lunes, 23 de junio de 2014

El Arte de Amar,parte 3

Elementos Básicos en el Amor

Además del elemento de dar, el carácter activo del amor se vuelve evidente en el hecho de que implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas de amor. Estos elementos son: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento.
Que el amor implica cuidado es especialmente evidente en el amor de una madre por su hijo. No creeríamos en su amor si vemos que deja de alimentarlo, de bañarlo, de proporcionarle bienestar físico; y creemos en su amor si vemos que cuida al niño. El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos. Cuando falta tal preocupación activa, no hay amor. La esencia del amor es “trabajar” por algo y “hacer crecer”, el amor y el trabajo son inseparables. Se ama aquello por lo que se trabaja, y se trabaja por lo que se ama.

Otro aspecto del amor es el de la responsabilidad. Hoy en día suele usarse este término para denotar un deber, algo impuesto desde el exterior. Pero la responsabilidad, en su verdadero sentido, es un acto enteramente voluntario. Ser “responsable” significa estar listo y dispuesto a “responder”.

La responsabilidad podría fácilmente degenerar en dominación y egoísmo si no fuera por un tercer componente del amor : el respeto. Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota, según su raíz (respicere=mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es. Respetar significa preocuparse por que la otra persona crezca y se desarrolle tal como es. El respeto implica la ausencia de explotación. Es obvio que el respeto solo es posible si yo he alcanzado independencia; puedo caminar sin muletas, sin tener que dominar ni explotar a nadie. El amor es hijo de la libertad, nunca de la dominación.

El cuidado y la responsabilidad serían ciegos si no los guiara el conocimiento. El conocimiento sería vacío si no lo motivara la preocupación. Y este conocimiento, sólo es posible cuando trasciendo la preocupación por mí mismo y veo a la otra persona en sus propios términos ( en sus propios zapatos). Así, puedo saber si una persona está encolerizada, aunque no lo demuestre abiertamente. Se entonces que su cólera no es más que la manifestación de algo más profundo, se que está angustiada e inquieta, que se siente sola, que se siente culpable, es decir, puedo verla como una persona que sufre y no como una persona enojada.

La necesidad básica de fundirse con otra persona para trascender de ese modo la prisión de la propia separatidad se vincula, de modo íntimo, con otro deseo específicamente humano: el de conocer el “secreto del hombre”. Nos conocemos, y a pesar de todos los esfuerzos que podamos realizar, no nos conocemos.
El mejor camino para conocer el “secreto” es el amor. El amor es la penetración activa en la otra persona, en la que la unión satisface mi deseo de conocer. Conozco de la única manera en que el conocimiento de lo que está vivo le es posible al hombre- por la experiencia de la unión- no mediante algún conocimiento por nuestro pensamiento. Ese acto trasciende el pensamiento, trasciende las palabras. Es una zambullida temeraria en la experiencia de la unión. Cabe anotar, sin embargo, que el conocimiento psicológico es necesario para el pleno conocimiento en el acto de amar.

El problema de conocer al hombre es paralelo al problema religioso de conocer a Dios. Queremos conocer a Dios por medio del pensamiento, y a lo único que podemos aspirar es a conocerlo por medio de la experiencia de la unión con él.
Cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento son mutuamente interdependientes. Constituyen un síndrome de actitudes que se encuentran en la persona madura; que solo desea poseer lo que ha ganado con su trabajo, que ha renunciado a sus sueños narcisistas de onmisapiencia y omnipotencia, que ha adquirido humildad basada en esa fuerza interior que sólo la genuina actividad productiva puede proporcionar.

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