jueves, 30 de mayo de 2013

La Espiritualidad del Cuerpo, parte 5

Capitulo 7 “Arraigarse: la conexión
con la realidad


La calidad de las sensaciones sexuales de un individuo dependen  de la cantidad de energía o excitación que contenga su cuerpo, pues una energía reducida significa una menor sensibilidad. También depende del grado de armonía que tenga el cuerpo, que permite que la carga energética fluya libre y plenamente. Por último, depende de lo conectado que esté el individuo a la tierra, energéticamente, de su arraigo. Si un sistema energético (un circuito eléctrico, por ejemplo) no está conectado a tierra, existe el riesgo de que lo haga estallar una fuerte sobrecarga. Del mismo modo, los individuos desarraigados corren el riesgo de que las sensaciones fuertes, sexuales u otras, los  sobrecarguen y abrumen.
Para evitar que suceda, los individuos desarraigados deben reducir todas las sensaciones, porque si se ven abrumados, se aterrorizan. En contraste, un individuo arraigado puede soportar una fuerte excitación, que experimentará como una sensación de gozo y trascendencia.

Los humanos somos como los árboles, arraigados a la tierra en un extremo y tendiendo al cielo desde el otro. Cuán alto podemos tender depende de la fuerza de nuestro arraigo. Si se desarraiga un árbol, mueren sus hojas; si se desarraiga una persona su espiritualidad se convierte en una abstracción carente de vida.
Como criaturas de la tierra, estamos conectados al suelo a través de las piernas y los pies.
Cuando decimos que un individuo está enraizado o que tiene los pies en la tierra, eso significa que sabe quién es y dónde está parado.

La ausencia de sensaciones en las piernas hace que el contacto con el suelo sea sólo mecánico. No basta con saber que uno tiene los pies en el suelo. Lo que se requiere es el proceso energético en el que la onda de excitación descienda por el cuerpo hasta las piernas y los pies. Nos sentimos enraizados cuando la onda de excitación llega al suelo, invierte su dirección y fluye hacia arriba, como si la tierra nos empujara para mantenernos erguidos.
Dado que los seres humanos pensamos constantemente mientras permanecemos despiertos, podríamos preguntarnos si la distracción no es natural. Pero normalmente la atención oscila con suficiente rapidez como para que sea posible tener conciencia de lo que sucede en la mente y en el cuerpo simultáneamente. El éxito de esta práctica depende de la presencia de una pulsación energética en el cuerpo que conecte sus dos extremos.

La calidad del enraizamiento de un individuo determina su sensación interna de seguridad. Si está bien enraizado, se siente firme sobre sus piernas. Lo que importa no es lo fuerte que sean sus piernas sino la sensibilidad que tengan.
La sensación básica de seguridad de un individuo está determinada por su relación primera con la madre. Las experiencias positivas - cuidados, cariño, apoyo, afecto, aprobación- dejan el cuerpo del niño en un estado suave, natural y gracioso. El niño experimentará su cuerpo como una fuente de placer y de gozo, identificándose y sintiéndose conectado con su naturaleza animal. Por el contrario, cuando un niño sufre la falta de atención afectiva por parte de la madre, su cuerpo se tensa. La madre es nuestra tierra personal, así como la tierra es nuestra madre universal.
Cualquier inseguridad que sienta el niño en la relación con su madre quedará registrada en su cuerpo. Una vez que se ha registrado ésta, el individuo queda atrapado en un círculo vicioso, ya que continuará sintiéndose socavado mucho después de haber dejado de depender de la madre.
El problema de la inseguridad es insoluble si el individuo no cobra conciencia de su desarraigo. Quizá crea estar seguro de sí mismo porque tiene dinero, una posición y una familia, pero carecerá de una sensación interna de seguridad si no está enraizado.

Además de la relajación muscular, es esencial que el cuerpo mantenga un correcto alineamiento  para que la excitación lo recorra libre y plenamente. Ese alineamiento comienza en el pie, en donde el arco actúa como un mecanismo de resorte que absorbe los golpes que se producen al caminar. Los pies planos ocasionan una pérdida del efecto de resorte en el paso e indican que los pies están insuficientemente cargados de energía. Los arcos elevados, por su parte, suelen observarse en individuos con piernas extremadamente delgadas. Criados por madres inaccesibles u hostiles, esos individuos se sienten obligados a despegarse del suelo.
La posición de los pies es importante también para el alineamiento apropiado. Debemos aprender a pararnos con los pies derechos y separados unos veinte centímetros, y las rodillas ligeramente flexionadas y en línea con la parte media de cada pie.

Es importante que el individuo perciba sus piernas y sus pies esté caminando, de pie o sentado. Al estar sentado, es importante que cobre noción de sus asentaderas.
Los individuos que no están enraizados padecen problemas lumbares. Los que están enraizados y son armoniosos se mantienen erguidos por obra de una fuerza vital que corre desde el suelo a través de los pies, las piernas, los muslos, la pelvis, la espalda, el cuello y la cabeza. La existencia de esta fuerza o energía vital es reconocida en la disciplina yoga, se llama Kundalini y se dice que fluye del sacro a la cabeza a lo largo de la columna vertebral cuando el discípulo medita en la posición del loto. De pie o caminando, uno experimenta este movimiento energético que proviene del suelo.

Al igual que los árboles, los seres humanos miramos al cielo como fuente de energía vital, pero también dependemos de la tierra para nuestra substancia. Si nos disociamos de nuestra naturaleza animal (y de la mitad inferior del cuerpo), perdemos nuestro enraizamiento. Para estar enraizado hay que ser una persona sexual. Y para que uno sea un adulto sexual, los movimientos de la pelvis deben ser libres.
En general, nuestros movimientos son armoniosos sólo si permitimos que la onda de excitación fluya hacia arriba, sin impedimentos, desde el suelo. Para esto es imprescindible que la pelvis esté relajada. Cuando la pelvis se mueve libremente, uno se siente elevado, desenvuelto y lleno de gracia.

Uno podría preguntarse cómo se aplica el principio del enraizamiento al acto sexual cuando dos personas yacen una sobre la otra en la cama. Si el hombre se coloca encima, puede enraizarse presionando sus pies contra los pies de la cama o contra la pared. Con las rodillas flexionadas, la pelvis se moverá naturalmente. Si la cama no tiene barandilla y no hay ninguna pared al alcance, el hombre puede enterrar los dedos de los pies en el colchón de modo que el movimiento pélvico parta de los pies. Si la mujer se coloca bajo, puede enraizarse presionando los pies en el colchón o colocando las piernas alrededor de su compañero de modo que su propio cuerpo se convierta en suelo. (Desde luego, ambos pueden intercambiar las posiciones.) La aplicación de este principio a los movimientos sexuales del coito constituye una importante diferencia en la calidad e intensidad de las sensaciones. La excitación aumenta debido a que toda la parte inferior del cuerpo participa activamente en el acto sexual, y no sólo el aparato genital. Si uno está enraizado en el acto sexual, le es más fácil entregarse a la descarga orgásmica.

Cuando la terapia tiene éxito, los pies del paciente se agrandan, las piernas se ablandan, la pelvis se afloja, la respiración se hace más profunda y los hombros descienden. El individuo ya no se impulsa a sí mismo hacia arriba sino que deja que lo sostenga el suelo.
Lamentablemente, nuestra cultura se está alejando del cuerpo como fuente de sentimientos y espiritualidad. Nuestros programas de acondicionamiento físico no están diseñados para aumentar la sensibilidad del cuerpo sino para pulirlo como si fuera una máquina. De este modo, resultan individuos aptos sólo para cubrir la carrera de la vida. Si la meta es llegar a la cima, supongo que los programas de acondicionamiento físico serán útiles. Pero si la meta es experimentar la alegría de estar cabalmente vivo, la excitación de sentirse parte del universo pulsante y la profunda satisfacción de ser una persona armónica y agradable, entonces habrá que buscar otro medio.

Es difícil aminorar el ritmo cuando el mundo pasa corriendo a nuestro lado. Es difícil arraigarse cuando la cultura misma está desarraigada, cuando niega la realidad y fomenta la ilusión de que el éxito representa un estado superior y que la gente de éxito lleva una vida más rica y plena. De todos modos, los verdaderos valores en la vida son valores “terrenos”: la salud, la gracia, la conexión, el placer y el amor. Pero estos valores cobran significado sólo si se tiene los pies firmemente asentados en la tierra.

lunes, 27 de mayo de 2013

La Espiritualidad del Cuerpo, parte 4

Capítulo 6  “Sexualidad y Espiritualidad”

Muchas personas creen que la sexualidad y la espiritualidad son diametralmente opuestas. A su entender, la espiritualidad se registra en la cabeza, y la sexualidad tiene lugar en la parte inferior del cuerpo. Este punto de vista distorsiona la realidad del ser humano, un individuo sexualmente diferenciado en cada célula de su cuerpo. Análogamente, la espiritualidad también es una función de todo el cuerpo.
 La espiritualidad disociada de la sexualidad se convierte en una abstracción, y la sexualidad disociada de la espiritualidad en un acto puramente físico.

Cuando el sentimiento de amor ocupa la cabeza, uno percibe su propia conexión con el Universo y lo universal. Cuando ocupa la pelvis y las piernas, uno se siente conectado con la Tierra y lo particular.
Un principio Bioenergético básico establece que la corriente de excitación hacia arriba y hacia bajo en el cuerpo es pulsátil, lo que significa, en lo que atañe a la sensibilidad, que no podemos ser más espirituales de lo que somos sexuales.
Cuando nuestro espíritu interviene plenamente en cualquier acto, ese acto asume una cualidad espiritual. Puede experimentarse del modo más vívido en el acto sexual, que lleva a la fusión de dos personas en la danza de la vida. Cuando se produce esta fusión, los amantes trascienden las fronteras del yo para convertirse en una unidad con las principales fuerzas del universo.

El amor es la clave de esa fusión. La intimidad entre un hombre y una mujer está motivado por el mismo sentimiento de amor que une a la madre y el hijo, a una persona con su mascota, al ser humano y su prójimo. El amor es un estado de excitación placentero que varía en intensidad según la situación. Esa misma excitación se produce en la unión mística de una persona y su dios.

Desde luego, la excitación que sienten dos amantes cuando están juntos contiene una dimensión adicional, que fluye hacia bajo por el cuerpo y excita con fuerza los órganos genitales. Cuando esto sucede, la excitación y la tensión alcanzan tal grado que la persona  siente la imperiosa necesidad de un contacto más íntimo y la descarga de la excitación.
 El gozo del sexo contiene dos vertientes: 1) el placer que obtiene la persona de la excitación del contacto y 2) la plenitud que brinda la descarga genital de la excitación. El placer inicial es sensual y anticipatorio; el placer de la descarga orgásmica es puramente sexual y notablemente satisfactorio. En el clímax, llega al nivel del éxtasis.
Tras una fuerte descarga orgásmica, la persona siente una profunda calma. Puede invadirla el sueño antes de que recobre la conciencia del yo. A este adormecimiento de la conciencia los franceses lo describen como le petit mort, la pequeña muerte. Uno siente que ha renacido tras la experiencia.
 
Un hecho generalmente no reconocido es que el acto sexual fue la fuente de inspiración del método primitivo de obtención del fuego. La secuencia de: fricción, calor, llama; es común a ambas acciones, cuya finalidad es producir una hermosa llama. Lamentablemente, pera la mayoría de la gente, el acto sexual culmina en unos cuantos chispazos, y no en la llama que consume la carne, convirtiéndola en puro espíritu. En eso consiste la trascendencia.

Todo acto creativo contiene cierto grado de trascendencia. Se requieren dos factores para producir esta trascendencia: inspiración y pasión. La inspiración de una obra artística contiene siempre algún toque del espíritu divino, que le permite al artista renunciar a su yo y fundirse con su obra. A través de esta renuncia y fusión, nace algo nuevo que siempre es superior al artista mismo, ya sea una gran pintura o una gran composición musical, y que contiene un espíritu capaz de conmover profundamente a los ejecutantes y al público. Estas creaciones parecen tener vida propia.

Un individuo no experimentará el misterio y la grandeza del sexo, a menos que se deje llevar por la pasión divina del amor.
En muchos casos, esta pasión es sofocada muy pronto en la vida por ciertas experiencias dolorosas en los periodos oral y edípico del desarrollo.
Las sensaciones sexuales se limitan cuando son causa de dolor, humillación y/o peligro. La pesadez y pasividad de la parte inferior del cuerpo es una forma que suele adoptar ese daño.
Generalmente, los individuos no son conscientes de su pelvis inmovilizada, pero la capacidad de entregarse al orgasmo se ve particularmente afectada por la tensión de la base pélvica.

Dado que la actividad sexual, como la defecación y la micción, es una de las funciones más estrechamente asociadas con nuestra naturaleza animal, tal vez resulte difícil aceptar que existe una conexión entre la espiritualidad y la sexualidad. Si no advertimos esa conexión, es porque hemos perdido el contacto con aquello que las une: el corazón del cuerpo. Cuando amamos a nuestro compañero sexual con todo el amor que tenemos en el corazón, la unión es tanto espiritual como sexual. Esta noción puede parecer una herejía pero la actividad sexual ha sido utilizada desde hace mucho tiempo en los ritos religiosos de las culturas primitivas para conectar con la divinidad.
 Cualquiera que sea el medio empleado para establecer una conexión sensible con lo infinito, debe incluir al cuerpo si se pretende que sea algo más que una idea que se tiene en la cabeza. Todas las religiones reconocen que un hombre debe renunciar a su yo para unirse a su dios. No hay modo mejor ni más directo que experimentar esta renuncia, que el acto de amor sexual.

viernes, 24 de mayo de 2013

La Espiritualidad del cuerpo, parte 3

Capitulo 5 “Sensación y Sentimientos”

Una sensación no es sólo una idea o una creencia; es más que un proceso mental, ya que incluye al cuerpo. Hay una fuerza unificadora que conecta la mente consciente con la actividad corporal.
Por otra parte, es posible que el cuerpo esté activo sin que se produzcan sensaciones si hay una división entre el órgano perceptor, el Yo, y el objeto de percepción, el cuerpo. Este trastorno es típico de la personalidad narcisista.

El impulso de conectarse con el entorno representa el deseo de placer y plenitud. El impulso de replegarse es una respuesta al hecho de experimentar o prever dolor y da lugar a un sentimiento de temor.
Cuando un impulso llega a la superficie, provocando una disposición a actuar, el sentimiento surge llévese o no la acción. Uno puede estar colérico sin atacar, temeroso sin huir, o triste sin llorar.
Algunas personas hablan de amor sin sentir el impulso de buscar contacto con otra de un modo cálido y tierno. En este caso, el amor es un pensamiento, no una sensación

La salud, no es la ausencia de dolor sino la presencia de una condición básica de placer en el cuerpo.
Nuestros cuerpos resuenan con otros cuerpos vivientes (empatía). Si no resonamos, es porque no resonamos dentro de nosotros mismos. Quien suprime su propia sensación de estar vivo, suprime también todo sentimiento por otros seres, humanos y otros.

Nuestras acciones no están determinadas exclusivamente por los estímulos que recibe el cuerpo. También respondemos a impulsos que surgen espontáneamente de nuestro interior.
El Yo puede dirigir o bloquear la expresión de un impulso por vía de la contracción de los músculos necesarios. Una persona puede bloquear conscientemente un impulso para evitar su expresión.

En nuestra cultura, el cuidado de los hijos entraña a menudo una confrontación en la que la libertad del niño se ve frecuentemente coartada y su espíritu doblegado.
Cuando se retiene conscientemente un impulso, la contracción resultante es aguda. Cuando la tensión se hace crónica, los músculos quedan inmovilizados y la retención del impulso se vuelve inconsciente. No puede abrirse paso a un movimiento espontáneo.

La supresión de un sentimiento tiende a reducir la sensibilidad en general. Si se suprime la ira, también tiende a decrecer el amor, la tristeza y el temor.
Las emociones son la expresión directa del espíritu de una persona. Cuando uno se mueve con sensibilidad, el movimiento tiene gracia porque es el resultado de una corriente energética en el cuerpo. Por lo tanto, la sensibilidad es la clave de la gracia y la espiritualidad del cuerpo.

Toda persona cuyo espíritu ha sido doblegado retiene una furia suprimida que queda enquistada en la tensión muscular de la parte superior de la espalda y los hombros.
La postura erguida es el símbolo distintivo del espíritu libre.  
Mientras el espíritu esté doblegado el individuo tendrá furia en su interior, sea o no consciente de ello. Y mientras esa furia siga sin expresarse, el individuo continuará doblegado.
Exteriorizar la furia en contra de aquellos que no han sido quienes doblegaron el espíritu de uno, no establece un efecto positivo, porque uno no puede sentirse satisfecho de esa conducta. Sino que provoca sentimientos de culpa y aumenta la tensión.
Debemos aprender a expresar nuestra ira, lo cual, a diferencia de la furia, es una acción armoniosa porque constituye un movimiento fluido. Expresarnos no con la idea de aplastar o destruir sino al mismo tiempo, de resguardar nuestra integridad y proteger nuestro espíritu.
La expresión apropiada de la ira libera el espíritu.

El temor tiene un efecto paralizante sobre el espíritu. Congela el cuerpo, contrayendo los músculos. Cuando persiste ese estado, el cuerpo se entumece y el individuo ya no siente el temor.
La tarea es lograr que la persona tome consciencia de su temor haciéndole sentir las tensiones del cuerpo.
Si la tensión física del temor es crónica, su alivio sólo puede lograrse convirtiéndolo en ira.

Casi todos nosotros también le tenemos miedo a la tristeza que llevamos dentro. Nuestra tristeza tiene fondo, pero justo antes de tocarlo, experimentamos un sentimiento de desesperación. El terapeuta puede ayudar haciendo ver que la misma está originada y relacionada con las experiencias de la infancia.
No se trata de llorar mucho sino de llorar profundamente.

Hay estados de sensibilidad generalizada que no llegan a ser emociones. Uno de éstos es la humillación, que al igual que las emociones, puede ser suprimida para no ser consciente de ella. Pero este estado suele expresarse en el cuerpo por una postura encorvada y la tendencia a agachar la cabeza. Muchos fuimos sometidos a una constante humillación como respuesta a cualquier expresión manifiesta de sexualidad.
El abuso sexual, bajo cualquiera de sus formas, es una experiencia muy humillante, así como las palizas. De hecho, toda forma de abuso tiene un efecto humillante sobre el espíritu.
Dado que la sexualidad no puede ser negada, la sensación de humillación asociada con la sexualidad esta constantemente presente.

Otro estado de sensibilidad pertinente es la culpa. Se asocia con la sensación de haber hecho algo malo. En mi opinión, está relacionada con la sensación general que se tiene en el cuerpo.
Los pacientes que se sienten culpables frente a sus padres, pierden su sentimiento de culpa cuando expresan su cólera hacia el progenitor en la terapia.

Sentir es la vida del cuerpo, así como pensar es la de la mente. Conocer y sentir cuánto nos han herido puede provocar dolor.
En muchos casos, tomar conciencia de lo que se siente conduce a la expresión espontánea del sentimiento y a una descarga resultante de la tensión.

Suprimimos nuestros sentimientos por temor a no poder manejarlos cuando afloran. Pero éste temor se deriva de nuestra experiencia infantil. Tener conciencia de la propia ira proporciona cierto grado de control y por tanto, seguridad.
Para mejorar la salud, hay que determinar cuanta sensibilidad tiene cada parte del cuerpo.
Cualquier región del cuerpo que esté crónicamente tensa e insensible es una zona potencialmente problemática que puede sufrir daños.
Para recuperar la armonía y la salud, necesitamos sentir cada zona del cuerpo.

miércoles, 22 de mayo de 2013

La Espiritualidad del Cuerpo, parte 2


Capítulo 3 “La Respiración”

El derecho como persona comienza con nuestro primer respiro. La fuerza con que sentimos ese derecho se refleja en la respiración.
Respirar no es simplemente una operación mecánica, es un aspecto del ritmo corporal subyacente de expansión y contracción, que también se expresa en los latidos del corazón.
La respiración esta conectada con los estados de excitación del cuerpo. Cuando una situación es estimulante y nos entusiasma, nuestra respiración es fuerte y aumenta la energía.
Respirar profundamente sirve para distender el cuerpo.
Es importante tener conciencia de nuestra respiración. La persona que respira de forma casi inaudible está inhibiendo en gran medida su derecho a vivir.

La respiración natural abarca todo el cuerpo. No todas las partes intervienen activamente, pero son afectadas por las ondas respiratorias. Cuando inspiramos, la onda parte de un punto profundo de la cavidad abdominal y fluye hacia arriba a la cabeza. Cuando espiramos, la onda se mueve de la cabeza a los pies. La respiración profunda envuelve la cavidad abdominal, que se expande al inspirar y se encoge al espirar.

Respirar profundamente es sentir profundamente. Cuando el individuo toma conciencia de que no respira profundamente, puede proponerse ejercicios para activar su respiración. El efecto será movilizar sentimientos suprimidos de tristeza y sexualidad. Si podemos aceptar estos sentimientos (y si podemos llorar profundamente) todo el cuerpo cobrará vida.
El hecho de experimentar la espiritualidad del cuerpo no depende de efectuar algo sino de sentir una fuerza dentro de Yo que es más grande que el ego consciente.

La supresión de un sentimiento, hace que se le cobre miedo a ese sentimiento. Y se convierte en un secreto oculto que uno no se atreve a encarar. Cuando se saca a la luz en la terapia, se suscita el sentimiento, que nunca es tan atemorizador como se creía.

El individuo cuyo anhelo a sido aplastado tiene razones de sobra para sentir ira, pero le falta la energía necesaria para elevar y mantener ese sentimiento hasta llevarlo a un nivel de intensidad que lo convierta en una fuerza eficaz.
A medida que uno se deje ir y se entregue al misterioso poder del cuerpo, se recobrará la armonía y la salud.
El modo como se respira debe depender de la situación, y no de cómo cree uno que tiene que comportarse. El cuerpo sabe reaccionar de forma adecuada y se puede confiar en que lo hará si se le deja hacerlo.
La acción de estirar los miembros nos permite respirar más profundamente. Cuando nos encojemos sobre nosotros mismos al estar sentados, nuestro abdomen está contraído y nos es imposible respirar profundamente. Para enderezar un abdomen encogido yo empleo el taburete bioenergético.

Aspirar aire al respirar es sinónimo de inspiración. Inspirar es infundirle a alguien una fuerza animosa, vivificante o exaltante, que produce la inhalación de oxigeno.
Cuando respiramos profundamente, es fácil sentir lo bueno que es el mundo, lo justo y lo hermoso. Estamos inspirados.
Es trágico que tan pocas personas respiren libremente y bien.


lunes, 20 de mayo de 2013

La Espiritualidad del Cuerpo, parte 1

Nota: Se trata del resumen de algunos capítulos del libro: "La Espiritualidad del Cuerpo". " Bioenergetica, un camino para alcanzar la armonía y el estado de gracia". Escrito por Alexander Lowen, Ed. Paidós, 1994, Barcelona.



“La Espiritualidad del Cuerpo”
Bioenergética, un camino para alcanzar la armonía y el estado de gracia.

La Bioenergética es una disciplina psicológica basada en las corrientes de energía existentes en el cuerpo.
Ciertos traumas mentales pueden bloquear las vías de energía.
Ejercicios combinados con terapia pueden reestablecer el flujo y conducir a la serenidad psíquica.
La espiritualidad es una armonía de cuerpo, mente y emociones que se denomina “estado de gracia”.

La sensación subjetiva de salud es un sentimiento de animación y deleite en el cuerpo, que aumenta en los momentos de alegría. Nos sentimos hermanados con todas las criaturas vivientes y reconocemos nuestra unión con el mundo.
El dolor, por el contrario, nos aísla y separa de los demás.
La salud se manifiesta objetivamente en la gracia de los movimientos del cuerpo. Cuanto más elásticos y flexibles somos, más cerca estamos de la salud. A medida que nos anquilosamos, nos acercamos a la muerte.

A. Huxley describe tres formas de armonía: la armonía espiritual entraña la sensación de estar conectados con un orden superior. La humana, se refleja en la conducta de una persona hacia su prójimo. Con la armonía animal, nos familiarizamos con la observación de criaturas libres y salvajes. Los humanos adquirimos esa armonía animal cuando nos entregamos a la “virtud del sol y el espíritu del aire” y no abusamos de nuestros cuerpos o interferimos nuestra innata inteligencia animal.

La naturaleza del hombre determina que debe llevar una vida autoconsciente en el tiempo;… “la armonía animal ya no es suficiente para dirigir la vida y debe complementarse con opiniones deliberadas entre el bien y el mal”. Pero aunque la armonía animal no sea suficiente, si que es necesaria.
Cuando mente y cuerpo se separan, la espiritualidad se convierte en un fenómeno intelectual -en una creencia y no en la fuerza vital que es-, mientras que el cuerpo pasa a ser solo carne.

La vida no siempre fluye suavemente, pero cuando uno tiene que arrastrarse a través de los días, algo anda mal en la dinámica del cuerpo y predispone a la enfermedad.
La verdadera armonía no es algo que se aprende, es una de las dotes naturales del hombre. Una vez perdida, sin embargo, sólo se puede recuperar restableciendo la espiritualidad del cuerpo.
El movimiento, la sensación y el pensamiento deben integrarse en acciones plenas.
El hecho de restablecer la armonía como un criterio de salud nos permitirá entender muchos de los problemas emocionales que asolan a los seres humanos y desarrollar la armonía que fomenta la salud.
Espíritu y materia se unen en el concepto de armonía.
El espíritu divino es experimentado como la gracia natural del cuerpo y se expresa en la gentileza de la actitud de la persona hacia todas las criaturas. El estado de gracia es también de salud.

jueves, 16 de mayo de 2013

La Lucha Sexual de los Jóvenes, parte 6



4. LAS DIFICULTADES EN LAS 
   RELACIONES DE CAMARADERÍA
    ENTRE LOS JÓVENES

¿Qué entiende el burgués por camaradería? El burgués no puede conocer la camaradería entre los sexos, porque defiende el orden sexual establecido. El adolescente burgués a dividido su sexualidad en afecto y sensualidad, pues la moral de doble faz le prohíbe el acto sexual con muchachas de su medio. En consecuencia, para él existen dos clases de muchachas: una para el cuerpo y otra para el “alma”. “Adora” a una muchacha de su propia clase, a la que no le impondría jamás la humillación de una relación sexual. Y satisface su cuerpo con hijas del proletariado, ya con prostitutas, ya con muchachas del servicio, ya con empleadas de oficina. Cuando ama, no debe tener relaciones sexuales, y cuando tiene relaciones sexuales, no puede amar. Esta dualidad de la sexualidad es con frecuencia tan importante, que muchos jóvenes burgueses son impotentes cuando desean tener relaciones sexuales con una joven “decente”. En tanto que la mujer satisface antes del matrimonio el lado corporal o sensual de la sexualidad, es un objeto sexual de explotación.
Si la muchacha “adorada” se casa finalmente, pronto pierde la consideración de que gozaba, pues independientemente de los conflictos conyugales, el marido típicamente burgués no llega a desprenderse de la idea de que el acto sexual es para la mujer un acto degradante. Y así, la sexualidad queda igualmente dividida en el matrimonio. El marido burgués continúa la mayor parte de las veces saciando su sexualidad con mujeres a las que paga.
La vida sexual burguesa siempre se encuentra entre contradicciones.

En tanto que la educación en la familia y en la escuela continúe siendo la misma, ( y continuará tanto tiempo como subsista el capitalismo), no podrá haber una verdadera camaradería entre los sexos, salvo los casos en que se tome conciencia.
Por supuesto que rechazamos el acto sexual desprovisto de afecto que no sea más que descarga sexual, sin tener en cuenta a la persona y el lugar. Esto no es más, en efecto, que moral burguesa invertida. Queremos retornar a una sexualidad completa y sana.  Una sexualidad sana va siempre acompañada de sentimientos de afecto y amistad. Quien goza de un desarrollo sexual normal sería incapaz de relaciones sexuales sin lazos personales tiernos y de camaradería.
Estamos convencidos de que la mujer no es inferior por naturaleza al hombre, sino que aquélla ha sido situada en un real estado de inferioridad como resultado de una represión económica y sexual milenaria.
Por camaradería se entiende, bien una relación basada en una comunidad de intereses intelectuales, bien una buena amistad establecida sobre la armonía sexual. Puede existir también una buena camaradería entre muchachos y muchachas sin relaciones sexuales, pero cuando estas existen, la camaradería intelectual acrecienta particularmente la satisfacción sexual.
La responsabilidad sexual existe automáticamente en una vida sexual sana y satisfactoria.
La represión, las predicaciones morales y los ocultamientos no engendran sino dificultades, sin impedir realmente las relaciones sexuales.

Yo preguntaba un día a los jóvenes del grupo “Fichte” sobre la situación relativa a las relaciones sexuales. Los jóvenes respondieron que carecían de ocasiones y de la falta de medios anticonceptivos: añadieron que lo que les producía mayores dificultades era que las muchachas “contaban muchas historias” y se hacían rogar excesivamente, cosa que los jóvenes no tenían ni ganas de hacer ni tiempo disponible, y que ellos sufrían. Entonces rogué a las muchachas que defendieran su punto de vista. Una muchacha afirmó que ellas admitirían gustosamente las relaciones sexuales si no tuvieran  generalmente miedo a que los muchachos se comportasen habitualmente como bestias salvajes, a que simplemente se arrojasen sobre ellas, y que después no se preocupasen más, o bien que hablasen entre ellos mal de las muchachas.
Tales cosas no se producirían si no existiese una moral sexual de doble faz; si los jóvenes hubiesen aprendido a tiempo que la satisfacción sexual no es solamente la satisfacción de una necesidad, como el hambre y la defecación, sino que su desarrollo espiritual, su alegría de vivir, su capacidad para el trabajo y su entusiasmo en la lucha están esencialmente condicionados por el modo de vida tanto sexual como material.

Sería un gran error creer que éstos son asuntos privados sin interés, pues las contradicciones están enraizadas en el orden sexual y en la educación capitalista: éstos corrompen a la juventud y la hacen cada vez con mayor frecuencia incapaz de luchar.


5. Significación de la represión
de la vida sexual de los jóvenes
en el capitalismo    

¿Cuál es la significación de la represión sexual de la juventud?
La mayor parte de los jóvenes aceptan el hecho de la represión de su vida sexual como una cosa natural, normal e inconmovible. Los jóvenes que tienen ideas claras  sobre los problemas sociales , se revelan abiertamente contra el hogar , la escuela y la Iglesia, mientras que los jóvenes sexualmente inhibidos, son generalmente “muy prudentes”, tanto muchachos como muchachas. Esto no ocurre por azar, tiene una verdadera significación. En efecto, en nuestro tiempo la familia y la escuela, desde el punto de vista político, no son otra cosa que talleres del orden social burgués destinados a la fabricación de sujetos discretos y obedientes. El padre, según la imagen tradicional, es el representante de las autoridades burguesas y del poder del Estado en la familia. La Autoridad del Estado exige de los adultos la misma actitud obediente y sumisa que impone el padre a sus hijos cuando éstos son  niños. La falta de espíritu critico, la prohibición de la protesta, la ausencia de opinión personal caracterizan las relaciones de los hijos fieles a la familia con los padres,  así como la de los empleados y funcionarios consagrados a las autoridades con el Estado, la de los obreros con el director de la fabrica.

El vínculo con la represión sexual es el siguiente: la represión de las tensiones y de los deseos sexuales requieren de una gran dosis de energía psíquica en todo individuo. Esto inhibe y lesiona el desarrollo de la actividad, de la razón, de la crítica. Por el contrario, cuanto más se desenvuelve la sexualidad sana y vigorosamente, el individuo se siente más libre, activo y crítico en su comportamiento general.
La moral de la abstinencia es exigida de forma particularmente severa durante la pubertad, porque en general la juventud comienza a esa edad a rebelarse contra la familia; las necesidades sexuales de cada individuo se enfrentan a los opresores.

Examinaremos de cerca el ámbito donde se expresa más intensamente la autoridad de los padres: el de la vida sexual de sus hijos. La intimidación y la atrofia sexuales, así como el despertar en los hijos el miedo a la autoridad por sus deseos, pensamientos y actos sexuales, constituyen el nudo del aparato psíquico con ayuda del cual la familia esclaviza a la juventud al capital.
Importa poco que el éxito de esta represión y de esta sumisión se produzca mediante la brutalidad o el convencimiento. El resultado es siempre la falta de independencia en los jóvenes.
La miseria psíquica y sexual de los hijos es la primera consecuencia de la represión sexual por parte de los padres, a la cual se añade la represión intelectual por la escuela, el embrutecimiento espiritual por la Iglesia y finalmente, la opresión y la explotación material por los empresarios y los patronos.

Mientras, a su vez, la escuela impone respecto de los padres la sumisión intelectual de la juventud, la Iglesia persigue ante todo la represión sexual que representa -no se repetirá esto lo suficiente- el fundamento individual más importante del oscurecimiento clerical del espíritu de crítica por el aparato capitalista.
No es casual -esto tiene una significación clara- que la “confirmación” coincida en los jóvenes católicos casi en el comienzo de la maduración sexual.
Mientras que desde sus primeros años los niños están ya bajo la influencia de la Iglesia, al llegar a la pubescencia caen completamente bajo su acción por los medios de la confirmación y del poderosísimo instrumento de la confesión. No es un secreto para nadie que, durante la confesión, el problema de saber si se ha robado o no carece de importancia, sino la cuestión de saber si se han realizado o no actividades “impuras”, es decir, si el joven se ha masturbado o no, o si se han tenido relaciones sexuales extraconyugales o no. La confesión significa la reactivación permanente de los sentimientos de culpabilidad sexual que los padres han inculcado en la primera infancia a los hijos, a fin de reprimir su curiosidad y sus inquietudes sexuales. Durante la confesión se repite siempre que la sexualidad es un grave pecado y que Dios ve todo y castigará todo lo malo. De aquí nace su miedo a la masturbación, que los agota y enferma; es a partir de aquí cuando se desarrollan los estados de angustia y los graves síntomas hipocondríacos, y finalmente se consolidan los futuros trastornos sexuales.



































martes, 14 de mayo de 2013

La Lucha Sexual de los Jóvenes, parte 5



V. Las Enfermedades venéreas y su prevención

El contagio de las enfermedades venéreas no se produce casi nunca por maldad, sino casi siempre por negligencia o ignorancia. El compañero contagioso generalmente no sabe que está enfermo en el momento del acto sexual. Por eso no se debería tener jamás relaciones sexuales con personas de las que no se conozcan el nombre y la dirección. Es importante también, cuando se cambia de compañero sexual, utilizar los preservativos. No se debería tener jamás relaciones sexuales sin preservativo con compañeros que apenas se acaban de conocer.

VI. Autorregulación de la vida sexual mediante
      la satisfacción sexual

En los pueblos naturales, que llevan una vida sexual satisfactoria y no entorpecida, no existe el crimen sexual, las aberraciones sexuales o las brutalidades sexuales entre hombre y mujer. La violación les es inconcebible pues no les es necesaria. Tampoco comprenden por qué los muchachos y las muchachas no habrían de gozar de su sexualidad. Solamente con la invasión de los bandidos capitalistas y de la Iglesia, que les llevan la “cultura”, pero también la explotación, el alcohol y la sífilis, comienza en ellos la misma miseria que existe entre nosotros.

Sólo un individuo obstaculizado en su vida sexual y golpeado por las inhibiciones morales deviene sexualmente peligroso.
La satisfacción sexual, la descarga regular de las tensiones sexuales regulan la vida sexual.
La educación moral hostil a la sexualidad se enraíza profundamente en la masa de los niños y adolescentes hasta hacerlos incapaces de gozar de su sexualidad y no poder ya liberarse de sus tensiones. Entonces surge la histeria, la vida sexual se convierte en algo sin valor alguno, comparable a la defecación, y aparecen la concupiscencia y la lascivia, los crímenes, las violaciones de niños.

VII. Continencia y rendimiento en el trabajo

 Uno de los argumentos más importantes que se esgrimen para oponerse a las relaciones sexuales entre adolescentes, y que llevan a exigir a éstos la continencia, es que las relaciones sexuales entre adolescentes  serían perjudiciales para su rendimiento “cultural”, tal como ellos dicen.
La verdad es que la prohibición dictada a las relaciones sexuales por la educación y por el conjunto del orden sexual capitalista crea precisamente en los jóvenes las mayores dificultades.

Nosotros sostenemos un punto de vista más justo: la energía y la tensión sexuales pueden ser transformadas hasta un cierto punto en interés por el trabajo, la política y la ciencia; más allá de un determinado grado, la inhibición de la satisfacción sexual perturba el trabajo. Y ello por las siguientes razones: después de un cierto tiempo de vida continente, durante el cual se ha conseguido que el individuo quede absorbido por un trabajo importante sofocando la pulsión sexual, el proceso de rechazo comienza a debilitarse, y en la mayoría de los jóvenes proliferan cada día más los fantasmas sexuales, sean o no conscientes de ello.
Los primeros síntomas de la disminución de la capacidad de trabajo se presentan bajo la forma de perturbaciones de la atención ( dispersión del pensamiento), falta de concentración, “falta de memoria”, mal humor, nerviosismo e inquietud. Las necesidades sexuales no rechazables, que impulsan a la satisfacción inmediata, perturban el trabajo.
Cuanto más intenta el adolescente centrarse en el trabajo a fin de compensar sus dificultades, más le dominan éstas, más se reprocha él mismo y menos lo logra.; sus delirios y sus fantasmas lo desesperan, pero no puede dominarlos, y sólo lo logra por momentos a costa de grandes esfuerzos. La experiencia práctica demuestra que si un adolescente renuncia a tiempo a la continencia, bien empezando a masturbarse, bien teniendo relaciones sexuales, las dificultades en el trabajo desaparecen inmediatamente.


3. A PROPÓSITO DE LA 
    HOMOSEXUALIDAD 

Con frecuencia se oye preguntar si la homosexualidad es natural o no, por qué se le castiga y si es perjudicial para la salud tener relaciones homosexuales.
Cada hombre, tal como la ha demostrado la más reciente investigación científica, tiene a priori una disposición bisexual, tanto físicamente como, por dependencia, psíquicamente. El hombre tiene en un lugar determinado de su órgano sexual trazas de una vagina, y el clítoris de la mujer no es otra cosa que un órgano sexual masculino no desarrollado. Los pezones del hombre son senos no evolucionados.
Hay, pues, hombres en los que los atributos del otro sexo, que corrientemente son informes, han continuado desarrollándose en gran parte al mismo tiempo que los del suyo propio.
Mientras que la homosexualidad de los individuos que acabamos de describir tiene causas corporales, y representa la minoría de los casos, la mayor parte de los homosexuales son, en cuanto a su constitución física, totalmente normales. Estas personas no son homosexuales por razones corporales, sino como resultado de un desarrollo sexual defectuoso en su primera infancia que ha producido muy pronto una experiencia decepcionante ante el otro sexo.

Es así como algunos muchachos se convierten fácilmente en homosexuales después de haber experimentado numerosas decepciones de una madre severa y dura. Del mismo modo, algunas muchachas caen fácilmente en la homosexualidad si han sufrido decepciones de parte de su padre.
Estas decepciones precoces son corrientemente rechazadas. Los individuos afectados, una vez adultos, lo olvidan.
Estas dos formas de homosexualidad son, pues, formas anormales del desarrollo sexual; se convierten en una enfermedad cuando los individuos sufren, como casi siempre es el caso.
Si la homosexualidad es reciente y si no se ha rechazado completamente las relaciones heterosexuales; si además, el individuo en cuestión no soporta gustosamente la homosexualidad y quiere alejarla de sí, esta homosexualidad puede ser curada, en principio, mediante un tratamiento que haga regresar esta desviación infantil del desarrollo sexual.
En los pueblos primitivos, que llevan una vida sexual satisfactoria y apacible, y que no impiden el desarrollo sexual de los niños, la homosexualidad, excepto en su forma espiritual -la amistad- no existe. Según las investigaciones de Malinowski, etnólogo Inglés, la homosexualidad en los pueblos primitivos no apareció hasta que los misioneros comenzaron a introducir la moral cristiana en la vida sexual natural y a separar los sexos.

viernes, 10 de mayo de 2013

La Lucha Sexual de los Jóvenes, parte 4



.
IV. Las Perturbaciones en las relaciones sexuales.   

Muchos jóvenes sufren trastornos sexuales y es necesario que sepan de forma muy clara que se trata de una cuestión de educación, de algo que concierne a nuestro orden social. Muchos de estos trastornos pueden ser curados fácilmente cuando aparecen si se conoce exactamente su naturaleza; pero pueden trasformarse en perturbaciones permanentes si se ignoran sus verdaderas condiciones.
Uno de los problemas que con más frecuencia plantean los jóvenes se refiere a las posibilidades de luchar contra la frigidez en la joven y la eyaculación precoz del muchacho. Para responder, debemos establecer previamente  cuáles son los trastornos y cómo se producen (figura 2).



Tanto en el joven como en la muchacha existen tres clases de trastornos importantes. En el joven son:

1. La erección defectuosa o incompleta,
denominada impotencia.

Esta reposa, con excepción de los casos en que está condicionada físicamente, en un miedo inconsciente a la relación sexual, o sobre el temor a los órganos sexuales femeninos. Se exteriorizan la mayor parte de las veces como un sentimiento de inferioridad. Haciendo conscientes las representaciones de miedo inconscientes que originan la impotencia, ésta se puede curar. Con frecuencia se trata solamente de un temor general al otro sexo, condicionado por una educación que inhibe el desarrollo de la excitación sexual por representaciones de miedo. No se puede ser excitado sexualmente cuando se tiene miedo.
Jamás la erección puede ser forzada por la voluntad, pues se trata de un proceso afectivo inconsciente, y toda intención consciente o toda violencia provocan lo contrario. Cuando en estos estados de gran ansiedad no se desespera, sino que se permanece tranquilo todo el tiempo necesario, y la muchacha no comete la torpeza de burlarse del muchacho, la erección se produce pronto o tarde, si, por otra parte, el muchacho está sano.
Si el muchacho ha gustado una vez del placer sexual, su potencia se afirma progresivamente a medida que las relaciones sexuales se hacen habituales.

2. Eyaculación precoz

La eyaculación precoz impide el clímax y el relajamiento completo. No hay suficiente tiempo para la concentración de la excitación en el órgano sexual; toda la excitación sexual presente no puede ser descargada. Para la joven, la eyaculación precoz le impide ser completamente satisfecha. Este trastorno es también resultado de la represión sexual infantil y de la formación de la ansiedad sexual. Reposa en precipitación ansiosa ante el acto sexual o en una sobreexcitación anterior al acto.
Se puede suprimir este trastorno evitando la precipitación en la práctica del acto sexual y comenzando lentamente y con precaución.

3. El trastorno de la capacidad de goce

Cuando un joven sufre un trastorno de la erección o de eyaculación precoz, se trastorna también la capacidad de gozar. Pero ocurre con mucha frecuencia que jóvenes bien dotados no experimentan el clímax y el relajamiento completo correspondientes al placer final. Esto es debido, ante todo, a las inhibiciones engendradas por la actual educación, que impiden entregarse plenamente al acto.
A esto se añade que no todos los jóvenes son capaces de trabar relaciones en las que se pueda establecer la armonía sexual recíproca, en parte a causa de dificultades psíquicas internas, en parte debido a la miserable situación social.
No se trata de juzgar este hecho moralmente, sino médica y políticamente. Un cambio muy frecuente de compañero excluye precisamente la armonía sexual y, en consecuencia, la satisfacción completa de necesidades de sexualidad y de ternura en el acto sexual.

No queremos alegar principios morales, sólo reconocemos un principio moral, que se puede enunciar así: tenemos necesidad de tus fuerzas para la gran tarea ( que todos debemos cumplir) para la emancipación de los hombres de toda servidumbre; libérate cuanto te sea posible de la moral burguesa y regula, también cuanto te sea posible, tu sexualidad.

Existe en las muchachas por las mismas razones que en los jóvenes, aunque más pronunciadamente, trastornos que presentamos gráficamente en la figura 3.


La línea punteada representa el desarrollo normal, plenamente satisfactorio, de la excitación sexual de la muchacha, y las otras cuatro líneas representan cuatro diferentes trastornos.

1. La insensibilidad total, llamada
“frigidez sexual” 

Esta va paralela, corrientemente, con dolores, o con un gran hastío de la muchacha durante el acto sexual. Es l a línea A. Tales muchachas no sienten satisfacción durante la relación, sino más bien horror por ésta y disgusto.

2. La líniea B representa la defectuosa
sensibilidad de la vagina

La muchacha siente cierto placer durante la relación, pero no puede obtener la plena satisfacción sexual.

3. La línea C muestra el caso particular de una muchacha que siente un placer completamente normal durante el acto sexual, pero que lo rechaza justamente antes del orgasmo. Esto se debe al miedo a la excitación, que se eleva bruscamente y turba la conciencia. Algunas jóvenes sienten este miedo conscientemente y temen que les ocurra algo terrible. Estas jóvenes gozan hasta un cierto grado, pero no experimentan el clímax normal verdadero. Las dos clases de perturbaciones B y C necesitan un tratamiento psíquico, o bien desaparecen con el tiempo, si el compañero procede con suficiente habilidad y cuidado respecto a la muchacha.

4. La línea D representa el trastorno siguiente:

La muchacha está sobrexcitada y parece sentir un goce intenso, pero no puede elevarse hasta el orgasmo. Estas jóvenes sufren mucho, pues se encuentran constantemente en un estado de excitación sexual nunca satisfecho.

miércoles, 8 de mayo de 2013

La Lucha Sexual de los Jóvenes, parte 3




III. El Acto Sexual

Antes de abordar las dificultades de los jóvenes en sus relaciones sexuales, debemos conocer en primer lugar el desarrollo de la satisfacción sexual en el acto sexual practicado en condiciones naturales.
Intentemos representar por una curva las fases del acto sexual en el hombre de buena salud.
 

El acto sexual para el cual es capaz el adolescente al llegar a su madurez sexual y al cual se siente normalmente impulsado, si no ha rechazado la excitación sexual y las representaciones sexuales, comienza con la erección del miembro en los jóvenes y la excitación de los órganos sexuales en las jóvenes. La tensión aumenta bajo el efecto de las caricias, de los besos, de los abrazos, de los contactos de la cara y de la piel etc.
Si se comienza el acto sexual sin juego amoroso previo, la excitación sexual disponible sólo se descarga parcialmente y la pareja queda insatisfecha. La joven lo siente más. Por esto, un acto sexual precipitado y realizado de cualquier manera, produce la mayor de las veces un estado posterior de agobio o de disgusto.
No es necesario describir aquí todas las variedades del juego amoroso. Quien se libera de las inhibiciones sexuales encuentra por sí mismo lo que quiere su compañero. No se puede aprender en los libros el saber hacer sexual. Basta con saber que ninguna práctica sexual es inmoral si no perjudica al compañero, si procura un placer mayor.





En la primera fase (I), ambos compañeros pueden dominar su excitación, aumentar o inhibir la voluntad.
La vagina se humedece y la introducción y los movimientos del órgano masculino no son dolorosos, sino muy agradables. El problema de la posición debe ser de libre elección y en la medida en que la forma no lastime a ninguno y siempre que ambos compañeros estén de acuerdo y sientan satisfacción. Los movimientos de las caderas deben ser coordinados, con lo que la tensión general del cuerpo se transfiere progresivamente a las partes sexuales, hasta que se alcanza una intensidad que ya no puede ser dominada     ( II y III ). La pareja siente, si están sanos, que la excitación los sumerge, que no pueden ni quieren dominarla. El acmé , o placer terminal, se anuncia en el hombre por la sensación de la “venida espermática” y en la mujer por el ardiente deseo de absorber completamente el órgano masculino.

En la gráfica, allí donde la curva sube (III) para volverse en ángulo agudo (IV y V) y bajar progresivamente  ( E ) representa el orgasmo. Este consiste, en consecuencia, en una brusca subida de la excitación hasta llegar a una ligera pérdida de conciencia que se transforma en satisfacción y sosiego.
Después de la satisfacción (que es más completa cuando los dos compañeros alcanzan al mismo tiempo, o casi al mismo tiempo, el orgasmo), los participantes se sienten distendidos; surge un profundo sentimiento de ternura y se cae, cuando las condiciones lo permiten, en un sueño tranquilo y profundo. Al despertar, se siente una renovación de las energías alegres y aptos para el trabajo, y se refuerza la conciencia de sí mismo.
La satisfacción del deseo sexual es, en efecto, una condición necesaria para no sentir obsesiones y para poder consagrarse al trabajo creador.

El desarrollo no perturbado del acto sexual, tal como lo hemos descrito anteriormente, no es producto de la imaginación; es una rara excepción en los jóvenes de nuestros medios, pero es la regla general en los jóvenes de la sociedad comunista primitiva.

jueves, 2 de mayo de 2013

La Lucha Sexual de los Jóvenes, parte 2


2. TENSIÓN SEXUAL Y SATISFACCIÓN

El problema de la excitación sexual y de la prohibición del placer es un quebradero de cabeza para los jóvenes.
Es raro que el hombre y la mujer se unan sexualmente con la intención consciente de procrear un hijo. La Iglesia nos quiere hacer creer, no obstante, que la relación sexual no existe sin el deseo de procreación. En realidad, se tienen relaciones sexuales a causa de la impulsión y de la tensión sexuales, y también por la satisfacción que ofrecen.
El aparato sexual no impulsa únicamente a la unión sexual cuando se quiere y se puede tener hijos, sino que ella actúa de tal suerte que impulsa al hombre de buena salud a tener relaciones sexuales tres veces por semana por término medio.
La procreación está ligada en todo al mundo animal (al cual pertenece también el hombre) al placer sexual más intenso. Esto es precisamente lo que quiere ignorar nuestra sociedad y sobre lo que los jóvenes no tienen ningún derecho a informarse.

I. La Maduración Sexual

La tensión o la excitación sexual que siente todo adolescente es la expresión de un proceso corporal que consiste en que el aparato sexual produce substancias denominadas hormonas que, vertidas en la circulación sanguínea, ponen al sistema nervioso en estado de excitación sexual.
Los estímulos sexuales procedentes de los órganos de los sentidos: ojo, piel, nariz, etc. son también muy importantes.
El estado corporal de excitación sexual se manifiesta a la conciencia como deseo de distensión, es decir, de satisfacción.

La pubertad comienza, por término medio, entre los doce y los catorce años. Las numerosas erecciones del joven, la irrigación y las tensiones acentuadas del órgano sexual en la joven indican que el cuerpo está maduro para las relaciones sexuales.
Sin embargo, en nuestros medios culturales, la madurez psíquica no concuerda con la maduración corporal debido al orden social  reinante y la educación sexual represiva. La represión condiciona un retardo en la maduración psíquica.

La tensión sexual, que se acrecienta considerablemente, busca una salida. Es en este momento cuando comienza el problema de la juventud, pues no existen más que tres posibilidades: relaciones sexuales, onanismo y continencia.

II. El Onanismo de los Jóvenes 

La Iglesia y la ciencia burguesa han presentado al onanismo (masturbación, autosatisfacción) de los niños y adolescentes como un vicio grave, como un fenómeno peligroso y nocivo para la salud. Sólo la sexología moderna considera al onanismo como una forma transitoria totalmente normal de la sexualidad infantil y adolescente. Es la simple expresión de la tensión sexual corporal y mental en el organismo.
Lo que nos debemos preguntar es cuando el onanismo es nocivo y cuando no. Hasta ahora se ha presentado la continencia como la única forma de vida posible de los jóvenes y como la mejor solución; a continuación se ha caído en el error inverso al presentar el onanismo como absolutamente inofensivo y como la única salida y la mejor solución al problema de los jóvenes. Sin embargo, en la época de plena madurez sexual, el onanismo no es ya una manifestación sexual natural.
En las poblaciones primitivas no se ponen impedimentos a las relaciones sexuales de los jóvenes y el onanismo tiene una importancia insignificante.
Para un juicio concreto sobre el onanismo, se deben distinguir las formas perturbadas de las formas normales de autosatisfacción.
Para juzgar cuál es la forma sana, se deben tener en cuenta a los adolescentes que comienzan a masturbarse sin haber sido influenciados por los prejuicios de sus padres, de la Iglesia, o por la pornografía. El muchacho siente una tensión en el órgano sexual y lleva la mano al mismo, la primera vez, completamente inconsciente; se produce entonces una emisión espermática sorprendente para él, que le provoca un apaciguamiento sexual. Durante los tres, cuatro o cinco días siguientes, el muchacho se siente tranquilo sexualmente, hasta que reaparece la tensión. El joven conoce ya la satisfacción sexual relacionada con la tensión y entonces se masturba plenamente consciente. No sufre sentimiento alguno de culpabilidad, no tiene la impresión de perjudicarse haciendo aquello y, por consiguiente, no se bloquea el desarrollo de la excitación.

Estos jóvenes permanecen completamente sanos hasta que son asustados por un camarada, por los padres o los medios pornográficos que corrientemente caen en sus manos. Entonces solamente se despierta en ellos la idea de que cometen una acción terrible y comienzan a luchar contra la pulsión y la autosatisfacción. Lo mismo ocurre con las muchachas. Es entonces precisamente, cuando comienzan a desarrollarse en el joven perturbaciones corporales y psíquicas muy nocivas.; dicho de otro modo: se presentan los estragos consecutivos a la inhibición y al bloqueo del desarrollo normal de la excitación sexual. No se trata pues, de las consecuencias del onanismo, sino de la inhibición, del sentimiento de culpabilidad, del miedo y del arrepentimiento. Este  es el motivo de que sea absolutamente necesario que el joven termine la masturbación una vez comenzada y no se perturbe la satisfacción.
Quien tenga sentimientos conscientes o inconscientes de culpabilidad masturbatoria debe hacerse consultar en un centro de orientación sexual o confiarse a una persona de su preferencia, la que debe dar muestras de comprensión.

Fantasmas sexuales, conscientes o inconscientes, están ligados siempre al onanismo. Si el muchacho o la muchacha se masturban con fantasmas del acto sexual, de besos o abrazos, ello no debe preocupar. Pero si comienzan a aparecer fantasmas sádicos o masoquistas se necesitará atención.
La duración de este estado en que la masturbación produce la satisfacción en muy variable. Desde el estricto punto de vista médico, no podemos decir otra cosa que lo siguiente: tan pronto como la masturbación no cumpla su misión de satisfacer sexualmente, tan pronto como empiece a asociarse al disgusto, a sentimientos de culpabilidad, el joven no debe dudar en practicar las relaciones sexuales. Aunque esto es muy poco realizable para la mayor parte  de ellos.  Por lo que se plantea nuevamente el obstáculo que nuestro orden social pone a las relaciones sexuales.
Si el joven no logra dar el paso hacia las relaciones sexuales y hacia una vida sexual madura, si el camino le es bloqueado por delante, puede fácilmente regresar, es decir, retornar a los fantasmas infantiles y a las desviaciones.
Con frecuencia se manifiesta entonces por primera vez una inclinación lúbrica hacia el voyeurismo (contemplar los cuerpos desnudos) o hacia el exhibicionismo ( presentación de los propios órganos sexuales), o la práctica sexual con niños. Las tendencias sádicas (pegar, azotar) y masoquistas (ser golpeado, azotado), que normalmente son rechazadas y debilitadas por la actividad sexual, alcanzan entonces su mayor intensidad, consecutiva de la insatisfacción, como consecuencia del bloqueo de la energía sexual.
No tenemos ningún interés en provocar el miedo; solamente afirmamos que se pueden causar tales perturbaciones al impedir el inicio de la vida sexual normal del adolescente.
La masturbación se prolonga hoy en la mayor parte de los jóvenes más allá del periodo en que ésta es inofensiva a causa de los obstáculos sociales a las relaciones sexuales.