jueves, 30 de mayo de 2013

La Espiritualidad del Cuerpo, parte 5

Capitulo 7 “Arraigarse: la conexión
con la realidad


La calidad de las sensaciones sexuales de un individuo dependen  de la cantidad de energía o excitación que contenga su cuerpo, pues una energía reducida significa una menor sensibilidad. También depende del grado de armonía que tenga el cuerpo, que permite que la carga energética fluya libre y plenamente. Por último, depende de lo conectado que esté el individuo a la tierra, energéticamente, de su arraigo. Si un sistema energético (un circuito eléctrico, por ejemplo) no está conectado a tierra, existe el riesgo de que lo haga estallar una fuerte sobrecarga. Del mismo modo, los individuos desarraigados corren el riesgo de que las sensaciones fuertes, sexuales u otras, los  sobrecarguen y abrumen.
Para evitar que suceda, los individuos desarraigados deben reducir todas las sensaciones, porque si se ven abrumados, se aterrorizan. En contraste, un individuo arraigado puede soportar una fuerte excitación, que experimentará como una sensación de gozo y trascendencia.

Los humanos somos como los árboles, arraigados a la tierra en un extremo y tendiendo al cielo desde el otro. Cuán alto podemos tender depende de la fuerza de nuestro arraigo. Si se desarraiga un árbol, mueren sus hojas; si se desarraiga una persona su espiritualidad se convierte en una abstracción carente de vida.
Como criaturas de la tierra, estamos conectados al suelo a través de las piernas y los pies.
Cuando decimos que un individuo está enraizado o que tiene los pies en la tierra, eso significa que sabe quién es y dónde está parado.

La ausencia de sensaciones en las piernas hace que el contacto con el suelo sea sólo mecánico. No basta con saber que uno tiene los pies en el suelo. Lo que se requiere es el proceso energético en el que la onda de excitación descienda por el cuerpo hasta las piernas y los pies. Nos sentimos enraizados cuando la onda de excitación llega al suelo, invierte su dirección y fluye hacia arriba, como si la tierra nos empujara para mantenernos erguidos.
Dado que los seres humanos pensamos constantemente mientras permanecemos despiertos, podríamos preguntarnos si la distracción no es natural. Pero normalmente la atención oscila con suficiente rapidez como para que sea posible tener conciencia de lo que sucede en la mente y en el cuerpo simultáneamente. El éxito de esta práctica depende de la presencia de una pulsación energética en el cuerpo que conecte sus dos extremos.

La calidad del enraizamiento de un individuo determina su sensación interna de seguridad. Si está bien enraizado, se siente firme sobre sus piernas. Lo que importa no es lo fuerte que sean sus piernas sino la sensibilidad que tengan.
La sensación básica de seguridad de un individuo está determinada por su relación primera con la madre. Las experiencias positivas - cuidados, cariño, apoyo, afecto, aprobación- dejan el cuerpo del niño en un estado suave, natural y gracioso. El niño experimentará su cuerpo como una fuente de placer y de gozo, identificándose y sintiéndose conectado con su naturaleza animal. Por el contrario, cuando un niño sufre la falta de atención afectiva por parte de la madre, su cuerpo se tensa. La madre es nuestra tierra personal, así como la tierra es nuestra madre universal.
Cualquier inseguridad que sienta el niño en la relación con su madre quedará registrada en su cuerpo. Una vez que se ha registrado ésta, el individuo queda atrapado en un círculo vicioso, ya que continuará sintiéndose socavado mucho después de haber dejado de depender de la madre.
El problema de la inseguridad es insoluble si el individuo no cobra conciencia de su desarraigo. Quizá crea estar seguro de sí mismo porque tiene dinero, una posición y una familia, pero carecerá de una sensación interna de seguridad si no está enraizado.

Además de la relajación muscular, es esencial que el cuerpo mantenga un correcto alineamiento  para que la excitación lo recorra libre y plenamente. Ese alineamiento comienza en el pie, en donde el arco actúa como un mecanismo de resorte que absorbe los golpes que se producen al caminar. Los pies planos ocasionan una pérdida del efecto de resorte en el paso e indican que los pies están insuficientemente cargados de energía. Los arcos elevados, por su parte, suelen observarse en individuos con piernas extremadamente delgadas. Criados por madres inaccesibles u hostiles, esos individuos se sienten obligados a despegarse del suelo.
La posición de los pies es importante también para el alineamiento apropiado. Debemos aprender a pararnos con los pies derechos y separados unos veinte centímetros, y las rodillas ligeramente flexionadas y en línea con la parte media de cada pie.

Es importante que el individuo perciba sus piernas y sus pies esté caminando, de pie o sentado. Al estar sentado, es importante que cobre noción de sus asentaderas.
Los individuos que no están enraizados padecen problemas lumbares. Los que están enraizados y son armoniosos se mantienen erguidos por obra de una fuerza vital que corre desde el suelo a través de los pies, las piernas, los muslos, la pelvis, la espalda, el cuello y la cabeza. La existencia de esta fuerza o energía vital es reconocida en la disciplina yoga, se llama Kundalini y se dice que fluye del sacro a la cabeza a lo largo de la columna vertebral cuando el discípulo medita en la posición del loto. De pie o caminando, uno experimenta este movimiento energético que proviene del suelo.

Al igual que los árboles, los seres humanos miramos al cielo como fuente de energía vital, pero también dependemos de la tierra para nuestra substancia. Si nos disociamos de nuestra naturaleza animal (y de la mitad inferior del cuerpo), perdemos nuestro enraizamiento. Para estar enraizado hay que ser una persona sexual. Y para que uno sea un adulto sexual, los movimientos de la pelvis deben ser libres.
En general, nuestros movimientos son armoniosos sólo si permitimos que la onda de excitación fluya hacia arriba, sin impedimentos, desde el suelo. Para esto es imprescindible que la pelvis esté relajada. Cuando la pelvis se mueve libremente, uno se siente elevado, desenvuelto y lleno de gracia.

Uno podría preguntarse cómo se aplica el principio del enraizamiento al acto sexual cuando dos personas yacen una sobre la otra en la cama. Si el hombre se coloca encima, puede enraizarse presionando sus pies contra los pies de la cama o contra la pared. Con las rodillas flexionadas, la pelvis se moverá naturalmente. Si la cama no tiene barandilla y no hay ninguna pared al alcance, el hombre puede enterrar los dedos de los pies en el colchón de modo que el movimiento pélvico parta de los pies. Si la mujer se coloca bajo, puede enraizarse presionando los pies en el colchón o colocando las piernas alrededor de su compañero de modo que su propio cuerpo se convierta en suelo. (Desde luego, ambos pueden intercambiar las posiciones.) La aplicación de este principio a los movimientos sexuales del coito constituye una importante diferencia en la calidad e intensidad de las sensaciones. La excitación aumenta debido a que toda la parte inferior del cuerpo participa activamente en el acto sexual, y no sólo el aparato genital. Si uno está enraizado en el acto sexual, le es más fácil entregarse a la descarga orgásmica.

Cuando la terapia tiene éxito, los pies del paciente se agrandan, las piernas se ablandan, la pelvis se afloja, la respiración se hace más profunda y los hombros descienden. El individuo ya no se impulsa a sí mismo hacia arriba sino que deja que lo sostenga el suelo.
Lamentablemente, nuestra cultura se está alejando del cuerpo como fuente de sentimientos y espiritualidad. Nuestros programas de acondicionamiento físico no están diseñados para aumentar la sensibilidad del cuerpo sino para pulirlo como si fuera una máquina. De este modo, resultan individuos aptos sólo para cubrir la carrera de la vida. Si la meta es llegar a la cima, supongo que los programas de acondicionamiento físico serán útiles. Pero si la meta es experimentar la alegría de estar cabalmente vivo, la excitación de sentirse parte del universo pulsante y la profunda satisfacción de ser una persona armónica y agradable, entonces habrá que buscar otro medio.

Es difícil aminorar el ritmo cuando el mundo pasa corriendo a nuestro lado. Es difícil arraigarse cuando la cultura misma está desarraigada, cuando niega la realidad y fomenta la ilusión de que el éxito representa un estado superior y que la gente de éxito lleva una vida más rica y plena. De todos modos, los verdaderos valores en la vida son valores “terrenos”: la salud, la gracia, la conexión, el placer y el amor. Pero estos valores cobran significado sólo si se tiene los pies firmemente asentados en la tierra.

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