lunes, 27 de octubre de 2014

La Traición al Cuerpo, parte 1

La Traición al Cuerpo

Resumen de algunos capítulos del libro del mismo nombre de Alexander Lowen, 1967, Ed. Era Naciente, Buenos Aires, Arg.

Capítulo 1.

El Problema de identidad

Normalmente uno no se pregunta: “¿Quién soy?”, sino que da por descontada la identidad. Cada uno lleva en la cartera documentos que le sirven para identificarse. En el plano consciente sabemos quienes somos. Sin embargo, bajo la superficie existe un problema de identidad. En el límite de la conciencia, nos perturban ciertas insatisfacciones, nos inquietan las decisiones, nos atormenta la sensación de estar perdiéndonos cosas de la vida. Estamos en conflicto con nosotros mismos, inseguros de lo que sentimos, y esa inseguridad refleja nuestro problema de identidad. Cuando la insatisfacción se convierte en desesperanza y la inseguridad llega al borde del pánico, quizá nos preguntemos: “¿Quién soy”. Este interrogante da a entender que se está desmoronando la fachada tras la cual buscamos la identidad. Usar una fachada como forma de lograr la identidad denota una división entre el ego y el cuerpo. Esa división es, para mi, el trastorno esquizoide que subyace todo problema de identidad.

La sensación de identidad proviene de tener contacto con el cuerpo. Para saber quién es, el individuo debe tener conciencia de lo que siente. Debe conocer la expresión de su rostro, su porte, su manera de caminar. Sin este sentimiento y actitud corporales, la persona se escinde, y queda por un lado un espíritu incorpóreo, y por otro, un cuerpo desencantado.

La pérdida total de contacto con el cuerpo es característica del estado esquizofrénico. En términos generales, el esquizofrénico no sabe quién es, y está tan escindido de su realidad, que ni siquiera puede plantearse el interrogante. Sabe que tiene cuerpo, y por ende, esta orientado en el tiempo y el espacio. Pero dado que su ego no se identifica con su cuerpo y no lo percibe de una manera vital, se siente desconectado del mundo y de las demás personas. Este conflicto no existe en una persona sana cuyo ego se identifica con su cuerpo, una persona que sabe que su identidad proviene del hecho de sentir el propio cuerpo.

En nuestra cultura, la mayoría de las personas padece una confusión de identidad. Se desesperan cuando la imagen del ego que se han creado demuestra ser hueca y sin sentido. Se sienten amenazados y reaccionan con enojo cuando se pone en tela de juicio el rol que adoptaron en la vida. Tarde o temprano, la identidad asentada en imágenes y roles deja de brindar satisfacción.

El problema psíquico “típico” de nuestros tiempos no es la histeria, como en tiempos de Freud, sino el problema de las personas que están aisladas, que no se relacionan, que carecen de afectos, que tienden a la despersonalización y disimulan sus problemas mediante intelectualizaciones  y formulaciones técnicas.

La alienación del individuo en los tiempos modernos -sentirse distanciado de su trabajo, de sus congéneres, de sí mismo- ha sido descrita por muchos autores, y constituyen el tema central de las obras de Erich Fromm. El amor que siente el individuo alienado es romántico, su expresión sexual es compulsiva, su trabajo es mecánico, y sus logros egoístas. En una sociedad alienada, tales actividades pierden su significación personal. Esta pérdida se reemplaza por medio de una imagen.

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