miércoles, 30 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 18


El descubrimiento de la misión personal

Intentad percibir, con ayuda de Dios,
el vínculo -incluso físico y natural-
que une nuestro trabajo
con la construcción del Reino de los cielos.
Teilhard de Chardin 

La realización de la misión depende del “guía interior”, otro arquetipo del Sí-mismo. El abandono del ego al Sí-mismo permite descubrir el propio proyecto de vida en la inclinación persistente del corazón por una determinada actividad al servicio de los demás. El guía interior, además de fomentar esa tendencia, pone a la persona en contacto con el Universo y la hace sensible a las necesidades de sus contemporáneos, animándola a desarrollar sus energías y talentos por el bien de la comunidad.

Las particularidades de la misión

      La identidad, origen de la misión

Vuestra visión solamente se aclarará
si miráis en vuestro corazón.
Quien mira al exterior, se pierde en los sueños;
quien se mira desde el interior, se despierta.
Carl Jung

El Sí-mismo no pretende aprisionarme ni aplastarme, sino que me permite realizar mi carácter único, mi libertad y mi vocación en la vida.  Esto pone de relieve el vínculo entre misión e identidad. Ahora bien, la identidad la proporciona el Sí-mismo, y el arquetipo del “guía interior” proporciona la intuición de la misión personal.
Hay quien tiende a asimilar la misión a la fama o el estrellato. Para estas personas, el éxito social y la popularidad son signo de la autenticidad de la misión. ¡Gran error! No se puede identificar la misión con la persona social. La misión tiene que ver con las intuiciones del Sí-mismo y se orienta al servicio a los demás. No cabe duda de que la misión necesita ser reconocida por la comunidad, pero no se confunda con la fama.

La misión se revela a través de una pasión persistente
La misión personal reviste diversas formas: una pasión, la persecución de un ideal,  un deseo profundo y persistente, un entusiasmo desbordante por un tipo de actividad… La pasión que caracteriza la misión goza de permanencia. Lejos de ser un capricho del momento o una desviación patológica, se convierte en el “sueño del alma” que persigue a la persona aunque ésta lo rechace.

El sentimiento de tener una misión personal
es una experiencia cumbre
Cuando el sentimiento o la intuición de la misión personal se hace presente, la persona es presa de un gran entusiasmo. En medio de ese entusiasmo, el ego teme la aventura de la misión; es presa del pánico ante lo desconocido y le da miedo perder la seguridad adquirida.

La misión pone en contacto con el Universo
El descubrimiento y la realización de la misión personal proporciona una razón para vivir, confiere un sentido a la vida y aumentan la autoestima y la autoconfianza. Al realizar la misión personal, la persona se ve conectada a “campos de energía” en vínculo con el Universo.
Al decir “sí” a la llamada del guía interior, se entra en el movimiento de co creación del Universo, participando de una inteligencia y una sabiduría universales llamadas “Providencia”.

La función sanadora
El Sí-mismo tiene igualmente la función de sanar la propia persona y la ajena gracias al arquetipo del “sanador interior”.
El médico de almas, el sanador, tiene en cuenta todas las dimensiones de la persona enferma: física, emocional, social y espiritual. Forma parte de una larga tradición de sanadores que desean corregir la falta de armonía del enfermo consigo mismo, con su medio y con su mundo espiritual.
La espiritualidad es un elemento esencial en la salud de la psique humana; en todas las neurosis se manifiesta el “sufrimiento de un alma que ha perdido su sentido”.
El sanador reconoce al Sí-mismo del enfermo y establece colaboración con él. Estimula el Sí-mismo sanador del enfermo para que éste aprenda a curarse.

El sanador herido
Este médico posee una sabiduría especial. Habrá adquirido su saber con motivo de un proceso de iniciación en el que habrá tenido la experiencia de la enfermedad, la vulnerabilidad y la curación de sí mismo y por sí mismo. Será pues, un sanador herido. Hará que el enfermo se aproveche de la experiencia que él, “sanador herido”, ha tenido de la enfermedad y de su curación.

Conoce las condiciones de la curación: su experiencia de la enfermedad le ha hecho humilde y compasivo con las personas que sufren. Guarda recuerdo constante de su herida curada y de su propia vulnerabilidad.
Se puede afirmar que ha integrado en parte su sombra de sanador, es decir: el miedo a caer enfermo, la alegría de ver a los demás aquejados por la enfermedad y la esperanza de ventajas sociales, puesto que su trabajo remunerado y su estatus social proceden de los problemas de salud ajenos. Desea sin ambigüedad la curación de sus enfermos.

El sanador conoce el estado emocional de sus enfermos y su desconcierto interno; adivina los conflictos personales y sociales que les han llevado a tal estado. Les ayuda a resolver sus conflictos enseñándoles a perdonarse y a perdonar a los demás. Y los anima a despertar su propio poder sanador y a valorar sus progresos, por pequeños que sean, en el sentido de su recuperación.

Las enfermedades son de origen psíquico

Cuando la conciencia está fragmentada,
desencadena una guerra
en el sistema cuerpo-espíritu.
Deepak Chopra 

La enfermedad la ocasiona un conflicto interior, la oposición entre dos partes de la persona: dos emociones contrarias (amar y odiar a alguien), dos valores que chocan ( gastar dinero o dárselo a los pobres), dos actitudes (rebelarse contra el jefe u obedecerle ciegamente), dos opciones (cambiar de trabajo o conservar el mismo), dos deberes morales (ser fiel al cónyuge o tener un amante), dos reacciones (desear vengarse o perdonar), etc.
El conflicto interno es fuente de estrés. Cuando la tensión entre estos estresores internos aumenta en intensidad, genera una angustia que debilita, entre otras cosas, el sistema inmunitario y deja al organismo vulnerable. Varias formas de cáncer se deben a conflictos psíquicos no resueltos y exacerbados por situaciones estresantes.
La situación del enfermo se complica cuando el conflicto resulta ser parcialmente inconsciente. Muchos quieren sanar; pero, inconscientemente, no quieren renunciar a las ventajas secundarias que les proporciona la enfermedad: reposo, desresponsabilización, pretexto para no sentirse culpable, impotencia cultivada, etc.

El Sí-mismo como sanador interior
Si no se resuelve mediante la acción armonizadora del Sí-mismo, el conflicto interno tiende a repercutir en el cuerpo en forma de enfermedad. Pero si el Sí-mismo logra resolver la polaridad estresante, la enfermedad desaparece por sí misma, al dejar de ser alimentada por el estrés.

El método recomendado para efectuar esta reconciliación es el siguiente: en primer lugar, el sanador deberá detectar en su cliente las polaridades estresantes. En segundo lugar, deberá “lateralizar” las dos partes de la polaridad fijándolas en las dos manos respectivamente. En tercer lugar, apelando al Sí-mismo de su cliente, le pedirá que integre esas dos partes opuestas. Finalmente, hará sugerencias que le permitan proseguir la integración. Es frecuente que en este momento aparezcan símbolos integradores.

Conclusión
En los arquetipos del: progenitor amoroso, el sabio, el guía y el sanador, está plasmada la felicidad. El hecho de ser amado y amar, de tener una visión sapiencial  de la propia vida, de encontrar el lugar personal en el Universo ejerciendo una misión y de poder sanar me parecen esenciales para construirse una cierta felicidad.

1 comentario:

  1. Existe una tercera parte en este libro, que no considero importante incluir.

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