sábado, 29 de junio de 2013

El Camino por los Arquetipos, parte 3 (final)

 Arquetipos de poder. (madurez)

La madurez es la época para afirmar nuestro propio poder. Muchas personas no lo hacen, se cierran y renuncian a la vida. Muchos están sólo pasando el tiempo, mientras esperan la llegada del retiro y después de la muerte o están enterrados en la rutina, lo que también es una forma de estancamiento y de muerte.

En los arquetipos de transición de la edad mediana aprendimos a afirmar nuestro poder y a expresarlo en el mundo. En la madurez, el arquetipo del Gobernador asume el control, estableciendo orientaciones y manteniendo el orden de una manera que lleva en consideración el mejor uso de los recursos. Por otro lado, el arquetipo del Mago ha de llevarnos a combinar la visión, la creatividad y el deseo de transformar la realidad existente, teniendo en mente el bien general.
El Gobernante y el Mago nos enseñan la virtud de la transformación, la capacidad de contribuir para la cura o para la evolución del mundo.
Como siempre, un protagonismo excesivo del Gobernante lleva al estancamiento. Una exagerada influencia del Mago, produce el caos.
Juntos y equilibrados, ayudan a renovar la vida.

Tanto el Gobernante como el Mago, aprenden a entender la sincronicidad y a comprender que el mundo exterior refleja el mundo interior: atraemos para nosotros aquello que somos.

El mago tiene conciencia de las interconexiones y por lo tanto, tiene la capacidad de asumir transformaciones. Cuando el Mago sintoniza con el todo, realiza alquimias cotidianas. Este personaje nos permite dotar de magia nuestras relaciones regulares.
Los Magos crean nuevas realidades, transforman realidades antiguas, actúan como catalizadores, “atribuyen nombres” y así, crean realidades.
El Mago es el alquimista interior que transmuta pensamientos y emociones, nos ayuda a aprender nuevos moldes de comportamiento y a transformar aspectos primitivos en otros más evolucionados.
Aunque todos los arquetipos asociados al yo nos ayudan a crear una unidad con la luz, el Mago se une al poder de lo divino para salvar, redimir, o perdonar.
En su aspecto negativo, hechiza diciendo que no somos valiosos ni dignos de ser amados; convence de que somos ineptos y perdedores. Puede hacer que quedemos enfermos.

Para el Gobernante nada debe ser ajeno. Para que exista un reino en armonía se necesita un dirigente capaz de crearla y mantenerla, un líder con la habilidad y el poder de generar estabilidad, orden e integración.
Si el Gobernante fuera altamente evolucionado, vigilaría que cada una de nuestras voces interiores y cada uno de los arquetipos activos en nuestras vidas estén siendo escuchados.
El Gobernante no evolucionado, impone orden reprimiendo y separando.
Cuando alguien pierde el manejo de su reino, abre posibilidades para que otros lo tomen.

El Gobernante está asociado a la creación de la integridad y del orden psicológico. La meta del Gobernador, en relación a la psiquis, es la creación de un Yo único, integrado y plenamente manifestado. El resultado del proceso es un sentimiento de paz, unidad y armonía: Las partes dispersas vuelven a juntarse.

Después de su regreso, los héroes se transforman en “redentores del mundo”. Habiendo emprendido un camino, retornan para efectuar una transformación.


8. Arquetipos de libertad (vejez)

En la vejez, serán los arquetipos de el Sabio y el Bufón, los que nos ayudarán a renunciar a la necesidad de controlar o de modificar el mundo y, de esta manera, ser realmente libres.
Damos nuestros dones al mundo, servimos, aceptamos el liderazgo en la familia, en la comunidad o en el trabajo. Súbitamente, llega la hora de aprender a ser libres en un contexto que incluye una creciente aceptación de la muerte, tanto en término de fin de la vida como de las pérdidas más inmediatas: los sueños, las ilusiones, las oportunidades.

 Nuestro desafío consiste en analizar nuestra vida y comprender su significado. También comenzamos a perder la fuerza y, a veces, la salud. Nuestros amigos comienzan a morir. Así, somos forzados a renunciar a nuestros vínculos, compañeros, lugares, salud, y hasta la propia existencia. Esas tareas exigen una apertura a la sapiencia del Sabio.
El Sabio encuentra la libertad sirviendo a la verdad; el Bufón la encuentra conociendo la alegría. Juntos, ellos nos traen la libertad.

En la vejez, también somos desafiados a superar nuestra necesidad de encontrar un significado en la vida, cuidando de otros, realizando cosas, transformando el mundo o influyendo sobre los acontecimientos. Simplemente necesitamos aprender a amar la vida por el placer de vivirla día a día.

La actitud del Sabio es un afán por llegar a la verdad a través de una actitud crítica, objetiva, abierta y flexible. Tiene la certidumbre de que la pasión por conocer, comprender y descubrir la verdad nos hace mejores personas. Es quien aconseja al Gobernante.
Los Sabios encuentran la libertad a través de una comprensión del significado cósmico de las cosas y una capacidad de desapego. En un nivel inferior, el Sabio puede tener poco interés en placeres comunes y mundanos de la vida. En un nivel superior, combina el desapego con amor, sabiduría y con el placer de vivir.
Él es aquella parte de nosotros que puede observar nuestros pensamientos y sentimientos y permitir que fluyan sin estar de ninguna manera unido a cualquiera de ellos.
Aspectos negativos del sabio están en el juez insensible, frío, sin corazón, dogmático y, frecuentemente pomposo, que nos evalúa y dice que nosotros no somos lo bastante buenos, o no estamos haciendo lo que debemos.

El arquetipo del Bufón encierra la alegría, la libertad, la espontaneidad y el goce. “La vida es una broma, una feria de vanidades y es muy corta para malgastarla“.
La calidad de vida se establece en gran medida a partir de la capacidad de disfrute y de goce de la misma. El Bufón nos conecta con ese potencial que surge del niño que mora en nuestro interior. Ese maravilloso ser que se caracteriza por su sensualidad, es decir, se vincula a la vida a través de los sentidos: es divertido, jovial, curioso, espontáneo, bromista y sin complicaciones. Aporta colorido, chispa y aroma.

El Bufón encuentra la libertad a través del desapego y la capacidad de apreciar cada momento de la vida.
En el peor de los casos, el Bufón es irresponsable. En el mejor, obtiene mucho placer de la vida porque viven simplemente cada momento.

Existe un cierto sentido de represión cuando el poder es ejercido sólo por el Gobernante. Aunque ese ordenamiento real sea estabilizador, el es también restrictivo. Si estuviera en un nivel elevado, el Gobernante tal vez quiera que expresemos los doce arquetipos, ya que eso aumenta nuestra eficacia.
El Bufón quiere que todos ellos se expresen por el placer de hacerlo. Para él no importa si eso irá a contribuir para la evolución del individuo, para la productividad o para la paz interior. Lo que le interesa es expresar todos sus egos porque se siente bien actuando así.
En su aspecto negativo, es propenso a las adicciones. Puede ser glotón, perezoso o libertino. Dominado por los deseos del cuerpo y sin sentido de la dignidad o el autocontrol.

Si el predominio del Sabio fuera marcado, podemos ser personas de escaso sentido del humor y demasiado serios. Si transformamos la dualidad del Sabio y el Bufón en una buena pareja, nos transformaremos en el Bufón-Sabio.

El mito del héroe encuentra su complemento en su retorno para transformar el reino. Cuando alcanzamos la iluminación, nosotros vamos más allá del heroísmo y trascendemos a la verdadera libertad.
De forma bastante apropiada, en este sistema en espiral, el final del camino nos lleva de vuelta a la inocencia, donde comenzamos, si bien a un nivel más alto, a repasar el camino. El ciclo cósmico continúa. El Amor circula.


jueves, 27 de junio de 2013

El Camino por los Arquetipos, parte 2


Arquetipos de responsabilidad (adultez)

Al inicio de la vida adulta, nuestro héroe tiene que aprender lo que responsabilidad significa, y dejar marcas de nuestro paso por el mundo. Los arquetipos de “el Guerrero y el Caritativo”, nos proporcionan dos maneras de actuar. Son responsables, trabajan duro y se preocupan por los demás. El Guerrero consigue eso luchando y haciendo valer sus derechos y el Caritativo a través de la protección y el autosacrificio.
Si el Guerrero toma el mando, actuaremos en el mundo a través de la competición, de la afirmación de nuestros derechos y por medio de realizaciones. Si el Caritativo predomina, actuará dándose, cuidando de otros y contribuyendo al aumento de su poder. En la exageración, el Guerrero podría vencer a costa de otras personas y el Caritativo ayudaría a otros en detrimento propio. Así que la virtud de la responsabilidad para con los demás y nosotros, requiere un cuidadoso equilibrio.

Tradicionalmente en la sociedad, el arquetipo dominante es fuertemente influenciado por los papeles sexuales. El Caritativo desempeña el papel nutridor de la madre y el Guerrero el papel protector del padre. Actualmente, se espera que todos desempeñemos los dos papeles, Guerreros en el mundo exterior y Caritativos en casa y con los amigos.  

El Guerrero se encarga de defender y preservar nuestro Yo. Otra función es construir, generar, progresar. El Guerrero nos abastece del carácter y el temple para terminar nuestros objetivos y cumplir nuestros sueños.
Los Guerreros derrotan a los villanos y rescatan a sus víctimas. Son disciplinados, llenos de coraje. En el peor de los casos, pisan a las personas. En el mejor, hacen valer sus derechos de forma apropiada a fin de transformar el mundo en un lugar para vivir mejor.

También el Guerrero se puede instalar en la mediocridad debido a que le falta ímpetu y coraje. También puede ser el villano que usa las habilidades del Guerrero para obtener provechos personales, sin cualquier consideración respecto a la moral, la ética o el bienestar colectivo.

El Bienhechor tiene en cuenta a los demás aunque esto exija algún sacrificio. Ellos se dan para hacer del mundo un mejor lugar. En el peor de los casos, el sacrificio es mutilador y manipulador. En el mejor, su entrega es compasiva, genuina y de gran ayuda para otros.
La capacidad del Bienhechor es sacrificar un bien menor a favor de uno mayor y de conformar y educar a otros, como fundamento para el desarrollo de una psiquis en que haya espacio para el Ego y el Alma.

En el principio de la vidas confiamos en nuestros padres para cuidar de nosotros. Después interiorizamos el papel paternal y maternal y nos cuidamos y protegemos a nosotros mismos tal como ellos lo harían. Finalmente, podemos acceder a las energías arquetípicas que están más allá  del padre y la madre y que nos ayudan a aprender y proteger, así como a cuidar de otras personas.

Arquetipos de Autenticidad (transición de la edad media)

Al llegar a la “edad media”, el reto será buscar nuestra autenticidad. Esta  transición estará auxiliada por los arquetipos del “Destructor” y del “Creador”. Juntos nos ayudaran a renunciar a las identidades que hemos creado, y que ya no son funcionales, y a abrirnos para un sentido más profundo y auténtico del Yo.
A la mitad de nuestra existencia, descubrimos que necesitamos renunciar a buena parte de aquello que pensábamos ser y volver a crear nuestra vida. Esto exige que la persona encuentre y exprese su verdadero Yo en un nivel más profundo.

Cuando el destructor predomina y llega la crisis de la mediana edad, podemos dejar el empleo, romper nuestro matrimonio, liberarnos de bienes, renunciar al sistema de creencias y vernos casi perdidos. Si el Creador predomina, no renunciaríamos a nada. Simplemente continuaríamos acumulando cosas con la esperanza de sentirnos mejor.

El Destructor dice “Nada es estático, todo cambia constantemente”. Tiene el poder de la Metamorfosis. En todo proceso de transformación hay cosas que deben morir para dar paso a otras. “Para que aparezca la mariposa, es preciso que desaparezca la oruga”. Este arquetipo es con el que vamos a desintegrar o a desaparecer situaciones que no nos permitan florecer, como por ejemplo: traumas, complejos, ansiedades, depresiones, etc.

Todos los héroes saben que no podemos conseguir el tesoro si no estamos dispuestos a enfrentarnos con el dragón. Cuando lo hacemos por primera vez como buenos guerreros, creyendo que el dragón está en el mundo exterior, lo matamos, conquistamos el tesoro y, naturalmente, el ego se fortalece. Cuando lo enfrentamos nuevamente, nos percatamos que el dragón está ahora dentro de nosotros y, al vencerlo, ganamos el acceso a los tesoros de nuestra alma.

Para el “creador” , la imaginación no tiene límites: el mundo está en obra negra y hay que penetrarlo y embellecerlo. Somos a la vez creados y creadores, estamos conectados con la gran fuente creativa del universo. Somos artistas creadores de nuestra propia vida.
Se despiertan entonces semillas de verdaderas identidades en las profundidades de nuestro ser. La imaginación puede salvar nuestras vidas. Sin un sentido de nuestro genuino yo, nuestra imaginación queda sin foco. Podrá crear muchos proyectos e ideas, pero todos inoportunos e insatisfactorios.
En la psicología sagrada, se dice que al vencer nuestro dragón interno, el individuo tiene entonces acceso a la entelequia del Yo, el nivel relacionado de forma más directa con el Yo Superior.  Conexión que siempre caracterizó a los grandes maestros de la humanidad.

Cuando se equilibran satisfactoriamente el Destructor con el Creador, el resultado es la capacidad de producir una simplicidad, la creación de una vida que tiene todo aquello que necesitamos y nada más. Renunciamos a las cosas que no nos sirven más y reservamos sólo las adecuadas. Esto significa redefinir relaciones con personas, trabajo e instituciones, de modo que sea más agradable nuestro nuevo estilo de vida.

La virtud de la autenticidad exige que todos nosotros nos enfrentemos con nuestra mortalidad, porque sólo después de reconocer la inevitabilidad de nuestra disolución, sentimos la necesidad de ser efectivamente nosotros mismos.
Para muchas personas, la decisión de ser ellas mismas y tener lo que realmente desean y no lo que la sociedad, las instituciones religiosas, la familia y los amigos, dicen que debemos querer, surge con el reconocimiento de que la mitad de la vida se fue y no hay mucho tiempo que perder.

martes, 25 de junio de 2013

El Camino por los Arquetipos, parte 1

Este trabajo es el resultado final de un Taller denominado “Despertando al Héroe Interior”, impartido por Ma. Cecilia Tena, y basado en la obra de Carol Pearson, que a su vez, se apoya en la de Carl Jung. Otra de las múltiples rutas que llevan al mismo destino.


“El  Camino por los Arquetipos

La situación actual por la que atraviesa nuestra especie, desde cualquier punto de vista, pero especialmente el biológico, no es como para desatenderse. Bastaría mencionar la rapidez con que depredamos, de nuestro planeta, lo que tardó en formarse miles de millones de años.
A eso hay que añadir su incoherente ceguera espiritual. Su vida sin sentido, su miedo, su egoísmo, su falta de empatía.
Los Grandes Maestros de la Humanidad, hablan de construir un reino de fraternidad, de fuertes lazos de amor, de solidaridad y confianza. ¿Seremos capaces de construir tal mundo, o moriremos en nuestro egoísmo? El hombre se hunde cada vez más en su soberbia, su codicia, su conformismo y sus placeres mundanos.

Se necesita un héroe. Alguien que ponga el ejemplo. Que se enfrente al mundo con valentía.  Que vaya y luche con sus dragones internos hasta vencerlos. Que se atreva a hacer una limpieza a fondo de la bodega de su inconsciente. Que se perdone a sí mismo, y deje penetrar al amor incondicional a cada una de sus células. Y una vez dueño de sí mismo, contagiar a las demás personas, y tener el coraje de transformar lo que esté  en sus manos.
El viaje del héroe va desde el miedo hasta el amor. De sobrevivir simplemente a vivir en plenitud y cumplir una misión.

Si cada quien se volviera héroe de sí mismo, el mundo cambiaría.
Si cada uno de nosotros se atreviera a conocerse a sí mismo, a controlar sus emociones y a expresarlas adecuadamente, podíamos acceder a una sociedad donde impere el amor en vez del miedo.

El camino por los Arquetipos, símbolos de naturaleza universal, propone estudiar nuestros doce principales personajes internos y acompañarlos en la transformación de nuestro héroe interno. Estos doce arquetipos son propuestos por Carol S. Pearson en su obra “Despertando al héroe interno”. 1992

Arquetipos de seguridad (infancia)

Establecer un yo sano es el primer requisito para emprender el camino.
Cuando llegamos al mundo somos pequeños, frágiles e indefensos. Por más viejos, sabios o maduros que nos volvamos, cada uno de nosotros tiene dentro de sí una criatura vulnerable que aún trae las cicatrices, sean grandes o pequeñas de nuestros años de formación.
El desarrollo del ego-yo, nos conecta con nuestro niño interior (los arquetipos del Inocente y el Huérfano)
Quien inicia debe repasar su infancia; cuando entonces era inocente, abierto, confiado, optimista y el encargado de poner la alegría en el hogar, cuando estaba lleno de fe. Pero también hay que contar nuestras primeras experiencias de confusión, sufrimiento, amor intenso, deseos y frustraciones.

El gusto no dura mucho. La mamá no tiene mucho tiempo, atiende la casa y al resto de hermanos. El papá ausente por el trabajo. El bebé puede llorar mucho rato antes de que lo vengan a coger. Mas tarde, puede ser abusado o sentirse traicionado por los hermanos mayores u otras personas. Empieza a enfriarse, a perturbarse, a llenarse de miedo, sentirse huérfano, rechazado, solo, culpable.

El reto entonces es no permanecer en el eterno papel de víctima.  Ahora que ya no es un niño, puede reaccionar y sobreponerse. Puede ver lo que es, puede moverse y puede elegir. Puede ver que el dolor y el sufrimiento no matan, y que la vida es también amable. Puede hacer uso de sus recursos espirituales y cambiar. No está condenado a sufrir malos tratos eternamente. Puede sentir seguridad, aun cuando la vida tenga problemas.

Arquetipos de identidad (adolescencia y juventud)

En estas condiciones,  el héroe está mejor capacitado para enfrentar su siguiente prueba. Entra en la adolescencia, generalmente nadie lo ha instruido, y no sabe quién es, ni que hacer, ni hacia donde va, y todo es una confusión.
Entonces se despierta un personaje interno  esencial, aparece la   mediación del “explorador”. Un resorte interno nos impulsa para hallar caminos hacia la trascendencia y el amor. El camino del explorador exige coraje para romper la “zona de confort” y saltar hacia lo desconocido.

La persona que ignora su realidad interior vive con miedo a quedar sola y ser obligada a enfrentarse con sus demonios interiores. La persona que ignora el mundo exterior y el modo en que éste opera, vive con miedo de salir hacia el mundo. Temen no saber afrontar lo que pueda pasar.
El explorador que hay dentro de nosotros nos desafía a investigar aquello que más tememos. Cuando dominamos lo desconocido, nosotros mismos nos transformamos.
Hay que sacudirse el conformismo que paraliza nuestro impulso hacia el crecimiento.

Sin embargo, los seres humanos estamos solos y tenemos que resolver el dilema de quedarnos así o de relacionarnos con el prójimo, y si éstas relaciones van a ser sanas o enfermizas. El reto es construir vínculos afectivos maduros.

El amor comienza con el amor a uno mismo y con una buena autoestima. Se manifiesta en el cuidado de los vínculos y en la atención a los detalles. Los amantes descubren lo que son, reflejándose en lo que aman y cómo lo aman.
El arquetipo del amante interior es encontrado en la energía erótica de la fuerza vital, simbolizada por el casamiento sagrado, representado como la unión de diversos atributos psicológicos opuestos: masculino y femenino, cuerpo y espíritu, consciente e inconsciente. La unificación de cada una de estas polaridades, que ocurre cuando sentimos un amor redentor y compasivo, no sólo por otros sino por nosotros mismos, se resume en un sentimiento más profundo y unificado del Yo.

El adolescente está  conjurado para alcanzar la “Tierra Prometida”, esto es, liberarse de las estructuras restrictivas y llegar a ser honesto consigo mismo. Conquistar el lugar donde podrían ser libres y expresar el verdadero ser, amar y ser amados.
Encontramos la Tierra Prometida cuando conseguimos ser verdaderos consigo mismos y nos comprometemos con las cosas y las personas que amamos.
Encontrar la Tierra Prometida tanto puede significar establecernos en un lugar con las personas que amamos, como conquistar un estado interior que nos acompaña donde quiera que vayamos.

martes, 18 de junio de 2013

La Espiritualidad del Cuerpo, parte 10 (final)

Capitulo 12
La mente armónica


La relación de la mente con el cuerpo es compleja. La existencia  misma de la voluntad implica que una persona puede actuar en contra de los deseos de su cuerpo. La voluntad le permite al hombre ser creativo o destructivo, noble o innoble, divino o diabólico. Pero pese a que el hombre ha perdido la armonía desde hace mucho tiempo, no es una criatura perdida. Si esta comprometido con la verdad, la decencia, la dignidad y la sutileza, estará en condiciones de adquirir un alto grado de armonía, salud y espiritualidad.

Ningún niño elige perder su armonía, ni pierde su inocencia por un error de juicio. Lo que sucede es que al niño se le conduce, arrancándolo del estado de gloriosa inocencia, a la adquisición de una conciencia social. En el camino, sus padres y maestros les enseñan que es aceptable y que no lo es. Si las reglas no son impuestas de manera arbitraria o inflexible, no afectan seriamente a la personalidad del niño. La mayoría prefiere vivir y actuar de acuerdo con estas reglas aunque impliquen una pérdida de libertad.

En el nivel animal, la vida se vive con inconsciente integridad. Así también viven y funcionan los niños pequeños. Pero con el acondicionamiento social, el individuo ya no puede basarse en la integridad inconsciente para guiar sus actos. La integridad inconsciente debe ser complementada, en consecuencia, por la integridad consciente, es decir, por principios. Pero los principios que uno adopte para guiar su vida no deben violar la integridad inconsciente de su cuerpo, pues de lo contrario se verá inmerso en serios problemas.

Una persona armoniosa es una persona con principios; su conducta no está gobernada por la conveniencia. Se rige, en cambio, por un código de conducta derivado de un sentido interior de lo que está bien o mal. Elegimos la verdad porque promueve la integración del yo y el cuerpo, de la mente consciente y los impulsos inconscientes.
La capacidad de postergar la gratificación, o su corolario, la capacidad de tolerar el dolor o la frustración, es una función del yo. En el bebé, el yo no se ha desarrollado al punto de funcionar para contener sentimientos e impulsos. Este desarrollo tiene lugar en gran medida entre los tres y los seis años, cuando la personalidad queda fijada en la genitalidad. En el individuo narcisista, este desarrollo se ve interrumpido por el carácter incestuoso en la situación edípica, que lo fuerza a escindirse de su basa genital. Esa escisión, como hemos visto, quiebra la integridad de la personalidad y separa al yo de su base en el cuerpo. La contención se hace difícil, si no imposible, con la consecuencia de que no se pueden establecer principios.

Los principios tienen el efecto de aumentar el placer y la satisfacción en la vida por vía de restringir el impulso de encontrar la satisfacción inmediata. Como hemos visto en el caso del sexo, la satisfacción es mayor cuando todo el cuerpo o toda la persona es sexualmente excitada por otra. Contener la excitación inicial permite que la sensación se profundice. En su punto más profundo, interviene el corazón y la sensación se convierte en un sentimiento de amor. Esto significa que sentir amor por el compañero es esencial para lograr un desahogo orgásmico completo. Lo mismo ocurre con cualquier otra actividad. Sólo si uno pone el corazón al realizarla, la actividad en cuestión le producirá una sensación de total satisfacción y plenitud.

Pero los principios son importantes también en otro aspecto. Considérese el caso de un individuo locamente enamorado de la esposa de su amigo. Si piensa que tener contacto sexual con ella le causaría daño a su amigo, no podrá consumar la relación. El acto sexual en estas circunstancias no le brindaría placer. Bien podrían buscarse razones para justificar ese contacto sexual. Pero una persona con principios actuará de acuerdo con ellos; obrar de otra manera simplemente le haría sentirse mal. Se produciría una escisión en su personalidad, en la que una parte diría que sí y la otra que no. Como hemos visto, esta escisión destruye la integridad de la personalidad.
El gozo sexual sólo está al alcance de quienes están llenos de amor y comparten ese amor con su compañero.

En bioenergética, “integridad” es el término empleado para describir el flujo ininterrumpido de excitación en el cuerpo, de la cabeza a los pies y nuevamente hacia arriba. El principio de integridad se basa en sentirse “de una sola pieza”. Sin esa unidad, una persona no puede sentir la diferencia entre el bien y el mal, aunque pueda conocerla en un nivel consciente.
En algunos individuos, la pérdida de integridad es tan severa que su conducta ya no responde a ningún principio. A estos individuos se les describe en la literatura psiquiátrica. En su forma más extrema, este tipo de personalidad se caracteriza por una falta de conciencia que da lugar a una conducta designada como psicopática o sociopática. El psicótico no puede distinguir la verdad de la falsedad y es capaz de decir una mentira evidente creyendo que es verdad.

El narcisismo es la aflicción más común del hombre moderno. El individuo narcisista vive oculto tras una fachada destinada a procurarle aceptación y admiración, por un lado, y a compensar y negar sus sentimientos internos de inferioridad, inadecuación, tristeza y desolación, por otro.
En una cultura como la nuestra, orientada hacia valores del yo como el poder y el éxito, la mayoría de la gente contiene cierto grado de narcisismo en su personalidad. La verdadera cuestión, por lo tanto, radica en el grado en que uno está en contacto con sus sentimientos esenciales y con su cuerpo. Cuanto más en contacto estamos, más integridad tenemos.

De los comentarios anteriores se desprende que enseñar principios morales en un ámbito educacional resulta poco eficaz. Los principios deben estar basados en sentimientos que no pueden enseñarse. La enseñanza moral, incluso en el hogar, tiene valor tan sólo en la medida en que los propios padres sean ejemplo de estos principios y los apliquen en sus relaciones con los hijos. No podemos enseñar el amor, la honestidad, el respeto, la dignidad o ningún otra virtud por medio de palabras, y no del ejemplo. Y no podemos enseñar la integridad si pasamos por alto el hecho de que es un fenómeno corporal que se manifiesta en el modo de mantenerse de pie, moverse y conducirse.
Ninguna dosis de aleccionamiento hará que la gente que está ciega vea la verdad. Sería más acertado decir que ninguna cualidad de enseñanza bastará para que un individuo pueda sentir la bondad o la maldad de sus actos si su cuerpo carece de integridad debido a que está escindido por determinadas tensiones.

Si una meta fundamental en la vida es ser una persona amable y armoniosa, como creo, entonces ésa debería ser también la meta de nuestros programas educativos, y no la adquisición de conocimientos. El hecho de no vivir de acuerdo con principios éticos elevados implica la pérdida del mayor don que puede ofrecer la vida: la alegría.
Sin integridad, física y psicológica, el individuo no puede conocer el profundo placer y las buenas sensaciones que produce moverse con donaire, ni experimentar el éxtasis espiritual de ser una persona amable. Sin estas cualidades, por más poderoso o rico que sea, el individuo vivirá en una oscura prisión de temor, desconfianza y desamor.

Ninguno de nosotros puede confiar sólo en sus sentimientos, porque no podemos saber si una acción es buena o mala hasta después de haber ocurrido el hecho. Tampoco podemos confiar exclusivamente en la razón, ya que el diablo puede convencer tanto como Dios. La razón y el sentimiento deben unirse en principios que nos guíen en cuanto al modo correcto y sano de conducir nuestra vida.
Los seres humanos podemos emular el amor de Dios por el hombre a través del amor que nos demostramos unos a otros. Muchos místicos religiosos de diferentes creencias han escrito que Dios vive en el corazón humano. Cuando sentimos amor en nuestro corazón, estamos en comunión con Dios. Cuando demostramos ese amor, a menudo logramos conectar con nuestro prójimo. Una sonrisa gentil puede reconfortar el corazón de otra persona como un rayo de sol. Un acto gentil puede estimular el espíritu  y abrir el alma a la belleza de la vida. La persona gentil acepta a los demás, no por obligación sino por amor. Esto no significa que nunca se enfade, sin que su ira es como la de Dios, directa y de breve duración.

El alma es el nombre que le damos al sistema energético humano que anima a todo organismo. Si sentimos odio, el corazón se contrae y el alma se encoge. Si somos amables el corazón se expande y el alma se ensancha. El brillo de una sonrisa amistosa proviene de un corazón pleno de buenos sentimientos. No se puede ser amable y compulsivo al mismo tiempo. Una persona amable es lo bastante paciente como para establecer un vínculo sincero y cálido con todos aquellos con quienes tiene contacto.

La persona amable también tiene conciencia de la existencia de algo más grande y más poderoso que ella misma. Un orden superior. Sin esa fuerza, ¿qué existe que pueda frenar la egolatría y la codicia del hombre, que lo llevan a ver la Tierra y sus habitantes como cosas a ser explotadas en provecho de los deseos propios y las satisfacciones personales? Al entregarse a su codicia, el hombre destruye la tierra misma de la que depende su propia existencia.

La depresión se ha vuelto endémica, y muchos individuos han sentido la necesidad de recurrir a drogas de uno u otro tipo para seguir adelante.
En Occidente, la vida se ha secularizado en forma creciente. Lo sagrado se ha reducido hasta convertirse en un mero conjunto de creencias y símbolos. Y aún sostienen un considerable poder sobre las vidas de algunas personas. Las creencias y los símbolos son procesos mentales que no toman en cuenta al cuerpo. Desde la perspectiva del mundo occidental, el cuerpo cae en la categoría de lo seglar, lo profano y lo material. Ello refuerza la escisión entre mente y cuerpo, a la que ha señalado como un factor determinante de la angustia emocional del hombre.

Mi intención en este libro, ha sido mostrar que el cuerpo no es tan sólo un objeto material, fácil de comprender en términos puramente físicos. No, el cuerpo no es un vehículo del espíritu sino que es el espíritu hecho carne.
En mi opinión, es la mente, centrada en el conocimiento y la razón, la que es seglar, y el cuerpo el que es sagrado. Por muy bien que creamos explicar el funcionamiento del cuerpo, en la base de ese funcionamiento está el misterio del amor.

He descrito al organismo viviente como un estado de excitación contenida, y su corazón como centro. Esa excitación se eleva y rebasa la frontera del organismo cunado uno está enamorado, y en ese momento uno siente su conexión con el universo. El amor es el verdadero sentimiento espiritual. Confío en que la mayoría de mis lectores haya experimentado este sentimiento alguna vez en su vida. ¿Pero por qué sólo alguna vez? La sorprendente respuesta es que no nos amamos lo suficiente a nosotros mismos. Amarse a uno mismo no significa auto adoración, la cual equivale al narcisismo, un estado que carece de la excitación del amor. Amarse a uno mismo , es amar la vida y todas las cosas vivientes. Uno no puede amar plenamente a otro a menos que se ame a sí mismo. Sin amor por uno mismo, uno toma, pero no da nada.

Con amor por nosotros mismos, podemos alcanzar las tres formas de armonía que una vez definió Aldous Huxley: La armonía animal, es decir, la integridad mantenida por el pleno y libre flujo de excitación en el cuerpo; la armonía humana, por la vía de vivir según el principio “Se franco contigo mismo” y de extender este principio a nuestro prójimo a través de una conducta bondadosa, y armonía espiritual, por medio de la conexión con un orden superior. Sólo a través de la integración de la personalidad en estos tres niveles podemos alcanzar la trascendencia que denominamos “el estado de armonía”: en verdad, la espiritualidad del cuerpo.

jueves, 13 de junio de 2013

La Espiritualidad del Cuerpo, parte 9

Capitulo 11
El amor y la fe

La aseveración de que “no sólo de pan vive el hombre” implica que una persona necesita tener fe, además de pan, para sobrevivir. Mientras que el pan basta por sí solo para sustentar el cuerpo, el animal humano necesita otro sustento para su espíritu. Ese alimento espiritual es el amor, que consiste en una profunda y sentida conexión con otra u otras personas, con otra criatura, con la naturaleza o con Dios. Yo no creo que los seres humanos sean los únicos que tienen esa necesidad. El espíritu de un animal languidece si se le aísla del contacto con la vida. Se puede caracterizar la conexión de un animal con su medio, incluidas las criaturas que en él se encuentran, como una relación de amor en el mismo nivel que el amor que puede sentir una persona por su hogar o su tierra.

¿Los animales tienen fe? La respuesta se contesta según hablemos de la fe como un sistema de creencias o como una actitud corporal. La distinción es muy importante pues es posible que un individuo proclame su fe y sin embargo actúe de modo que desmienta esa aseveración.
Si el amor es una sensación corporal y la fe una actitud corporal, podemos decir que un animal es capaz de sentir amor y tener fe.
Esa era la condición del hombre en los primeros días de su existencia, antes de adquirir conciencia de sí mismo. Entonces, su fe con la naturaleza y la vida estaba biológicamente determinada por el pleno y libre flujo de la excitación del cuerpo.

En vez de tener fe, los occidentales hemos depositado nuestra confianza en la ciencia, que representa el poder de la mente humana para superar todas las dificultades que nos rodean. La ilusión de superioridad frente a la naturaleza destruye la conexión que da su significado a la vida, la excitación y su alegría. Esa ilusión niega la naturaleza espiritual del hombre. Necesitamos establecer un equilibrio y una armonía apropiados entre las fuerzas antagónicas de la personalidad, entre la mente racional y el cuerpo animal, entre la aspiración a volar y la necesidad de arraigarnos a la realidad de la dependencia de la tierra, de la que extraemos alimento y sustento.

En Oriente, por amor de sus creencias animistas, la gente mantiene la fe en el poder curativo del cuerpo. En muchos casos comprobados, la fe ha convertido un diagnóstico fatal en una cura aparentemente milagrosa. Esto no se debe a la acción de fuerzas misteriosas del exterior. La fe opera desde dentro, aunque se puede invocar a través de la experiencia del amor. Cuando alguien establece una conexión con lo universal, su energía se eleva al punto de inundar su cuerpo, y se irradia en un estado de gozosa excitación. Y como esa excitación o energía es la fuente de la vida, puede superar los efectos destructivos de la enfermedad. La fe debe definirse, por lo tanto, como el estado de una actitud abierta y el resultado de la excitación que fluye libremente por el cuerpo.

Por desgracia, muchas personas se encuentran parcialmente cerradas a la vida y al amor debido a las traiciones que sufrieron en su infancia, y que las obligaron a contraer el cuerpo, reduciendo su energía y debilitando su fe. Estas personas adquirieron tensiones musculares crónicas que pueden compararse con una armadura. Pero es su defensa misma la que perjudica su salud y lo torna vulnerable a la enfermedad.
Si la apertura es una actitud vital positiva, cerrarse en algún grado es una actitud negativa. Estos rasgos negativos se mantienen en la edad adulta a través del temor de dejarse llevar, de entregar el cuerpo o renunciar a tenerlo todo bajo control.

Como el hombre nunca puede por entero someter a la naturaleza, está en constante lucha con ella. Esta lucha, que se refleja en la lucha entre el yo y el cuerpo, priva al hombre de la tranquilidad de espíritu que necesita para experimentar el gozo que ofrece la vida. Sólo los niños pequeños y los animales salvajes conocen ese gozo, que Dostoievsky describió como el regalo de Dios. Esta lucha es más intensa entre los individuos neuróticos que en los sanos. A menudo asume el disfraz de una lucha por el poder, por el éxito, por la autoestima o por el amor.

El individuo no encontrará seguridad en ningún proceso de pensamiento disociado de sus raíces, que se arraigan en las sensaciones del cuerpo.
Muchos individuos han enfrentado la muerte sin temor porque ser francos consigo mismos era más importante que vivir con una mentira. Ser franco con uno mismo significa conocer y aceptar todos los sentimientos que uno tiene.

El narcisista no confía en sus sentimientos, no puede aceptarse a sí mismo, porque siente que lo que es no está a la altura de lo que se espera que sea. Incapaces de confiar en nosotros mismos, no podemos confiar en los demás. Carentes de confianza o fe en nosotros mismos, somos incapaces de confiar en la naturaleza.

La persona que tiene fe no crea presiones explosivas que deban suprimirse por ser potencialmente destructivas; en consecuencia, no tiene ningún temor a perder el control. Al tener fe en la vida, esta persona puede permitir el libre flujo de sus impulsos naturales, a los que sólo modificará para asegurarse de que su expresión sea apropiada. Y entonces el hecho de perder el control, como ocurre en el orgasmo sexual, como ocurre en las danzas sufíes y en la práctica del zen, conduce al gozo y la plenitud: al sentido de la espiritualidad del cuerpo.



martes, 11 de junio de 2013

La Espiritualidad del Cuerpo, parte 8

Capitulo 10
La Tranquilidad de espíritu

En el nivel físico, el conflicto entre el yo y el cuerpo ocasiona una pérdida de armonía. El mismo conflicto resta tranquilidad de espíritu al individuo. Sin tranquilidad de espíritu, la plenitud de ser, que se manifiesta psicológicamente en una actitud de amabilidad, resulta imposible.
La mayoría de los problemas tienen origen en un conflicto entre el sentimiento y el pensamiento, entre lo que uno quiere hacer y lo que uno cree que debe hacer. Si tuviéramos fe en nuestros sentimientos y los obedeciéramos, como hacen los animales, tendíamos tranquilidad de espíritu.
Creyendo que sabe y pensando que tiene razón, el hombre se vuelve contra la naturaleza. Es una batalla que no puede ganar, pero tiene miedo de perder.
Debemos entender que la tranquilidad de espíritu proviene de la armonía dentro del yo y con la naturaleza.

Si no nos apaciguamos, no podemos acumular las reservas de energía que necesitamos para enfrentar las exigencias de la vida moderna. Y para apaciguarnos, debemos habitar plenamente nuestro cuerpo.
Un principio básico de la Bioenergía es que un individuo pierde contacto con cualquier parte del cuerpo que sostenga una tensión muscular. Cuanto más rígido está el cuerpo, menos sensaciones tiene el individuo y más se asemeja su cuerpo a una máquina. Al mismo tiempo, el cerebro se vuelve más activo y el individuo comienza a basar su sentido del yo en los procesos mentales. Hay muy poca vida en una persona así, y no mucha espiritualidad.

Los antiguos chinos eran muy conscientes de la necesidad de armonía entre posiciones antitéticas y fuerzas opuestas. Hoy en día, podríamos lograr esa armonía integrando las filosofías oriental y occidental. La vía occidental a la tranquilidad de espíritu se hace a través del proceso conocido como análisis o terapia. La vía oriental, a través de la meditación.

Es un error creer que los conflictos emocionales profundos se pueden resolver a través del mero razonamiento consciente. Las actitudes y conductas neuróticas se han incorporado en gran medida al cuerpo por medio de tensiones musculares crónicas sobre las cuales la mente no tiene ningún control. Estas tensiones deben ser eliminadas primero para lograr una verdadera solución al conflicto.
La Bioenergética ofrece una ruta más directa al inconsciente. Por vía de leer el lenguaje del cuerpo, se pueden determinar los conflictos de la personalidad, en las zonas de rigidez y tensión crónicas.
Trabajando con el cuerpo, se pueden percibir estas tensiones y a ponerse en contacto directo con el subconsciente.

Los sentimientos suprimidos son en general demasiado atemorizadores como para experimentarlos sin el apoyo y la comprensión de un terapeuta.
La experiencia terapéutica puede compararse con el relato que hace Dante en la Divina Comedia. Cuando el poeta se encuentra perdido en el bosque frente a tres animales feroces, apela a Beatriz, su protectora en el cielo. Como el camino al hogar pasa a través del infierno y el purgatorio, Beatriz le envía al poeta romano Virgilio para que lo guíe. Al atravesar el infierno Dante ve los castigos impuestos a los pecadores. El recorrido es peligroso porque un paso en falso lo dejaría atascado en alguno de los abismos del infierno. Sólo gracias a la guía de Virgilio puede Dante pasar a salvo a través del infierno y el purgatorio. El paciente en terapia atraviesa una experiencia similar en el camino hacia el autoconocimiento y la salud. Su propio infierno privado consiste en los sentimientos dolorosos que suprime para poder sobrevivir: desesperación, pánico, furia, humillación. Las tensiones musculares crónicas que acompañan a estos sentimientos no pueden aflojarse del todo hasta que los sentimientos son atraídos a la conciencia y expresados. Ese proceso requiere la ayuda de un terapeuta que hubiera enfrentado su infierno, que conociera sus peligros y atravesara su propia salida.

En su gran mayoría, las personas de hoy están suspendidas entre el cielo y el infierno, atisbando al uno o al otro ocasionalmente. Podemos experimentar momentos de júbilo, pero con demasiada frecuencia sentimos que podríamos caer en un abismo. La única salida a esta situación es hacer lo que hizo Dante. Explorando el infierno personal, descendiendo a las profundidades del propio ser con la luz de la conciencia, se elimina el infierno, que sólo puede existir en la obscuridad. De manera similar, cuando los sentimientos suprimidos son atraídos a la conciencia y aceptados, ya no pueden seguir atormentándonos.

Concebimos el infierno como un lugar en lo más hondo de las entrañas de la tierra. Nuestro infierno personal se sitúa en lo más hondo de las entrañas del cuerpo, en la cavidad pélvica que aprisiona la sexualidad. Aquí se encuentran las raíces de nuestra verdadera espiritualidad. Aquí, en la matriz, es donde empieza la vida y donde experimentamos por primera vez la gloria del paraíso. Cuando venimos al mundo, somos expulsados del paraíso. Podemos recuperar esa sensación de gloria cuando, en la seguridad de los brazos de nuestra madre, nos prendemos de su pecho. También la podemos tener cuando, en la seguridad del amor de nuestro compañero, nos unimos a él en un abrazo sexual. Hay otras ocasiones en las que experimentamos el júbilo de la plenitud, pero eso depende de que estemos en contacto con la parte más profunda de nosotros mismos. Reconocemos ese contacto cuando notamos esa onda de excitación fluir a través del cuerpo a la base pélvica y a través de las piernas hasta el suelo.

Las religiones orientales reconocen la importancia de que el individuo salga de su cabeza y descienda a las profundidades de su ser. La técnica usada es la meditación. El aquietar los ruidos parásitos de la mente nos permite escuchar los sonidos del alma.
La clave de la meditación consiste en respirar profundamente, lo que ayuda al individuo a relajarse.

Yo aplico un tipo de meditación que resulta muy útil. Mientras camino, centro la atención en el cuerpo para sentir cada uno de sus movimientos. Cuando puedo dejar que me lleven las piernas, siento una unión con el cuerpo, el suelo y el entorno. La respiración se hace espontáneamente más profunda, llegando a la pelvis. La mente deja de formar palabras a medida que persigue las sensaciones del cuerpo. La misma técnica es útil en los ejercicios bioenergéticos. El principio consiste en sentir el cuerpo y los ejercicios están diseñados para conseguirlo. Es un principio que se puede aplicar a todas las actividades.

Uno vive plenamente el presente cuando habita plenamente el cuerpo. Cuendo el estado de conciencia se extiende tan profundamente dentro del cuerpo uno siente la pulsión de la vida. Así es como funcionan los animales. Un gato tendido al sol que mira por la ventana es el cuadro perfecto de un organismo en paz consigo mismo y con el mundo. Nosotros, los seres humanos, experimentamos ese estado cuando nuestro presente incluye el pasado y determina el futuro, y la tradición sirve de eslabón conector.

En el centro mismo de cada uno de nosotros hay un alma animal en armonía con la naturaleza, con el mundo y con el universo. Si nos separamos de ella, nuestra mente sigue funcionando lógicamente, pero nuestros pensamientos tienen poco valor humano. Como escribió Saul Bellow: “En la más grande de las confusiones sigue habiendo un canal abierto al alma. Puede ser difícil de encontrar… pero el canal está siempre allí, y nos compete a nosotros mantenerlo siempre abierto, tener acceso a la parte más profunda de nosotros mismos… a esa parte que es consciente de un estado superior de conciencia”.

Ese canal no existe en la mente. Existe, en cambio, en el cuerpo, y es el canal a través del cual pasan las ondas de excitación a la pelvis. Luego, por ser pendular, la onda fluye hacia arriba tanto como antes corría hacia abajo. Un estado superior de conciencia se conecta con una conciencia más profunda. Un árbol puede tender al cielo sólo en la medida en que sus raíces se hunden en la tierra.

jueves, 6 de junio de 2013

La Espiritualidad del Cuerpo, parte 7

Capitulo 9
“De cara al mundo”

La cara, que contiene la boca, la nariz, los ojos y las orejas, es la parte del cuerpo más expuesta al mundo exterior. Utilizada para indicar sentimientos y actitudes, es también la zona más expresiva del cuerpo. Se puede decir que la cara difunde al mundo lo que sentimos, a menos que estemos resueltos a mantener ocultos nuestro sentimientos. Aun en este caso, un observador experto podrá detectar una expresión falsa.

La sonrisa estereotipada es la máscara más común que usa la gente. Sirve para ocultar sentimientos de tristeza, ira y temor, y para que al individuo se le identifique como una persona “agradable”. Pero es sólo una fachada.
Los ojos revelan inevitablemente la diferencia entre una sonrisa genuina y una máscara. Una sonrisa genuina es el resultado de una onda de excitación que fluye hacia arriba, alumbrando el rostro e iluminando los ojos.

Si pudiéramos mirar con suficiente profundidad a los ojos de las personas, observaríamos sus temores, su dolor, su tristeza, su ira….cada uno de sus sentimientos. Pero son sentimientos que la gente no quiere exponer. Tratamos de ocultar nuestras debilidades a los demás y a nosotros mismos. Creo que funcionamos de acuerdo con un pacto tácito: “Yo no miraré tu alma, si tú no miras la mía. Consideramos una cuestión de cortesía no traspasar las máscaras que usa la gente. Como resultado, rara vez vemos a la gente.
El contacto visual es no sólo una forma de reconocimiento sino también un medio de establecer una conexión energética con otra persona. Esto se debe a que cuando están cargados de energía, proyectan un rayo activo. Si el rayo que se establece entre los ojos de dos personas es tierno y afectuoso, puede despertar un sentimiento de amor en sus corazones.
Nuestro espíritu se manifiesta y se irradia desde los ojos, la vía más directa para la expresión de la espiritualidad del cuerpo.

Nada determina tanto la relación entre madre e hijo como la calidad del contacto visual entre ambos. Cuando un niño ve placer y amor en los ojos de su madre, se distiende y se llena de contento. No son muchos los niños que han tenido tal fortuna. Si una madre está deprimida sus ojos tristes y vacuos se convertirán en una sombra sobre el hijo.
Todos rehuimos el dolor, psíquica y físicamente. No queremos percibir expresiones y escenas dolorosas o desagradables. Si la renuencia a ver se hace crónica o inconsciente, perturba el funcionamiento visual del ojo. El ojo miope es un ojo asustado, miedo que se remonta a la infancia cuando temía percibir una mirada de odio o de ira en los ojos de sus padres. Al reducir el campo visual, elimina la amenaza.
Cuando se expresa un sentimiento a través de los ojos, la visión mejora siempre. Los ejercicios de arraigo mejoran la visión al aumentar el flujo de energía no sólo hacia bajo, hasta los pies, sino también hacia arriba, a los ojos.

Tanto la boca como la mandíbula se conectan con los ojos por vía del conductor energético situado en la parte anterior del cuerpo. Una tensión significativa en los músculos de la mandíbula reduce la carga de energía en los ojos y debilita la agudeza visual.
Toda tensión constante en la mandíbula refleja una personalidad crónicamente decidida. La mandíbula tensa puede dirigirse hacia adelante o hacia atrás. La mandíbula adelantada denota una actitud agresiva, que expresa una disposición a pelear. La mandíbula retrasada denota la contención de cualquier impulso agresivo, el individuo es tímido y débil. En cualquiera de los casos, la persona debe liberar su mandíbula hasta moverla francamente hacia adelante, hacia atrás y a los lados.
La personalidad sometida y la personalidad rebelde son en realidad las dos caras de la misma moneda. Así como el rebelde combate su propia tendencia a someterse, la persona de voluntad débil alberga una rebeldía interior.

El impulso de morder es el último aspecto a considerar con referencia al tema de la tensión de los músculos mandibulares. Las personas que sufren el síndrome de tensión en los músculos mandibulares tienen impulsos de morder suprimidos. Esto debilita los dientes.
Hundir los dientes en un objeto significa poseerlo, como saben todos los animales cazadores. Las personas necesitan sentir su capacidad de morder y apreciar la sensación de poder que les brinda.
Desde luego, no todos los impulsos orales son hostiles. Los bebés alargan los labios para mamar, y los adultos para besar. Sin embargo, a muchas personas les resulta difícil extender los labios con suavidad, pues mantienen la mandíbula en actitud negativa.
Para experimentar la excitación y el gozo de vivir, el individuo debe ser capaz de entregarse plenamente a su anhelo y sus deseos de intimidad y contacto.

Algunas personas se enorgullecen de su capacidad para resistir a los sentimientos de dolor y tristeza. Aun frente a la pérdida de un ser querido, muchos creen que no llorar es una muestra de fortaleza. En ocasiones puede ser conveniente no abatirse ni ponerse a llorar, pero para que sea una reacción sana debe ser una opción consciente, y no una actitud incorporada. Si uno no puede llorar, tampoco podrá regocijarse.
El llanto es como la lluvia: a veces suave, otras violento, pero siempre esencial para la vida de la tierra. Una vida sin lagrimas se convierte en un desierto. Si no podemos llorar, nos separamos de los demás.

Tras una tormenta, el cielo es nuevamente límpido y sereno, el mundo parece estar en paz. Lamentablemente, en los seres humanos las tormentas emocionales rara vez sirven para despejar la atmósfera del todo. El motivo es que la paz del espíritu depende de la paz del cuerpo. Un cuerpo en paz no está inmóvil; por el contrario, su corriente de excitación es como la de un ancho río: profunda y plena. Así como las rocas que hay en el río perturban la corriente, la tensión muscular crónica en el cuerpo interrumpe el flujo de sensaciones, produciendo conflictos y “ruido” emocional. Estas interrupciones determinan que los seres humanos sean las únicas criaturas a quienes falta la tranquilidad de espíritu. Cómo recuperarla es el tema de nuestro siguiente capítulo.

martes, 4 de junio de 2013

La Espiritualidad del Cuerpo, parte 6


Capitulo 8
La dinámica estructural
Del cuerpo

El cuerpo humano está equilibrado energética y estructuralmente. Energéticamente, se mantiene en equilibrio entre dos fuerzas opuestas, una actúa desde arriba e impulsa al organismo a ascender, y otra que actúa desde abajo y lo mueva a descender. Una vez más viene a colación el ejemplo del árbol: las ramas crecen hacia arriba, hacia el sol; mientras las raíces se extienden dentro de la tierra.
La vida se desarrolló en la superficie de la tierra, donde la energía del sol interactuó y se unió con la energía de la tierra. La unión de los opuestos para crear vida es el principio de la reproducción sexual.

El equilibrio de fuerzas opuestas es inherente al fenómeno de la pulsación, en el que se basa la vida misma. La pulsación, que consiste en un proceso de expansión y contracción, se manifiesta en la respiración, la peristalsis, los latidos del corazón y otras funciones corporales.
Este modelo también es aplicable a la conducta: la alternancia de tender hacia los demás y retraerse es una forma de pulsación. Abrirse a los demás produce el contacto entre el mundo exterior y el yo, y el retraimiento conduce al contacto con el yo. No hay estado que sea superior al otro, y ambos son necesarios para la buena salud. Quedarse atascado en cualquiera de los dos es patológico, porque la vida depende de la pulsación, de la capacidad de tender hacia afuera o de replegarse, según lo requiera la situación.

En el organismo humano, todo impulso expansivo carga de energía cada uno de los extremos por igual, (la cabeza, las manos, los pies y los genitales) así como toda contracción retira la energía de todos ellos. En las personas expansivas y sociables, estos puntos encierran más energía que en los individuos retraídos o deprimidos.

La estructura corporal de todos los organismos superiores está basada en la del gusano, un tubo dentro de otro tubo, y compuesta de segmentos. El tubo interior consta de los sistemas respiratorio y alimentario. El tubo exterior funciona como sistema muscular voluntario. Un gusano se mueve cuando recorren su cuerpo ondas de excitación que producen expansiones y contracciones en sucesivos segmentos. En el cuerpo humano, en el curso de la evolución, diversos segmentos se fusionaron para formar tres segmentos mayores -la cabeza, el tórax y la pelvis- y dos segmentos menores: el cuello y la cintura.

La dinámica estructural nos permite comprender el fenómeno de la escisión, un grave trastorno del cuerpo relacionado con un trastorno igualmente significativo de la personalidad.
Hay muchas personas cuya cabeza no está conectada con el corazón y cuyo corazón no está conectado con sus genitales. En todos estos casos, se comprueban tensiones en los músculos del cuello y la cintura que limitan la corriente de excitación entre los segmentos mayores.

Las experiencias de vida de una persona estructuran su cuerpo, que a su vez, moldea el carácter. De este modo, el pasado de una persona vive en su presente. Para liberarse de las restricciones del pasado, un individuo debe hacer conscientes las experiencias que dieron lugar originalmente a esas restricciones. Esta es la tarea del análisis, que suministra un marco de referencia dentro del cual se puede efectuar una reestructuración. La reestructuración requiere un trabajo directo con el cuerpo para reducir las tensiones musculares. El análisis y la reestructuración deben avanzar en forma conjunta.

La personalidad es vulnerable al proceso de escisión debido al conflicto entre la mente racional y el cuerpo animal, entre el impulso de dominar y la necesidad de pertenecer. Este conflicto es inherente a la naturaleza humana. El resultado en la vida de un individuo depende de la gravedad del conflicto y de la profundidad de la escisión. Depende también de la sociedad en la que vive el individuo y cómo maneja su propia escisión entre cultura y naturaleza. Traspuesta al terreno de la familia, la escisión de la sociedad se convierte en una guerra: entre marido y mujer y entre padres e hijos. En esta situación, el niño suele quedar hecho pedazos.

Todo individuo en nuestra cultura sufre de algún grado de escisión. Cuando no es severa, esta escisión va acompañada de rigidez. En la medida en que un individuo está escindido, se ve despojado de su armonía y privado de la experiencia espiritual de identificarse con lo universal. Pues así como la voluntad separa la cabeza del cuerpo, también separa al individuo de la comunidad.
Pensamos que es importante lograr determinadas cosas, tener éxito o superarnos, sin darnos cuenta de que no hay nada que superar en la vida salvo nuestro miedo a la vida misma. Cuanto más miedo tenemos, más rígidos nos hacemos.

Para aflojar el control, la cabeza debe someterse al cuerpo. ¡Que difícil es esto para la mayoría de las personas en el mundo industrializado! Demasiados de nosotros vivimos en nuestra cabeza y no con nuestro cuerpo. ¿Cómo detener la incesante actividad de nuestra mente?