viernes, 11 de abril de 2014

Encuentro con la Sombra, parte 61 (final)


EPÍLOGO
Jeremiah Abrams

Si el loco persistiera en su locura se tornaría sabio.
WILLIAM BLAKE

Soy autodidacta por naturaleza y, por consiguiente, me agrada aprender de la experiencia. Cuando presto atención a un determinado tema suelen ocurrir todo tipo de sincronicidades relacionadas significativamente - aunque no de un modo causal- con mis experiencias externas o con las experiencias de mis conocidos, lo cual me proporciona un feedback que no sólo me hace sentir renovado y confortado sino que también me confirma lo que es real y verdadero.
Durante la época de mi formación como terapeuta tuve, en numerosas ocasiones, la experiencia de que, cuando algo llamaba mi atención, ese mismo tema reaparecía en mi consulta el mismo día. Esto me desconcertaba tanto que lo descartaba como un simple producto de la percepción selectiva (el fenómeno por medio del cual el carterista que pasea por la calle no ve más que bolsillos). No obstante, la persistencia reiterada de estos incidentes a lo largo del tiempo terminó convirtiéndose para mí en una innegable evidencia.

Hoy mismo, por ejemplo, mientras estoy escribiendo este epílogo, he recibido la llamada de una joven preocupada por un sueño que tuvo la noche anterior. En mi trabajo analizo sueños de modo que he permanecido durante un rato al teléfono tratando de analizar su sueño cuyo fragmento más significativo paso a relatar a continuación: Mi paciente soñó que estaba trabajando agachada cuando sintió un fuerte dolor en la mitad de su espalda. Entonces se puso en pie y descubrió a una mujer de pelo negro arrojándole dardos.
Esa mujer era su sombra, representada por una persona del mismo sexo con el pelo de otro color (la soñante es pelirroja) ubicada a sus espaldas -como el inconsciente (lo que se halla detrás de nosotros, detrás de nuestra visión consciente)- aguijoneándola con los dolorosos dardos de la conciencia.

¡Entonces comprendí! La atención puede traer a la sombra a nuestra esfera inmediata. Cuando prestamos atención a nuestros aspectos alienados éstos cobran vida y terminan respondiendo.
Durante el proceso de elaboración de "Encuentros con la Sombra" este diálogo con los aspectos inconscientes se ha convertido para mí en una dimensión plenamente manifiesta. Este proceso ha terminado corroborando gran parte de mis experiencias y observaciones personales sobre la sombra y, lo que es más importante todavía, me ha obligado a trabajar con mi propia sombra. Durante más de un año he escrutado el rostro oculto de las cosas y he dado vueltas a estas ideas hasta que se han terminado convirtiendo en algo indiscutible. Mis sueños se han visto salpicados por la sombra, he tenido extraños encuentros con hombres misteriosos, he luchado en las tinieblas y he realizado asombrosos descubrimientos con compañeros inverosímiles.

Ahora conozco personalmente los efectos de la sombra, reconozco más fácilmente las imperfecciones de mi propia alma y dedico cada vez menos energía a mis aspiraciones y actitudes anteriores.
Junto a nuestras más creativas aptitudes se ocultan también nuestras potencialidades más destructivas. Nada cambiará en nosotros mientras no reconozcamos que nuestro enemigo más siniestro se agazapa en el interior
de nuestro psiquismo. Este reconocimiento constituye así un acto de contrición que jalona el inicio del cambio psicológico. El trabajo con la sombra constituye la condición indispensable del camino de la integración psicológica.

Pero, por mucho que hablemos de totalidad, nadie puede abrazar a la totalidad, al menos de un modo consciente. Nuestro conocimiento es esencialmente fragmentario y no resulta posible ser conscientes de todo
en todo momento.
Cualquier intento de conocer completamente a la sombra es tan infructuoso como pretender comprender plenamente los misterios de la creación ya que nuestro conocimiento siempre será limitado. Sólo podemos servir al principio de la realidad, aspirar a una vida auténtica y seguir buscando conscientemente los niveles más profundos de la verdad, recuperando a nuestro tramposo -a nuestro loco- recuperando lo que ha sido reprimido o negado y, de ese modo, descubrir su sentido personal. Así pues, sólo estaremos en condiciones de encontrar la sabiduría cuando estemos dispuestos a aceptar nuestra locura.

El humor facilita enormemente el trabajo de aceptación de la sombra. Cualquier cómico sabe intuitivamente que el humor constituye una manera inofensiva de liberar los confusos y peligrosos contenidos de la sombra.
El humor puede conmover nuestros temores y emociones reprimidas y liberarnos del embarazo y vergüenza que sentimos por nuestras debilidades. El humor puede mostramos la faceta más vulnerable de las cosas y
evidenciamos lo que no estamos dispuestos a admitir. Es muy probable que quien carezca de sentido del humor se halle muy desconectado de su sombra y sienta la imperiosa necesidad de seguir manteniendo la fachada de las apariencias. La risa nos permite liberar la energía atrapada en la oscuridad de la sombra. Como dice la canción country, «si no pudiéramos reír terminaríamos enfermando».

Cuando puedo reírme con lo demás -incluso de las cosas más serias e importantes- mi trabajo resulta más placentero y eficaz. En las fronteras de lo inapropiado se halla un territorio en el que merece la pena arriesgarse porque es ahí, en las fronteras de la conciencia, donde podemos descubrir la «Gran Vía» del Zen, el camino en el que el significado profundo de las cosas se mantiene a salvo de la tendencia de nuestra mente consciente a establecer todo tipo de demarcaciones. «Separar lo que te gusta de lo que te desagrada -dijo el tercer Patriarca Sengstan- es la enfermedad de la mente.»

En mi opinión, por tanto, la selección de ensayos e ideas que acabamos de presentar en este libro constituye una estimulante invitación al conocimiento creciente de nuestra ubicua sombra. Para ello bastará con que el lector lea unas pocas páginas y observe luego, a la luz de lo leído, su propia vida. A fin de cuentas, todo el mundo puede sacar provecho del trabajo con la sombra.
El trabajo con la sombra es una buena medicina que nos encamina hacia la búsqueda de una vida auténtica, lo que algunos llamarían llevar una existencia íntegra. Para ello deberemos enfrentamos a nuestro personalidad hipócrita (nuestra sombra) para poder decir -cuando nos hallemos postrados en nuestro lecho de muerte próximos al encuentro con el Hacedor- que hicimos cuanto pudimos de la mejor manera posible. Como dijo Gandhi: «El único diablo que existe en el mundo mora en nuestro propio corazón. Es ahí, a fin de cuentas, donde debemos librar nuestra más decisiva batalla».
Mientras no tomemos conciencia de la enorme influencia de la sombra en nuestras decisiones conscientes permaneceremos sujetos a su influjo. Sólo entonces podremos tomar decisiones claras y conscientes y liberarnos definitivamente del remordimiento, sólo entonces podremos elegir ser personas respetables y decidir comportarnos como alguien con quien se puede contar.

El trabajo con la sombra nos ofrece la extraordinaria oportunidad de disipar la tensión existente entre nuestra sombra y nuestro ego y, en ese sentido, de ser plenamente conscientes de nuestras decisiones. Si podemos elegir lo que hacemos en el mundo también podremos asumir la responsabilidad del mundo que creamos.

Entrar en la oscuridad con una luz
sólo nos permite conocer la luz.
Para conocer la oscuridad
hay que ir a oscuras.
Ve sin ver y descubre que la oscuridad
también florece y canta,
y puede ser hollada
por pies oscuros y por oscuras alas.
WENDELL BERRY

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