jueves, 16 de mayo de 2013

La Lucha Sexual de los Jóvenes, parte 6



4. LAS DIFICULTADES EN LAS 
   RELACIONES DE CAMARADERÍA
    ENTRE LOS JÓVENES

¿Qué entiende el burgués por camaradería? El burgués no puede conocer la camaradería entre los sexos, porque defiende el orden sexual establecido. El adolescente burgués a dividido su sexualidad en afecto y sensualidad, pues la moral de doble faz le prohíbe el acto sexual con muchachas de su medio. En consecuencia, para él existen dos clases de muchachas: una para el cuerpo y otra para el “alma”. “Adora” a una muchacha de su propia clase, a la que no le impondría jamás la humillación de una relación sexual. Y satisface su cuerpo con hijas del proletariado, ya con prostitutas, ya con muchachas del servicio, ya con empleadas de oficina. Cuando ama, no debe tener relaciones sexuales, y cuando tiene relaciones sexuales, no puede amar. Esta dualidad de la sexualidad es con frecuencia tan importante, que muchos jóvenes burgueses son impotentes cuando desean tener relaciones sexuales con una joven “decente”. En tanto que la mujer satisface antes del matrimonio el lado corporal o sensual de la sexualidad, es un objeto sexual de explotación.
Si la muchacha “adorada” se casa finalmente, pronto pierde la consideración de que gozaba, pues independientemente de los conflictos conyugales, el marido típicamente burgués no llega a desprenderse de la idea de que el acto sexual es para la mujer un acto degradante. Y así, la sexualidad queda igualmente dividida en el matrimonio. El marido burgués continúa la mayor parte de las veces saciando su sexualidad con mujeres a las que paga.
La vida sexual burguesa siempre se encuentra entre contradicciones.

En tanto que la educación en la familia y en la escuela continúe siendo la misma, ( y continuará tanto tiempo como subsista el capitalismo), no podrá haber una verdadera camaradería entre los sexos, salvo los casos en que se tome conciencia.
Por supuesto que rechazamos el acto sexual desprovisto de afecto que no sea más que descarga sexual, sin tener en cuenta a la persona y el lugar. Esto no es más, en efecto, que moral burguesa invertida. Queremos retornar a una sexualidad completa y sana.  Una sexualidad sana va siempre acompañada de sentimientos de afecto y amistad. Quien goza de un desarrollo sexual normal sería incapaz de relaciones sexuales sin lazos personales tiernos y de camaradería.
Estamos convencidos de que la mujer no es inferior por naturaleza al hombre, sino que aquélla ha sido situada en un real estado de inferioridad como resultado de una represión económica y sexual milenaria.
Por camaradería se entiende, bien una relación basada en una comunidad de intereses intelectuales, bien una buena amistad establecida sobre la armonía sexual. Puede existir también una buena camaradería entre muchachos y muchachas sin relaciones sexuales, pero cuando estas existen, la camaradería intelectual acrecienta particularmente la satisfacción sexual.
La responsabilidad sexual existe automáticamente en una vida sexual sana y satisfactoria.
La represión, las predicaciones morales y los ocultamientos no engendran sino dificultades, sin impedir realmente las relaciones sexuales.

Yo preguntaba un día a los jóvenes del grupo “Fichte” sobre la situación relativa a las relaciones sexuales. Los jóvenes respondieron que carecían de ocasiones y de la falta de medios anticonceptivos: añadieron que lo que les producía mayores dificultades era que las muchachas “contaban muchas historias” y se hacían rogar excesivamente, cosa que los jóvenes no tenían ni ganas de hacer ni tiempo disponible, y que ellos sufrían. Entonces rogué a las muchachas que defendieran su punto de vista. Una muchacha afirmó que ellas admitirían gustosamente las relaciones sexuales si no tuvieran  generalmente miedo a que los muchachos se comportasen habitualmente como bestias salvajes, a que simplemente se arrojasen sobre ellas, y que después no se preocupasen más, o bien que hablasen entre ellos mal de las muchachas.
Tales cosas no se producirían si no existiese una moral sexual de doble faz; si los jóvenes hubiesen aprendido a tiempo que la satisfacción sexual no es solamente la satisfacción de una necesidad, como el hambre y la defecación, sino que su desarrollo espiritual, su alegría de vivir, su capacidad para el trabajo y su entusiasmo en la lucha están esencialmente condicionados por el modo de vida tanto sexual como material.

Sería un gran error creer que éstos son asuntos privados sin interés, pues las contradicciones están enraizadas en el orden sexual y en la educación capitalista: éstos corrompen a la juventud y la hacen cada vez con mayor frecuencia incapaz de luchar.


5. Significación de la represión
de la vida sexual de los jóvenes
en el capitalismo    

¿Cuál es la significación de la represión sexual de la juventud?
La mayor parte de los jóvenes aceptan el hecho de la represión de su vida sexual como una cosa natural, normal e inconmovible. Los jóvenes que tienen ideas claras  sobre los problemas sociales , se revelan abiertamente contra el hogar , la escuela y la Iglesia, mientras que los jóvenes sexualmente inhibidos, son generalmente “muy prudentes”, tanto muchachos como muchachas. Esto no ocurre por azar, tiene una verdadera significación. En efecto, en nuestro tiempo la familia y la escuela, desde el punto de vista político, no son otra cosa que talleres del orden social burgués destinados a la fabricación de sujetos discretos y obedientes. El padre, según la imagen tradicional, es el representante de las autoridades burguesas y del poder del Estado en la familia. La Autoridad del Estado exige de los adultos la misma actitud obediente y sumisa que impone el padre a sus hijos cuando éstos son  niños. La falta de espíritu critico, la prohibición de la protesta, la ausencia de opinión personal caracterizan las relaciones de los hijos fieles a la familia con los padres,  así como la de los empleados y funcionarios consagrados a las autoridades con el Estado, la de los obreros con el director de la fabrica.

El vínculo con la represión sexual es el siguiente: la represión de las tensiones y de los deseos sexuales requieren de una gran dosis de energía psíquica en todo individuo. Esto inhibe y lesiona el desarrollo de la actividad, de la razón, de la crítica. Por el contrario, cuanto más se desenvuelve la sexualidad sana y vigorosamente, el individuo se siente más libre, activo y crítico en su comportamiento general.
La moral de la abstinencia es exigida de forma particularmente severa durante la pubertad, porque en general la juventud comienza a esa edad a rebelarse contra la familia; las necesidades sexuales de cada individuo se enfrentan a los opresores.

Examinaremos de cerca el ámbito donde se expresa más intensamente la autoridad de los padres: el de la vida sexual de sus hijos. La intimidación y la atrofia sexuales, así como el despertar en los hijos el miedo a la autoridad por sus deseos, pensamientos y actos sexuales, constituyen el nudo del aparato psíquico con ayuda del cual la familia esclaviza a la juventud al capital.
Importa poco que el éxito de esta represión y de esta sumisión se produzca mediante la brutalidad o el convencimiento. El resultado es siempre la falta de independencia en los jóvenes.
La miseria psíquica y sexual de los hijos es la primera consecuencia de la represión sexual por parte de los padres, a la cual se añade la represión intelectual por la escuela, el embrutecimiento espiritual por la Iglesia y finalmente, la opresión y la explotación material por los empresarios y los patronos.

Mientras, a su vez, la escuela impone respecto de los padres la sumisión intelectual de la juventud, la Iglesia persigue ante todo la represión sexual que representa -no se repetirá esto lo suficiente- el fundamento individual más importante del oscurecimiento clerical del espíritu de crítica por el aparato capitalista.
No es casual -esto tiene una significación clara- que la “confirmación” coincida en los jóvenes católicos casi en el comienzo de la maduración sexual.
Mientras que desde sus primeros años los niños están ya bajo la influencia de la Iglesia, al llegar a la pubescencia caen completamente bajo su acción por los medios de la confirmación y del poderosísimo instrumento de la confesión. No es un secreto para nadie que, durante la confesión, el problema de saber si se ha robado o no carece de importancia, sino la cuestión de saber si se han realizado o no actividades “impuras”, es decir, si el joven se ha masturbado o no, o si se han tenido relaciones sexuales extraconyugales o no. La confesión significa la reactivación permanente de los sentimientos de culpabilidad sexual que los padres han inculcado en la primera infancia a los hijos, a fin de reprimir su curiosidad y sus inquietudes sexuales. Durante la confesión se repite siempre que la sexualidad es un grave pecado y que Dios ve todo y castigará todo lo malo. De aquí nace su miedo a la masturbación, que los agota y enferma; es a partir de aquí cuando se desarrollan los estados de angustia y los graves síntomas hipocondríacos, y finalmente se consolidan los futuros trastornos sexuales.



































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