martes, 3 de junio de 2014

Las basas biológicas de la fe y la realidad, parte 17


9. REALIDAD

Contactar con la realidad

He utilizado frases diferentes para describir al paciente depresivo: (1) persigue metas irreales o está “colgado” de una ilusión; (2) no está enraizado, y (3) ha perdido su fe. Una única situación desde tres puntos de vista diferentes. La persona que no está enraizada no tiene fe y persigue metas irreales. Por otro lado, la persona que está enraizada tiene fe y está en contacto con la realidad. Quizás la mejor manera de decirlo es que la persona que está en contacto con la realidad, está enraizada y tiene fe.

“Realidad” es una palabra que tiene un sentido distinto para cada persona. Para algunos es la necesidad de ganarse la vida; otros la igualan con la ley de la selva y también hay quienes la ven como una vida libre de las presiones de la sociedad competitiva. A pesar de que existe algo válido en cada uno de estos puntos de vista, en lo que aquí nos concierne es la realidad de uno mismo o del mundo interior propio. Cuando decimos que una persona ha perdido el contacto con la realidad, queremos decir que ha perdido el contacto con la realidad de sus ser. El mejor ejemplo es el esquizofrénico, que vive en un mundo de fantasía y no es consciente de las condiciones físicas de su existencia.

Para cualquier persona, la realidad básica de su ser es su cuerpo. A través de él experimenta el mundo y a través de él le responde. Una persona que está desconectada de su cuerpo, está desconectada de la realidad del mundo. Si el cuerpo está relativamente sin vida, las impresiones y respuestas de la persona estarán disminuidas. Cuanta más vida hay en el cuerpo, más vívidamente se percibe la realidad y más activamente se responde a ella.

El primer paso en el tratamiento de la depresión es ayudar al paciente a contactar con la realidad de su cuerpo. Cuando el cuerpo está “como muerto”,es decir, cuando no tiene sensaciones, la persona cesa de existir como individuo con una personalidad definida. Es el cuerpo el que se funde en el amor, se hiela ante el miedo, tiembla de rabia y reacciona ante el calor y el contacto.

El problema de la terapia es que la persona que está desconectada de su cuerpo no sabe de que estás hablando. Este condicionamiento es parte de la sociedad occidental y está enraizado en la ética judeo-cristiana, que ve el cuerpo como algo pecaminoso, inferior, como cárcel del espíritu.
La sobrevaloración de la mente y del espíritu han dado como resultado espíritus sin cuerpo y cuerpos sin espíritu o desencantados. El resultado final es que la religión ha perdido su eficacia como baluarte de la fe al minar las raíces del hombre en su cuerpo y en su naturaleza animal.

La resistencia a considerar a la persona como cuerpo está profundamente estructurada en la mayoría de la gente. No es una resistencia fácil de superar, porque poca gente está preparada para abandonar la ilusión de que la mente del hombre, con suficiente información, es omnipotente.
Una depresión indica que la persona funciona bajo una ilusión. Realmente uno se engaña al creer que puede dar esquinazos a la propia neurosis. Esta actitud divide la personalidad en una parte racional, la mente consciente, y otra irracional, la conducta neurótica. Y tal división conduce a la ilusión de que la mente consciente puede y debe controlar la personalidad. Cada vez que este control se rompe, el individuo siente pánico y se deprime más, lo que aumenta la necesidad de control. El individuo  se encuentra así atrapado en un círculo vicioso que no tiene salida.
Para romper el círculo, hay que conseguir que el paciente contacte con la realidad; la realidad de su situación en la vida, la realidad de sus sentimientos y la realidad de su cuerpo. Estas tres realidades no pueden separarse una de las otras.
Contactar es, de cualquier manera, el primer paso hacia la salida de la depresión y la adquisición de fe.

Mucha gente tiene la idea falsa de que los estallidos histéricos son formas válidas de autoexpresión. Son, de hecho, justamente lo contrario, porque indican una falta de autodominio y una incapacidad de sacar los sentimientos de otra forma que no sea a través del enfado.
La supresión de un sentimiento, va asociada con la supresión de todos los sentimientos: tristeza, miedo amor, etc. La idea de liberar sentimientos aterroriza a muchos. No están preparados para aceptar el dolor y el trabajo físico que supone liberar tensiones musculares. Quieren superar la depresión gracias a un esfuerzo de voluntad. Sin embargo, no es esa la forma de manejar un problema depresivo, porque no hace más que aumentar la falta de sentido de la realidad del paciente al disociarle cada vez más de su cuerpo.
No se dan cuenta de la cantidad de tensión que se ha estructurado en sus cuerpos ni de cómo estas tensiones contribuyen a su ansiedad y a ese sentimiento de indefensión.  


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