martes, 25 de junio de 2013

El Camino por los Arquetipos, parte 1

Este trabajo es el resultado final de un Taller denominado “Despertando al Héroe Interior”, impartido por Ma. Cecilia Tena, y basado en la obra de Carol Pearson, que a su vez, se apoya en la de Carl Jung. Otra de las múltiples rutas que llevan al mismo destino.


“El  Camino por los Arquetipos

La situación actual por la que atraviesa nuestra especie, desde cualquier punto de vista, pero especialmente el biológico, no es como para desatenderse. Bastaría mencionar la rapidez con que depredamos, de nuestro planeta, lo que tardó en formarse miles de millones de años.
A eso hay que añadir su incoherente ceguera espiritual. Su vida sin sentido, su miedo, su egoísmo, su falta de empatía.
Los Grandes Maestros de la Humanidad, hablan de construir un reino de fraternidad, de fuertes lazos de amor, de solidaridad y confianza. ¿Seremos capaces de construir tal mundo, o moriremos en nuestro egoísmo? El hombre se hunde cada vez más en su soberbia, su codicia, su conformismo y sus placeres mundanos.

Se necesita un héroe. Alguien que ponga el ejemplo. Que se enfrente al mundo con valentía.  Que vaya y luche con sus dragones internos hasta vencerlos. Que se atreva a hacer una limpieza a fondo de la bodega de su inconsciente. Que se perdone a sí mismo, y deje penetrar al amor incondicional a cada una de sus células. Y una vez dueño de sí mismo, contagiar a las demás personas, y tener el coraje de transformar lo que esté  en sus manos.
El viaje del héroe va desde el miedo hasta el amor. De sobrevivir simplemente a vivir en plenitud y cumplir una misión.

Si cada quien se volviera héroe de sí mismo, el mundo cambiaría.
Si cada uno de nosotros se atreviera a conocerse a sí mismo, a controlar sus emociones y a expresarlas adecuadamente, podíamos acceder a una sociedad donde impere el amor en vez del miedo.

El camino por los Arquetipos, símbolos de naturaleza universal, propone estudiar nuestros doce principales personajes internos y acompañarlos en la transformación de nuestro héroe interno. Estos doce arquetipos son propuestos por Carol S. Pearson en su obra “Despertando al héroe interno”. 1992

Arquetipos de seguridad (infancia)

Establecer un yo sano es el primer requisito para emprender el camino.
Cuando llegamos al mundo somos pequeños, frágiles e indefensos. Por más viejos, sabios o maduros que nos volvamos, cada uno de nosotros tiene dentro de sí una criatura vulnerable que aún trae las cicatrices, sean grandes o pequeñas de nuestros años de formación.
El desarrollo del ego-yo, nos conecta con nuestro niño interior (los arquetipos del Inocente y el Huérfano)
Quien inicia debe repasar su infancia; cuando entonces era inocente, abierto, confiado, optimista y el encargado de poner la alegría en el hogar, cuando estaba lleno de fe. Pero también hay que contar nuestras primeras experiencias de confusión, sufrimiento, amor intenso, deseos y frustraciones.

El gusto no dura mucho. La mamá no tiene mucho tiempo, atiende la casa y al resto de hermanos. El papá ausente por el trabajo. El bebé puede llorar mucho rato antes de que lo vengan a coger. Mas tarde, puede ser abusado o sentirse traicionado por los hermanos mayores u otras personas. Empieza a enfriarse, a perturbarse, a llenarse de miedo, sentirse huérfano, rechazado, solo, culpable.

El reto entonces es no permanecer en el eterno papel de víctima.  Ahora que ya no es un niño, puede reaccionar y sobreponerse. Puede ver lo que es, puede moverse y puede elegir. Puede ver que el dolor y el sufrimiento no matan, y que la vida es también amable. Puede hacer uso de sus recursos espirituales y cambiar. No está condenado a sufrir malos tratos eternamente. Puede sentir seguridad, aun cuando la vida tenga problemas.

Arquetipos de identidad (adolescencia y juventud)

En estas condiciones,  el héroe está mejor capacitado para enfrentar su siguiente prueba. Entra en la adolescencia, generalmente nadie lo ha instruido, y no sabe quién es, ni que hacer, ni hacia donde va, y todo es una confusión.
Entonces se despierta un personaje interno  esencial, aparece la   mediación del “explorador”. Un resorte interno nos impulsa para hallar caminos hacia la trascendencia y el amor. El camino del explorador exige coraje para romper la “zona de confort” y saltar hacia lo desconocido.

La persona que ignora su realidad interior vive con miedo a quedar sola y ser obligada a enfrentarse con sus demonios interiores. La persona que ignora el mundo exterior y el modo en que éste opera, vive con miedo de salir hacia el mundo. Temen no saber afrontar lo que pueda pasar.
El explorador que hay dentro de nosotros nos desafía a investigar aquello que más tememos. Cuando dominamos lo desconocido, nosotros mismos nos transformamos.
Hay que sacudirse el conformismo que paraliza nuestro impulso hacia el crecimiento.

Sin embargo, los seres humanos estamos solos y tenemos que resolver el dilema de quedarnos así o de relacionarnos con el prójimo, y si éstas relaciones van a ser sanas o enfermizas. El reto es construir vínculos afectivos maduros.

El amor comienza con el amor a uno mismo y con una buena autoestima. Se manifiesta en el cuidado de los vínculos y en la atención a los detalles. Los amantes descubren lo que son, reflejándose en lo que aman y cómo lo aman.
El arquetipo del amante interior es encontrado en la energía erótica de la fuerza vital, simbolizada por el casamiento sagrado, representado como la unión de diversos atributos psicológicos opuestos: masculino y femenino, cuerpo y espíritu, consciente e inconsciente. La unificación de cada una de estas polaridades, que ocurre cuando sentimos un amor redentor y compasivo, no sólo por otros sino por nosotros mismos, se resume en un sentimiento más profundo y unificado del Yo.

El adolescente está  conjurado para alcanzar la “Tierra Prometida”, esto es, liberarse de las estructuras restrictivas y llegar a ser honesto consigo mismo. Conquistar el lugar donde podrían ser libres y expresar el verdadero ser, amar y ser amados.
Encontramos la Tierra Prometida cuando conseguimos ser verdaderos consigo mismos y nos comprometemos con las cosas y las personas que amamos.
Encontrar la Tierra Prometida tanto puede significar establecernos en un lugar con las personas que amamos, como conquistar un estado interior que nos acompaña donde quiera que vayamos.

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