viernes, 25 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 16


La vía simbólica para llegar al Sí-mismo

La plena realización del Sí-mismo depende de que se acojan con atención sus manifestaciones y sus discretas y sutiles directrices. Al conocimiento del Sí-mismo, de su identidad profunda, no se accede por vía lógica y racional o voluntaria; sino en virtud de una sensibilidad inteligente, capaz de percibir sus mensajes y el sentido simbólico de éstos.

No es fácil lograr la atención al Sí-mismo y a sus manifestaciones simbólicas. He aquí algunas: intuiciones espirituales, sueños dormidos o ensueños despierto, elevaciones repentinas del alma suscitadas por la lectura de historias espirituales y de mitos, proyecciones de figuras simbólicas e interés por ellas, fantasías, momentos fugitivos de una nueva Presencia, percepción del alma de la naturaleza, despertar progresivo a la propia vida espiritual y a la de los demás, intenso gozo de estar vivo, sensación de ser amado sin condiciones, contemplación del misterio de las cosas normales y corrientes, reencanto con la realidad, intuiciones de lo divino, etc.

 A semejanza de lo que ocurre en la vía negativa, existen medios eficaces para progresar por la vía positiva. He aquí unos cuantos que serán objeto de un estudio especial: utilizar la imaginación activa para trabajar sobre los símbolos, estudiar los propios sueños, conciliar los símbolos opuestos, aplicarse en crear mandalas y familiarizarse con los mitos universales y las historias de los místicos.

La imaginación activa
A quien desea ampliar su conciencia, Carl Jung le recomienda que haga dialogar entre sí al consciente y al inconsciente con la ayuda de la imaginación activa. Este método permite tener en cuenta los mensajes del inconsciente (sueños, fantasías, proyecciones, etc.) y traducirlos en una forma artística cualquiera: diálogo, dibujo, pintura, escultura, etc.
Para empezar, la persona elige un mensaje simbólico sacado de un sueño o de una fantasía cuando estaba despierta.; después se aplica a contemplarlo, aunque sea incapaz de captar su significado. El mero hecho de concentrarse en un símbolo hace que éste se transforme. Por ejemplo, si concentra la atención en la imagen simbólica de una serpiente aparecida en un sueño, constatará que la serpiente empieza a cambiar o a moverse, a suscitar una reacción y a expresarse. La imaginación activa ha desencadenado todo un proceso psíquico revelador del inconsciente. Se tiende un puente entre el consciente y el inconsciente, y roba un secreto al inconsciente.
La revelación de la figura simbólica da acceso al lado oculto del individuo y tiende a revelar lo que se oculta realmente, el lado reprimido de la persona.
Con este mayor conocimiento de los dos lados de su persona, el soñador esta en condiciones de conservar un mejor equilibrio, tomar decisiones más sensatas, mantener relaciones humanas más auténticas y descubrir el sentido de su vida.

El estudio de los sueños
Los sueños dan a conocer un punto de vista de uno mismo distinto y que no se desea ver. Por eso suele resultar difícil comprender los propios sueños, prestarles atención y descubrir su significado.
Las interpretaciones racionales suelen no expresar fielmente los mensajes simbólicos de los sueños. Basta, pues, con recordar los sueños y escribirlos en cuanto uno se despierte. Estos simples gestos indican al inconsciente y, en último término, al Sí-mismo, que se toman en serio sus mensajes, aunque no se comprenda aún su pleno significado.

Conciliación de realidades opuestas
con un símbolo integrador

¿Cómo puede el ser humano
integrar en su desarrollo su vida interior?
O bien mediante la conciliación de sus conflictos
emocionales o intelectuales en una síntesis superior,
o bien mediante la conciliación
de la diversidad en una unidad más integral.
Aldous Huxley

El Sí-mismo posee una fuerza integradora. Puede, en efecto, liberar la psique atrapada entre dos realidades en apariencia opuesta: el amor y el odio, la alegría y la tristeza, el miedo y el deseo de aventura, etc. Muchas personas se quedan paralizadas por la tensión entre estas oposiciones, porque ignoran como salir de ella. Algunos intentan resolver su problema con la ayuda de la razón, pero en vano, porque es una tarea que la supera. Sólo el recurso del Sí-mismo puede resolver el dilema. Basta con pedirle que produzca un símbolo-integrador de orden sagrado o religioso.

Este ejercicio ilustra la importancia de recurrir a los símbolos para conciliar realidades opuestas.
a) Al principio, hay que centrarse en uno mismo y relajarse.
b) Se recomienda dejar emerger las imágenes espontáneamente, y se pregunta:”Si estuvieras en otro mundo y pudieras elegir otra identidad, ¿en que ser simbólico te gustaría convertirte? Ese ser simbólico puede ser una cosa, una planta, un animal o cualquier personaje ficticio, pero no un personaje real.
c) A continuación, cada persona busca un compañero al que describe su símbolo. El oyente hace preguntas al respecto.
d) Se invita a los participantes a entrar de nuevo en sí mismos y responder la siguiente pregunta: “Si estuvieras en otro mundo y pudieras elegir otra identidad, ¿ en que no te gustaría convertirte?
e) Después de haber encontrado su símbolo negativo, vuelven con su compañero y dialogan.
f) Después de ese tiempo de diálogo, les invito entonces a levantar las manos a la altura del pecho y a mantenerlas separadas la una de la otra alrededor de treinta centímetros. Durante un minuto o dos, miran primero su mano derecha, en la que imaginan ver su símbolo positivo. Se fijan a continuación en su mano izquierda, en la que imaginan ver su símbolo negativo.g) Se invita a solicitar la colaboración del Sí-mismo para integrar los símbolos positivo y negativo sin recurrir al intelecto o a la razón.
h) Entonces se pide que dejen sus manos aproximarse de manera espontánea y natural. Sorprenderá la aparición repentina de un tercer símbolo formado por el Sí-mismo como consecuencia de la integración de los otros dos.
i) Después vale comentar lo descubierto. A algunos les gusta hacer un dibujo de su tercer símbolo en recuerdo a la integración que se ha efectuado.

Un alto porcentaje consiguen obtener un símbolo sagrado integrador que viene a resolver la tensión entre el símbolo positivo y el negativo: una copa luminosa, un templo lleno de luz, el rostro radiante de un niño, etc. Es verdaderamente una experiencia- cumbre que los saca del marasmo psíquico, da sentido a su vida y los propulsa hacia su misión personal.

El mandala, símbolo del Sí-mismo
El mandala es una figura simbólica constituida por un círculo provisto de un centro alrededor del cual se ordena un conjunto de formas. Esta figura se encuentra por doquier en el Universo, desde las células de las plantas, pasando por los rosetones de las catedrales y la nebulosa astral. El mandala expresa a la vez la unidad y la diversidad.
Carl Jung vio en la figura simbólica del mandala una confirmación de su teoría del Sí-mismo.
Se ha solido comparar el mandala con un ojo que mira al interior del psiquismo. Debido a su función unificadora de la persona, varias religiones han hecho de él un símbolo sagrado. La complejidad del psiquismo se encuentra en él adecuadamente representada: el centro, que tiene el significado del Sí-mismo, organiza las diversas partes del psiquismo.

La práctica de la meditación sobre mandalas y la de dibujarlos contribuyen a unificar a la persona, suscitando la necesidad de ordenar en torno al Sí-mismo los elementos dispares del psiquismo. La persona entera se siente entonces en proceso de sanar y de recuperar su unidad interior. Terminan entonces las tensiones internas causadas por las diversas fragmentaciones o divergencias de la personalidad.

La experiencia de los mitos
y de las historias espirituales
Desde siempre, los místicos de las grandes religiones han empleado relatos para transmitir experiencias religiosos que son inefables. Para hacerse una idea basta con pensar en las parábolas del Evangelio, las anécdotas budistas, los cuentos hasídicos y las historias sufíes.
Las grandes historias de la humanidad son similares a campos de energía que cambian de sentido los diversos incidentes de nuestras vidas. Las grandes historias interpretan en nuestro espíritu una suerte de sinfonía, al activar diferentes tonos, temas, sentimientos y fantasías e iluminar partes de nosotros caídas en el olvido. Las grandes historias de la humanidad enriquecen nuestra vida dotándola de relaciones, modelos y metáforas que nos permiten comprender nuestra existencia y darle sentido. Nos hacen pasar de nuestro mundo individual encerrado en una vida limitada a una existencia personal universal.

La imaginería guiada es otro valioso instrumento para pasar de la perspectiva del ego a la del Sí-mismo. Once temas míticos se resumen a continuación.
1) De la oruga a la mariposa.
2) Del dormir y del sueño al despertar de la realidad.
3) Del velo de la ilusión al descubrimiento de lo real.
4) De la cautividad a la liberación.
5) Del estado de contaminación al estado de purificación
6) De la obscuridad a la luz.
7) De la fragmentación a la unidad.
8) Del vagabundeo al lugar del poder y la visión.
9) Del estado de extraño a la fuente del origen.
10) De la muerte al renacimiento.
11) De la semilla al árbol de la vida.


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