viernes, 12 de diciembre de 2014

Lo que verdaderamente dijo Jung, parte 3


Animus y Anima

La integración de lo masculino y lo femenino.

Una síntesis descriptiva del proceso de individuación hasta el momento, podría ser el siguiente: hemos ido aprendiendo a caminar en la verdad “aflojando” la máscara, haciendo que el mundo externo mismo se haga más lúcido, con mayores contornos y detalles para la conciencia. Hemos aprendido a buscar la verdad de nosotros mismos, independizándonos de la conciencia colectiva, aprendiendo a vivir a partir de nuestro interior, de lo que auténticamente sentimos y pensamos.

Al confrontarnos con nuestra sombra, también nos hemos ido reconciliando gradualmente con nuestra historia. Esos acontecimientos vergonzosos, esas personas o sucesos que han sido para nosotros causas de temor o de resentimiento; esos eventos penosos, dolorosos; esos temas que siempre han sido un poco tabú por el temor que nos inspiran; en fin, todo ese “mundo” del cual en el fondo no hemos querido saber nada.

Al entrar en nuestra conciencia, tales hechos nos han enriquecido con nuevas energías, o han disminuido las que nos paralizaban. Además, nuevas cualidades se han incorporado a nuestra manera de ser, enriqueciendo nuestra personalidad.

Una nueva sensación de libertad ha ido apareciendo; nos sentimos con mayor “voluntad”; hay menos recursos a la proyección y hemos aprendido a dejar tranquilos a los demás. Hay en fin, mayor paz personal y social. La sombra se ha convertido en luz, y nuestros enemigos interiores en amigos y confidentes.

Dentro del inconsciente colectivo, la función arquetípica más inmediata es aquella que se refiere a la diferenciación de lo masculina y lo femenino, al menos en el mundo de hoy.

Muchos de los problemas actuales del ser humano y de la cultura derivan de una falta de integración de este par de funciones arquetípicas. El psiquismo del hombre y la mujer, no es exactamente el mismo. La necesidad de reforzar los elementos femeninos en forma adecuada y armónica con los rasgos masculinos, es urgencia en nuestra época.

Al hablar de este par de arquetipos que expresan la polaridad masculino - femenino, el Animus y el Anima, Jung los describió en términos de “Eros - Logos”, sólo como ayudas conceptuales para describir el hecho de que la conciencia de la mujer se caracteriza más por lo unitivo de Eros, que por lo diferenciador y cognoscitivo del Logos.

A la luz de la antiquísima psicología china, el cosmos se reduce a la polaridad del principio Yang y el principio Yin. Todo en el mundo concreto participa de las varias proporciones del Yin y el Yang.

En general, el hombre es de un nivel Logos, pensamiento - sensación, teniendo reprimido el sentimiento y/o la intuición; la mujer lo contrario: se desenvuelve en un nivel Eros, sentimiento - intuición, dejando reprimido el pensamiento y/o sensación. Esto es una manifestación de las polaridades no integradas. Esta dinámica de integración es de importancia para la madurez psicoafectiva. Cuando no se ha realizado se produce el fenómeno de la “animosidad”: el anima da lugar a extraños estados afectivos en el hombre, y el animus origina en la mujer una vulgaridad irritante que despierta ideas descabelladas.

 
Cuando un hombre asume e integra su anima, se verifica en él un cambio de actitud respecto a lo femenino en general… porque la vida se apoya en la interacción armonizada de las fuerzas masculinas y femeninas, tanto internas como exteriores al individuo humano. Conseguir la unión de estos contrarios, constituye una de las tareas esenciales de la psicoterapia actual.

Un varón que desarrolle solamente el área masculina, será brutal más que agresivo; intelectual, pero de manera estéril y más bien formal y académico; su lado femenino subdesarrollado se manifestará en caprichos de niño mimado e irritabilidad.

Por otra parte, una mujer que ha desarrollado solo su lado femenino, se presentará débil y meramente receptiva; híper sensitiva, más que capaz de relaciones interpersonales; mientras su lado masculino, indiferenciado, se manifestará más bien como tozudez interior más que firmeza y dogmatismo más que racionalidad.

Vivimos en una era caracterizada por un fuerte racionalismo y por el contacto con el mundo a través del conocimiento intelectual y empírico, en desmedro del conocimiento intuitivo - afectivo; la violencia, la guerra, el terrorismo se manifiestan como modos de solución de los problemas; el dominio económico, político o militar, predomina sobre el servicio; el tener y la eficacia, sobre el ser, la gratitud y el interés por las personas.

Cuando él o ella no tienen primero e interiormente la contraparte incorporada en la dinámica de su proceso de madurez, se buscan con un hambriento desequilibrio, proyectado en la propaganda porno.

Estando desvinculados los principios masculino y femenino internos, la identificación exterior es meramente epidérmica.

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