lunes, 27 de mayo de 2013

La Espiritualidad del Cuerpo, parte 4

Capítulo 6  “Sexualidad y Espiritualidad”

Muchas personas creen que la sexualidad y la espiritualidad son diametralmente opuestas. A su entender, la espiritualidad se registra en la cabeza, y la sexualidad tiene lugar en la parte inferior del cuerpo. Este punto de vista distorsiona la realidad del ser humano, un individuo sexualmente diferenciado en cada célula de su cuerpo. Análogamente, la espiritualidad también es una función de todo el cuerpo.
 La espiritualidad disociada de la sexualidad se convierte en una abstracción, y la sexualidad disociada de la espiritualidad en un acto puramente físico.

Cuando el sentimiento de amor ocupa la cabeza, uno percibe su propia conexión con el Universo y lo universal. Cuando ocupa la pelvis y las piernas, uno se siente conectado con la Tierra y lo particular.
Un principio Bioenergético básico establece que la corriente de excitación hacia arriba y hacia bajo en el cuerpo es pulsátil, lo que significa, en lo que atañe a la sensibilidad, que no podemos ser más espirituales de lo que somos sexuales.
Cuando nuestro espíritu interviene plenamente en cualquier acto, ese acto asume una cualidad espiritual. Puede experimentarse del modo más vívido en el acto sexual, que lleva a la fusión de dos personas en la danza de la vida. Cuando se produce esta fusión, los amantes trascienden las fronteras del yo para convertirse en una unidad con las principales fuerzas del universo.

El amor es la clave de esa fusión. La intimidad entre un hombre y una mujer está motivado por el mismo sentimiento de amor que une a la madre y el hijo, a una persona con su mascota, al ser humano y su prójimo. El amor es un estado de excitación placentero que varía en intensidad según la situación. Esa misma excitación se produce en la unión mística de una persona y su dios.

Desde luego, la excitación que sienten dos amantes cuando están juntos contiene una dimensión adicional, que fluye hacia bajo por el cuerpo y excita con fuerza los órganos genitales. Cuando esto sucede, la excitación y la tensión alcanzan tal grado que la persona  siente la imperiosa necesidad de un contacto más íntimo y la descarga de la excitación.
 El gozo del sexo contiene dos vertientes: 1) el placer que obtiene la persona de la excitación del contacto y 2) la plenitud que brinda la descarga genital de la excitación. El placer inicial es sensual y anticipatorio; el placer de la descarga orgásmica es puramente sexual y notablemente satisfactorio. En el clímax, llega al nivel del éxtasis.
Tras una fuerte descarga orgásmica, la persona siente una profunda calma. Puede invadirla el sueño antes de que recobre la conciencia del yo. A este adormecimiento de la conciencia los franceses lo describen como le petit mort, la pequeña muerte. Uno siente que ha renacido tras la experiencia.
 
Un hecho generalmente no reconocido es que el acto sexual fue la fuente de inspiración del método primitivo de obtención del fuego. La secuencia de: fricción, calor, llama; es común a ambas acciones, cuya finalidad es producir una hermosa llama. Lamentablemente, pera la mayoría de la gente, el acto sexual culmina en unos cuantos chispazos, y no en la llama que consume la carne, convirtiéndola en puro espíritu. En eso consiste la trascendencia.

Todo acto creativo contiene cierto grado de trascendencia. Se requieren dos factores para producir esta trascendencia: inspiración y pasión. La inspiración de una obra artística contiene siempre algún toque del espíritu divino, que le permite al artista renunciar a su yo y fundirse con su obra. A través de esta renuncia y fusión, nace algo nuevo que siempre es superior al artista mismo, ya sea una gran pintura o una gran composición musical, y que contiene un espíritu capaz de conmover profundamente a los ejecutantes y al público. Estas creaciones parecen tener vida propia.

Un individuo no experimentará el misterio y la grandeza del sexo, a menos que se deje llevar por la pasión divina del amor.
En muchos casos, esta pasión es sofocada muy pronto en la vida por ciertas experiencias dolorosas en los periodos oral y edípico del desarrollo.
Las sensaciones sexuales se limitan cuando son causa de dolor, humillación y/o peligro. La pesadez y pasividad de la parte inferior del cuerpo es una forma que suele adoptar ese daño.
Generalmente, los individuos no son conscientes de su pelvis inmovilizada, pero la capacidad de entregarse al orgasmo se ve particularmente afectada por la tensión de la base pélvica.

Dado que la actividad sexual, como la defecación y la micción, es una de las funciones más estrechamente asociadas con nuestra naturaleza animal, tal vez resulte difícil aceptar que existe una conexión entre la espiritualidad y la sexualidad. Si no advertimos esa conexión, es porque hemos perdido el contacto con aquello que las une: el corazón del cuerpo. Cuando amamos a nuestro compañero sexual con todo el amor que tenemos en el corazón, la unión es tanto espiritual como sexual. Esta noción puede parecer una herejía pero la actividad sexual ha sido utilizada desde hace mucho tiempo en los ritos religiosos de las culturas primitivas para conectar con la divinidad.
 Cualquiera que sea el medio empleado para establecer una conexión sensible con lo infinito, debe incluir al cuerpo si se pretende que sea algo más que una idea que se tiene en la cabeza. Todas las religiones reconocen que un hombre debe renunciar a su yo para unirse a su dios. No hay modo mejor ni más directo que experimentar esta renuncia, que el acto de amor sexual.

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