jueves, 19 de junio de 2014

El Arte de Amar, parte 2

El Amor maduro

Pero además, esta fusión puede lograrse de distintas formas, y existen formas inmaduras de amor, que preferimos llamar “uniones simbióticas”, y reservar el término “amor”, a una forma específica de unión, que ha sido la virtud ideal de todas las grandes religiones y sistemas filosóficos humanísticos en los cuatro mil años de historia occidental y oriental.

En la unión simbiótica, existe psicológicamente una dependencia. La forma pasiva de la unión simbiótica es la sumisión (o masoquismo), aquí, la persona escapa del intolerable sentimiento de aislamiento convirtiéndose en parte de la otra persona, que la dirige y protege, pero carece de integridad, no ha nacido completamente. Un mecanismo similar a la idolatría.
La forma activa de la fusión simbiótica es la dominación (o sadismo). La persona sádica quiere escapar de su soledad y de su sensación de estar aprisionada haciendo de otro individuo parte de sí misma. La persona sádica es tan dependiente de la sumisa como ésta de aquella, ninguna de las dos puede vivir sin la otra.

En contraste con la unión simbiótica, el “amor” maduro significa “unión a condición de preservar la propia integridad”, la propia individualidad.
El amor es un poder activo en el hombre, un poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes y lo une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento y separatidad y no obstante le permite ser él mismo, mantener su integridad.
El amor es la práctica de un poder humano que solo puede realizarse en la libertad y jamás como resultado de una represión, o compulsión.

Puede describirse el carácter activo del amor afirmando que “amar” es fundamentalmente “dar”, no recibir.
¿Qué es dar?. El malentendido más común consiste en suponer que dar significa “renunciar” a algo, sacrificarse. El carácter mercantil está dispuesto a dar, pero solo a cambio de recibir, para él, dar sin recibir significa una estafa.
Para quien ama, dar constituye la más alta expresión de potencia.
Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad.
En la esfera de las cosas materiales, dar significa ser rico. No es rico el que “tiene” mucho, sino el que da mucho. El avaro que se preocupa angustiosamente por la posible pérdida de algo es, desde el punto de vista psicológico, un hombre indigente, empobrecido, por mucho que posea.
Por tanto, la pobreza que sobrepasa un cierto límite puede impedir dar, y es, en consecuencia, degradante, no solo a causa del sufrimiento directo que ocasiona, sino porque priva a los pobres de la alegría de dar.

Sin embargo, la esfera más importante del dar corresponde al dominio de lo específicamente humano: ¿Qué le da una persona a otra?. Da de sí misma- da de su alegría, de su interés, de su compasión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza, de todas las manifestaciones de lo que esta vivo en él. Al dar así de su vida, enriquece a la otra persona. No da con el fin de recibir; dar es de por sí una dicha exquisita.
Cuando se da verdaderamente, uno no puede dejar de recibir lo que se le da a cambio. El amor es un poder que produce amor; la impotencia es la incapacidad de producir amor.

La capacidad de amar como acto de dar, depende del proceso evolutivo de la persona. Presupone que la persona ha superado: la dependencia, la omnipotencia narcisista, el deseo de explotar a los demás, y de acumular; y a adquirido fe en sus propios poderes humanos y coraje para confiar en su capacidad para alcanzar el logro de sus fines. En la misma medida en que carece de tales cualidades, tiene miedo de darse, y, por tanto, de amar.

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