lunes, 2 de diciembre de 2013

Encuentro con la Sombra, parte 13


8. EL RECHAZO Y
LA TRAICIÓN
Robert M. Stein

Veamos ahora más en detalle los mecanismos que se ponen en movimiento cuando uno se halla profundamente marcado por una historia infantil de traición y desengaño. Cuando la transición desde la situación arquetípica original a una relación humana más personal tiene lugar de manera inadecuada el niño experimenta el rechazo y la traición. Esto tiene lugar, por ejemplo, cuando la madre permanece identificada con el rol de Madre arquetípica omniprotectora y nutricia, aun cuando en la relación con su hijo muestre ya pensamientos y sentimientos que no se correspondan con esa actitud.

Si la madre se identifica con el arquetipo de Madre positiva, la Madre negativa debe ser desterrada a la profundidad del inconsciente. De este modo, el niño, en lugar de experimentar una transición de la Madre arquetípica a la madre humana -con toda su pluralidad de sentimientos y emociones- se encuentra entonces atrapado y experimenta una sensación de rechazo y traición que destruye bruscamente su sensación de integridad y termina escindiendo su personalida. Esta es la traición a la que estamos haciendo referencia.

Del mismo modo que la Madre Positiva acepta y estima a su hijo con todas sus flaquezas e imperfecciones, la Madre Negativa, por su parte, le rechaza y le exige superarlas. Este rechazo -que tiene lugar a un nivel muy colectivo- equivale a un rechazo de todos aquellos elementos únicos e individuales del niño que no concuerdan con la imagen que la madre tiene de cómo debe ser su hijo. Es por ello que el niño debe ocultar o reprimir su singularidad con lo cual todas sus peculiaridades terminan engrosando las filas de la sombra.

 Y dado que el contenido de la sombra frecuentemente está repleto de elementos desagradables, inaceptables y destructivos para los demás y para la sociedad, la combinación entre individualidad y sombra suele resultar desastrosa. De este modo, el individuo termina equiparando su alma a su sombra disminuyendo entonces drásticamente sus posibilidades de establecer o mantener un contacto humano profundo con los demás. En tal caso, resulta fácil observar que cada vez que comenzamos a intimar con una persona de estas características invariablemente hace algo para que lo rechacemos. Este es un fenómeno tan habitual que deberíamos intentar comprenderlo más profundamente.

¿Por qué las personas que han sufrido una traición arquetípica parecen estar provocando -casi nos atreveríamos a decir, pidiendo- el rechazo de los demás? Este tipo de persona suele expresar exactamente su visión de sí mismo. Durante algún tiempo creí que se trataba de un recelo a expresar sus viejas heridas por temor a ser dañado nuevamente. Esto parecía tener cierto sentido hasta el momento en que comprendí que, aunque el hecho de abrirse a alguien pudiera exponerle a ser herido nuevamente, la experiencia infantil de rechazo y traición fue la causante original de la herida.

Por consiguiente, cuando una persona rechaza y produce rechazo está reactivando la situación original traumática. Obviamente este mecanismo inconsciente no resulta eficaz para evitar el sufrimiento. Es necesario encontrar otras explicaciones.

Las cosas se comprenden mejor si consideramos que este problema es consecuencia de la incapacidad de la persona para distinguir entre la sombra y el alma. De este modo, cada vez que el individuo establece un contacto profundo con otra persona, emergen sentimientos de vergüenza, culpabilidad y miedo. En otras palabras, la sombra contiene elementos infantiles regresivos cuya asimilación e integración en la personalidad se ha visto entorpecida por el rígido rechazo. De este modo, por más que se le acepte y se le valore, el individuo seguirá sintiéndose rechazado. Este tipo de persona parece estar pidiendo que los demás le rediman de la culpabilidad que siente por los aspectos verdaderamente inaceptables y destructivos de su sombra que no ha alcanzado a diferenciar de la totalidad de su ser.

 Las demandas y las dependencias infantiles, la sexualidad infantil indiferenciada, el egoísmo, la crueldad, etcétera, son elementos que pertenecen a la condición humana que deben ser contenidos para que no causen daño a los demás. El amor y el respeto, suponen la aceptación de todas estas cualidades, lo cual no significa, sin embargo, que uno deba estar dispuesto a ser dañado por la sombra. Pero esto es precisamente lo que está buscando quien provoca rechazo. Estas personas sólo podrán experimentar aceptación y amor cuando se les permita dar expresión plena a su sombra y, aunque inflijan sufrimiento a los demás, sigue, no obstante, amándoseles.

Desde este punto de vista, pues, parece que el agente que determina su acción no es tanto el miedo sino, más bien al contrario, la necesidad de intimidad. Por decirlo de otro modo, la profunda necesidad de liberarse de la culpa y el miedo que provocan los contenidos de su sombra es la que le impulsa de continuo a comprometerse en relaciones que le ofrezcan la posibilidad de conectar profundamente con los demás.

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