viernes, 26 de diciembre de 2014

Ética y Psicoanálisis, parte 5


El dar vida a las potencialidades intelectuales y emocionales del hombre, el dar nacimiento a su yo, requiere actividad productiva.
No es el error, sino la inactividad lo que hace fracasar al hombre.
Sólo merece libertad y vida quien diariamente sabe conquistarlas. La realización de sí mismo únicamente es posible cuando se es productivo, cuando se puede dar vida a las propias potencialidades.
 

El amor y el pensamiento productivo

 
La paradoja de la existencia humana es que el hombre debe buscar simultáneamente la cercanía con los demás y la independencia; la unión con otros y al mismo tiempo la conservación de su individualidad.
La respuesta a esta paradoja y al problema moral del hombre, como lo hemos señalado es la “productividad”. Se puede estar relacionado con el mundo productivamente, obrando y comprendiendo.

Su poder de razonar lo faculta para atravesar la superficie y alcanzar la esencia de su objetivo al relacionarse activamente con él.
Su capacidad de amar lo faculta para atravesar el mundo que lo separa de otras personas y comprenderlas.
Aunque el amor y la razón son únicamente dos formas diferentes de comprender al mundo, y aunque el uno no es posible sin la otra y viceversa, son expresiones de diferentes poderes, el de la emoción y el del pensamiento, y por consiguiente, deben analizarse por separado.

Las personas creen que aman cuando se han “enamorado” de alguien. Llaman amor a su dependencia y a su posesividad. Creen en efecto, que no hay nada más fácil que amar, que la dificultad radica únicamente en encontrar el objeto adecuado y que su incapacidad para ser feliz en el amor se debe a su mala suerte de no encontrar el compañero adecuado.

El amor genuino está arraigado en la productividad. Algunos elementos básicos pueden ser considerados como característicos de todas las formas de amor productivo: el cuidado, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento.

El cuidado y la responsabilidad denotan que el amor es una actividad, y no una pasión que nos vence o un afecto por el cual somos “afectados”: el amor y el trabajo son inseparables. Se ama aquello por lo que se trabaja y se trabaja por aquello que se ama. El amor no puede separarse de la responsabilidad. La responsabilidad no es un deber impuesto a uno desde afuera, sino mi respuesta a algo que siento que me concierne. Ser responsable significa estar dispuesto a responder.

Amar a una persona productivamente implica cuidar y sentirse responsable de su vida; y no únicamente de su existencia física, sino del crecimiento y desarrollo de todos sus poderes humanos.
Amar productivamente es incompatible con ser pasivo, con contemplar la vida de una persona; implica cuidado y trabajo, y la responsabilidad por su desarrollo.
Amar a una persona productivamente significa estar relacionado con su esencia humana, con ella como representante de la humanidad.
La solidaridad humana es la condición necesaria para el despliegue de cada uno de sus individuos.

El cuidado y le responsabilidad son elementos constitutivos del amor, pero sin el respeto por la persona amada y su conocimiento, el amor degenera en dominación y posesión.
El respeto no es temor, indica la aptitud para ver a una persona tal como es, de ser consciente de su individualidad y singularidad. Además, no es posible respetar a una persona sin conocerla; cuidado y responsabilidad serían ciegos si no estuvieran guiados por el conocimiento de la individualidad.
La función de la razón es conocer, entender, captar y relacionarse con las cosas por medio de su comprensión.

Otro aspecto de la objetividad debe estar presente en el pensamiento productivo: el ver la totalidad de un fenómeno. Desarrollar un nuevo y más profundo punto de vista estructural de la situación.
La objetividad no significa indiferencia y desapego; significa respeto; o sea, la aptitud para no deformar y falsificar las cosas, a las persona y a uno mismo.
La pereza y la actividad compulsiva no son opuestos, sino dos síntomas del trastorno en el funcionamiento adecuado. El entorpecimiento de la actividad productiva da lugar a la inactividad o a la superactividad. El hambre y la fuerza, por ejemplo, nunca pueden ser condiciones para la actividad productiva. Por el contrario, la libertad, la seguridad económica y una organización de la sociedad en la cual el trabajo pueda ser la expresión más significativa de las facultades del hombre, constituyen los factores conducentes a la expresión de la tendencia natural del hombre a hacer uso productivo de sus poderes.








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