viernes, 4 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 10


¿Qué es el Sí-mismo?
Yo sabía que, con el mandala, había alcanzado
La expresión del Sí-mismo, el descubrimiento último
Al que me sería concedido llegar.
C.G. Jung

El concepto del Sí-mismo en Carl Jung

Carl Jung se desmarca de la teoría de Freud, su maestro en los primeros tiempos, al no admitir ya su concepción del inconsciente, del “ello” freudiano movido únicamente por fuerzas libidinales caóticas que pueden irrumpir en cualquier momento en el consciente y producir una psicosis. El inconsciente jungiano se muestra menos amenazador. Está constituido de arquetipos, núcleos de energía psíquica que se encarnan en la realidad para darle sentido. Estas formas universales gravitan idealmente en torno a un centro que es el Sí-mismo.

Mientras que Freud pide al yo que tenga una actitud defensiva respecto del inconsciente y le encarga levantar defensas para contenerle, Jung propone, por el contrario, una colaboración entre el yo consciente y el inconsciente. El descubrimiento del Sí-mismo le llevó a concebir para la persona un proceso de maduración cuyo objetivo es llegar a ser “Sí misma”, encontrar su propia identidad, y, con este fin, liberar a la persona de las influencias sociales alienantes.
Su planteamiento influirá en todas las escuelas de psicología transpersonal, que reconocerán el papel determinante de lo espiritual en la evolución de la persona.
El conocimiento intuitivo del Sí-mismo
El Sí-mismo se deja más adivinar que captar directamente. Se llega a conocerlo a través de experiencias-cumbre, que son irrupciones del Sí-mismo y permiten entrever al Sí-mismo en el curso normal de la vida.
El Sí-mismo, una realidad imposible de conocer directamente, se deja, sin embargo, descubrir por el consciente a través de símbolos: los sueños, los mitos y las leyendas.

Entre las imágenes simbólicas que representan más particularmente al Sí-mismo se cuentan ante todo las que expresan la totalidad y el infinito, como la piedra preciosa inestimable, el diamante indestructible, el agua viva, el fénix que resurge de sus cenizas, el elixir de la inmortalidad, la piedra filosofal, y el reino interior. Todos estos símbolos remiten a la idea de totalidad, perfección y finalidad del Sí-mismo, considerado como el alma humana habitada por lo divino.

Intentos de descripción del Sí-mismo

El alma es un santuario en el interior de la persona en el que se encuentra una fresca cascada en el seno de una selva tropical, un remanso de paz y serenidad que da cobijo a un gran sabio. Este sabio vive desde tiempo inmemorial. No es un anciano, no; digamos mejor que no tiene edad. Sabe vivir: sabe lo que es bueno para él. No se equivoca. Sabe gozar de la vida, sacando lecciones y adquiriendo poder a partir de ella. Es el centro del Sí-mismo  “generativo”

Las características del Sí-mismo

El Sí-mismo, programador de la persona toda
El Sí-mismo preside una multiplicidad de centros orgánicos biológicos, mentales y espirituales, además de controlar la percepción que la persona tiene del Universo.
Tiene el papel de corregir y completar los contenidos conscientes o las actitudes del yo-persona. El Sí-mismo se ocupa de restablecer el equilibrio cuando el ego tiene un comportamiento desmesurado.

El Sí-mismo, principio central organizador
El Sí-mismo es un centro de control más amplio e importante que el yo consciente. Suele creerse equivocadamente, que el yo consciente y su persona forman lo esencial de la personalidad, pero es el Sí-mismo quien regula la evolución del yo consciente. El yo consciente no es más que un satélite del Sí-mismo, creado y dirigido por éste.
El modus operandi del Sí-mismo puede ser comparado al centro de un campo energético que pretende la realización plena de una vida y de un modo de personalidad que contiene múltiples potencialidades.
El Sí-mismo intemporal
El Sí-mismo es intemporal; no tiene edad. Dicho de otro modo, posee , gracias a su incesante novedad, tanto los atributos de la juventud como los de una vejez llena de sabiduría. Así, es representado tanto por el arquetipo del “niño eterno” como por el del “anciano sabio”.El tiempo propio del Sí-mismo no es el tiempo lineal del pasado, el presente y el futuro, sino el tiempo mítico de una duración comparable a la eternidad. Se asemeja a la corriente de un río: es un eterno presente. Un momento del tiempo lineal sería equivalente a un cubo de agua sacado de ese río.

El Sí-mismo y la sincronicidad
La sincronicidad del Sí-mismo designa esa misteriosa concordancia de la psique con el mundo exterior. El Sí-mismo actúa como un campo de energía unificador que comprende al mismo tiempo el mundo interior y el mundo manifiesto. Además, la sincronicidad operada por el Sí-mismo no respeta el tiempo lineal ni la secuencia de las causas. La respuesta esta en el viento.

El Sí-mismo andrógino
Dios no tiene sexualidad propia, sino que es la síntesis armoniosa de los atributos femeninos y masculinos. Por consiguiente, quien desee llegar a la comunión con el Sí-mismo deberá hacerlo desarrollando no sólo las características de su sexo, sino también las del sexo opuesto. El hombre tendrá que integrar su anima (su mujer interior), y la mujer su animus (su hombre interior).

El Sí-mismo sanador
Como hemos visto, el Sí-mismo desempeña el papel de principio central organizador de toda la persona. Por consiguiente, le corresponde integrar y armonizar todas las dimensiones de la misma. La mayor parte de las neurosis y psicosis se explican por una falta de coordinación entre las orientaciones conscientes del yo, y las inconscientes, del Sí-mismo. Por eso, el Sí-mismo se ocupa de establecer la armonía interior o de reestablecerla cuando sobreviene un desequilibrio. De ahí el aspecto sanador del Sí-mismo.

Si existen desequilibrios entre los objetivos conscientes y los del inconsciente, el Sí-mismo entra en acción para conciliarlos, y lo hace creando símbolos integradores que reestablecen la armonía entre las fragmentaciones del ser. Los símbolos del Sí-mismo se presentan en los sueños y en la imaginación activa en los momentos en que chocan con mayor violencia los puntos de vista opuestos.

El Sí-mismo en relación con el Universo
El Sí-mismo representa toda una paradoja: refleja la individualidad, al mismo tiempo que pone en contacto con el inconsciente colectivo. La realización del Sí-mismo, el “llegar a ser uno mismo”, consuma lo más personal y original que hay en la persona, reflejando e incluso abarcando simultáneamente el Universo. La individuación no excluye al mundo, sino que lo incluye.
Se trata de la “participación mística” del Sí-mismo en el Universo. ¿Quién no ha experimentado, en momentos privilegiados, una comunión íntima con el mundo exterior, incluso con las cosas inanimadas?
El Si-mismo permite igualmente tener una actitud “animista” hacia la naturaleza. El Sí-mismo no trata tanto de controlar  la naturaleza cuanto de colaborar con ella, de ser co-creador. Cada vez es más claro que el Sí-mismo mantiene una conexión viva con ella. Y la ecología moderna se esfuerza por redescubrir este vínculo vivo.
El audio en:
https://www.dropbox.com/s/wx3dtm6twi5ws1f/Autoestima%2010.mp3

No hay comentarios:

Publicar un comentario