jueves, 5 de junio de 2014

las bases biológicas de la fe y la realidad, parte 18


Abrir el corazón

Para comprender qué es eso de abrirse describo la conducta de los pájaros recién nacidos cuando aparece su madre con la comida. El pajarito abre el pico de par en par, hasta que el cuerpo es como un saco abierto. Es maravilloso verlo.



El bebé humano se abre y estira los labios de la misma manera para mamar. No es solamente la boca lo que abre, sino la garganta y todo el cuerpo. El abrirse y alcanzar, comienza con una onda de excitación en el centro del cuerpo, que fluye luego hacia arriba, hacia el pecho, y de ahí hacia los brazos, garganta, boca y ojos. El sentimiento que la acompaña se puede describir como un alcanzar desde el corazón o como un abrirse que se extiende hacia al corazón y lo incluye. El niño se abre y alcanza con amor, y de esa manera puede asimilar en su cuerpo el amor que se le ofrece.

Abrir la personalidad significa abrir el corazón a una persona para que sea capaz de expresar y recibir amor. Y así como los impulsos fluyen hacia afuera a lo largo de estas vías, las impresiones fluyen hacia adentro por esas mismas sendas. Una persona abierta siente en su corazón el afecto que los otros le profesan. Una persona abierta está libre en los dos extremos de su cuerpo. Su sexualidad está imbuida de amor por su pareja, y cada paso que da es un contacto de amor con la tierra.

Cuando decimos de una persona que tiene el corazón cerrado, queremos decir que no se puede llegar a su corazón. Si realmente se cerrara el corazón, se moriría. Se puede, sin embargo, constreñir o restringir los intentos de llegar al corazón, tanto desde arriba como desde abajo. Y uno puede convertir la caja torácica en una prisión a base de tensiones musculares que rigidizan e inmovilizan el pecho. El pecho rígido e inflado, en el lenguaje corporal, está diciendo: “No voy a dejar que llegues a mi corazón”. Esta actitud del cuerpo es el resultado de una decepción grave en una relación amorosa temprana, específicamente en la relación madre-hijo. Reich describe esta tensión como una forma de ponerse una armadura para evitar que le vuelvan a hacer daño. Sirve también para matar el dolor del daño inicial y es por tanto, una defensa contra los sentimientos.

A medida que consigo que mis pacientes contacten con sus cuerpos poco a poco, van sintiendo las frustraciones y privaciones que han producido estas tensiones. Recuerdan lo que echaban de menos una madre que no estaba “allí”, y se dan cuenta de cómo suprimieron el sentimiento para evitar el dolor; de cómo suprimieron el llanto al descubrir que producía una reacción hostil en sus padres.
Aprendieron los modos de una cultura que cree en la frustración. Aprendieron a “aguantar el tipo”, a resistir frente a la decepción. Estar en guardia se convirtió para ellos en algo normal, puesto que hacía tiempo que habían perdido la fe en obtener respuesta de sus padres. Desistieron de alcanzar nada, puesto que siempre acababa haciéndoles daño.

Finalmente aceptaron el edicto de que el amor hay que ganarlo con buenas acciones. Este mandato resume una actitud que ve al niño como un ser pecaminoso (la doctrina del pecado original) o como un ser cuyos derechos son otorgados por los padres, a condición de que se avengan a sus demandas. El niño que se somete a esta situación tiene que suprimir su propia rabia y hostilidad

La persona que está desconectada de su cuerpo no sabe que está “cerrado”. Hablará de amor e, incluso, hará gestos amorosos; pero como su corazón no está ni en sus palabras ni en sus acciones, no transmitirá convicción. Tratará de ayudar a los demás, sin darse cuenta de que está proyectando sus propias necesidades en ellos.
Al estar cerrado para sí mismo, situará su problema en el mundo exterior. De ahí que todos los esfuerzos que haga para conseguir aprobación (ser bueno, ser rico, triunfar) carezcan de sentido, porque no afectan a su ser interior. Sus triunfos o satisfacciones no tienen para él más que un valor yoico y continuará sintiéndose frustrado sin saber por qué. Al estar cerrado, no le llegan las respuestas de los demás, lo que le deja con la sensación de que no hace lo suficiente.

Cuando una persona entra en contacto con su cuerpo, se da cuenta de las restricciones y limitaciones causadas por sus tensiones musculares crónicas. Comprende su origen y siente los impulsos bloqueados. Con ayuda cualificada podrá liberar esos impulsos y disminuir o eliminar las tensiones. Paso a paso, volverá a tener la capacidad de abrirse y de alcanzar que le fue dada al nacer.
Esta capacidad, transforma al individuo de ser una persona frustrada a ser una persona que puede participar emocionalmente en el toma y daca de la vida. Antes no era capaz de dar ni de recibir amor; simplemente hacía cosas en lugar de ser.

Esta capacidad es la base de una nueva fe en él mismo y en sus sentimientos. El contactar con el cuerpo abre una nueva forma de autocomprensión que se transforma gradualmente en autoaceptación.
Veremos que amar es estar en contacto. He definido el amor como el deseo de “estar cerca de algo o de alguien”. El sentimiento del amor, como la sensación de tocar, es algo íntimo. Para tocar hay que estar cerca, y para estar cerca hay que amar.



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