martes, 14 de octubre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 13

¿Instinto de muerte?

Pero ¿Cuál es la base del comportamiento autodestructivo? Si respondemos que es el miedo, debemos preguntar: ¿miedo de qué o de quién? La persona que reprime su cólera no es consciente de que lo hace por miedo. En la mayoría  de los casos el miedo es reprimido igualmente, y la persona no tiene un recuerdo claro de situaciones anteriores en las que sintió a la vez cólera y miedo, en particular, miedo a ser castigado por su cólera. No podemos comprender del todo por qué se ve impulsada a tener un comportamiento autodestructivo hasta que es capaz de recordar y volver a experimentar algunos de estos sentimientos. Un programa psicoanalítico puede ayudar a la persona a comprender y cambiar esta conducta.

Pero, como ya reconocía Freud,  toda terapia psicoanalítica se caracteriza por la resistencia y la transferencia. La resistencia se refiere a un bloqueo inconsciente de los esfuerzos que realiza el terapeuta para ayudar al paciente a tomar contacto con los primeros años de su vida. La transferencia se refiere al comportamiento de paciente con respecto al terapeuta. Ve al terapeuta como un substituto del padre o madre y transfiere o proyecta en él los sentimientos conflictivos que sintió por su verdadero padre o madre. Al mismo tiempo que espera que el terapeuta cuide de él como debe hacerlo un buen padre, lo ve como un mal padre que se aprovechará de su necesidad.

En teoría, el análisis de la transferencia debería liberar al paciente de su fijación con aquella situación primitiva. Sin embargo, esto rara vez ocurre, ya que la resistencia inconsciente del paciente a revelar todos sus pensamientos y sentimientos hace que el análisis de la transferencia sea difícil de completar.

El paciente está atrapado en su transferencia, y el terapeuta está atrapado también, en su contra transferencia (en otras palabras, en su necesidad de ayudar). El fracaso psicoanalítico es, por tanto, muy frecuente. El paciente sigue repitiendo su conducta neurótica a pesar de la evidente naturaleza autodestructiva de ésta. Tras observar este comportamiento una y otra vez, Freud lo denominó compulsión de repetición: la compulsión de los pacientes de volver a representar el mismo argumento traumático y decepcionante durante toda su vida.

Enfrentado a los fenómenos de resistencia, transferencia y compulsión de repetición, Freud postuló la existencia de un instinto de muerte, que llamó thanatos, para explicar el comportamiento autodestructivo. Como contrapeso, apeló a la idea de un instinto de vida llamado eros.

Yo nunca he podido aceptar el concepto de un instinto de muerte. La palabra instinto siempre ha estado asociada en mi pensamiento con la vida. Debemos examinar más profundamente la personalidad y más atentamente los hechos de los primeros años de la vida para comprender como se desarrollaron tales fuerzas autodestructivas.

“Si respiro me moriré”, dijo una de mis pacientes. La respiración, sin duda, no es autodestructiva. Y, al contrario, retener la respiración es antivida. ¿Cómo pudo, entonces, la paciente asociar la respiración con la muerte?
Cuanto más profunda y plenamente respira una persona, más viva está. Cuando más viva está, más siente. Pero cuando sus sentimientos son tan dolorosos que resultan insoportables, hará todo lo posible para no tener contacto con ellos, es decir, resistirse y negar que tiene tales sentimientos y respirar superficialmente para no sentirlos.

La mayoría de las personas que han sufrido la pérdida del  amor combaten ese deseo de morir  no cediendo, continuando la lucha para conseguir al amor mediante el triunfo, el servicio y la intención de satisfacer las expectativas de los demás. Deben triunfar y triunfarán. Tienen las mandíbulas apretadas en una inflexible determinación de no fracasar, pues el fracaso significa la muerte.

¿Es muy frecuente el deseo de morir?








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