lunes, 15 de diciembre de 2014

Ética y Psicoanálisis, parte 1


 
Ética y Psicoanálisis

Fromm, E,
 
La psicología no solamente debe desbancar juicios éticos falsos. Sino que debe ser la base para la elaboración de normas válidas y objetivas de la conducta.

Los problemas de la ética no deben omitirse en el estudio de la personalidad. Los juicios de valor que elaboramos determinan nuestras acciones y sobre su validez descansa nuestra salud mental y nuestra felicidad.

La neurosis misma es, en último análisis, un síntoma de un fracaso moral. Un sistema neurótico es en muchos casos la expresión específica de un conflicto moral, y el éxito del esfuerzo terapéutico depende de la comprensión y de la solución del problema moral de la persona.

Es imposible comprender al hombre y a sus perturbaciones emocionales y mentales sin comprender la naturaleza de los conflictos de valor y de los conflictos morales. El progreso de la Psicología no radica en la dirección del divorcio de un supuesto “campo natural”, de otro supuesto “campo espiritual” y que enfoca su atención sobre el primero; sino en el retorno a la gran tradición de la Ética Humanista que contempló al hombre en su integridad física y espiritual creyendo que el fin del hombre es ser él mismo y que la condición para alcanzar esta meta es que el hombre sea “para sí mismo”.

Nuestro conocimiento de la naturaleza humana no conduce al relativismo ético, sino que nos lleva a la convicción de que la fuente de las normas para una conducta ética han de encontrarse en la propia naturaleza del hombre, que las normas morales se basan en las cualidades inherentes al hombre y que su violación origina una desintegración mental y emocional.

Intentaré demostrar que la estructura del carácter de la personalidad integrada y madura -el carácter productivo- constituye la fuente y la base de la “virtud”, y que el “vicio”, en último análisis es la indiferencia hacia uno mismo y una auto-mutilación. Si el hombre a de confiar en valores tendrá que conocerse a sí mismo.

Ética Autoritaria vs Ética Humanista

En la ética autoritaria una autoridad establece lo que es bueno para el hombre, y prescribe las leyes y normas de conducta; en la ética humanista es el hombre mismo quién da las normas y es a la vez el sujeto de las mismas, su fuente formal y el sujeto de su materia.

La autoridad racional tiene su fuente en la competencia. En tanto que ayuda competentemente en lugar de explotarlos. Su autoridad no requiere de terrores irracionales.

La fuente de la autoridad irracional, por otro lado, es siempre el poder sobre la gente. La ética autoritaria niega formalmente la capacidad del hombre para saber lo que es bueno y lo que malo. Tal sistema no se basa en la razón ni en la sabiduría, sino en el temor a la autoridad y en el sentimiento de debilidad y dependencia del sujeto. Materialmente, resuelve la cuestión de lo que es bueno o malo considerando, en primer lugar, los intereses de la autoridad.

Los fundamentos de nuestra capacidad para diferenciar lo bueno y lo malo se establecen en nuestra primera infancia, primero en relación con funciones fisiológicas y después en relación con asuntos más complejos de conducta. Los juicios de valor se forman como resultado de las reacciones cordiales u hostiles de las personas que ocupan un lugar de importancia en su vida.

El temor a la desaprobación y la necesidad de aprobación parecen ser en verdad, los más poderosos motivos del juicio ético. El niño “bueno” puede estar atemorizado e inseguro, queriendo solamente complacer a sus padres sometiéndose a su voluntad, mientras que el niño “malo” puede poseer una voluntad propia e intereses genuinos que, sin embargo, no son del agrado de sus padres.

La rebelión es el pecado imperdonable en la ética autoritaria. Una de las características de la naturaleza humana es que el hombre encuentra su felicidad y la realización plena de sus facultades únicamente en relación y solidaridad con sus semejantes.

El amor es el propio poder del hombre, por medio del cual se vincula a sí mismo con el mundo y lo convierte en realmente suyo.

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