lunes, 6 de octubre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 10


Estrés en el trabajo y en el hogar

Por los estudios que hemos descrito, parece que hay dos tipos distintos de estrés que pueden afectar al corazón. Uno es consecuencia de las situaciones agitadas del mundo, las más veces del lugar de trabajo, y se asocia con la conducta de tipo A. El otro procede de situaciones del hogar, donde se asocia con la discordia matrimonial y una falta o pérdida de amor. Pero, estas situaciones ¿no están relacionadas? Hemos observado que la conducta del tipo A está motivada por la necesidad de una mayor autoestima, necesidad cuyo origen puede remontarse a una falta de amor incondicional en la infancia. Sin embargo, necesitamos amor incondicional incluso cuando somos adultos. Parece improbable que los que experimentan de este amor sucumban tan fácilmente al estrés como los que no lo hacen.

Aunque las situaciones de discordia marital lleven con tanta frecuencia a la hostilidad, no tienen por qué hacerlo necesariamente. La alternativa es que los cónyuges tengan una buena pelea. Ciertos conflictos se pueden discutir y resolver con calma, pero no los que tienen que ver con las cuestiones más profundas del poder y el amor propio que perturban a la mayoría de los matrimonios. Una mujer puede sentir, por ejemplo, que su esposo la utiliza, no hace caso de sus sentimientos o la humilla. Un hombre puede sentirse agobiado por la dependencia de su esposa, humillado por sus comentarios críticos o rechazado por su falta de deseo sexual. Los resentimientos de este tipo conducen a la hostilidad si no se expresan.

 Pero la expresión de sentimientos negativos generalmente provoca cólera, lo cual está muy bien si los cónyuges están dispuestos a pelearse. No todos lo están. Muchas parejas tienen miedo a expresar su cólera, porque ello trastorna la relación. A otras personas incluso les cuesta encolerizarse porque la emoción fue reprimida tan profundamente en la infancia que, de adultos, está fuera de su alcance. Sí, por una parte, sus padres se peleaban constantemente, tienden a evitar las disputas por el ambiente desagradable que crean sin resolver necesariamente nada. Mis padres nunca desahogaban su cólera entre sí, y por esto sentían una hostilidad perpetua. En consecuencia, tuve que trabajar duro en mi propia terapia para hacer más accesible mi cólera.  

Las cargas emocionales

¿Es estresante por sí misma la expresión de la cólera? Muchas personas creen que todas las emociones lo son y que el mejor modo de evitar la tensión es permanecer en calma, no permitir que la emoción nos domine y dejar que las situaciones perturbadoras pasen como se desliza el agua por el lomo de un pato. Pero no reaccionar requiere un esfuerzo, puesto que la tendencia natural es hacerlo. Los seres humanos somos organismos sensibles cuyas reacciones ante su entorno están motivadas por sus sentimientos y guiadas por sus pensamientos.

Sólo podemos reducir el sentimiento amorteciéndonos o endureciéndonos, lo cual no sólo reduce el impacto del ambiente, sino también nuestra capacidad de responder o de salir de nosotros mismos, es decir, de amar. Naturalmente, esto se convierte en una insensibilidad tanto de las fuerzas positivas como de las negativas, hacia el amor así como hacia la hostilidad. Este blindaje nos abruma y, al agotarnos, nos hace aún menos resistentes al estés.  

 Muchas personas se quejan de sufrir cargas emocionales; su cuerpo muestra tensiones similares a las que imponen los pesos físicos. Sus hombros están encogidos, su espalda, curvada y sus músculos están fuertemente contraídos, a veces hasta un punto doloroso. Las cargas emocionales son agentes estresantes tan poderosos como las cargas físicas y actúan de modo muy similar.
El cuerpo puede arreglárselas muy bien con cierta cantidad de estrés. No obstante, cuando la carga es incesante o el refrenamiento crónico, el estrés se vuelve perjudicial. El daño más grande se produce cuando dejamos de ser conscientes de los pesos que llevamos o de las restricciones que nos hemos impuestos, porque ya no sentimos la tensión en nuestro cuerpo.
A menudo es necesario controlarnos o modificar conscientemente nuestra conducta para adecuarla a la situación inmediata.
Pero antes de poder controlar conscientemente nuestras acciones debemos conocer los sentimientos que determinan una respuesta determinada, y debemos tener la capacidad de expresarlos.
En las personas neuróticas, el control inconsciente de la conducta actúa de forma que reduce su dominio de sí mismas. Este control inconsciente se manifiesta en su dificultad para decir “no”, para pedir ayuda, para llorar cuando los hieren o para enfadarse cuando los insultan.

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