viernes, 10 de octubre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 12

La voluntad de vivir y el deseo de morir

El comportamiento autodestructivo es uno de los fenómenos más difíciles de comprender. Este tipo de comportamiento es relativamente raro en los animales, pero bastante común en los seres humanos. Las personas que beben, fuman, toman drogas o comen en exceso saben a cierto grado que su conducta es perjudicial. Conocí a una persona que describía cada cigarrillo como un clavo de su ataúd; acabó muriendo de cáncer. En estas personas también actúa, aunque de forma inconsciente, la cólera reprimida. El suicidio es el mejor ejemplo de ello. La mayoría de los psicólogos reconocen que el impulso de matarse contiene en su núcleo un deseo de matar a otra persona.
La represión de ese deseo a causa del sentimiento de culpabilidad vuelve el impulso asesino contra uno mismo.

Los individuos de tipo A muestran marcadas tendencias autodestructivas. ¿Acaso el hombre del tipo A que sufre un ataque cardíaco quiere ponerse enfermo? Sorprendentemente, algunos reconocen tener esos sentimientos. “Es tan fantástico esto de estar aquí tendido sin tener responsabilidades y con estas enfermeras tan guapas que me cuidan”, dijo uno de ellos.

Para algunas personas, un ataque al corazón puede parecer el único modo de escapar de las tensiones y fatigas de una existencia llena de presiones. Después, algunos hacen en su vida el tipo de cambios que podrían haber evitado el ataque.
¿Hay en estas personas una necesidad de sufrir, originada tal vez en algún profundo sentimiento de culpabilidad, de modo que sólo después de haber pagado un precio son libres de tomar alguna iniciativa positiva en su vida?

Dado que las fuerzas que han motivado este comportamiento son internas y en gran parte inconscientes, son resistentes a la voluntad consciente. Pero hasta que no se comprenden y se explica su origen, reducen a la impotencia a la voluntad consciente.    

Los psiquiatras saben que la enfermedad a menudo proporciona compensaciones secundarias. La persona enferma recibe un grado de cuidados del que quizá nunca había gozado y se le complace como a un niño sin responsabilidades. Algunas enfermedades se pueden considerar como una regresión emocional inconsciente, como un intento de obtener amor que uno no recibió de niño. Si la enfermedad es el precio que hay que pagar para recibir esta atención, se trata de un precio excesivamente alto.

Los que albergan pensamientos suicidas tienen un deseo consciente de morir, que en realidad atribuyen al dolor y a la desesperanza de su vida. Pero el suicidio también tiene otro significado. Quiere la aceptación y el amor incondicionales que no recibió de sus padres y siente que necesita. Si no los recibe, se siente pobre y lleno de rabia. Esta rabia es retroalimentada por el sentimiento de que los demás esperan cosas de él que él no puede satisfacer. Al mismo tiempo, alberga un gran sentimiento de culpabilidad por su cólera. Como se siente incapaz e indigno de amor, vuelve su cólera contra sí mismo. Al destruirse a sí mismo, también trata de herir a los demás. Está convencido de que sufrirán y frecuentemente lo hacen.











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