miércoles, 10 de diciembre de 2014

Lo que verdaderamente dijo Jung, parte 2


El proceso de individuación o de desarrollo personal

Se trata de un proceso espontáneo de maduración. Generalmente es recorrido con mayor intensidad por las personas a raíz de una crisis espiritual fuerte, o de un análisis terapéutico, o bien, ocasionado por el desencadenamiento de una neurosis.

También puede recorrerse (idealmente) por el simple impulso de buscar la verdad. Los peligros de éste proceso se encuentran en la fascinación de dejarse arrastrar por sus imágenes simbólicas procedentes de lo profundo, cargadas de energía psíquica. De ahí la necesidad de tener un acompañante de mayor experiencia.

Este es un camino que lleva de la multiplicidad a la unidad; un proceso de síntesis. En él se edifica la personalidad madura. Una experiencia de totalidad en la comunión interior, con el universo y la humanidad.

La Persona

Jung usa este término para caracterizar las expresiones de un impulso arquetípico hacia una adaptación a la colectividad y realidad externas. Es un compromiso entre el individuo y la sociedad.
La persona, es una máscara que trata de hacer creer a los demás y a uno mismo que uno es individual, mientras uno es sólo una parte en la cual se expresa la psiquis colectiva.

Todos tratamos de identificarnos como pertenecientes a alguna categoría, cuyos comportamientos esperados por los demás tratamos de asimilar como nuestros. Pero también el self inconsciente, la real individualidad de cada uno, está siempre presente, y se hace sentir produciendo incomodidad en el sujeto e impidiéndole, en algún grado, vivir en función de la máscara.

La identificación con el oficio o título tiene algo de seducción; por ello muchos hombres no son nada más que la dignidad que la sociedad les ha otorgado. Se produce así una despersonalización que falla para desarrollar una responsabilidad moral personal; se carece en estos casos de principios éticos y de sentimientos, escondiéndose el sujeto y su individualidad detrás de una moralidad colectiva y de comportamientos prescritos.

Por otro lado, cuando la formación de la persona es inadecuada a causa de un pobre entrenamiento social o a causa de un rechazo de las formas sociales, el sujeto no podrá ejercer o rehusará ejercer con éxito el rol social.

Lo colectivo y lo individual conforman de éste modo un par de polaridades que tienen que encontrar su equilibrio en la verdad de la propia individualidad. Así, mientras más brille una “persona”, más obscura será su sombra; mientras mayor dedicación se de a la sombra, se tendrá a una “persona” más bien defensiva y pobre.

 

La Sombra (o el alter ego)

Es el personaje negro, sombrío, que llevamos adentro. Es la parte de nuestra personalidad que no mostramos conscientemente al público. Es aquella parte de nuestra personalidad que ha sido reprimida en nuestro cuidado del yo ideal. La sombra representa el inconsciente personal, nuestro propio lado no amado, rechazado y reprimido.

Solamente lo que encontramos imposible de aceptar en nosotros mismos, es lo que decidimos no aceptar en los demás.
Nadie puede hacer consciente sin considerable dispendio de decisión moral. Se trata de reconocer como efectivamente presentes los aspectos obscuros de la personalidad.

Este acto es el fundamento indispensable de todo conocimiento de sí, y por consiguiente encuentra resistencia considerable.

Cuando la sombra es aceptada e integrada a la consciencia, es fuente de renovación. La sombra es la puerta de nuestra individualidad, por tanto, la primera etapa para acceder a la experiencia del self.

El reconocimiento de la sombra… nos conduce a la modestia que necesitamos a fin de reconocer la imperfección. En la vida actual, se requiere del mayor arte para ser simple.

Cada minoría social, sea étnica, política o religiosa, acarrea la proyección de la “sombra” de las mayorías respectivas. Los tiempos más peligrosos, colectiva o individualmente tomados, son precisamente aquellos en que presumimos haber eliminado nuestros factores inconscientes.

Recordemos que un complejo no es patológico en sí mismo, sino que se hace tal cuando asumimos que no lo tenemos. De éste modo él nos tiene a nosotros, aunque no nos demos cuenta.

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