jueves, 3 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 11


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Las relaciones entre el ego
Y el Sí-mismo

¿Es la muerte del ego condición esencial
para estimar al Sí-mismo?
Cabe reafirmar aquí, que la verdadera estima del Sí-mismo únicamente puede construirse sobre una autoestima elevada, es decir, sobre un ego que se estime firmemente, a falta de lo cual la persona estará condenada a permanecer espiritualmente inmadura y a nutrirse de quimeras.

El ego, reflejo del Sí-mismo
En la medida en que el ego reconoce su dependencia respecto del Sí-mismo y en que obedece las orientaciones de éste, el ego se le va pareciendo cada vez más, hasta ser un reflejo fiel e irse identificando cada vez más con el Sí-mismo. Por otra parte, si el ego niega su vínculo de dependencia respecto del Sí-mismo, ya sea por ignorancia, ya sea por suficiencia orgullosa, se aleja de su fuente vital y ya no se asimila al Sí-mismo. No será pues, más que una imagen deforme del Sí-mismo. Como consecuencia inevitable, perderá el sentido de su existencia y desarrollará una patología que podrá ir de la neurosis a la psicosis.

Una metáfora
sobre las relaciones entre el ego y el Sí-mismo
Comparemos al ego con un alcalde que, para su sorpresa, descubre la existencia en su ciudad de una autoridad superior a la suya. El descubrimiento le desconcierta. En adelante deberá someterse a las órdenes de un poder central misterioso que no habla el mismo idioma que él y que reside en algún lugar de una zona lejana. Su desasosiego aumenta al tomar conciencia de que una milicia local, independiente de su policía municipal, obedece leyes y órdenes dictadas por esa instancia superior.
¿Quién es esa autoridad misteriosa?: se trata del Sí-mismo.
Así que el ego, sin dejar de ser él mismo, debe dar su sitio al Sí-mismo.

La importancia del diálogo del ego con el Sí-mismo
Si el “yo” consciente confía en el Sí-mismo y en sus mensajes simbólicos, alcanzará un desarrollo mayor, porque estará en relación con su fuente espiritual. Así, el ego sabrá: que es aceptado y amado de manera incondicional; se sentirá en armonía con las profundidades del Sí-mismo y del Universo; adquirirá una sabiduría especial; podrá sanarse; y, finalmente, descubrirá la misión personal que le propone el Universo.

El realineamiento del ego en torno al Sí-mismo
Recordemos que el ego se cree dueño de la persona, pero en realidad es el Sí-mismo el que dirige sutilmente al ego. Es trágico que haya personas que ignoren la existencia en ellas del Sí-mismo y que vivan a nivel del ego. Es verdad que el ego tiene su ámbito propio de actividades, pero siempre  orientado por las discretas directrices del Sí-mismo. Cuando el ego ignora las mociones del Sí-mismo o incluso se subleva contra ellas, se produce un desequilibrio y se corre el peligro de que se desarrollen enfermedades de orden físico, psicológico o espiritual. El ego no tiene más opción que consentir la dirección del Sí-mismo so pena de perecer.

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Conversión de la perspectiva del ego
A la del Sí-mismo

El Sí-mismo no es sino ese “más allá de uno mismo”,
esa insaciabilidad del ser nunca totalmente realizado,
aunque constantemente imantado hacia la compleción.
Ysé Tardan-Masquelier

El paso de la autoestima a la estima del Sí-mismo, es una obra en colaboración, no en oposición. Los valores adquiridos del ego deben ponerse bajo la dirección del Sí-mismo. ¿Cómo dar este paso?

Manifestaciones internas de la estima del Sí-mismo

La estima del Sí-mismo
Y la conversión de la persona a la vida interior
Para mí, el viaje espiritual consiste
en volver al comienzo de nosotros mismos,
es decir, a la experiencia del Ser.
Richard Moss

La vida espiritual consiste en explorar sin descanso la propia interioridad, es decir, en prestar atención a la emergencia de la vida interior -a saber: el mundo personal de las imágenes, las ensoñaciones, los sueños y las visiones creativas-, en prestar atención también a los diálogos interiores y finalmente, a las propias emociones y sentimientos. No es fácil entrar en uno mismo y dejar “advenir” a la conciencia las oleadas invasoras y desestabilizadoras de las imágenes, palabras y emociones. La mayoría de la gente prefiere quedarse en el exterior de su persona; se resiste a acoger los mensajes interiores: se distraen con la agitación y se apartan de sí mismos; se las ingenian para acallar los estados de ánimo que contrariarían sus hábitos o deseos.

La meditación es sin duda el principal medio susceptible de favorecer la toma de conciencia de la propia interioridad. Se apoya en concentrar la atención en los ritmos respiratorios o en la repetición de un mantra, y a continuación permite dejar emerger a la conciencia una oleada de palabras, imágenes y emociones, respecto de las cuales hay que tener cuidado en no concentrarse en ninguna de ellas. Se las deja, pues, pasar, como si se observasen nubes en el azul cielo. Se aprende así a distanciarse de los fenómenos interiores y a mantener un cierto control sobre su influencia. Entonces, lo que oculta la luz se desvanece, y el espíritu es capaz de concentrarse.

La estima del Sí-mismo y las experiencias-cumbre
El ego se contenta con la rutina cotidiana, las necesidades de la vida física y sus costumbres. Vive en un nivel de conciencia ordinario. Las experiencias-cumbre constituyen despertares repentinos del ego, irrupciones imprevistas del Si-mismo, que poseen un carácter de absoluto, no de medio.
Es difícil prepararse para el advenimiento de la experiencia-cumbre, porque llega de manera imprevista, debido a un proceso de búsqueda, un cuestionamiento, un “shock” físico, un gran vacío psicológico, etc.

Se trata de experiencias repentinas y excepcionales de fascinación y gozo inaudito, de euforia imprevista, de sentimientos inconmensurables, incontrolables y trascendentes, fuera del alcance del ego.
“Todo individuo que tiene en un momento dado una experiencia paroxística, presenta temporalmente las características que se encuentran en las personalidades en curso de realización”.
En el corazón de la experiencia-cumbre, la persona experimenta un sentimiento que es distinto de una simple percepción, una idea o una emoción pasajera. Dicho sentimiento crea una comunión y una sensación de infinito. Se está en contacto con una realidad trascendente: el amor, la luz, la belleza, la existencia, la vida, etc.
Estas experiencias imprevisibles son más corrientes de lo que cabría pensar. Una encuesta reciente muestra que más del 75% de la población manifiesta haber tenido una experiencia espiritual y religiosa. Desgraciadamente, la mayoría de la gente no es consciente de vivir experiencias-cumbre y no explotan los recursos que les permitirían vivir y madurar mejor.

La estima del Sí-mismo y el abandono espiritual
Recurrir a la fuerza espiritual del Sí-mismo resulta necesario en varias actividades de la vida corriente, en especial cuando se trata de curación. Es muestra de gran sabiduría saber discernir los momentos en que se debe actuar de manera voluntaria y los momentos en que hay que abandonarse a la fuerza del Sí-mismo.

Pongamos por ejemplo: la dependencia y el trabajo de la sombra.
Los esfuerzos desplegados por la voluntad para superar la dependencia del alcohol, las drogas, el tabaco, o la comida resultan inútiles si la persona no se abandona a la fuerza espiritual del Sí-mismo.

Del mismo, cuando se descubre en uno una sombra no integrada, es preciso abandonarse a la fuerza integradora del Sí-mismo.
Si, por ejemplo, tomo conciencia de que es mi propia agresividad reprimida la que se refleja sobre el otro, no tendré más opción que recurrir al Sí-mismo para reintegrarla. Únicamente el Sí-mismo, gracias a su fuerza unificadora, tiene la capacidad de conciliar mi extrema dulzura y mi agresividad reprimida. En consecuencia, en adelante podré emplear mi gran dulzura o mi agresividad, según las circunstancias.

La estima del Sí-mismo
y la búsqueda de la misión personal
Cabe distinguir misión de trabajo o empleo. La misión tiene una dimensión mayor que un mero trabajo. En un empleo, el ego trata de responder a las necesidades de la vida y de hacerse un hueco en la sociedad. El Sí-mismo por su parte, impulsa a adoptar la misión personal; inspira “el sueño del alma”, que se define por una pasión profunda por una actividad específica realizada por el bien de la comunidad.

Se da el caso de que algunas personas se ven ante la alternativa de tener que optar por el trabajo o por la misión. Optar por la misión, suele implicar la renuncia a ciertas ventajas….Pero estos sacrificios son fáciles de hacer si se piensa en el bienestar que se siente cuando se tiene la oportunidad de realizarse con entusiasmo constante en la misión personal. La situación ideal consistiría, naturalmente, en dar con una actividad que permita realizar la misión personal y, a la vez, ganarse la vida.
Nota: transcribo ahora el resumen completo, para el audio siga el enlace.

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