jueves, 27 de junio de 2013

El Camino por los Arquetipos, parte 2


Arquetipos de responsabilidad (adultez)

Al inicio de la vida adulta, nuestro héroe tiene que aprender lo que responsabilidad significa, y dejar marcas de nuestro paso por el mundo. Los arquetipos de “el Guerrero y el Caritativo”, nos proporcionan dos maneras de actuar. Son responsables, trabajan duro y se preocupan por los demás. El Guerrero consigue eso luchando y haciendo valer sus derechos y el Caritativo a través de la protección y el autosacrificio.
Si el Guerrero toma el mando, actuaremos en el mundo a través de la competición, de la afirmación de nuestros derechos y por medio de realizaciones. Si el Caritativo predomina, actuará dándose, cuidando de otros y contribuyendo al aumento de su poder. En la exageración, el Guerrero podría vencer a costa de otras personas y el Caritativo ayudaría a otros en detrimento propio. Así que la virtud de la responsabilidad para con los demás y nosotros, requiere un cuidadoso equilibrio.

Tradicionalmente en la sociedad, el arquetipo dominante es fuertemente influenciado por los papeles sexuales. El Caritativo desempeña el papel nutridor de la madre y el Guerrero el papel protector del padre. Actualmente, se espera que todos desempeñemos los dos papeles, Guerreros en el mundo exterior y Caritativos en casa y con los amigos.  

El Guerrero se encarga de defender y preservar nuestro Yo. Otra función es construir, generar, progresar. El Guerrero nos abastece del carácter y el temple para terminar nuestros objetivos y cumplir nuestros sueños.
Los Guerreros derrotan a los villanos y rescatan a sus víctimas. Son disciplinados, llenos de coraje. En el peor de los casos, pisan a las personas. En el mejor, hacen valer sus derechos de forma apropiada a fin de transformar el mundo en un lugar para vivir mejor.

También el Guerrero se puede instalar en la mediocridad debido a que le falta ímpetu y coraje. También puede ser el villano que usa las habilidades del Guerrero para obtener provechos personales, sin cualquier consideración respecto a la moral, la ética o el bienestar colectivo.

El Bienhechor tiene en cuenta a los demás aunque esto exija algún sacrificio. Ellos se dan para hacer del mundo un mejor lugar. En el peor de los casos, el sacrificio es mutilador y manipulador. En el mejor, su entrega es compasiva, genuina y de gran ayuda para otros.
La capacidad del Bienhechor es sacrificar un bien menor a favor de uno mayor y de conformar y educar a otros, como fundamento para el desarrollo de una psiquis en que haya espacio para el Ego y el Alma.

En el principio de la vidas confiamos en nuestros padres para cuidar de nosotros. Después interiorizamos el papel paternal y maternal y nos cuidamos y protegemos a nosotros mismos tal como ellos lo harían. Finalmente, podemos acceder a las energías arquetípicas que están más allá  del padre y la madre y que nos ayudan a aprender y proteger, así como a cuidar de otras personas.

Arquetipos de Autenticidad (transición de la edad media)

Al llegar a la “edad media”, el reto será buscar nuestra autenticidad. Esta  transición estará auxiliada por los arquetipos del “Destructor” y del “Creador”. Juntos nos ayudaran a renunciar a las identidades que hemos creado, y que ya no son funcionales, y a abrirnos para un sentido más profundo y auténtico del Yo.
A la mitad de nuestra existencia, descubrimos que necesitamos renunciar a buena parte de aquello que pensábamos ser y volver a crear nuestra vida. Esto exige que la persona encuentre y exprese su verdadero Yo en un nivel más profundo.

Cuando el destructor predomina y llega la crisis de la mediana edad, podemos dejar el empleo, romper nuestro matrimonio, liberarnos de bienes, renunciar al sistema de creencias y vernos casi perdidos. Si el Creador predomina, no renunciaríamos a nada. Simplemente continuaríamos acumulando cosas con la esperanza de sentirnos mejor.

El Destructor dice “Nada es estático, todo cambia constantemente”. Tiene el poder de la Metamorfosis. En todo proceso de transformación hay cosas que deben morir para dar paso a otras. “Para que aparezca la mariposa, es preciso que desaparezca la oruga”. Este arquetipo es con el que vamos a desintegrar o a desaparecer situaciones que no nos permitan florecer, como por ejemplo: traumas, complejos, ansiedades, depresiones, etc.

Todos los héroes saben que no podemos conseguir el tesoro si no estamos dispuestos a enfrentarnos con el dragón. Cuando lo hacemos por primera vez como buenos guerreros, creyendo que el dragón está en el mundo exterior, lo matamos, conquistamos el tesoro y, naturalmente, el ego se fortalece. Cuando lo enfrentamos nuevamente, nos percatamos que el dragón está ahora dentro de nosotros y, al vencerlo, ganamos el acceso a los tesoros de nuestra alma.

Para el “creador” , la imaginación no tiene límites: el mundo está en obra negra y hay que penetrarlo y embellecerlo. Somos a la vez creados y creadores, estamos conectados con la gran fuente creativa del universo. Somos artistas creadores de nuestra propia vida.
Se despiertan entonces semillas de verdaderas identidades en las profundidades de nuestro ser. La imaginación puede salvar nuestras vidas. Sin un sentido de nuestro genuino yo, nuestra imaginación queda sin foco. Podrá crear muchos proyectos e ideas, pero todos inoportunos e insatisfactorios.
En la psicología sagrada, se dice que al vencer nuestro dragón interno, el individuo tiene entonces acceso a la entelequia del Yo, el nivel relacionado de forma más directa con el Yo Superior.  Conexión que siempre caracterizó a los grandes maestros de la humanidad.

Cuando se equilibran satisfactoriamente el Destructor con el Creador, el resultado es la capacidad de producir una simplicidad, la creación de una vida que tiene todo aquello que necesitamos y nada más. Renunciamos a las cosas que no nos sirven más y reservamos sólo las adecuadas. Esto significa redefinir relaciones con personas, trabajo e instituciones, de modo que sea más agradable nuestro nuevo estilo de vida.

La virtud de la autenticidad exige que todos nosotros nos enfrentemos con nuestra mortalidad, porque sólo después de reconocer la inevitabilidad de nuestra disolución, sentimos la necesidad de ser efectivamente nosotros mismos.
Para muchas personas, la decisión de ser ellas mismas y tener lo que realmente desean y no lo que la sociedad, las instituciones religiosas, la familia y los amigos, dicen que debemos querer, surge con el reconocimiento de que la mitad de la vida se fue y no hay mucho tiempo que perder.

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