viernes, 2 de mayo de 2014

Las basas biológicas de la fe y la realidad, parte 5


El crecimiento de la fe

La fe surge y crece de las experiencias positivas de la persona. Cada vez que se es amado, aumenta la fe, siempre que uno responda a ese amor. Una creencia basada en el sentimiento tiene la cualidad de la verdadera fe.
Anteriormente describí la fe como un puente que conecta el pasado con el futuro. Para cada individuo el pasado representa a sus antepasados y el futuro a sus hijos. Es el puente a través del cual fluye la vida desde los ancestros hasta los descendientes de una forma ordenada. Esta analogía me recuerda a los estolones en las matas de fresas. Cuando una mata de fresas está madura, emite estolones que en ciertos puntos echan raíces en la tierra y dan origen a nuevas plantas, incluso antes de que las raíces estén completamente aseguradas. La planta hija se nutre de la planta madre a través del estolón hasta que está sólidamente establecida; una vez que lo está, los estolones se secan igual que el cordón umbilical cuando el niño empieza a respirar por sí mismo.

La fe empieza en el proceso de la concepción. Metafóricamente podríamos , decir que la llama de la vida pasa de una generación a otra, con la esperanza de que será eterna y de que se hará más brillante en cada paso sucesivo. Cuando la llama arde con brillo en un organismo, éste irradian sentimiento de alegría. La fe es el aspecto de esa llama vital que mantiene el espíritu del hombre caliente y vivo contra los fríos vientos de la adversidad que amenazan su existencia. El amor es otro aspecto de esa misma llama. Su calor nos acerca a la gente, mientras que la persona fría es un misántropo.

Biológicamente, la fe en el niño se aviva y se alimenta por el amor y el cariño de sus padres. Este cariño amoroso confirma al niño en el sentimiento de que el mundo es un lugar donde se puede vivir con alegría y satisfacciones. A medida que se expande la conciencia del niño, éste devuelve la fe de sus padres con su propia devoción a las formas de vida y los valores que éstos representan.
El interés de la comunidad en el bienestar de los jóvenes halla su  contrapartida en el hecho de que los jóvenes respeten a sus mayores.
En las comunidades tribales, el papel de los sabios ancianos es el de actuar de guías. No se les abandona y son reverenciados.

En la actualidad, los padres no han logrado transmitir una fe sustentadora a sus hijos. Muchos padres se preocupan más por su nivel de vida que de sus hijos. Pero la razón básica de este fracaso es que a los propios padres les ha faltado fe. Sin fe, su amor era una imagen, no una realidad; una exposición de palabras, no una expresión de sentimientos.

La fe es una cualidad del ser: de estar en contacto con uno mismo, con la vida y con el universo. Por encima de todo, es el sentimiento de sentirse enraizado en el propio cuerpo, en la propia humanidad y de la propia naturaleza animal. Es una manifestación de vida, una expresión de la fuerza vital que une a todos los seres. Es un fenómeno biológico y no una creación de la mente. La piedra de toque de la fe, es el tacto mismo.

La cuestión principal es entonces cómo restablecer la fe perdida en un individuo o en un pueblo. La cosa no es fácil y no tengo una respuesta inmediata. La fe no se puede predicar; es como predicar amor, que aunque suena a importante, es un susurro en el viento. Uno no puede dar fe a otra persona; puede compartir su fe con otra, con la esperanza de que una chispa encienda el rescoldo en el alma del otro, y se puede ayudar a otra persona a reencontrar su fe, descubriendo como la perdió. Esto es, por supuesto, lo que he hecho con mis pacientes depresivos. Al compartir mis experiencias contigo, espero compartir también contigo mi fe en la vida.

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