miércoles, 11 de diciembre de 2013

Encuentro con la Sombra, parte 17


11. DESCUBRIENDO
NUESTROS OPUESTOS EN
LA RELACION CONYUGAL
Maggie Scarf

Los especialistas en relaciones de pareja saben bien que aquellas cualidades identificadas por los miembros de la pareja como el elemento que les resultó más atractivo de su compañero suelen ser las mismas que más tarde se convierten en motivo de conflicto. De este modo, las cualidades originalmente «atractivas» son reetiquetadas más adelante hasta terminar transformándose en los aspectos más problemáticos y negativos de la personalidad y de la conducta de la pareja.
El hombre que se sintió atraído por la cordialidad, empatía y sociabilidad de su esposa, por ejemplo, puede calificarla más tarde como vulgar, entrometida y frívola y la mujer que valoraba inicialmente la formalidad, prudencia y seguridad que le ofrecía su marido puede censurarlo luego como insulso, aburrido y opresivo. ¡Así pues, los rasgos más fascinantes y maravillosos de la pareja terminan convirtiéndose en las cosas más horribles y espantosas! La cualidad sigue siendo la misma pero -más pronto o más tarde- termina adoptando un calificativo completamente opuesto.

Lo que nos resulta más seductor de nuestra pareja suele ser precisamente lo más ambivalente.
Las parejas que parecen haber establecido su relación sobre los opuestos- se hallaban frente al más frecuente de los problemas maritales: diferenciar entre los pensamientos, sentimientos, deseos, etcétera, que pertenecen a uno y aquellos otros que conciernen a la pareja, un problema que se deriva de la forma en que trazamos nuestras fronteras personales. De hecho, en la confusión entre lo que tiene que ver con uno y lo que tiene que ver con el otro radica el origen de la mayor parte de los problemas que aquejan a las relaciones de pareja.

Hay muchas parejas que parecen compuestas por personas francamente opuestas pero su diferencia no es mayor que la existente entre los títeres de un teatro de marionetas: ante los ojos del espectador cada uno de ellos desempeña un papel muy diferente pero entre bambalinas los hilos que las mueven se entremezclan y confunden.
Se abre un abismo; el conflicto entre satisfacer las necesidades individuales y satisfacer las necesidades de la relación. En lugar de admitir que ambos desean una mayor intimidad y que ambos quieren alcanzar sus propios objetivos individuales -en vez de reconocer que el conflicto entre la autonomía y la intimidad tiene lugar en el interior de cada uno de nosotros-  se firma una especie de acuerdo inconsciente.

Como resultado de todo ello, un dilema realmente interno -algo que sólo existe dentro del mundo subjetivo de cada persona- termina convirtiéndose en un conflicto interpersonal -un problema que se manifiesta de manera reiterada en las relaciones.

La transformación de un conflicto intrapsíquico (es decir, un problema que ocurre dentro de la mente de un individuo) en un problema interpersonal (es decir, un problema entre dos personas) tiene lugar mediante el mecanismo de la identificación proyectiva.
La identificación proyectiva constituye un mecanismo mental muy difundido, complejo y destructivo que consiste en proyectar aquellos aspectos negados y enajenados de la propia experiencia interna sobre la pareja y percibir luego esos sentimientos disociados como si procedieran de ella. ¡No se trata tan sólo de que los pensamientos y sentimientos indeseables parecen provenir de la pareja sino de que ésta es instigada (mediante todo tipo de provocaciones) a comportarse como si realmente su origen estuviera en ella!
De este modo, la persona puede entonces identificarse  simbólicamente, con la manifestación de los pensamientos, sentimientos y emociones repudiados expresados por la pareja.

Las personas que nunca se enfadan y que jamás se muestran agresivas nos proporcionan uno de los mejores y más claros ejemplos de la forma en que opera la identificación proyectiva. Tales personas sólo son conscientes del sentimiento de cólera cuando éste aparece en otra persona, su pareja por ejemplo. De este modo, cuando algo afecta a este individuo hasta el punto de hacerle experimentar el enojo se desconecta conscientemente de esa emoción. Quizás no sepa que está enojado pero es un experto en provocar las explosiones de hostilidad y cólera de su esposa. La pareja, que probablemente no experimentaba ningún tipo de cólera antes de la interacción, se enfurece rápidamente y termina representando la cólera por algún motivo completamente nimio. Es como si, en cierto modo, ella le «protegiera» de aquellos aspectos de su ser que él no puede aceptar y reconocer como propios.

Quien nunca se enfada puede identificarse así con la expresión de la rabia que manifiesta su pareja sin asumir su propia responsabilidad personal (¡Aún en el caso de que fuera consciente de haber sido el primero en enojarse!). Y normalmente, tras esa explosión de cólera el sujeto suele censurar severamente a su esposa. ¡Cuando se dispara una proyección de este tipo el individuo que nunca se enoja suele horrorizarse ante la expresión de la ira y la conducta airada, impulsiva e incontrolada de su esposa!

De modo parecido, la persona que nunca está triste sólo puede ver su depresión en su pareja quien, en tal circunstancia, es considerada como la causante de la tristeza y desesperación de los dos.
Hablando en términos generales, las proyecciones suelen ser intercambios -transacciones pactadas por ambos miembros de la pareja, por así decirlo- de aquellos aspectos reprimidos de su propio Yo. A partir de ese momento cada uno ve en la pareja lo que no puede percibir en sí mismo y lucha incesantemente por cambiarlo.


Apenas supe de la existencia del amor
comencé a buscarte sin saber de mi ceguera.
Los amantes jamás se encontrarán
porque moran eternamente uno en el otro.

RUMI

Quizás los dragones que amenazan nuestra vida
no sean sino princesas anhelantes
que sólo aguardan
un indicio de nuestra apostura y valentía.
Quizás en lo más hondo
lo que más terrible nos parece
sólo ansía nuestro amor.

RAINER MARIA RILKE

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