martes, 4 de junio de 2013

La Espiritualidad del Cuerpo, parte 6


Capitulo 8
La dinámica estructural
Del cuerpo

El cuerpo humano está equilibrado energética y estructuralmente. Energéticamente, se mantiene en equilibrio entre dos fuerzas opuestas, una actúa desde arriba e impulsa al organismo a ascender, y otra que actúa desde abajo y lo mueva a descender. Una vez más viene a colación el ejemplo del árbol: las ramas crecen hacia arriba, hacia el sol; mientras las raíces se extienden dentro de la tierra.
La vida se desarrolló en la superficie de la tierra, donde la energía del sol interactuó y se unió con la energía de la tierra. La unión de los opuestos para crear vida es el principio de la reproducción sexual.

El equilibrio de fuerzas opuestas es inherente al fenómeno de la pulsación, en el que se basa la vida misma. La pulsación, que consiste en un proceso de expansión y contracción, se manifiesta en la respiración, la peristalsis, los latidos del corazón y otras funciones corporales.
Este modelo también es aplicable a la conducta: la alternancia de tender hacia los demás y retraerse es una forma de pulsación. Abrirse a los demás produce el contacto entre el mundo exterior y el yo, y el retraimiento conduce al contacto con el yo. No hay estado que sea superior al otro, y ambos son necesarios para la buena salud. Quedarse atascado en cualquiera de los dos es patológico, porque la vida depende de la pulsación, de la capacidad de tender hacia afuera o de replegarse, según lo requiera la situación.

En el organismo humano, todo impulso expansivo carga de energía cada uno de los extremos por igual, (la cabeza, las manos, los pies y los genitales) así como toda contracción retira la energía de todos ellos. En las personas expansivas y sociables, estos puntos encierran más energía que en los individuos retraídos o deprimidos.

La estructura corporal de todos los organismos superiores está basada en la del gusano, un tubo dentro de otro tubo, y compuesta de segmentos. El tubo interior consta de los sistemas respiratorio y alimentario. El tubo exterior funciona como sistema muscular voluntario. Un gusano se mueve cuando recorren su cuerpo ondas de excitación que producen expansiones y contracciones en sucesivos segmentos. En el cuerpo humano, en el curso de la evolución, diversos segmentos se fusionaron para formar tres segmentos mayores -la cabeza, el tórax y la pelvis- y dos segmentos menores: el cuello y la cintura.

La dinámica estructural nos permite comprender el fenómeno de la escisión, un grave trastorno del cuerpo relacionado con un trastorno igualmente significativo de la personalidad.
Hay muchas personas cuya cabeza no está conectada con el corazón y cuyo corazón no está conectado con sus genitales. En todos estos casos, se comprueban tensiones en los músculos del cuello y la cintura que limitan la corriente de excitación entre los segmentos mayores.

Las experiencias de vida de una persona estructuran su cuerpo, que a su vez, moldea el carácter. De este modo, el pasado de una persona vive en su presente. Para liberarse de las restricciones del pasado, un individuo debe hacer conscientes las experiencias que dieron lugar originalmente a esas restricciones. Esta es la tarea del análisis, que suministra un marco de referencia dentro del cual se puede efectuar una reestructuración. La reestructuración requiere un trabajo directo con el cuerpo para reducir las tensiones musculares. El análisis y la reestructuración deben avanzar en forma conjunta.

La personalidad es vulnerable al proceso de escisión debido al conflicto entre la mente racional y el cuerpo animal, entre el impulso de dominar y la necesidad de pertenecer. Este conflicto es inherente a la naturaleza humana. El resultado en la vida de un individuo depende de la gravedad del conflicto y de la profundidad de la escisión. Depende también de la sociedad en la que vive el individuo y cómo maneja su propia escisión entre cultura y naturaleza. Traspuesta al terreno de la familia, la escisión de la sociedad se convierte en una guerra: entre marido y mujer y entre padres e hijos. En esta situación, el niño suele quedar hecho pedazos.

Todo individuo en nuestra cultura sufre de algún grado de escisión. Cuando no es severa, esta escisión va acompañada de rigidez. En la medida en que un individuo está escindido, se ve despojado de su armonía y privado de la experiencia espiritual de identificarse con lo universal. Pues así como la voluntad separa la cabeza del cuerpo, también separa al individuo de la comunidad.
Pensamos que es importante lograr determinadas cosas, tener éxito o superarnos, sin darnos cuenta de que no hay nada que superar en la vida salvo nuestro miedo a la vida misma. Cuanto más miedo tenemos, más rígidos nos hacemos.

Para aflojar el control, la cabeza debe someterse al cuerpo. ¡Que difícil es esto para la mayoría de las personas en el mundo industrializado! Demasiados de nosotros vivimos en nuestra cabeza y no con nuestro cuerpo. ¿Cómo detener la incesante actividad de nuestra mente?

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