martes, 22 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 14


¿Qué es la sombra?

La sombra es la puerta de la realidad.
Élie Humbert

La sombra es todo lo que hemos relegado al inconsciente por miedo a ser rechazados por las personas que han desempeñado un papel determinante en nuestra educación. Hemos temido perder su afecto, decepcionarlos o desconcertarlos con ciertos aspectos de nuestra personalidad y con algunos de nuestros comportamientos.
Para complacerlos, relegamos grandes porciones de nosotros mismos al olvido del inconsciente. Nos hemos formado una máscara social, una persona considerada, según nos parecía, más aceptable por nuestro entorno.

La sombra se construye obedeciendo a las demandas y exigencias del medio. Constituye el “otro en mí”, un desconocido que habita en el inconsciente. Esta oculta, pero no ausente. Reaparece en la conciencia inopinadamente, sobre todo en los sueños, en forma de figuras simbólicas extrañas y hostiles. Su objetivo es ser finalmente reconocida, aceptada y reintegrada. Si sigue siendo desconocida o ignorada, tratará de manifestarse mediante ataques de angustia, fobias inexplicables y proyecciones sobre otras personas.

La bolsa de desechos de la sombra
La sombra de la personalidad puede compararse con una bolsa de desechos en la que se tiran aspectos de la propia persona considerados inaceptables por el entorno.
La sombra denominada “negra” comprende las manifestaciones instintuales, como la sexualidad y la agresividad, rasgos de la personalidad, como el espíritu delincuente, la propensión a la pereza, la tendencia a la transgresión, etc. La sombra “blanca” encierra todo el potencial moral y espiritual no desarrollado, como las cualidades (paciencia, espíritu de trabajo, cortesía, etc.), los talentos y las habilidades de toda clase, las virtudes morales y, como es natural, las aspiraciones espirituales.

El miedo a ser rechazado por el entorno hace que, hasta la treintena (actualmente), la persona llene su bolsa de desechos con todos estos materiales. Hacia la mitad de su vida, cuando haya alcanzado mayor madurez y esté más segura de sí misma, habrá llegado el momento de ponerse a vaciar esa bolsa de desechos y a reciclar todo el rico potencial oculto en ella.

Las secuelas de una sombra no integrada
Si la persona no trabaja en la reintegración de su sombra, estará sometida a enfermedades psicológicas y se verá atormentada por una difusa sensación de angustia y de insatisfacción consigo misma. Se sentirá estresada y deprimida, y se dejará llevar por diversas pulsiones: culpabilidad, celos, ira descontrolada, resentimiento, desorden sexual, dependencias, etc. La dependencia es un problema de la sombra.
En lugar de entregarse a los paraísos ilusorios de las drogas y el alcohol (palabra que en árabe significa “sueño”), es posible trabajar por un crecimiento personal más eficaz y beneficioso con la ayuda de ejercicios psicoespirituales orientados a tomar conciencia de la sombra e integrarla.

El reconocimiento de la sombra y el sacrificio del ego
Reconocer la sombra es el primer paso hacia el descubrimiento de la totalidad del propio ser. Pero al ego no le resulta fácil verse confrontado con su sombra. El ego teme descubrir que es vulnerable o que está desestabilizado. Tiembla ante la perspectiva de tener que morir a sí mismo. El miedo y la ansiedad son el precio que el ego tiene que pagar para aceptar hacer frente a su sombra, a la miseria que se ha esforzado en ocultar. Por eso, quienes tienen una falsa concepción de la autoestima, quienes la ven como seguridambas y tolerar la tensión interior consiguiente, el Sí-mismo acudirá entonces en su ayuda ofreciéndole una suerte de “resurrección”. La intervención del Sí-mismo adoptará la forma de un símbolo integrador que permitirá conciliar las demandas de la persona con las de la sombra.

Tal conciliación marca el inicio de la individuación, proceso mediante el cual la persona se hace “lo que es”, es decir, adquiere una personalidad única, completa e independiente de las influencias sociales tiránicas. El Sí-mismo, directamente sobre los elementos dispersos y opuestos del psiquismo, crea una nueva organización interna del individuo. Así pues, la persona adquiere mayor madurez, es más ella misma y más capaz de utilizar bien sus recursos y de resolver sus conflictos. El Sí-mismo le proporciona una armonía y una paz inestimables.
ad a toda prueba, perciben la sombra como una amenaza para el yo. Pero para quienes comprenden la necesidad de reconciliarse con su sombra, el miedo momentáneo que experimentan ante ella se transforma en la alegría de ver aumentar su autoestima.

Pero llega el día en que el ego debe aceptar sentirse atrapado entre su persona, su fachada social, y su sombra, entre las demandas del exterior y las provenientes del interior. Si logra hacer emerger ambas y tolerar la tensión interior consiguiente, el Sí-mismo acudirá entonces en su ayuda ofreciéndole una suerte de “resurrección”. La intervención del Sí-mismo adoptará la forma de un símbolo integrador que permitirá conciliar las demandas de la persona con las de la sombra.

Tal conciliación marca el inicio de la individuación, proceso mediante el cual la persona se hace “lo que es”, es decir, adquiere una personalidad única, completa e independiente de las influencias sociales tiránicas. El Sí-mismo, directamente sobre los elementos dispersos y opuestos del psiquismo, crea una nueva organización interna del individuo. Así pues, la persona adquiere mayor madurez, es más ella misma y más capaz de utilizar bien sus recursos y de resolver sus conflictos. El Sí-mismo le proporciona una armonía y una paz inestimables.El reconocimiento de la sombra y sus relaciones
con las personas a las que se adula o detesta

La teoría de la proyección
La proyección de la sombra es un fenómeno a la vez psicológico y espiritual. La proyección consiste en ver, oír y sentir emociones, cualidades y rasgos que se han rechazado en la propia persona y en reflejarlos en un objeto exterior. Se produce entonces un desplazamiento del material psíquico reprimido “del interior” de la persona “al exterior”.
El psicoanálisis ve en la proyección un medio de defenderse de los eventuales desbordamientos de la sombra, sobre todo en forma de angustia.

El proyector, que casi nunca es consciente de su proyección sobre los demás, percibe, sin embargo, que está dominado por un malestar. Se siente fascinado por una persona, un animal o un objeto del que no consigue apartar la atención. Experimenta, o bien seducción, si las cualidades o rasgos de carácter proyectados son considerados deseables, o bien, repulsión, si los rasgos son perturbadores o amenazadores. En ambos casos, ya se trate de seducción o de repulsión, la apreciación del “proyector” estará falseada, por ser desmesurada con respecto a la realidad objetiva.

Las proyecciones de la sombra,
fuente de angustia para el propio “proyector”
La toma de conciencia de las proyecciones sobre los demás es el camino más directo de acceso a la evanescente sombra. No reconocer las proyecciones bloquea el crecimiento y el pleno desarrollo social. Las proyecciones, ya sean positivas o negativas, cuestan caras en energía y pueden, por ejemplo, causar el colapso del individuo.
Quien no domina el arte de recuperar sus proyecciones se encierra en sí mismo. Los aspectos de su sombra que atribuye a los demás se vuelven contre él, suscitando en su persona estados de angustia y depresión.

La persona que aprende a reintegrar sus proyecciones en la zona consciente de su ser adquirirá un inapreciable conocimiento de su lado obscuro, así como una nueva armonía, mayor, con su inconsciente. Dicho de otro modo, si tendemos a despreciar o adular injustamente a una persona por algunas de sus cualidades o rasgos de carácter, es signo de que es urgente desarrollarlos en nosotros.

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