miércoles, 2 de abril de 2014

Encuentro con la Sombra, parte 57

44. EDUCAR A NUESTRA
VERGONZOSA VOZ
INTERNA
John Bradshaw

Vive en Houston donde, aparte de ser consejero familiar, es profesor y monitor de talleres grupales. Su famosa serie de televisión de la BPS le ha hecho tan conocido que sus libros se han convertido en auténticos best-sellers. Es autor de Bradshaw: On the Family; Healing the Shame that Binds You y Homecoming: Reclaiming and Championing Your Inner Child.

Como persona tímida que era he debido trabajar duro para llegar a aceptarme plenamente. Gran parte de esa tarea ha consistido en integrar los sentimientos, las necesidades y los deseos ligados a la vergüenza porque las personas tímidas suelen sentirse separadas de muchos sentimientos esenciales y están avergonzadas de necesitar ayuda, de sentir rabia, tristeza, miedo o alegría, de sentir que su conducta es asertiva, de sentirse excitados sexualmente, etcétera.
Los tímidos, en consecuencia, tratamos de no sentir lo que estamos sintiendo y de actuar como si no tuviéramos necesidades. Recordemos, por ejemplo, las veces que hemos dicho que estábamos bien cuando, en realidad, estábamos tristes o enfadados. Del mismo modo, ignoramos nuestra sexualidad y nos comportamos de una manera puritana o bien, por el contrario, la utilizamos para evadirnos de otros sentimientos y necesidades. En cualquiera de los casos, nos hallamos separados de nuestras facetas más vitales  especialmente la sexualidad y los instintos naturales- las cuales, no obstante, tienden a reaparecer en nuestros sueños y en nuestras proyecciones.
Jung denominaba sombra a todos los fragmentos enajenados de nosotros mismos, que debemos integrar para poder volver a ser completos.

La voz interna
Robert Firestone denominaba «voz interna» a esa especie de «diálogo interno» que sostenemos con nosotros mismos. Diversos autores han descrito esta voz interna de muy diferentes modos. Para Eric Berne se trata de una especie de cassettes que recogen unas veinticinco mil horas de grabaciones familiares. Según Fritz Perls y la Gestalt son «voces familiares introyectadas». Aaron, por su parte, las denomina «pensamientos automáticos». Pero sea cual fuere el nombre que les adjudiquemos, lo cierto es que todos nosotros mantenemos este tipo de diálogo interno que, en el caso de los tímidos, suele ser francamente autocrítico.
La voz interna de las personas tímidas suelen afirmar que son despreciables, indignos y malvados, contribuyendo, de este modo, a alimentar la imagen de que son niños malos. La voz puede ser experimentada como si fuera un pensamiento consciente pero, en la mayoría de los casos, sin embargo, se trata de un pensamiento parcial o totalmente inconsciente. Es por ello que la mayoría de nosotros sólo somos conscientes de la voz en aquellas situaciones tensas en las que nos sentimos avergonzados. Después de cometer un error, por ejemplo, uno puede decirse «¡Qué tonto eres!», «¡Otra vez igual!», «¡No aprenderás nunca!», etcétera.

Antes de una importante entrevista para solicitar trabajo, por ejemplo, la voz puede atormentarnos con pensamientos del tipo: «¿Cómo puedes pensar que estás preparado para asumir las responsabilidades de un trabajo así? Además, estás muy nervioso y ellos, sin duda, van a darse cuenta».
Resulta extraordinariamente difícil desembarazarnos de la voz interna debido a la ruptura original del vínculo interpersonal y el establecimiento de esa mediación imaginaria. Cuando éramos niños nos sentimos abandonados (reprimidos, ofendidos, confundidos) y cuánto más severo fue ese abandono mayor fue la necesidad de crear una conexión ilusoria con nuestros padres. Esta conexión es lo que Robert Firestone denomina el «vínculo imaginario».
Pero para poder llegar a establecer este «vínculo imaginario» -cuyo único propósito es la supervivencia- el niño, que depende irremediablemente de sus padres, no puede culparlos porque, en tal caso, no podría sobrevivir y, por consiguiente, se ve forzado a idealizarlos y a autoinculparse, a volverse «malo». De este modo, el vínculo imaginario (que hace buenos a los padres y malo al hijo) cumple la misma función que los espejismos del desierto y proporciona al niño la ilusión de que en esta vida puede hallar alimento y sustento.

Y no sólo esto, sino que con el correr de los años, cuando el niño crezca y deje a sus padres, la voz interna seguirá manteniendo ese vínculo imaginario que una vez fue externo. De este modo, la voz exasperada, represora y punitiva de sus padres termina por internalizarse. Por este motivo, el proceso de afrontar y transformar la voz interna crea una enorme ansiedad. Sin embargo, como apunta Firestone: «No es posible una trasformación terapéutica profunda que no vaya acompañada de esta ansiedad».
La voz está configurada principalmente por las herméticas defensas de la mentalidad pacata de nuestros primeros censores. Del mismo modo que unos padres tímidos no pueden aceptar su debilidad, sus anhelos, sus sentimientos, su vulnerabilidad y sus dependencias, tampoco pueden aceptar las necesidades, los sentimientos, la debilidad, la vulnerabilidad y la dependencia de sus hijos. Para Firestone la voz es el resultado del deseo profundamente reprimido de los «padres» de destruir la espontaneidad y vitalidad de sus hijos cuando esos sentimientos amenazan sus propios mecanismos de defensa.
Robert Firestone ha efectuado un trabajo pionero en la identificación de los orígenes y tendencias destructivas de la voz, desarrollando algunos métodos muy eficaces para traer a la conciencia de los padres esos pensamientos hostiles. Según él, «el proceso de formular y verbalizar los pensamientos negativos ayuda a paliar el efecto destructivo de la voz en la conducta de los padres».

En la terapia con la voz los pacientes aprenden a externalizar sus pensamientos internos más críticos y, al actuar así, sacan a la luz el acoso constante al que someten a su propia personalidad y desarrollan, a la postre, recursos para transformar su actitud negativa en una perspectiva más objetiva y menos prejuiciosa. A medida que se externaliza la voz a través de la verbalización se liberan intensos sentimientos que desembocan en una poderosa catarsis emocional acompañada de la correspondiente comprensión.

Irritabilidad cotidiana
Comenzaremos presentando una técnica que proviene de los primeros trabajos realizados por Firestone para analizar los factores que originan el surgimiento de la voz obsesivamente crítica. Para ello debemos empezar a prestar atención a nuestras reacciones desmedidas. Este trabajo da mejores resultados cuando se realiza en el seno de un grupo aunque también puede ser llevado a cabo en el contexto de nuestras relaciones interpersonales cotidianas.

Todas las noches antes de acostarnos debemos rememorar los acontecimientos del día. ¿Cuándo nos alteramos? ¿Qué nos hizo reaccionar desmesuradamente? ¿En qué contexto? ¿Con quién? ¿Cómo compararías lo que ella te dijo con lo que tú te dices a ti mismo?
Por ejemplo, el día 16 de diciembre mi esposa y yo estábamos considerando la posibilidad de hacer algunas reformas en casa. En un momento determinado de la conversación observé cómo mi voz se aceleraba y se
elevaba. Pronto, estaba vociferando sobre el estres que mi trabajo implica. Me escuché a mí mismo decir: «No esperes que supervise ese trabajo. Apenas si puedo hacer frente a mis obligaciones». Después, incluí este exabrupto en mi diario, dándole la siguiente forma:
Fecha: Miércoles. 16 de diciembre, 8:45 p.m.
Contenido: Discusión sobre las reformas en una habitación de nuestra casa.
Reacción Desproporcionada: Después que ella dijo, «voy a necesitar tu ayuda», respondí en un tono cada vez más agitado, «No esperes que supervise ese trabajo, etcétera».
Voz Interna: «Eres un marido despreciable. No sabes cómo organizar nada. Eres patético. Tu casa está desmoronándose ¡Qué farsante! Los hombres de verdad saben cómo arreglar y hacer las cosas. Los buenos padres cuidan del hogar».

Resulta crucial dedicar algún tiempo al estudio de las voces. Te recomiendo que adoptes una actitud relajada en un entorno tranquilo. Escucha atentamente tu diálogo interno, toma buena nota de él y luego repítelo en
voz alta con espontaneidad. Una vez que empieces a leer en voz alta puedes sorprenderte de la reacción automática que se desencadena.
Firestone recomienda que en el trabajo de grupo la persona exprese sus sentimientos en voz alta y con implicación emocional. Para ello puede insinuarles, por ejemplo: «Dílo más fuerte», «Déjalo salir», etcétera.
Te aliento a hacer lo mismo. Expresa espontáneamente todo lo que aparezca en tu mente. Dílo en segunda persona. Déjate llevar por el alto voltaje emocional que despierte la voz.

Responder a la voz
Una vez que hayas expresado en voz alta ese diálogo interno puedes empezar a responder. Contesta tanto al contenido como al tono de la voz. En mi diario, por ejemplo, escribí que yo era un buen marido que había sido capaz de comprar una buena casa. El que me considere un buen marido no depende en ningún caso de que haga esto o lo otro. Trabajo duramente y puedo pagar para que alguien arregle mi casa. Pagaría a alguien aunque yo mismo supiera hacer el trabajo. Tengo mejores cosas que hacer con mi tiempo. Hay hombres admirables que son carpinteros o albañiles pero también hay muchos otros que no lo son.
Al día siguiente repetí este diálogo, respondiendo en todo momento tanto emocionalmente como racionalmente. Firestone recomienda que uno debe actuar sin oponerse ni convertirse en cómplice de la voz.
En mi caso, llamé a un carpintero conocido, le dije exactamente lo que quería y lo dejé solo. Me fui a jugar al golf y me sentía plenamente satisfecho por haber podido pagar a alguien para arreglar mi casa.

Localización del crítico interno
La terapia gestalt nos proporciona otro método para sacar a la luz a la voz interna al que denominaré "Localización del crítico interno". En todas las personas tímidas tiene lugar un diálogo interno autocrítico. Se trata de un juego que ha sido llamado el juego de la «autotortura» y suele ser algo tan habitual que casi siempre es inconsciente.
El siguiente ejercicio -extraído del libro Awareness, de John O. Stevens- puede ayudar a hacer más consciente ese proceso y proporcionar herramientas para asumirlo e integrarlo.
Siéntate confortablemente y cierra los ojos... Imagina que estás sentado frente a una representación visual de ti mismo. ¿Cómo es esa imagen? ¿Cómo va vestida? ¿Qué expresión tiene su rostro?
Critica ahora en silencio a esta imagen como si estuvieras hablando con otra persona. (Si haces el experimento solo hazlo en voz alta). Comienza cada frase con las palabras:
«Tú debes...», «Tú no debes», o sus equivalentes. Toma nota de lo que observes y anota a continuación todas tus críticas.
Imagina ahora que asumes el lugar de la imagen. Conviértete en esa imagen y responde silenciosamente.
¿Qué tienes que responder a estas críticas? ¿En qué tono se expresa tu voz? ¿Cómo te sientes cuando contestas?
Invierte los papeles otra vez y adopta nuevamente el de crítico. Sé consciente de lo que dices, de cómo lo dices, de tus palabras, de tu tono de voz, etcétera. Detente, de vez en cuando, para tomar nota de lo que dices.
Intercambia los papeles cuantas veces quieras pero mantén vivo el diálogo. Date cuenta de todos los detalles que ocurren en tu interior a medida que lo haces. Advierte cómo te hace sentir físicamente cada papel.
¿Reconoces a alguien en la voz que te critica y te dice «No deberías...»? ¿De qué más cosas eres consciente en esta interacción? Continúa este diálogo silente durante varios minutos más. ¿Observas algún otro cambio a medida que el diálogo prosigue?

Ahora siéntate tranquilamente y revisa lo ocurrido. Es muy posible que experimentes alguna contradicción entre una parte autoritaria, poderosa, crítica de ti mismo y otra más débil que se mantiene a la defensiva, trata de evadirse e inventa excusas para justificarse. Parece como si te hubieras dividido en un padre «protector» que continuamente trata de mantener el control para hacerte «mejor», y un niño «desvalido» que pretende escapar de todo intento de ser cambiado. Quizás puedas reconocer en la voz que te critica a tus padres o alguien que te exige como tu mujer, tu jefe, o alguna otra figura autoritaria que trate de controlarte.
Esta voz crítica puede reactivarse en cualquier situación vulnerable. Una vez activada se pone en funcionamiento una espiral de vergüenza que funciona autónomamente. La externalización de este diálogo interno es imprescindible porque ese es uno de los principales motivos que te mantienen dividido y te impiden aceptarte a ti mismo. Así pues, el ejercicio ayuda a hacer consciente este diálogo interno, el primer paso en la externalización de la voz.

El segundo paso consiste en tomar cada uno de los mensajes críticos y traducirlo a una conducta específica concreta ya que cualquier afirmación crítica es una generalización y, como tal, es falsa. Así pues, en lugar de
repetirte que «eres un egoísta», di que «no puedes hacer favores», en lugar de insistir en que «eres idiota» piensa que «no sabes álgebra». Hay ocasiones en las que uno debe seguir su propio camino y existen áreas en la vida sobre las cuales todos estamos confundidos. De este modo, al referir estas generalizaciones (juicios, condiciones o méritos) a conductas específicas concretas puedes contemplar una imagen real de tí mismo y aceptarte de una manera más equilibrada e integrada.

El tercer paso consiste en tomar estas generalizaciones y formular afirmaciones positivas que las contradigan. Así, en lugar de decir, por ejemplo, «soy un egoísta», repítete, «no soy egoísta». Es importante verbalizar esto y que te escuches diciéndolo. También te recomiendo que te dirijas a otra persona, quizás alguien perteneciente a tu grupo de apoyo, tu mejor amigo, tu esposo o esposa, y verbaliza ante ella tu afirmación
pero asegúrate de que esa persona no esté condicionada por la vergüenza.

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