viernes, 5 de diciembre de 2014

La Traición al cuerpo, parte 12


La lámpara del cuerpo

Existe una conexión directa entre las piernas y la función sexual. La genitalidad implica madurez (estar con los pies bien plantados en la tierra), y viceversa. Al separar el ego (zona de la cabeza) de la genitalidad (zona de las piernas), el esquizoide niega su independencia y madurez, y huye a esconderse en una situación de infantil indefensión. En una palabra, al escindir la imagen de la mitad inferior de su cuerpo a fin de evitar las sensaciones sexuales, el esquizoide se disocia de las funciones de las piernas, que representan independencia y madurez.

El repliegue del sentimiento de la periferia del cuerpo constituye un mecanismo de la defensa esquizoide. Al perder carga en la superficie corporal, se reduce la percepción del contorno del cuerpo, por lo cual se vuelve imposible dibujar correctamente la silueta humana. También se baja la barrera a los estímulos externos, y eso vuelve al esquizoide sumamente sensible a las fuerzas externas.

Existe una identidad funcional entre la imagen del cuerpo y el cuerpo real. Para lograr una adecuada imagen corporal se requiere movilizar el sentimiento corporal total. Para experimentar el cuerpo como algo vivo y saludable, éste debe funcionar de ese modo. Además de quitar los escollos psicológicos que impiden aceptar el propio cuerpo, la terapia debe brindar al paciente algún modo de que pueda experimentar su cuerpo “de inmediato“. Se le debe alentar a moverse respirar, porque si esas funciones están deprimidas, se pierde la sensación.

El esquizoide es una persona que lleva los sentimientos encerrados dentro de sí, como el genio de la lámpara de Aladino. Pero se olvidó de la fórmula mágica que puede liberar al genio. Interpretado como una metáfora del cuento, la lámpara vendría a ser el cuerpo, las palabras mágicas son las palabras de amor, y el acto de frotar la lámpara es el equivalente de las caricias. Cuando se acaricia el cuerpo, éste se enciende cómo una lámpara y deja escapar algo potente, el aura de excitación sexual. Cuando el cuerpo está “encendido”, los ojos brillan y el genio del sexo puede realizar sus transformaciones mágicas. En realidad, el esquizoide no se olvidó de la fórmula; el habla de amor y practica el sexo, pero la lámpara despareció o está rota, y por lo tanto no pasa nada. Desesperado, recurre a perversos experimentos con drogas, o bien, se vuelve promiscuo. Con ninguna de estas tácticas consigue hacer salir de la lámpara al genio del sexo y del amor.




 

 

 

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