miércoles, 22 de octubre de 2014

El amor, el sexo y la salud del corazón, parte 16


Culpabilidad por la sexualidad

La identificación de un niño con los sentimientos de su madre tiene su origen en la fusión simbiótica entre ellos. No es un fenómeno psicológico. Durante los nueve meses en que se desarrolla en el útero, el cuerpo del niño tiene un contacto tan íntimo con el de su madre que siente y reacciona ante toda ola de sensación que pasa por ella. Incluso después de nacer, el cuerpo del niño está tan sintonizado con su madre que vibra en armonía con ella. Si una madre está triste y es infeliz, su hijo se sentirá triste e infeliz. Si es entusiasta y animada, su hijo sentirá igual. Sus sentimientos determinan el humor del hogar.

Un adulto puede irse de casa y encontrar alguna emoción agradable en otra parte, pero un niño pequeño está atrapado. No puede sentirse bien si su madre no se siente bien, y por esto tiene que hacer todo cuanto está en su mano para levantar el ánimo de su madre. Inevitablemente fracasará y se convertirá en un niño triste y abatido. La infelicidad de su madre es ahora la suya. Esta clase de infelicidad no es de la clase que un niño puede descargar llorando. El niño sabe intuitivamente que su madre no puede responder a sus necesidades.

Estar dispuesto para ayudar a la madre permite que un niño supere el terrible sentimiento de soledad y abandono que amenaza su vida. El negarse a sí mismo y asumir una responsabilidad respecto a otro se convierte en una forma de supervivencia.
El niño queda atrapado en la relación con su madre, de modo que la separación no es fácil de conseguir. De adulto, puede quedar atrapado en una relación insatisfactoria a causa del sentimiento de que su papel consiste en hacer feliz a su pareja a fin de poder satisfacerse él mismo. Pero esta explicación se queda corta. La jaula que aprisiona el corazón no se cierra del todo hasta el final del periodo edípico. Un niño que está dispuesto para ayudar a su madre se halla envuelto, por lo general, en una situación con matices y visos sexuales.

El efecto en cualquier niño atrapado en una situación similar es crearle un sentimiento de culpabilidad en relación con su sexualidad.
Pocos padres consienten en sentirse culpables por su comportamiento seductor con sus hijos. A sus ojos, se trata de un excitación inofensiva que pueden controlar de modo que no termine en incesto. Por desgracia, el niño no puede controlar su excitación. Queda sobreestimulado, lo cual resulta muy penosos puesto que él no dispone de ninguna vía para desahogar la carga, como hace un adulto.
Un padre no tiene ningún problema para hacer que el niño se sienta responsable de su apego sexual. Al proyectar la culpabilidad en el niño, el padre niega su culpabilidad. El niño no tiene más remedio que aceptar la culpabilidad, lo que destruye su inocencia y cierra la puerta tras su infancia.


En la edad adulta, el sexo se disocia del amor. El individuo puede encontrar satisfacción sexual con una pareja ocasional, pero le resulta difícil excitarse en alto grado con alguien a quien ama realmente. Tal como aprendió sobradamente de pequeño, estos sentimientos intensos hacia un objeto de amor son tabú.
Pero la disociación del sexo respecto al amor pone en peligro al corazón porque éste no puede satisfacer sus anhelos más profundos. La solución consiste en convertirse en una persona amorosa con el corazón abierto a una amplia gama de sentimientos. Para lograrlo es necesario vivir con arreglo a ciertos principios que mantengan la integridad de la persona.  


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