jueves, 24 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 15



Reconocer las proyecciones de la propia sombra,
imprescindible para vivir el amor de los demás
La persona objeto de las proyecciones puede correr un peligro real en lo que respecta a su reputación, su integridad física y moral e incluso su vida. Corre el riesgo de ser adulada desmesuradamente e ilusionarse respecto a su persona. En cambio, cuando es objeto de repulsión, puede servir de chivo expiatorio.

Siempre es posible recuperar las proyecciones
¿Es posible “curarse” de las proyecciones sobre los demás?; ¿no es la sombra, por definición, una realidad inaprensible?; ¿no escapa, por naturaleza, a la toma de conciencia más sutil? A pesar de ello, es posible tomar conciencia de la fascinación o la repulsión que nos obsesiona. A través de ellas tenemos la oportunidad de descubrir los movimientos de la sombra con su significado. Resulta entonces fácil “curarnos” de nuestras proyecciones, ante todo reconociendo su presencia en nosotros, y después recuperándolas con ayuda de los ejercicios apropiados.

La pobreza espiritual
La reintegración de la sombra, aunque parezca dolorosa para el ego, le es beneficiosa. Quiebra poco a poco la hermosa fachada creada por su persona, hace su carácter más flexible y suaviza la rigidez de su perfeccionismo. Cultivando de este modo su pobreza espiritual (humildad), el ego va reconociendo poco a poco sus debilidades y su vulnerabilidad moral. Comprende que tiene los mismos instintos envidiosos, sexuales y manipuladores de los demás, así como que tiene madera del peor de los bandidos o canallas.
El reconocimiento de su sombra devuelve a la persona una visión más auténtica y sencilla de sí misma, poniéndola para el futuro en guardia respecto a sus pretensiones de ser perfecta. Poco a poco va venciendo el miedo a mostrarse tal como es; además, aprende a no condenar a los demás y a juzgarlos con menor severidad. La aceptación de su lado inmaduro y sombrío le hace desarrollar mayor humildad y compasión hacia el otro. Constata que las personas que la rodean no son absolutamente malas; las considera más bien débiles y heridas, como ella misma, reconociendo que hacen cuanto pueden para llevar su vida lo mejor posible.

Los desapegos voluntarios o los sacrificios

Cuando el deseo de aprisionar desparece,
aparecen las alhajas.
Yogas Sutras

En la vía negativa, los desapegos voluntarios equivalen a los sacrificios que se realizan para alcanzar un objetivo superior. Éste es el sentido profundo de la palabra sacrificio según su etimología: sacrum facere, “hacer algo sagrado”.Cuando se persigue la misión personal o un ideal con entusiasmo, los sacrificios se realizan fácilmente, en el calor de la realización del “sueño del alma” pasan casi inadvertidos.

Los sacrificios que hay que hacer son de naturaleza diversa en función de las circunstancias. Pueden consistir en retrasar una gratificación inmediata, reducir gastos, renunciar a la independencia para trabajar en equipo, renunciar al ocio y a las ideas preconcebidas, saber ser paciente, vivir en la inseguridad, etc.
Hemos abordado anteriormente la opción por la “simplicidad voluntaria” con un objetivo ecológico. Esta simplicidad de vida lleva a combatir el consumo excesivo y a contentarse con una vida modesta. Y esas renuncias voluntarias concuerdan con las intenciones del Sí-mismo, que está en relación constante con el Universo.

Conclusión
Amarse humildemente….
Es propio de la condición humana ser desvalido y herido.
¿Es uno culpable de ser hombre o mujer?
El primer impulso ante nuestras limitaciones
no  debería ser la acusación, sino la aceptación
muy suave y humilde: serena.
Jaques Leclerc

Las promesas realizadas a quienes emprenden la vía negativa son numerosas. Como ya hemos visto, nuestros duelos nos llevan a tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad hasta hacernos experimentar la depresión y a veces la angustia. Pero el Sí-mismo sabe hacernos renacer cuando, finalmente, llegamos a la renuncia.
La desidentificación nos enseña a deshacernos de nuestras falsas identidades. Dejar de identificarnos con nuestras emociones, malestares y trastornos psicológicos, así como con nuestra reputación y nuestro estatus social -por honorable que sea- , o con la fuerza de nuestro pensamientos o la certeza de nuestros amores…., es una tarea dura. La distancia que adquirimos respecto de estas realidades interiores y exteriores transitorias nos hace apreciar la inmutabilidad y la estabilidad del Sí-mismo.

La identificación de nuestra sombra, del lado herido de nuestro ser, nos permite tomar conciencia de nuestra pobreza interior, lo que nos mantiene en la humildad más completa. Y cuando sacrificamos las ambiciones de nuestro ego para considerar a la vez nuestras miserias más abyectas y nuestras aspiraciones más nobles, damos un paso más hacia el Sí-mismo. Nos habituamos así a una vida compuesta de paciencia y sencillez.

La búsqueda ansiosa de la propia perfección, la autosatisfacción, la felicidad plácida y la decisión de no asumir riesgos crean en la persona cerrazón de corazón y de espíritu. La vía del desapego lleva a una apertura insospechada, a la intervención del Sí-mismo y a momentos de gracia y creatividad.



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