viernes, 6 de diciembre de 2013

Encuentro con la Sombra, parte 15


TERCERA PARTE:

EL PROBLEMA DE LA SOMBRA:
LA DANZA DE LA ENVIDIA, LA IRA
Y EL ENGAÑO 

Donde hay amor no existe el deseo de poder y donde predomina el poder el amor brilla por su ausencia. Uno es la sombra del otro.
C. G. JUNG

Nuestra personalidad oscura suele resultar evidente a los demás pero permanece oculta ante nuestros propios ojos. Mucho mayor es nuestra ignorancia de los aspectos masculinos y femeninos que residen en nuestro interior... Por este motivo Jung denominaba «obra de principiante» a la integración de la sombra - al hecho de llegar a ser uno- y «obra maestra» a la tarea de integración del anima y el animus.
JOHN A. SANFORD

[El odio] tiene mucho en común con el amor, especialmente con los aspectos trascendentes del amor, la fijación en los demás, la dependencia y la renuncia a una parte de nuestra propia identidad... Quien odia ambiciona el objeto de su odio.
VACLAV HAVEL

INTRODUCCIÓN

Los vínculos que mantenemos con nuestros hermanos del mismo sexo y con nuestros amigos íntimos son tan misteriosos como los lazos que nos unen a nuestros amantes. En cualquier caso, trátese de relaciones consanguíneas o de vínculos espirituales, para cada uno de nosotros el otro representa, al mismo tiempo, al Yo y a la sombra. De este modo, las mujeres podemos vernos reflejadas en el espejo que nos brindan nuestras hermanas del mismo modo que los hombres pueden hacerlo en el que les ofrecen sus hermanos, y
descubrir la profunda similitud que nos une y la extraordinaria diferencia que nos separa.

En la mayoría de las familias la personalidad de las hermanas sigue caminos tan opuestos como los polos de un imán. En The Pregnant Virgin la analista junguiana Marion Woodman las denomina «hermanas del sueño» porque, al igual que ocurre con las hermanas mitológicas Eva y Lilith, Psique y Orual o Innana y Ereshkigal, por ejemplo, cada una de ellas presenta cualidades y virtudes opuestas a las de su hermana.
Así pues, si una se inclina hacia el mundo de la materia, la naturaleza y la comida, la otra, en cambio, suele sentirse atraída por el mundo del espíritu, la cultura y la mente. Así pues, estas parejas antagónicas se hallan eternamente unidas y eternamente separadas por la envidia, los celos, la competencia y la
incomprensión.

Lo mismo podríamos decir respecto del tema de los hermanos y de otros pares de varones, como Caín y Abel, Jesús y Judas, Otelo y Yago, Próspero y Calibán, etcétera, que si bien, parecen superficialmente opuestos, se hallan en cambio, estrechamente relacionados en lo más profundo. En cada uno de ellos el ego y la sombra danzan de tal modo que cuando uno avanza el otro retrocede.

El trabajo con la sombra constituye una herramienta fundamental para sanar nuestros problemas de relación. Cuando un ser humano acepta a los demás y es capaz de valorar e integrar un rasgo ajeno que le resulta poco familiar -la agresividad, el sosiego y la sensualidad, por ejemplo está expandiendo su propio Yo.

La aparición de nuestros opuestos también está presente en las relaciones que sostenemos con personas del otro sexo. Tendemos a enamorarnos y a formar pareja con personas que son completamente diferentes a nosotros: sumiso y agresivo, introvertido y extrovertido, creyente y ateo, reservado y charlatán, etcétera.
Es como si nos sintiéramos atraídos hacia ellos porque poseen algo de lo que nosotros carecemos, como si ellos hubieran actualizado cualidades que permanecen latentes en nosotros. En este sentido, por ejemplo, una mujer tímida dejará que su marido hable por ella y un hombre aburrido buscará la compañía de una mujer imaginativa.
Quizás haya algo de verdad en aquel refrán que afirma que acabaremos casándonos con aquellos aspectos de nosotros mismos que nos hemos negado a desarrollar. Si no integramos nuestro odio, nuestra inflexibilidad, nuestra racionalidad o nuestra susceptibilidad, resulta muy probable que terminemos sintiéndonos inclinados hacia aquellas personas que compensen nuestras propias carencias y correremos el riesgo de no desarrollarlas por nosotros mismos.

Según la astróloga y analista junguiana Liz Greene: «Los hombres excesivamente espirituales, educados y moralistas suelen tener una sombra muy primitiva y, por consiguiente, tienden a enamorarse de mujeres muy rudimentarias». Sin embargo -agrega Greene- cuando tropieza con esas cualidades en personas de su mismo sexo tiende a odiarlas. En consecuencia -añade- «nos enfrentamos a la curiosa paradoja de estar amando y odiando sistemáticamente la misma cosa».

El desarrollo desequilibrado de un miembro de la pareja puede servir tanto para proyectar como para tomar conciencia de nuestros opuestos e, integrándolos, llevar a cabo la tarea de completarnos a nosotros mismos.
Sin el trabajo con la sombra, la tensión puede terminar conduciendo a una dolorosa separación, pero con su ayuda, el malestar inicial puede aumentar y profundizar la conciencia que tenemos de nosotros mismos. James Baldwin expresaba más poéticamente este punto diciendo:

"Sólo podemos ver en los demás
aquello que hemos visto en nosotros mismos."

El trabajo con la sombra en nuestras relaciones personales no pretende pues, anular los inevitables pensamientos y sentimientos negativos que puedan surgir sino más bien, diferenciar entre lo que realmente es una proyección -es decir, lo que es una creación nuestra y, por consiguiente, podemos curar- y lo que pertenece a los demás y puede suscitar, por tanto, una legítima respuesta de rechazo.
Cualquier relación íntima puede constituir un excelente ámbito para nuestro trabajo con la sombra y hacer que el fuego del amor alumbre los lugares más recónditos, arroje luz en la oscuridad y nos permita, al fin, penetrar en nuestro propio Yo interno

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