo que nos pasa responde a un porqué y para qué, nada es eterno, ni siquiera ese dolor tan profundo que llegamos a sentir. Tampoco lo bueno dura para siempre.

Regálate unos minutos para iniciar y terminar el día agradeciendo. Rememora los buenos momentos. Agradece a Dios, a tus padres, a tus antepasados, a tus maestros, amigos  y a todas aquellas personas lo que te han legado. Siempre que puedas, demuéstrales gratitud con acciones y palabras; también, reconoce todos los acontecimientos que han contribuido a la etapa de madurez en que te encuentras.
Agradece a diario los pequeños detalles, tus órganos vitales que obedientes te sirven; las características que posees gratuitamente y el maravilloso don de la vida. El sentimiento que te contagia es mágico.

Cuando des, hazlo por el placer de dar, y con alegría, sin esperar nada a cambio.
La gratitud es una de las enseñanzas esenciales del buen vivir. Es la puerta para recibir dones mayores, se manifiesta en auténticos milagros.

lunes, 11 de agosto de 2014

El poder de las emociones, parte 5


Emociones Positivas

Disfrutas del buen vivir cuando aprovechas lo mejor de ti y cultivas emociones positivas, sin depender de lo exterior.
Para generar las emociones positivas se conjugan dos factores:  El uno: Cuando tú creas tus emociones, es decir, antepones tu voluntad. Ésta es la forma natural y espontánea. Es simplemente cómo te quieres sentir contigo mismo. La dicha no depende de lo que te falta. Lo único que necesitas es abrir los ojos y sentirte lleno de energía. Al aceptar la realidad, sin peros, compruebas lo sencillo que es generar las emociones positivas por ti mismo. En un instante, puedes cambiar. Sentirte feliz es una cuestión de actitud, porque te sientes contento, porque este día no lo has vivido, porque cada momento es un aprendizaje.
Escoge sentirte bien a pesar de las circunstancias adversas: del calor, la lluvia, el tráfico, la enfermedad, las pérdidas, los accidentes, la escasez de dinero, el despido injustificado, el divorcio. Para conseguirlo, recuerda momentos gratificantes y cómo en el pasado venciste las dificultades.

 El otro factor es: cuando recibes un estímulo del exterior. Los estímulos exteriores pueden ser una buena noticia, si te vas de vacaciones, si tu amor crece, si te reúnes con tus amigos y ríen de buena gana. Es un aliciente que nos puede desatar una emoción positiva, ya sea que te lo hayas ganado, te lo regalen o por una sorpresa.

Felicidad
La idea de la felicidad ha sido motivo de estudio e investigación desde tiempos ancestrales. Todos pretendemos ser felices y es por ello que trabajamos, buscamos una pareja, amigos y diversos satisfactores que nos llevan a sentirnos así.
Es usual que digamos: “Voy a ser feliz cuando tenga ese trabajo” o “voy a ser feliz cuando me case y tenga una familia” o “voy a ser feliz cuando tenga esa casa”. Pero si ese sentimiento de plenitud y felicidad se basa en alguien o en algo externo a ti, te va a decepcionar si no llega tal como lo deseas.

Como seres humanos, aplazamos nuestra felicidad “hasta que tenga algo” o “hasta que sea alguien” o “hasta que este con alguien”, porque siempre estamos ávidos de “algo más“.
Las expectativas irreales son fuente de tensión y neurosis. La realidad es que la felicidad se logra con el esfuerzo y el ánimo de crearla todos los días. no por arte de magia, ni comprándola en el supermercado. Aristóteles la definió como el fin último.

La felicidad se confunde con risas, alegría, buenos deseos; ganar en competencias, conseguir el puesto deseado, recibir el título esperado.
Las fuentes reales de la felicidad son muchas: ser auténticos, aceptarnos tal como somos, así como a las circunstancias; renovar nuestros ideales y respaldarlos con actitudes creativas; aprender a manejar las fricciones externas e internas; soltar los apegos; servir a otros. Si a pesar de numerosos tropiezos, nos levantamos con determinación y los resolvemos lo mejor que podemos, entonces mostramos autoridad sobre las emociones.

Alimentamos la conciencia de que la felicidad es natural cuando el bienestar surge del interior y no depende de nada ni de nadie. Es así como nos acercamos a nuestro Ser.  “La felicidad no es un fin, sino una persona con una serie de actitudes”.
Para ser tu proveedor consistente de paz interior y de satisfacciones, fomenta emociones positivas.

Emociones naturales

Aceptación

¿Cómo vas a poder ser feliz si reniegas de ti mismo y de todo lo que sucede? La aceptación radica en la aprobación de quien eres y lo que tienes.
¿No te es suficiente? Claro que sí, sólo que no lo sientes así. Si logras aceptar verdaderamente y dar gracias por todo lo que tienes y todo lo que eres vas a conseguir ser feliz mucho más rápido.

En el fondo, muchos no nos aceptamos por miedo a que los demás reconozcan quienes somos realmente. Nos comparamos constantemente con nuestros hermanos, amigos o con quien destacan. Así nos evaluamos.
Un requisito para amarte es aceptar quien eres y lo que tienes. La ruta más corta para ser feliz está en aprobarte verdaderamente y dar gracias por todo lo que tienes y todo lo que eres.
El sentimiento de “no ser suficientemente bueno” es un obstáculo. Contémplalo como la oportunidad para cambiar, ser mejor y no cometer los mismos errores.

Aceptar no quiere decir soportar ni auto flagelarte o consentir lo que no quieres. Si algo no te gusta, es precisamente el punto de partida para modificarlo; podrás mejorar rápidamente a partir de lo que aceptes. Si no estas de acuerdo con alguna característica del otro, permítete aceptarlo, y repítete: “así es y no lo voy a cambiar”. Respétalo y no dejes que te afecte. Esa sutileza es la diplomacia.

Alegría

¿Qué tiene que suceder para que te sientas alegre? ¿Tuviste un buen día en el trabajo? ¿Conseguiste salir con esa persona especial? ¿Resolviste un asunto al que llevabas dando vueltas los últimos meses?
La alegría es poderosísima y nos cambia el semblante, la rigidez de las articulaciones, los latidos por minuto y la perspectiva del día. Ya que ésta es una de las emociones básicas del ser humano, todos la hemos sentido un sinfín de veces.

Una de las manifestaciones de la alegría es la risa: una sonrisa sincera que deje escapar una carcajada de vez en cuando. Ríe siempre que puedas, aun cuando estés triste, preocupado o enojado. Ningún dolor es para siempre y, en muchas ocasiones, tiempo después, éste nos da risa y hasta nos burlamos de nosotros mismos.
Es un arte alegrarte; en especial, donde hay tensiones. De la alegría se desprende el entusiasmo, ése es el lazo que el líder irradia por los sitios que recorre.

viernes, 8 de agosto de 2014

El poder de las emociones, parte 4


Enfermedades aprendidas

El vacío existencial está gritando dentro de ti que te atrevas a enfrentarte a lo que te exige, a tu propia búsqueda. Es relativamente sencillo aprender a sentirte bien, sin necesidad de nada externo a ti, sólo con tus propios pensamientos y emociones. Pero si te vas por la ruta “fácil” de evadirte y llenar artificialmente esos vacíos con excesos puedes destruirte. Por eso muchos buscan suplir estas carencias emocionales con comida, tabaco, bebida, fármacos, sexo o, incluso el juego. Éstas son conocidas como enfermedades aprendidas.
Veamos con más detenimiento cómo estas enfermedades sociales nos pueden afectar.

Depresión

La depresión aparece cuando no vemos realizadas nuestras expectativas en la forma en que pensamos. Implica un sentimiento de pérdida real o imaginario. Nos alejamos de nuestros sentimientos y nos sentimos afligidos o decaídos. Usualmente, la depresión ocurre cuando nos concentramos en la parte dolorosa de nuestro pasado o en un futuro sombrío.
Recuerda: la pérdida dura lo que tardes en aceptarla. Saldrás del duelo si diriges tu mente hacia las posibilidades que puedes construir en el presente.

Escúchate con paciencia, porque tu cuerpo y tu mente te están avisando que algo anda mal. Trata de comprender tus patrones emocionales y rompe con preguntas la conducta depresiva:¿Qué quieres?, ¿qué te detiene para tener la vida y las relaciones que quieres?, ¿para que la necesitas?
Genera alternativas de solución, busca ayuda. Prioriza lo que quieres cumplir y dale sentido de urgencia a las actividades que decidas hacer. Al principio, te puede parecer que eso demanda energía extra. Es más sencillo, sólo atrévete a un nuevo comportamiento. Conforme avances, notarás el progreso.

Estrés

Cuando nos sentimos agobiados, nos parece que “el mundo se nos viene encima” y solemos terminar agotados, frustrados, enojados y con una serie de malestares físicos, es el estrés el que nos agota.
El estrés es parte de la cotidianidad y existen el positivo y el negativo.
El positivo nos mantiene alerta y activos para realizar nuestros deberes diarios. Es una especie de tensión que va de la mano con las funciones físicas, mentales y emocionales. Si no existiera, probablemente no nos levantaríamos de la cama; no obstante, cuando la tensión es demasiada y nos alteramos de más, el estrés se vuelve negativo.

El estrés negativo (distress) nos quita la tranquilidad, nos lleva a sentirnos exhaustos. Parece que algún extraño nos haya quitado los deseos de disfrutar, pero fuimos nosotros quienes lo producimos.
Hay muchas fuentes de distress: saturarnos de actividades y detalles; decir “no” a nuestras propias exigencias o a las de los demás; la ilusión de hacer las cosas perfectas, en vez de hacerlas con el mayor esfuerzo, capacidad e inteligencia. O, hacer lo mismo esperando resultados diferentes.

Prioricemos: coloquemos primero las necesidades y después los deseos, aprendamos el arte de delegar. Programemos las actividades, que beneficios perseguimos y como deseamos sentirnos al concluir el día.

El estrés positivo (eustress) puede ser detonado desde ir a trabajar, o de vacaciones, comer tu platillo favorito, conocer amigos, ir de compras o a fiestas divertidas.
Por supuesto, también un reto puede generarnos eutress. Es lo que nos anima a hacer las cosas de buena gana. Los desafíos, aunque estresantes, son incentivos para ser mejores.
Al entender la realidad y asimilarla, elevamos el nivel de conciencia y nos anima una fuerza maravillosa que nos proyecta hacia donde queremos.

Soledad  

Soledad significa aislamiento, falta de contacto con otras personas. Es la carencia voluntaria o involuntaria de compañía. También es un sentimiento totalmente natural de pesar y melancolía por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo, de un sueño, o de una ilusión.
La soledad, si es durante periodos cortos, es sana. Muchas veces, para concentrarnos, pedimos que nos dejen solos y disfrutamos de esos ratos de silencio, paz y quietud. Es muy conveniente darse tiempo para estar con uno mismo. De hecho, es imprescindible para el avance espiritual.

Pero si la soledad dura periodos más largos, suele ser desagradable, porque  nos empezamos a aislar y, como resultado, hay una incapacidad para relacionarnos con los demás.
Sólo requieres crear oportunidades de una sobresaliente relación contigo mismo y con los demás.

Resumen:
Lo que controla tu vida no es la realidad en sí, sino tu percepción de la realidad.
Para transformar cualquier sentimiento negativo, modifica alguno de los tres factores, idealmente cambia los tres.
A). Percepción, varía tu respiración, endereza tu postura; dale movimiento a los ojos, sacude las manos y gesticula.
B).Asociación, transforma tu interpretación de los hechos y tus expectativas.
C). Enfoque, rectifica tu perspectiva, ¿qué piensas, como te comunicas y que acciones eliges?


miércoles, 6 de agosto de 2014

El poder de las emociones, parte 3


Sorpresa
Sí queremos las sorpresas, siempre y cuando sean agradables para nosotros. Porque a las sorpresas que nos disgustan les llamamos problema. No obstante, mucho de lo que hoy valoramos implicó incertidumbre, obstáculos y problemas.

Tristeza
De vez en cuando, si nuestras expectativas no se cumplen, tenemos un sentimiento apesadumbrado y melancólico. Estar triste es comprensible cuando nos parece que la vida nos niega lo que creemos merecer.
De vez en cuando, este sentimiento viene acompañado de ganas de llorar, pérdida de apetito y desánimo. La tristeza puede ser “disparada” porque perdimos algo o a alguien, porque estamos separados de los seres queridos o porque nuestras metas no se han cumplido

Emociones aprendidas
Culpa: La culpa es consecuencia de una acción especialmente incorrecta. Es un efecto que se le atribuye a alguien, y el culpable es el causante de un acto nocivo, puedes ser tu mismo o alguien más.
La psicología la considera la acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado.
La culpa, más que hacerse responsable de los propios errores, es recriminarse a uno mismo o a alguien más, durante mucho tiempo y en cualquier ocasión.

La culpa contra los demás implica un resentimiento. La culpa contra nosotros mismos implica autoflagelación. Es mucho más saludable asumir nuestra responsabilidad sobre lo que hacemos y responder por nuestras acciones, sean buenas o malas. Dejemos de echar culpas a nosotros mismos y a los demás. Es natural sentir culpa si fallaste a tu palabra o fuiste irresponsable, lo que no puedes permitir es que te domine y obstruya tu camino a la felicidad.

Frustración
Es el sentimiento desagradable que tenemos cuando no podemos conseguir algo que anhelamos. Demanda mucho esfuerzo superar frustraciones tales como desilusiones amorosas porque nos sitúan a la defensiva para entablar una nueva relación; así como las que sufren quienes no pueden acceder a una educación universitaria o parecen impedidos para consolidar sus metas y su economía personal.
Esta emoción puede desencadenar problemas psicológicos si se mantiene por mucho tiempo.

Las ilusiones que nos creamos son representaciones sin una base de realidad, sugeridas por la imaginación, y nos esperanzamos en que se nos cumpla algún deseo especialmente atractivo.
No es lo mismo tener fe que ilusionarse. Cuando la ilusión sobrepasa la fe, el encanto nos envuelve y perdemos la perspectiva real de las cosas.
Es necesario reconsiderar nuestras ilusiones y deseos para reubicarlos de manera que sean realizables, buscar con acciones prácticas la forma de concretar los sueños. No es malo soñar, lo malo es no distinguir entre lo que es sueño y la realidad.

Humillación
La humillación es un estado en el cual nos sentimos abatidos, despreciados e insultados. Una humillación puede llevarnos a ser tímidos, a tener miedos inexplicables, a estar incómodos, a dejar de luchar.
Si te dejas llevar por la humillación que te ocasiona una situación desagradable, una vez más estás perdiendo el timón frente a circunstancias que puedes controlar.
Nadie puede lastimarte si tu no lo permites. Nadie puede agredirte ni hacerte sentir mal si tu no te dejas. Una autoestima con valores firmes es aprueba de humillación.

Odio
El odio es antipatía hacia una persona, cosa, situación o incluso hacia un sentimiento. La ira que no se deja fluir, se convierte en veneno en nosotros. De ese veneno nace el odio.
La traición a la amistad, el abandono o la ofensa, se quedan en la memoria emocional y no se olvidan como a veces creemos.
Uno de los remedios para evitar dolorosas secuelas y para depurar nuestro organismo es el perdón. Es una cura emocional, mental y espiritual. Perdonar te rescata del dolor que te causa un fuerte agravio, te libera de las pesadas cargas del odio, resentimiento, ira y de las enfermedades que ocasionan.

Rechazo
El rechazo es la acción opuesta a la aceptación. El rechazo es un estado de negación de un hecho, de una persona o hacia nosotros mismos.
La falta de aceptación es un desprecio y es doloroso porque somos seres sociales.
El miedo al rechazo es común, pues a nadie le gusta sentirse despreciado o humillado; sin embargo, se puede combatir. Empieza por decidir que el rechazo no te va a controlar.
Cuando te conozcas , te aceptaras con tus defectos y cualidades. Te apoyarás en lo que sabes hacer bien y también admitirás la realidad que se expresa en los hechos. De otra manera, sufrirás las consecuencias.
Todos tenemos la facultad de ser los motores del cambio y destruir los miedos irracionales.

Resentimiento
El resentimiento es producto de una ira no “digerida” contra un hecho, una persona, incluso contra nosotros mismos. Significa seguir sintiendo hostilidad hacia alguien por falta de la reciprocidad que esperábamos. Si no lo sanamos, significa que estamos atados al pasado y nos impide ser libres.
Esta emoción, también conocida como rencor, es negada con frecuencia porque se lleva muy dentro.
Si estamos resentidos nos amargamos y nos sentimos desdichados, en vez de darnos cuenta de lo sencillo y natural de mostrar tolerancia y armonía. El resentimiento daña sólo al resentido y lo enferma al grado de causarle cáncer. El remedio esta en perdonar de corazón.

Al seguir el rastro emocional, empezamos a sanar, estamos más a tono con las emociones y nos acercamos a mejorar.
Hay muchos a quienes realmente no les interesa cambiar. Dicen algo así como: “Yo soy así. Que me quiera quien quiera”. Estas personas consideran que los demás deben ajustarse a sus caprichos, hasta que aprendan la lección.

Las enfermedades y las emociones
Todo cuanto sentimos tiene su origen. Nacemos con cierta “programación” genética que nos da un cierto color de piel, de cabellos, ojos, etc. Conforme crecemos, constituimos nuestra personalidad, creamos hábitos, costumbres, y nos convertimos en nuestros programadores: proyectamos nuestro estilo personal con los pensamientos, actos y sentimientos. Y así continuamos programándonos hasta nuestra última etapa.
Las enfermedades pueden generarse ya sea por herencia, y porque uno las crea.
Es posible que no nos demos cuenta de las partes negativas que heredamos de la familia. Los malos hábitos y manías se aprenden por imitación, pero decimos que “se heredan”. De manera que si, por ejemplo, el papá es gruñón, el hijo sigue esa tendencia porque lo ha aprendido y lo ve “normal”.
Así como aprendimos a dejar las cosas fuera de su lugar, también hemos aprendido a tragarnos los corajes o las lágrimas. Y lo que puede resultar de eso es una colitis, afecciones de la garganta o un malestar ocular.

Tu forma de ser se configura con tu forma de pensar, de actuar y con tus hábitos alimentarios.
Cuando ciertos padecimientos se presentan en forma frecuente, nuestro cuerpo quiere decirnos que estas condiciones son consecuencia de que no estamos aceptando del todo nuestra realidad.
En buena medida, una enfermedad tiene origen emocional.
Las enfermedades no son del todo negativas. Lo arriesgado radica en que estamos desconectados de la sabiduría que nos ofrecen las alarmas instaladas en el cuerpo.

Entre otras cosas, también el estrés nos lleva a enfermarnos. Es normal que cuando debemos dar nuestro máximo esfuerzo, nos exijamos mucho y, entonces, el desgaste físico y emocional puede resultar excesivo. De seguir con ese tren de pretensiones, el cuerpo reaccionará y nos obligará a tomar descanso.
Es absolutamente necesario que tomemos descansos, que nos divirtamos y que aprendamos a relajarnos. De esta manera, estaremos preparados para enfrentar los retos, porque las tensiones son los “disparadores” de los malestares físicos y una manifestación del desorden emocional por el que estamos pasando.

Enfermedades aprendidas


lunes, 4 de agosto de 2014

El poder de las emociones, parte 2


Clasificación de las emociones

Las emociones son muchas y muy variadas. Si las detectamos a tiempo, las podemos orientar para nuestro beneficio y desarrollo personal. El dilema es que usualmente no estamos conscientes de ellas porque no nos han enseñado como hacerlo. Necesitamos reeducarnos y aprender de ellas.
Toda emoción es parte integral del ser humano, todo lo bueno y lo que juzgamos malo. El sentimiento dura, en gran medida, lo que tu decidas que dure, y en cada persona es diferente. El punto principal reside en estar conscientes de lo que sentimos, porque la conciencia coexiste con el sentimiento, ambos funcionan juntos.

 Si nos aferramos a nuestros estados emocionales y sentimientos, nos limitamos para seguir adelante, ya que no nos percatamos de que vivimos anclados en el pasado. Lo ideal es fluir con el presente, vivir el aquí y el ahora, conscientes para escuchar nuestras emociones y aprovecharlas como nuestra fuerza más poderosa.
En realidad, lo que todos queremos es sentirnos cada día mejor con nosotros mismos. Las emociones son excelentes mensajeros para detectar lo que nos gusta y lo que no, representan a nuestros mejores amigos.

Los estados emocionales se guardan en la memoria de acuerdo al grado de impresionabilidad, la cantidad e importancia, y su durabilidad.
Por un lado, existen las emociones “naturales”, que surgen como una respuesta casi inmediata a un estímulo del exterior. Las tenemos programadas para responder apenas suceda algo. Éstas son miedo, ira, tristeza, odio, alegría y aceptación.
Y por otro están las “aprendidas”, son emociones un poco más complejas. Estas son: culpa, envidia, frustración, rechazo, humillación, resentimiento.

Todas las emociones son útiles en el contexto adecuado. Sin embargo, si te permites manejarte por las negativas, y que permanezcan en ti más de dos minutos, se vuelven perjudiciales; te ocasionan desde malestares a enfermedades.
En todos los casos, la emoción te deja enseñanzas. Revertir las emociones con efectos negativos implica firmeza. Las grandes maestras para implantar nuevas costumbres son la determinación y la práctica.
Analicemos las emociones naturales comenzando con la:

Ira
La ira o cólera se experimentan con furor. Es poderosa y nos lleva a actuar con energía. La ira surge cuando no se cumplen las expectativas que tenías. Estás en desacuerdo con lo que sucede porque no va con tus criterios y normas.
Antes de que la ira te maneje como si fueras el jinete de un caballo desbocado, evita motivos para engancharte. Si hay necesidad de expresarla que sea sin que te tiranice. Si la reprimes te daña; si la expresas sin ton ni son, perjudicas a otros y luego te arrepientes de lo que hiciste.

Es posible que sean tus expectativas las causas de tu ira.
La ira con raíz en la soberbia dice : “Yo que soy tan bueno, no merezco este maltrato”. “mi querer y mi parecer deben ser respetados”.
La ira con raíz en la amargura dice: “Todo el mundo está en mi contra”.
La ira cuya raíz esta en el dolor actúa: “Este dolor es intolerable”, “he sufrido demasiado en mi vida”.
Hay ira con raíz en la intolerancia, y se manifiesta desde quien se cree superior y desacredita a quien juzga, al decir, por ejemplo, “no lo soporto”. En niveles más altos, desencadena guerras y genocidios.

La tolerancia es la convivencia armónica de las diferencias. Nuestro poder  frente a la intolerancia pertenece a nuestra actitud y nuestra estructura mental. La autonomía de expresión emocional es liberadora. Sentir y expresar enojo en forma apropiada, sin odios, ni insultos, es saludable y se convierte en un antídoto para el veneno de la hostilidad retenida que después se transforma en venganza, agresividad y otras enfermedades.

Miedo
Todos somos vulnerables al miedo. A muchos no nos gusta admitir que lo sentimos porque lo relacionamos con fragilidad, sin embargo, el miedo es una emoción natural y, en el contexto adecuado, suele ser muy útil.
Para hablar del miedo, damos rodeos y decimos que tenemos muchas cosas, menos miedo, porque no sabemos como enfrentarlo. Algunas veces evadimos la situación y creemos que el miedo se ira por sí mismo. Pero no se va a ir, porque es tan natural en nosotros como sentir tristeza, alegría o ternura. Nuestro verdadero problema es cuando nos paraliza y no nos deja reaccionar.

El miedo es sólo un estado emocional. Es una fase mediante la cual la mente se activa y nos alerta para evitarnos la pena, el ridículo, el dolor del fracaso o incluso y más importante: un peligro.
Precisamente porque no solemos aceptar que sentimos miedo, le ponemos un sinnúmero de nombres o lo disfrazamos con frases como:”estoy estresado”, “mi pareja no me comprende”,” estoy muy nervioso porque no encuentro trabajo”, “que va a ser de mis hijos”, “estoy tan lleno de trabajo”.
Resulta entonces en un estado de temor constante el cual se representa en una inquietud enfermiza casi permanente. Todo esto implica intranquilidad y nos arrebata la paz interior. Lo que nos preocupa y nos aflige, al final termina por ser un tormento abrumador que lo hacemos más grande.

Pero el miedo puede ser un estado verdaderamente poderoso. Lo podemos usar para estar completamente despiertos, pues agudiza los sentidos: nos mantiene en estado de alerta. La verdadera función del miedo es disponernos para pelear o correr, ya que nos asegura que tenemos los recursos necesarios para entrar en acción. Aquello a lo que temes, tal vez, es precisamente lo que debes hacer.

El miedo puede ser irracional, con sus variantes, o racional. El miedo irracional, es el pavor a lo desconocido. De aquí se desprenden los demás miedos irracionales. Nos escondemos para impedir que nos señalen nuestras fallas. Éste es el miedo a vernos tal y como somos, a reconocer y descubrir la realidad; de allí el pánico al ridículo. Este miedo provoca que el peligro se vea mayor de lo que es. Nos paraliza y limita para entrar en acción.
Estos miedos, por lo regular, son invenciones de nuestra mente, son fantasías; no obstante, piensa que, así como le das poder al miedo, le puedes otorgar poder a la confianza. ¿Cuáles son nuestros principales miedos?

Cuatro manifestaciones de inseguridad que impiden el equilibrio son los miedos siguientes.
Miedo al fracaso: Es el miedo a no ser suficientemente bueno. Se necesita tener una visión pesimista y de poca valía para que nos acobarde una situación, para creer que se es un fracasado. El fracaso en sí, es imposible. Existe sólo si tu lo crees: si tu te evalúas como fracasado, entonces lo serás.
Pensar en no hacer algo porque crees que fracasarás, sólo te servirá para detenerte.

Este miedo puede haberse generado desde que eras pequeño, cuando te equivocabas y los adultos te regañaban de tal forma que tu inconsciente lo grabó como un fracaso. Es por ello que evitábamos intentar algo otra vez, porque si nos volvíamos a equivocar, nos regañarían de nuevo y eso sería otro fracaso.
Es inteligente reconocer que nos podemos equivocar. Podemos aprender de cada error y corregirlo. Error no es sinónimo de fracaso; es, más bien, sinónimo de oportunidad. Renueva tus definiciones de éxito y fracaso para poder cambiar el resto de tus patrones de conducta.

Miedo al éxito: es el miedo a rebasar las creencias que te han impedido enfrentarte a nuevos y mayores retos. ¿Qué es el éxito para ti?, ¿lograr el reconocimiento de los demás? o ¿alcanzar tu propio reconocimiento? ¿Tienes miedo de equivocarte porque no toleras tus propios errores y debilidades?, ¿por qué tienes miedo a que te vean tal como eres y no como quisieras que te vieran?, ¿por qué todavía quieres seguir viviendo detrás de las máscaras que te inventaste?. Si es así, la única persona a la que engañas es a ti.
Reconsidera tu actitud ante el éxito y en todo lo que puedes perder si no te arriesgas. Dejar atrás ese miedo te impulsará a conseguir tus metas y a consolidar tu autoestima. De otra manera, desencadenas el llamado autosabotaje.
Auto sabotearte por  miedo a “no dar el ancho” es distinto a fallar simplemente debido a malos hábitos. Viene de la idea de que continuar o hacer algo traerá dolor. Lo que hay que hacer es retomar el control y no hacer caso a la creencia de que ciertas cosas sólo te ocasionarán sufrimiento. Educa a tu mente para que no vuelva a confundir una situación favorable con una potencialmente dolorosa.

Miedo a hablar en público: el terror de hablar en público, el conocido pánico escénico, ha sido calificado por los expertos como uno de los mayores miedos de los seres humanos. Es el temor de no saber como vamos a hablar y actuar frente a un grupo especialmente numeroso. Sentimos riesgo de perder nuestra imagen y quedar en ridículo.

Miedo a ti mismo: se manifiesta por la angustia que nos causa el miedo a conocernos, a vernos tal y como somos, a reconocer y descubrir la realidad; de allí el pánico al ridículo. De este miedo se desprenden otros: al compromiso, a estar solo, al cambio y al rechazo.

El miedo al compromiso es una exigencia a que respetes la palabra que das ya que, sin compromiso, no hay acuerdos. Es un pacto contigo mismo, sigues siendo libre y ahora destinas la libertad hacia lo que tú mismo has prometido.
El camino del compromiso esta lleno de obstáculos, de contrastes, de sinsabores; y todo esto es aprendizaje. Es un contrato que demanda de ti la decisión de ampliar tus criterios y progresar con firmeza en el manejo de tus emociones.

El miedo a estar solo es, en realidad, un sentimiento de vacío por dentro. Alucinas que debes llenar ese hueco con algo o alguien más. Has estado huyendo de ti mismo. Necesitas comunicarte con tu ser interno. Te falta vincularte contigo mismo y con otros sin intentar impresionar, imponer o manipular.
Tenemos miedo de estar solos y nos saturamos de distracciones externas: el cine, la televisión, los videojuegos, la red de internet, los pasatiempos. Creemos que estar solos es lo peor que nos puede suceder. Cuando estamos solos, brotan un sinfín de emociones. Y si estas dispuesto a escuchar abiertamente sin juicios esos maravillosos mensajes, vas a comunicarte contigo mismo, a enriquecerte, y como resultado, te conocerás mejor y te fortalecerás.
Busca y disfruta tu soledad. Saborea la riqueza de comprender y amarte a ti mismo. Entonces comprenderás que no dependes emocionalmente de los demás para sentirte bien.

Sentimos miedo al cambio aun cuando sabemos que la vida cambia a cada momento, y sin embargo, tendemos a apegarnos a la que consideramos nuestra mejor época. Incluso, llegamos a hacernos intolerantes con respecto a los demás. Somos intolerantes al cambio.
Algunos,, por ese mismo miedo al cambio, son monótonos hasta el aburrimiento.

La flexibilidad implica fluir como lo hacen los niños. Es estar atento a las emociones del momento, ¿qué te quieren decir las emociones? Es sensato aprender a mantenernos flexibles ante la realidad: comprender el punto de vista del otro e interpretar lúcidamente los nuevos acontecimientos.

El miedo al rechazo es no sentirse aceptado tal como eres: si te equivocas ¿Qué van a pensar? Es una preocupación constante que puede ir en aumento, convirtiéndose en ansiedad o en pánico. En realidad es un miedo a no sentirse amado.

Por otra parte, el miedo racional,  es el que mantiene la mente despierta para la acción e implica una serie de cambios fisiológicos, que nos previenen físicamente para tomar una decisión frente a un peligro potencial.

viernes, 1 de agosto de 2014

El Poder de las Emociones, parte 1

Resumen del libro: Figueroa G. D. "El poder de las emociones", Ed. Talento Zeta, México, 2010. 


El Poder de las Emociones

Todos alguna vez nos hemos sentido frustrados, abrumados y enojados; también hemos experimentado euforia, entusiasmo y asombrosos deseos de vivir. Las emociones nos pueden enfermar y destruir, o nos pueden embellecen la existencia. El secreto no consiste en negarlas, sino en usarlas como una palanca para nuestro beneficio.
Las emociones son el cimiento en la creación de nuestro bienestar y éxito en la vida. Desafortunadamente, en la infancia recibimos muy poca instrucción para comprender y usar la energía de las emociones. Cuando nos preguntan “¿ Por qué estás tan feliz?”, es como si tuviéramos que justificar ese maravilloso momento para sentirlo; si nos dicen: “No estés triste”, asumen  que sabemos el camino para entrar y salir de ese humor; o nos reprenden: “¡Estás enojado todo el tiempo!”, como si ese sólo comentario nos pudiera cambiar; luego nos engatusan “No hay nada a lo que haya que tenerle miedo”, como si eso nos garantizara que podemos cambiar el terror que sentimos.

Las emociones te mueven y te motivan, te quitan o te dan ánimo. Las emociones son reacciones complejas del cuerpo a diversos estímulos. Los sentimientos son secuelas profundas de dolor o de placer que te dejan las emociones en la mente y te suben o bajan la moral. Las sensaciones son las impresiones que te producen las emociones en los sentidos. Te estimulan y provocan cambios, (como la relajación o tensión de los músculos; la sudoración, palpitaciones, temblores y cambios en la respiración, entre muchos otros).
Mediante tus sentidos, el cerebro recibe señales y procesa esa información. Reaccionas a ese estímulo con emociones de miedo, ira, alegría o sorpresa. Así, te das cuenta de que te urge cambiar y te previenes para renovarte.

Cada emoción te deja una huella. Por ejemplo: la cólera y la culpa te dejan resentimiento; la alegría y la gratitud te producen satisfacción. Todas te legan un aprendizaje si resuelves beneficiarte de ellas.
De la misma manera que para ser un experto en medicina o abogacía estudias una carrera universitaria, si se desea ser experto en el manejo de las emociones es imprescindible profundizar en el conocimiento de ellas; por ejemplo:¿ qué te provoca dolor?, para poder remediarlo ,y/o en el de cómo creas tu propio bienestar.

Emociones

Antes de clasificar las emociones, conozcamos los hábitos emocionales, cómo los enfrentamos y cómo los grabamos.

Hábitos emocionales

Estamos inmersos en hábitos conscientes e inconscientes que prácticamente nos controlan. Aunque creemos conocerlos, en realidad no los dominamos. Vivimos sin reparar en los efectos que repercuten en nuestros patrones de conducta. Por ejemplo, quizá acostumbres posponer, o lo primero que haces es criticar a los demás o mentir. Estas reacciones suelen ser automáticas porque no las analizas. Parecen tan “normales” que no te percatas de cómo estas conductas te vulneran.
Parte del trabajo para hallar las estrategias adecuadas para avanzar consiste en distinguir los patrones de conducta que te lo impiden.
Si aprendes a darle órdenes claras e inteligentes a tu mente, puedes convertir tus hábitos en aliados.
Por ejemplo: Si estás en una reunión, cada vez que critiques o te quejes, aun mentalmente, exprésales a los demás tu deseo de quitarte lo criticón o quejumbroso que eres.
Adopta el hábito contrario. Reconoce con sinceridad, sin halagos, las cualidades de los otros. Cada vez que veas a una persona, acostúmbrate a observar qué cualidades le destacan y menciónaselas. Es un obsequio de calidad.
Cada vez que te quieras quejar de algo, vete al otro extremo, aprecia lo bueno.

Evita la pésima costumbre de posponer las cosas. Se honesto, elimina tus propios pretextos y frases como: “Yo quisiera”, “Si pudiera”, “ Yo debiera”, “Después”. Crea, en su lugar, el hábito de decir: “Yo quiero”, “ Yo puedo”, “Voy a hacer”, “Ahora”.
Imagínate diez o veinte años adelante, sin haber logrado tus metas. ¿Qué sentimientos te ocasiona verte así?, ¿cuáles son las consecuencias?
Ahora, visualízate en el futuro habiendo superado los retos que antes tenías. Contémplate alcanzando tus sueños. Mira hacia atrás, ¿qué satisfacción te produce una firme decisión?. Conserva estas imágenes.

Recuerda una emoción negativa que experimentas regularmente, por ejemplo: frustración, desánimo, tristeza. Reconoce tus hábitos para crear y sentir esta emoción: ¿Qué piensas, que caras haces, que partes del cuerpo tensas, cómo es tu respiración y que te dices mentalmente?
Ahora, destina unos minutos con los ojos cerrados. Evoca todas las cosas por las cuales te sientes agradecido. Recrea nuevamente las escenas en tu mente. Vuelve a sentir la alegría por todo lo que has recibido. Repasa los dones que has heredado, tus superaciones y éxitos.

Al terminar, tu respiración y tu cuerpo estarán renovados. Tus gestos serán relajados y amables, te veras agradecido, alegre y dispuesto a lo que siga.
Encuentra las estrategias apropiadas para exterminar los hábitos nocivos, distingue los patrones de conducta que te impiden avanzar. Tu mismo puedes construir sólidos hábitos emocionales para enriquecer la calidad de tu vida.

¿Cómo nos enfrentamos a nuestras emociones?

En primer lugar, intentamos negarlas. Pretendemos no hacerles caso, aunque nos estén abordando en forma insistente, y afirmamos: “Yo no tengo miedo”; o cuando nos cuestionan y contestamos: “Pero si yo no soy así”. Otras veces, fingimos sentirnos bien cuando en realidad nos sentimos incómodos y heridos. ¡Tan fácil que sería expresar lo que sentimos!: “estoy molesto por….”; sin embargo, en lugar de eso, negamos nuestras emociones.

Algunas veces nos sugestionamos por fanatismo, ira, tristeza, rencor; por sentirnos aceptados o por otros factores. Ni siquiera alcanzamos a razonar y actuamos desde el instinto.
Nos dejamos llevar por el miedo y queremos refugiarnos en el exceso de alimentos, las drogas o el alcohol. Asimismo, nos sugestionamos al engañarnos con pretextos o al cometer actos que no van con nuestro código de ética como mentir, calumniar o robar, nos justificamos mencionando: “Era necesario”, “no podía ser de otra manera”, “el fin justifica los medios”.
También existe la sugestión positiva, como cuando nos dejamos llevar por el efecto placebo. O, incluso, nos sugestionamos cuando nos damos ánimos antes de un examen, una competencia o cualquier suceso significativo.

Otras veces nos identificamos con ellas. Hay frases que son muy comunes como: “Soy enojón, así que ¿Qué me ves?”, “soy avaro, así soy y ni modo” o “soy miedoso, yo no lo puedo hacer”. Es claro cómo en vez de buscar la forma de ser mejores, nos colocamos en una posición conformista que sigue hundiéndonos en el error. No se trata de negar cómo somos, sino de reconocerlo y hacer algo para poder solucionarlo.

Cuando aprendes a identificar y escuchar el mensaje de tus emociones, logras ponerte en contacto contigo mismo. Tus apoyos son la autoobservación, el firme deseo de mejora continua y la práctica constante de ejercicios.
Si un resentimiento antes te duraba tres años, posteriormente tres meses, luego dos días y, finalmente, sólo unos minutos, notaras un gran adelanto. Si no acostumbrabas enfrentar el miedo y ahora, desde que lo percibes, empiezas a enfrentarlo, tu avance ha sido extraordinario.

 Con el resto de las emociones es similar: mantente alerta de sus mensajes desde el principio. Destruye inmediatamente su efecto negativo: “Mata al monstruo cuando todavía es pequeño“.
Cada emoción tiene un propósito y te abre una ventana de posibilidades para mejorar. Descubre los mensajes, fluirás con más facilidad, te nutrirás de confianza para lograr lo que buscas.