lunes, 16 de diciembre de 2013

Encuentro con la Sombra, parte 19


12. EL CUERPO COMO
SOMBRA
John P. Conger

Hablando en sentido estricto la sombra constituye la parte reprimida de nuestro ego y se refiere a aquellos aspectos de nosotros mismos que somos incapaces de reconocer. El cuerpo se oculta bajo nuestros disfraces y expresa de forma incuestionable lo que nuestra conciencia se esfuerza en negar. Con demasiada frecuencia tratamos de ocultar ante los ojos de los demás nuestros enfados, nuestras ansiedades, nuestras tristezas, nuestras angustias, nuestras depresiones y nuestras necesidades.
Ya en 1912 Jung escribió: «Debemos admitir que el énfasis cristiano en el espíritu conduce inevitablemente a un menosprecio inaceptable por los aspectos físicos del ser humano que origina una especie de deformación grotesca de la naturaleza humana» y en las conferencias que pronunció en Inglaterra en 1935 sobre su teoría sugería también de pasada la forma en que el cuerpo puede convertirse en sombra:
“No nos agrada contemplar nuestro lado oscuro. Por ello hay tantas personas de nuestra civilizada sociedad que han perdido su sombra, que han perdido la tercera dimensión y que, con ello, han extraviado también su cuerpo“. El cuerpo es un compañero sospechoso porque produce cosas que nos desagradan y constituye la personificación de la sombra del ego. El cuerpo, de algún modo, es una especie de esqueleto en el armario del que todo el mundo desea desembarazarse.

En realidad, el cuerpo es la sombra, el cuerpo encierra la conmovedora historia de todas las ocasiones en las que asfixiamos y reprimimos el flujo espontáneo de nuestra energía vital con la desagradable consecuencia de terminar convirtiéndolo en un objeto mortecino. De este modo, la balanza va desequilibrándose poco a poco hasta acabar inclinándose definitivamente de lado de la vida hiperracionalizada en detrimento de la vitalidad primitiva y natural. Quienes saben leer el cuerpo reconocen las huellas de nuestros aspectos reprimidos, se dan cuenta de aquellas facetas que nos negamos a compartir y advierten en él nuestros miedos presentes y pasados. Nuestro «carácter» constituye la manifestación del cuerpo como sombra, es decir, un bloqueo de nuestro flujo energético que enajenamos y no reconocemos como propio y del que, por tanto, no podemos disponer.

Aunque Jung fuera un hombre pletórico de vitalidad dijo muy pocas cosas sobre el cuerpo. Cuando construyó su famosa torre en Bollingen asumió una forma de vida más primitiva, bombeando agua del pozo y cortando leña. Su cuerpo, su espontaneidad y su atractivo personal indican, en cierto modo, que habitaba gustoso su cuerpo. Muchas de las afirmaciones de Jung demuestran una actitud hacia el cuerpo que está en concordancia con las ideas de Wilhelm Reich aunque, obviamente, más desidentificadas, más metafóricas, que las de éste.

Reich -el único que nos enseñó a observar y a trabajar con el cuerpo- era, por su parte, directo y concreto. Para él el cuerpo y la mente era «funcionalmente idénticos». Reich consideraba que el psiquismo constituye una expresión de nuestro cuerpo y nos proporcionó una brillante alternativa y un poderoso antídoto contra los sofisticados psicoanalistas vieneses, quienes al menos en sus comienzos- ignoraban por completo el papel desempeñado por la expresión corporal.

Hans Christian Andersen nos presenta, en su cuento "La Sombra", una sombra que consigue desprenderse de su dueño, un erudito. El erudito afronta el incidente desarrollando un nueva, y más modesta, sombra.
Años después, a punto de casarse con una princesa, se encuentra con su vieja sombra que se ha hecho rica y famosa. Esta tiene entonces la osadía de pretender contratar a su antiguo propietario para que se convierta en su sombra. El erudito intenta escapar pero entonces descubre que su astuta sombra le ha aprisionado. Finalmente, el sabio convence a su prometida de que su sombra se ha vuelto loca y, de este modo, logra escapar de la situación que amenazaba su matrimonio. Este cuento nos sugiere que los aspectos oscuros y rechazados del ego pueden agruparse de manera imprevista y contundente y terminar materializándose con tanta fuerza como para llegar a dominar e invertir la relación maestro-sirviente, una historia, en fin, que demuestra el desarrollo de la armadura caracterial del que nos habla Reich ya que, hablando en sentido estricto, la coraza corporal -el cuerpo como sombra - constituye la expresión de lo que el ego está reprimiendo.

Según Reich, para alcanzar el estrato fundamental del ser humano hay que trabajar sobre el estrato secundario de la sombra. De este modo, la resistencia se convirtió para él en una especie de bandera que delimita nuestra coraza y traza el camino que nos conduce hasta el mismo núcleo del ser humano. «En ese núcleo, y en condiciones sociales favorables, el hombre es un animal esencialmente honesto, laborioso, cooperativo, amoroso y racional.»"

Así pues, el concepto junguiano de sombra y el estrato secundario de Reich encajan perfectamente. Para Jung, la sombra constituye un aspecto del núcleo de la vida en la naturaleza de la imagen divina en el psiquismo humano. El lado oscuro nos ofrece una puerta de entrada en los aspectos reprimidos del ser humano. Para Reich, en cambio, el mal constituye un mecanismo crónico que niega la vida energética y supone un obstáculo al núcleo biológico espontáneo del ser humano. El diablo jamás alcanza ese nivel esencial pero constituye la personificación de las perturbaciones existentes en el estrato secundario.

Actualmente, sin embargo, todo el mundo asume la necesidad de la coraza como armadura protectora y el objetivo de la terapia no apunta, por tanto, a eliminar la coraza sino a flexibilizarla y hacernos conscientes de esa rígida estructura defensiva inconsciente.
De la misma manera que el concepto biológico de coraza es particularmente apropiado al trabajo energético del cuerpo, la sombra -su equivalente funcional a nivel psicológico- constituye un concepto extraordinariamente importante en el dominio del psiquismo. La sombra contiene poder que ha sido enajenado. En este sentido, jamás podrá disolverse por completo y jamás podrá ser totalmente enajenada.

Pero aunque sepamos que nunca podremos someter al núcleo profundo de la sombra debemos, sin embargo, tratar de conectar con ella y de integrarla. La sombra y el doble no sólo contienen los residuos de nuestra vida consciente sino que también encierran nuestra fuerza vital primitiva e indiferenciada, una promesa de futuro cuya presencia aumenta nuestra conciencia y nos fortalece a través de la tensión de los opuestos.

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