jueves, 2 de mayo de 2013

La Lucha Sexual de los Jóvenes, parte 2


2. TENSIÓN SEXUAL Y SATISFACCIÓN

El problema de la excitación sexual y de la prohibición del placer es un quebradero de cabeza para los jóvenes.
Es raro que el hombre y la mujer se unan sexualmente con la intención consciente de procrear un hijo. La Iglesia nos quiere hacer creer, no obstante, que la relación sexual no existe sin el deseo de procreación. En realidad, se tienen relaciones sexuales a causa de la impulsión y de la tensión sexuales, y también por la satisfacción que ofrecen.
El aparato sexual no impulsa únicamente a la unión sexual cuando se quiere y se puede tener hijos, sino que ella actúa de tal suerte que impulsa al hombre de buena salud a tener relaciones sexuales tres veces por semana por término medio.
La procreación está ligada en todo al mundo animal (al cual pertenece también el hombre) al placer sexual más intenso. Esto es precisamente lo que quiere ignorar nuestra sociedad y sobre lo que los jóvenes no tienen ningún derecho a informarse.

I. La Maduración Sexual

La tensión o la excitación sexual que siente todo adolescente es la expresión de un proceso corporal que consiste en que el aparato sexual produce substancias denominadas hormonas que, vertidas en la circulación sanguínea, ponen al sistema nervioso en estado de excitación sexual.
Los estímulos sexuales procedentes de los órganos de los sentidos: ojo, piel, nariz, etc. son también muy importantes.
El estado corporal de excitación sexual se manifiesta a la conciencia como deseo de distensión, es decir, de satisfacción.

La pubertad comienza, por término medio, entre los doce y los catorce años. Las numerosas erecciones del joven, la irrigación y las tensiones acentuadas del órgano sexual en la joven indican que el cuerpo está maduro para las relaciones sexuales.
Sin embargo, en nuestros medios culturales, la madurez psíquica no concuerda con la maduración corporal debido al orden social  reinante y la educación sexual represiva. La represión condiciona un retardo en la maduración psíquica.

La tensión sexual, que se acrecienta considerablemente, busca una salida. Es en este momento cuando comienza el problema de la juventud, pues no existen más que tres posibilidades: relaciones sexuales, onanismo y continencia.

II. El Onanismo de los Jóvenes 

La Iglesia y la ciencia burguesa han presentado al onanismo (masturbación, autosatisfacción) de los niños y adolescentes como un vicio grave, como un fenómeno peligroso y nocivo para la salud. Sólo la sexología moderna considera al onanismo como una forma transitoria totalmente normal de la sexualidad infantil y adolescente. Es la simple expresión de la tensión sexual corporal y mental en el organismo.
Lo que nos debemos preguntar es cuando el onanismo es nocivo y cuando no. Hasta ahora se ha presentado la continencia como la única forma de vida posible de los jóvenes y como la mejor solución; a continuación se ha caído en el error inverso al presentar el onanismo como absolutamente inofensivo y como la única salida y la mejor solución al problema de los jóvenes. Sin embargo, en la época de plena madurez sexual, el onanismo no es ya una manifestación sexual natural.
En las poblaciones primitivas no se ponen impedimentos a las relaciones sexuales de los jóvenes y el onanismo tiene una importancia insignificante.
Para un juicio concreto sobre el onanismo, se deben distinguir las formas perturbadas de las formas normales de autosatisfacción.
Para juzgar cuál es la forma sana, se deben tener en cuenta a los adolescentes que comienzan a masturbarse sin haber sido influenciados por los prejuicios de sus padres, de la Iglesia, o por la pornografía. El muchacho siente una tensión en el órgano sexual y lleva la mano al mismo, la primera vez, completamente inconsciente; se produce entonces una emisión espermática sorprendente para él, que le provoca un apaciguamiento sexual. Durante los tres, cuatro o cinco días siguientes, el muchacho se siente tranquilo sexualmente, hasta que reaparece la tensión. El joven conoce ya la satisfacción sexual relacionada con la tensión y entonces se masturba plenamente consciente. No sufre sentimiento alguno de culpabilidad, no tiene la impresión de perjudicarse haciendo aquello y, por consiguiente, no se bloquea el desarrollo de la excitación.

Estos jóvenes permanecen completamente sanos hasta que son asustados por un camarada, por los padres o los medios pornográficos que corrientemente caen en sus manos. Entonces solamente se despierta en ellos la idea de que cometen una acción terrible y comienzan a luchar contra la pulsión y la autosatisfacción. Lo mismo ocurre con las muchachas. Es entonces precisamente, cuando comienzan a desarrollarse en el joven perturbaciones corporales y psíquicas muy nocivas.; dicho de otro modo: se presentan los estragos consecutivos a la inhibición y al bloqueo del desarrollo normal de la excitación sexual. No se trata pues, de las consecuencias del onanismo, sino de la inhibición, del sentimiento de culpabilidad, del miedo y del arrepentimiento. Este  es el motivo de que sea absolutamente necesario que el joven termine la masturbación una vez comenzada y no se perturbe la satisfacción.
Quien tenga sentimientos conscientes o inconscientes de culpabilidad masturbatoria debe hacerse consultar en un centro de orientación sexual o confiarse a una persona de su preferencia, la que debe dar muestras de comprensión.

Fantasmas sexuales, conscientes o inconscientes, están ligados siempre al onanismo. Si el muchacho o la muchacha se masturban con fantasmas del acto sexual, de besos o abrazos, ello no debe preocupar. Pero si comienzan a aparecer fantasmas sádicos o masoquistas se necesitará atención.
La duración de este estado en que la masturbación produce la satisfacción en muy variable. Desde el estricto punto de vista médico, no podemos decir otra cosa que lo siguiente: tan pronto como la masturbación no cumpla su misión de satisfacer sexualmente, tan pronto como empiece a asociarse al disgusto, a sentimientos de culpabilidad, el joven no debe dudar en practicar las relaciones sexuales. Aunque esto es muy poco realizable para la mayor parte  de ellos.  Por lo que se plantea nuevamente el obstáculo que nuestro orden social pone a las relaciones sexuales.
Si el joven no logra dar el paso hacia las relaciones sexuales y hacia una vida sexual madura, si el camino le es bloqueado por delante, puede fácilmente regresar, es decir, retornar a los fantasmas infantiles y a las desviaciones.
Con frecuencia se manifiesta entonces por primera vez una inclinación lúbrica hacia el voyeurismo (contemplar los cuerpos desnudos) o hacia el exhibicionismo ( presentación de los propios órganos sexuales), o la práctica sexual con niños. Las tendencias sádicas (pegar, azotar) y masoquistas (ser golpeado, azotado), que normalmente son rechazadas y debilitadas por la actividad sexual, alcanzan entonces su mayor intensidad, consecutiva de la insatisfacción, como consecuencia del bloqueo de la energía sexual.
No tenemos ningún interés en provocar el miedo; solamente afirmamos que se pueden causar tales perturbaciones al impedir el inicio de la vida sexual normal del adolescente.
La masturbación se prolonga hoy en la mayor parte de los jóvenes más allá del periodo en que ésta es inofensiva a causa de los obstáculos sociales a las relaciones sexuales.

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