jueves, 29 de agosto de 2013

Pedagogía del Oprimido, parte 5


(Capítulo dos, continúa)

¿Cómo? Un modo es someterse a una persona o grupo que tenga poder e identificarse con ellos. Por esta participación simbólica en la vida de otra persona, el hombre tiene la ilusión de que actúa, cuando en realidad, no hace sino someterse a los que actúan y convertirse en una parte de ellos.

Para las élites dominadoras, esta rebeldía que las amenaza tiene solución en una mayor dominación -en la represión hecha, incluso, en nombre de la libertad y del establecimiento del orden y la paz social. Paz social que en el fondo, no es sino la paz privada de los dominadores.

La educación como práctica de la dominación que hemos venido criticando, al mantener la ingenuidad de los educandos, lo que pretende, dentro de su marco ideológico, es indoctrinarlos en el sentido de su acomodación al mundo del opresor.

Al denunciarla, no esperamos que las élites dominadoras renuncien a su práctica. Esperarlo así sería una ingenuidad de nuestra parte.

Parece indiscutible, que si pretendemos la liberación de los hombres, no podemos empezar por alienarlos o mantenerlos en la alienación.
La liberación auténtica, que es la humanización en proceso, no es una cosa que se deposita en los hombres. No es una palabra más, hueca, mitificante. Es praxis, que implica la acción y la reflexión de los hombres sobre el mundo para transformarlo.
Al contrario de la educación “bancaria”, la educación problematizadora, respondiendo a la esencia del ser de la conciencia, niega los comunicados y da existencia a la comunicación.

El antagonismo entre las dos concepciones, la “bancaria”, que sirve a la dominación, y la problematizadora, que sirve a la liberación, surge precisamente ahí. Mientras la primera, necesariamente mantiene la contradicción educador-educandos, la segunda realiza la superación.

Con el fin de mantener la contradicción, la concepción bancaria niega la dialogicidad como esencia de la educación y se hace antidialógica; la educación problematizadora, a fin de realizar la superación, afirma la dialogicidad y se hace dialógica.

De este modo, el educador ya no es sólo el que educa sino aquel que, en tanto educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado, también educa. Así, ambos se transforman en sujetos del proceso en que crecen juntos y en el cual, “los argumentos de la autoridad” ya no rigen.
Proceso en el que ser funcionalmente autoridad, requiere el estar siendo con las libertades y no contra ellas.

Así, ya nadie educa a nadie, así como tampoco nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión, y el mundo es el mediador.

Es así como la práctica “bancaria”, como recalcamos, implica una especie de anestésico, inhibiendo el poder creador de los educandos; la educación problematizadora, de carácter auténticamente reflexivo, implica un acto permanente de descubrimiento de la realidad. La primera pretende mantener la inmersión; la segunda, por el contrario, busca la emersión de las conciencias, de la que resulta su inserción crítica en la realidad.

Cuanto más se problematizan los educandos, como seres en el mundo y con el mundo, se sentirán mayormente desafiados. Tanto más desafiados cuanto más obligados se vean a responder al desafío. Al captar el desafío como un problema en sus conexiones con otros, la comprensión resultante tiende a tornarse crecientemente crítica y, por esto, cada vez más desalienada.
A través de ella, que provoca nuevas comprensiones de nuevos desafíos, que van surgiendo en el proceso de respuesta, se van reconociendo más y más como compromiso. Así se da el reconocimiento que compromete.

La concepción y la práctica “bancarias” terminan por desconocer a los hombres como seres históricos, en tanto que la problematizadora parte, precisamente, del carácter histórico y de la historicidad de los  hombres.
Es por esto por lo que los reconoce como seres que están siendo, como seres inacabados, inconclusos, en y con una realidad que siendo historia es también tan inacabada como ellos.
De ahí que sea la educación un quehacer permanente. Permanente en razón de la inconclusión de los hombres y del devenir de la realidad.

De esta manera, profundizando la toma de conciencia de la situación, los hombres se “apropian” de ella como realidad histórica y, como tal, capaz de ser transformada por ellos.
El fatalismo cede lugar, entonces, al ímpetu de transformación y de búsqueda.

Este movimiento de búsqueda sólo se justifica en la medida en que se dirige al ser, más aun, a la humanización de los hombres. Esta es su vocación histórica, contradicha por la deshumanización que, al no ser vocación, es viabilidad comprobable en la historia.
Nadie puede ser auténticamente, prohibiendo que los otros sean. La búsqueda del ser a través del individualismo conduce al egoísta a tener más, una forma de ser menos.

El mundo ahora, ya no es algo sobre lo que se habla con falsas palabras, sino el mediatizador de los sujetos de la educación, el escenario de la acción transformadora de los hombres, de donde resulta su humanización.

Ningún “orden” opresor soportaría el que los opresores empezaran a decir: “¿Por qué?

miércoles, 28 de agosto de 2013

Pedagogía del Oprimido, parte 4


Capítulo dos.

“La educación bancaria como instrumento de opresión


En la educación bancaria, en vez de comunicarse, el educador hace comunicados y depósitos que los educandos,  meras incidencias, reciben pacientemente, memorizan y repiten. En esta visión distorsionada de la educación, no existe creatividad alguna, no hay transformación.
La rigidez de estas posiciones niega a la educación y al conocimiento como procesos de búsqueda.
La concepción bancaria refleja a la sociedad opresora. Los hombres son vistos como seres de la “adaptación”, del ajuste. Cuanto más se ejerciten los educandos en el archivo de los depósitos que le son hechos, tanto menos desarrollarán en sí la conciencia crítica de la que resultaría su inserción en el mundo, como transformadores de él. Como sujetos del mismo.

En la medida en que esta “visión bancaria” anula el poder creador de los educandos, satisface los interese de los opresores. Es por esta razón, por lo que reaccionan, incluso instintivamente, contra cualquier tentativa de una educación que estimule el pensamiento auténtico, pensamiento que no se deja confundir por las visiones parciales de la realidad, buscando, por el contrario, los nexos que conectan uno y otro punto, uno y otro problema.

En verdad, lo que pretenden los opresores “es transformar la mentalidad de los oprimidos y no la situación que los oprime. A fin de lograr una mejor adaptación a la situación que, a la vez, permita una mejor forma de dominación.

El problema radica en que pensar auténticamente es peligroso. El extraño humanismo de esta concepción bancaria se reduce a la tentativa de hacer del hombre su contrario -un autómata-, que es la negación de su vocación ontológica de ser más.

Si los hombres son esos seres de búsqueda y si su vocación ontológica es humanizarse, pueden, tarde o temprano, percibir la contradicción en que la “educación bancaria” promete mantenerlos, y percibiéndola, pueden comprometerse en la lucha por su liberación.

Un educador humanista, revolucionario, debe orientarse en el sentido de la liberación de ambos. Su acción debe estar empapada de una profunda creencia en los hombres. Creencia en su poder creador.
Todo esto exige que sea, en su relación con los educandos, un compañero de éstos.

La educación “bancaria“, en cuya práctica no se concilian el educador y los educandos, rechaza este compañerismo.
Para la educación “bancaria”, cuanto más adaptados estén los hombres tanto más “educados” serán en tanto adaptados al mundo.
Esta concepción, que implica una práctica, sólo puede interesar a los opresores que estarán tanto más tranquilos cuanto más adecuados sean los hombres al mundo. Y tanto más preocupados cuanto más cuestionen los hombres al mundo.

La concepción del saber del pensamiento “bancario” es, en el fondo, lo que Sartre ( El hombre y las cosas) llamaría concepción “digestiva” o “alimenticia” del saber. Éste es como si fuese el “alimento” que el educador va introduciendo en los educandos, en una especie de tratamiento de engorda.

Uno de los objetivos de esta educación que venimos criticando, aunque no sea advertido por muchos, sea dificultar al máximo el pensamiento auténtico.
El educador bancario no puede percibir que la vida humana sólo tiene sentido en la comunicación, ni que el pensamiento del educador sólo gana autenticidad en la autenticidad del pensar de los educandos.

“Mientras la vida -dice Fromm- se caracteriza por el crecimiento de una manera estructurada, funcional, el individuo necrófilo ama todo lo que no crece, todo lo que es mecánico. La persona necrófila se mueve por un deseo de convertir todo lo orgánico en inorgánico, de mirar la vida mecánicamente como si todas las personas vivientes fueran objetos. Ama el control, y en el acto de controlar, mata la vida”

La opresión, que no es sino un control aplastador, es necrófila. Se nutre del amor a la muerte, no del amor a la vida.
La concepción “bancaria” que a ella sirve, también lo es. Desde que transforma a los educandos en recipientes, en objetos. No se deja mover por el ánimo de liberar el pensar mediante la acción de los hombres, los unos con los otros, en la tarea común de rehacer el mundo y transformarlo en un mundo cada vez más humano.

Al inhibir el poder de creación y de acción, al obstruir la actuación de los hombres como sujetos de acción, como seres capaces de opción, los frustra.
Cuando descubren su incapacidad para desarrollar el uso de sus facultades, sufren.
Sufrimiento que proviene del “hecho de haberse perturbado el equilibrio humano (Fromm)”. El no poder actuar, que provoca el sufrimiento, provoca también en los hombres el sentimiento de rechazo a su impotencia. Intenta, entonces, “restablecer su capacidad de acción” (Fromm).

¿Cómo? Un modo es someterse a una persona o grupo que tenga poder e identificarse con ellos. Por esta participación simbólica en la vida de otra persona, el hombre tiene la ilusión de que actúa, cuando en realidad, no hace sino someterse a los que actúan y convertirse en una parte de ellos.

lunes, 26 de agosto de 2013

Pedagogía del Oprimido, parte 3

Sin embargo, si la práctica de esta educación implica el poder político, y si los oprimidos no lo tienen, ¿cómo realizar la pedagogía del oprimido?

Un primer aspecto de esta indagación radica en la distinción que debe hacerse entre la educación sistemática, que sólo puede ser transformada por el poder, y los trabajos educativos que deben ser realizados por los oprimidos, en el proceso de su (liberación) organización.
En un primer momento, los oprimidos van descubriendo el mundo de la opresión, y se van COMPROMETIENDO, con su transformación.
Y una vez transformada la realidad opresora, la pedagogía del oprimido pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación.

Todo depende de la acción profunda a través de la cual se enfrentará a la cultura de la dominación.

Mientras la violencia de los opresores hace de los oprimidos hombres a los que se les prohíbe ser, la respuesta de éstos a la violencia de aquéllos se encuentra infundida del anhelo de búsqueda del derecho de ser.
Los opresores, violentando y prohibiendo que los otros sean, no pueden a su vez ser; los oprimidos, luchando por ser, al retirarles el poder de oprimir y de aplastar, les restauran la humanidad que había perdido en el uso de la opresión.
Es por esto por lo que sólo los oprimidos, liberándose, pueden liberar a los opresores.
La superación será la creación del hombre nuevo, no ya opresor, no ya oprimido, sino hombre liberándose.

La superación auténtica de la contradicción oprimidos -opresores, no esta en el mero cambio de lugares. Más aún: no radica en el hecho de que los oprimidos de hoy, en nombre de la liberación, pasen a ser los nuevos opresores.

Ocurre también, que los opresores no se reconocen como sujetos en proceso de liberación. Para los opresores, la persona humana son sólo ellos. Para ellos solamente hay un derecho, su derecho a vivir en paz, para los demás sólo admiten el derecho a sobrevivir, y eso, porque es preciso que existan para que ellos también existan, y puedan mostrarse “generosos”.

Creer en el pueblo, es la condición previa, indispensable, a todo cambio revolucionario.
De ahí que este paso debe tener el sentido profundo del renacer. Quienes lo realizan deben asumir una nueva forma de estar sintiendo. Ya no pueden actuar como actuaban, ya no pueden permanecer como estaban siendo.
 
Por otro lado existe, en cierto momento de la experiencia existencial del oprimido, una atracción irresistible por el opresor, por sus patrones de vida.
Participar en estos patrones constituye una aspiración incontenible. En su enajenación quieren, a toda costa, parecerse al opresor, imitarlo, seguirlo.

La auto desvalorización es otra característica del oprimido. Resulta de la introyección que ellos hacen de la visión que de ellos tienen los opresores.
De tanto oír de sí mismos que son incapaces, terminan por convencerse. Los criterios del saber que le son impuestos son los convencionales.

En tanto se mantiene nítida su ambigüedad, los oprimidos difícilmente luchan y ni siquiera confían en sí mismos. Tienen una creencia difusa, mágica, en la invulnerabilidad del opresor.
Es necesario que empiecen a ver ejemplos de la vulnerabilidad del opresor, para que se vaya operando en sí mismos la convicción opuesta a la anterior. Mientras esto no se verifique, continuarán abatidos, miedosos, aplastados.
Poco a poco, la tendencia es asumir formas de acción rebelde.

Es este carácter de dependencia emocional y total de los oprimidos el que puede llevarlos a las manifestaciones que Fromm denominaba necrófilas. De destrucción de la vida, de la suya, y del otro también.

Sólo cuando los oprimidos descubren nítidamente al opresor, y se comprometen en la lucha organizada por su liberación, empiezan a creer en sí mismos, superando así su complicidad  con el régimen opresor.
Este descubrimiento, sin embargo, no puede ser hecho a un nivel meramente intelectual, debe estar asociado a un intento serio de reflexión, a fin de que sea praxis.

En los momentos en que ocurre su liberación, los oprimidos necesitan reconocerse como hombres, con su responsabilidad histórica. Debe defenderse el esfuerzo permanente de reflexión de los oprimidos sobre sus condiciones concretas. La reflexión, si es verdadera reflexión, conduce a la práctica.
Los hombre oprimidos son capaces de pensar correctamente.

La acción política junto a los oprimidos, en el fondo, debe ser una acción cultural para la libertad, y por ello mismo, una acción con ellos.
Su dependencia emocional, fruto de la situación concreta de dominación en que se encuentran y que a su vez, genera una percepción inauténtica del mundo, es fácilmente aprovechada por el opresor. Es este quien utiliza la dependencia para crear una dependencia cada vez mayor.

La  acción liberadora, reconociendo esta dependencia de los oprimidos como punto vulnerable, debe intentar, a través de la reflexión y de la acción, transformarla en independencia.
El convencimiento de los oprimidos sobre el deber de luchar por su liberación debe ser producto de su concienciación.

Los oprimidos que se “forman” en el amor a la muerte, que caracteriza el clima de la opresión, deben encontrar en su lucha el camino de amor a la vida, que no radica sólo en el hecho de comer más, aunque también lo implique, y de él no puede prescindirse.
Los oprimidos deben luchar como hombres que son, y no como “objetos”.
El pasar de este estado, en el que se destruyen, al estado de hombres, en el que se reconstruyen, se inicia con un autorreconocimiento como hombres destruidos.
La propaganda, el dirigismo, la manipulación, como armas de la dominación, no pueden ser usadas como instrumento de la reconstrucción.
No existe otro camino sino el de la práctica de una pedagogía liberadora, en que el liderazgo revolucionario, en vez de sobreponerse a los oprimidos, establece con ellos una relación permanentemente dialógica.

Educadores y educandos, liderazgo y masas, co-intencionados hacia la realidad, se encuentran en una tarea en que ambos son sujetos en el acto, no sólo de descubrirla, y así conocerla críticamente, sino también en el acto de recrear ese conocimiento.
Al alcanzar este conocimiento de la realidad, a través de la acción y reflexión en común, se descubren siendo sus verdaderos creadores y re-creadores.
De este modo, la presencia de los oprimidos en la búsqueda de su liberación, más que pseudo participación, es lo que realmente debe ser: compromiso.


viernes, 23 de agosto de 2013

Pedagogía del Oprimido, parte 2



Capitulo 1

¿Qué tanto sabemos de sí mismos?¿De nuestro “puesto en el cosmos”?
Humanización y deshumanización, dentro de la historia, son posibilidades de los hombres como seres inconclusos y conscientes de su inconclusión.

La gran tarea humanista e histórica de los oprimidos radica en liberarse a sí mismos, y liberar a los opresores.
¿Quién mejor que los oprimidos se encontrará preparado para entender el significado terrible de una sociedad opresora?
¿Quién más que ellos para ir comprendiendo la necesidad de la liberación?
Liberación a la que no llegarán por casualidad, sino por el conocimiento y reconocimiento de la necesidad de luchar por ella. Lucha que, por la finalidad que le darán los oprimidos, será un acto de amor, con el cual se opondrán al desamor contenido en la violencia de los opresores.

Mientras vivan la dualidad en la cual ser es parecer, y parecer es parecerse con el opresor, es imposible hacerlo. La pedagogía del oprimido, que no puede ser elaborada por los opresores, es un instrumento para este descubrimiento crítico: el de los oprimidos por sí mismos y el de los opresores por los oprimidos, como manifestaciones de la deshumanización.
Sin embargo, casi siempre en un primer momento de este descubrimiento, los oprimidos, en vez de buscar la liberación en la lucha y a través de ella, tienden a ser opresores también, o subopresores. Su ideal es, realmente, ser hombres, pero para ellos, ser hombres, en la contradicción en que siempre estuvieron y cuya superación no tienen clara, equivale a ser opresores.
Para ellos, el hombre nuevo son ellos mismos, transformándose en opresores de otros. Su visión del hombre nuevo es una visión individualista. Su adherencia al opresor no les posibilita la conciencia de sí como personas, ni su conciencia como clase oprimida.
Los oprimidos, acomodados y adaptados, inmersos en el propio engranaje de la estructura de dominación, temen a la libertad, en cuanto no se sienten capaces del riesgo de asumirla.

En tanto marcados por su miedo a la libertad, se niegan a acudir a otros, a escuchar el llamado que se les haga o se hayan hecho a sí mismos, prefiriendo la gregarización a la convivencia auténtica, prefiriendo la adaptación en la cual su falta de libertad los mantiene, a la comunión creadora a que la libertad conduce.

Se descubre que si no son libres, no  pueden ser auténticos.
Castrados en su poder de crear y recrear, en su poder de transformar el mundo.
Por esto, la liberación es un parto. Es un parto doloroso. El hombre que nace de él es un hombre nuevo. Hombre que supera la contradicción opresores-oprimidos, que en última instancia, es la liberación de todos.
El hombre nuevo no es ni opresor ni oprimido, sino un hombre liberándose.

Se hace indispensable que los oprimidos, en su lucha por la liberación, no se sientan en un “mundo cerrado”, donde carecen de opciones, ( ¡es que no hay de otra!), sino como una situación que los limita y que pueden transformar.
Reconocerse limitados es sólo la primera fase, la liberación.Superan la contradicción quienes al reconocerse como oprimidos, se comprometen en la lucha por liberarse.

Es preciso, recalquémoslo, que se entreguen a la práctica liberadora.

Lo mismo se puede decir del opresor. Descubrirse en la posición del opresor, aunque signifique sufrimiento, no equivale aun a solidarizarse con los oprimidos . Solidarizarse con éstos es algo más que prestar atención a unos cuantos, manteniéndolos atados a la misma posición de dependencia.
El opresor sólo se solidariza con el oprimido cuando su gesto deja de ser ingenuo y sentimental de carácter individual; y pasa a ser un acto de amor hacia aquellos. Cuando puede verlos como hombres concretos, despojados y en una situación de injusticia: despojados de su palabra, y por tanto, comprados en su trabajo, lo que significa la venta de la persona misma.

Cuanto más descubren, las masas populares, la realidad sobre la cual deben incidir su acción transformadora, tanto más se “insertan” en ella críticamente.
De este modo, estarán activando “conscientemente el desarrollo posterior” de sus experiencias.
Los oprimidos han de ser el ejemplo de sí mismos, en la lucha por su redención.

Sin embargo, si la práctica de esta educación implica el poder político, y si los oprimidos no lo tienen, ¿cómo realizar la pedagogía del oprimido?

miércoles, 21 de agosto de 2013

Pedagogía del Oprimido, parte 1


Pedagogía del Oprimido

Aprender a decir su palabra

El método de alfabetización del profesor Paulo Freire

Por: José María Fiori    

La práctica de la libertad, sólo encontrará adecuada expresión en una pedagogía en que el oprimido tenga condiciones de descubrirse y conquistarse, reflexivamente, como sujeto de su propio destino histórico.
Una cultura tejida con la trama de la dominación, por más generosos que sean los propósitos de sus educadores, es una barrera cerrada a las posibilidades educacionales. Por el contrario, una nueva pedagogía enraizada en la vida de estas subculturas, a partir de ellas, y con ellas, será un continuo retornar reflexivo de sus propios caminos de liberación. La pedagogía del oprimido, es pues, liberadora de ambos, del oprimido y del opresor

El método de Paulo Freire no enseña a repetir palabras; simplemente coloca al aprendiz en condiciones de poder replantearse críticamente las palabras de su mundo, para, en la oportunidad debida, saber y poder decir su palabra.

La conciencia es esa misteriosa y contradictoria capacidad que el hombre tiene para distanciarse de las cosas, y hacerlas presentes, inmediatamente presentes. Es un comportarse del hombre frente al medio que lo envuelve, transformándolo en mundo humano.

Pero nadie toma conciencia separadamente de los demás. La conciencia se constituye como conciencia del mundo.
El monólogo, en cuanto aislamiento, es la negación del hombre.
El mundo de la conciencia es elaboración humana. Ese mundo no se constituye en la contemplación, sino en el trabajo.
Existe una responsabilidad histórica del sujeto, el hombre se reconoce como sujeto que elabora el mundo. El mundo se vuelve proyecto humano: el hombre se hace libre. Su elaboración forzosamente ha de ser colaboración.

Expresarse, expresando el mundo, implica comunicarse. La palabra, más que instrumento, es origen de la comunicación. La palabra es esencialmente diálogo.
“Aprender a leer es aprender a decir su palabra.”
El método de Paulo es, fundamentalmente, un método de cultura popular: de conciencia y política.

En un régimen de dominación de conciencias, en que los que más trabajan menos pueden decir su palabra, y en que inmensas multitudes ni siquiera tienen condiciones para trabajar, los dominadores mantienen el monopolio de la palabra, con que mistifican, masifican y dominan. En esta situación, los dominados, para decir su palabra, tienen que luchar para tomarla. Aprender a tomarla de los que la retienen y niegan a los demás, es un difícil pero imprescindible aprendizaje: es “la pedagogía del oprimido”.

Primeras Palabras.

Las páginas que aparecen continuación, son resultado de nuestras observaciones en estos tres años de exilio. Observaciones que se unen a las que hiciéramos en Brasil, en los varios sectores en que tuvimos la oportunidad de desarrollar actividades educativas.
Y uno de los aspectos que observamos es el del " miedo a la libertad”, o lo que algunos de ellos llaman: “el peligro de la concienciación”.
Sin embargo, la verdad es que no es la concienciación lo que puede conducir al pueblo a “fanatismos destructivos”. Por el contrario, al insertar a los hombres al proceso histórico, como sujetos, evita los fanatismos y los inscribe en su búsqueda de afirmación.

“Solamente arriesgando la vida se mantiene la libertad….El individuo que no ha arriesgado la vida puede sin duda ser reconocido como persona que no ha alcanzado la verdad de este reconocimiento como autoconciencia independiente.” ( Hegel, Fenomenología del espíritu)

La inicie quien la inicie, la sectorización es un obstáculo para la emancipación de los hombres. No son pocos los revolucionarios que se transforman en reaccionarios por la sectorización en que se dejan caer, al responder a la sectorización derechista.
En lo que se refiere al sectario de derecha, cerrándose en “su” verdad, no hace sino lo que le es propio. Por el contrario, el hombre de izquierda que se sectariza y encierra es la negación de sí mismo y pierde su razón de ser.
El sectario, cualquiera que sea la opción que lo orienta, no percibe, no puede percibir o percibe erradamente, en su irracionalidad cegadora, la dinámica de la irrealidad.

El hombre radical, comprometido con la liberación de los hombres, no se deja prender en “círculos de seguridad“, en los cuales aprisiona también a la realidad. Por el contrario, es tanto más radical cuanto más se inserta en esta realidad para, a fin de conocerla mejor, transformarla mejor.
No teme enfrentar, no teme escuchar, no teme el descubrimiento del mundo. No teme el encuentro con el pueblo. No teme al diálogo con él, de lo que resulta un saber cada vez mayor de ambos. No se siente dueño del tiempo, ni dueño de los hombres, ni liberador de los oprimidos. Se compromete con ellos, en el tiempo, para luchar con ellos por la liberación de ambos.

Paulo Freire
Santiago de Chile, otoño de 1969

lunes, 19 de agosto de 2013

El Narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo, parte 16 (final)

LA IRREALIDAD DE HOY EN DÍA

Sin un sentido de contacto con el cuerpo, uno deja de estar arraigado en la realidad. Y esto es lo que le sucede a mucha gente hoy en día. La forma más sencilla de caracterizar esta realidad del mundo moderno es decir que está hechizada por las imágenes. Estoy convencido de que esto explica el gran interés que mucha gente siente por el mundo de la moda y por los modelos masculinos y femeninos.  Pareciera que los modelos poseen una aura de superioridad.  Mucha gente joven intenta imitar el estilo de los modelos, es decir, parecer guapo, elegante, encantador, extrovertido, apasionante, muy varonil o muy femenina. Lo importante es la apariencia. Pero quien modela es alguien que posa para ganarse la vida.Un modelo es un maniquí vivo, que los publicistas utilizan y dirigen. No es una vocación asociada con un sentido de dignidad, si bien no necesariamente requiere renunciar al respeto por uno mismo.

Donde más se evidencia la relación entre la pérdida de vida y la fascinación por las imágenes, es en el mucho tiempo que la gente dedica a ver televisión o videos. He oído a más de una persona quejarse de que cuando ven la televisión durante varias horas se sienten más cansados que antes. Esto se explica por el efecto hipnótico que tiene la televisión. Una vez que uno empieza a ver un programa, sigue con los ojos fijos en el televisor, casi en contra de su propia voluntad, y se traga un programa detrás de otro. Una vez rendidos a la pasividad del espectador, perdemos la energía para reanudar la vida activa. Este proceso de pérdida de vitalidad, lleva a la persona a encender el televisor para estimularse, lo que , por supuesto, crea un círculo vicioso.

Estoy convencido de que la principal razón de que la televisión sea tan popular es que permite a la gente escapar de sí misma. Ver la tele tiene aspectos de fenómeno regresivo. Se entretiene al televidente como si fuera un bebé, sin esperar una respuesta y casi sin exigirle que use la imaginación. Si la regresión, es una forma de evasión, otra forma sería  fundirse en las imágenes y la trama que aparece en la pantalla, a tal grado que se pierda el contacto con las necesidades y responsabilidades de la propia situación vital. El mundo irreal de la pantalla substituye temporalmente el mundo real de los sentimientos y las relaciones personales.

Las tendencias de evasión son muy fuertes en nuestra sociedad. El difundido uso de enervantes y alcohol, especialmente entre los jóvenes, da testimonio de esto. Creo que los jóvenes recurren a los enervantes porque no pueden con el exceso de estimulación al que están sometidos.
La evasión influye también en la fascinación que mucha gente siente por el espacio. Las películas de aventuras y guerras espaciales tienen un éxito en taquilla casi increíble, a pesar de que en ellas aparecen seres extraños en situaciones irreales. La gente reacciona a estas películas como si fueran más significativas o reales que los encuentros verdaderos en los que la gente participa.
Por otra parte, la sensación de seguridad y bienestar del común de la gente en la vida real está amenazado por fuerzas impersonales que no pueden identificarse con facilidad: fuerzas económicas como la inflación y el desempleo, fuerzas políticas como las guerras y la corrupción, fuerzas sociales como la violencia o la burocracia.  Las imágenes del espacio exterior, que no poseen una realidad objetiva, provocan más sentimientos reales que la vida cotidiana en la tierra.

En su imaginación o en la realidad, el hombre moderno parece necesitar una sensación de poder para superar una desesperación interna que proviene de la experiencia de haberse sentido impotente cuando niño y ahora como adulto. Pero creer que ese poder puede resolver los complejos problemas humanos es tan sólo una ilusión. Lo irreal del mundo moderno es su fe en el poder. Dios a sido substituido por Superman. Y aunque Superman es únicamente una imagen, representa la creencia de que con suficiente poder un hombre puede arreglar el mundo. Ésta es la filosofía que hay detrás de la revolución tecnológica que ha dado lugar a la llamada era de la información. La meta última es eliminar la enfermedad, superar el envejecimiento y vencer a la muerte. ¿Puede haber mayor megalomanía?

Podemos reconocer que nuestro conocimiento siempre es incompleto, que nuestro poder será siempre insuficiente para  determinar nuestro destino, que somos mortales. Este reconocimiento es la base de la humildad y del humanismo. Es lo que nos permite decir: “no lo sé”. Y también lo que posibilita la empatía hacia los demás, pues aceptamos que somos iguales que ellos. El reconocimiento y aceptación de nuestros límites nos permite llegar a ser personas reales, no narcisistas.

La irrealidad de la “buena vida” consiste en que, a pesar de su apariencia de placer, no produce gozo. Esto no significa que no haya gozo en el mundo. Sin embargo, en este estilo de vida, no hay gozo. Al ver a la gente que estaba en el hotel Hayatt de Kaanapali en la isla de Maui, no vi que sus caras o cuerpos expresaran gozo. Aparte de los niños que jugaban en la alberca, en ninguno de los vacacionistas pude ver una chispa de vida exuberante. No pude percibir ningún placer real en lo que eran o lo que hacían. Claro que esto es una generalización, pero apoya mi afirmación de que la “buena vida” es más exhibición que sentimiento.

En mi opinión, la irrealidad de nuestra era en ningún lugar es más evidente que en Las Vegas. Los grandes hoteles y los casinos parecen palacios de Kublain Kan, sacados de un cuento de hadas, donde la gente puede escapar de sí misma. Las luces, la música y la actividad bombardean los sentidos y apabullan el sentido de la realidad. Es obvio que la gente necesita de esta estimulación; ha de hacerla sentirse viva. Y esa es la naturaleza del nuevo hedonismo. No es una obsesión por el placer sino una búsqueda de estimulación y sensación para superar la falta de sensibilidad en los cuerpos sin vitalidad. El juego en Las Vegas también sirve a este propósito. Desde la perspectiva de los administradores de los casinos, la atmosfera de irrealidad ayuda a que los clientes se desentiendan del dinero con gran facilidad, pues el dinero asume también una cualidad de irreal. Al observar las caras de la gente que estaba en las mesas de juego, pude ver su deseo desesperado de ganar. Su excitación es negativa, no produce un placer real.

El concepto de excitación negativa es aplicable al conflicto narcisista. Al igual que todos, la persona narcisista necesita excitación en su vida; sin embargo, como ha negado sus sentimientos, no puede experimentar la excitación del anhelo y la pasión. Entonces, busca su excitación en el reto de ganar o perder, en las luchas por obtener poder y en las situaciones peligrosas. Su excitación se deriva del elemento de amenaza, proviene del elemento negativo de la situación, y el placer que él obtiene es más bien alivio que satisfacción.

El placer es una experiencia vital positiva. Un trago de agua fresca cuando se tiene sed es un ejemplo de placer real. De manera similar, cualquier alimento cuando se tiene hambre produce placer. Por otra parte, el comer el mejor de los manjares sin tener hambre puede resultar desagradable. Todos hemos experimentado el placer de dormirse cuando estamos cansados y con sueño. Sin embargo, aunque conozcamos estos placeres sencillos, las vidas de la mayoría de nosotros no se organizan alrededor de ellos. Comemos y dormimos a horas fijas, sin tomar en consideración nuestros sentimientos.

El deseo es la clave del placer. La cantidad de deseo que uno puede sentir está determinada por la vitalidad de uno. Los muertos no tienen deseos, los deprimidos tienen pocos y los ancianos tienen menos que los jóvenes. Los niños, como son los más vitales, sienten el mayor deseo y, cuando éste se cumple, gozan el mayor placer. Se ve al niño saltar de alegría. Éste es el secreto del gozo -estar tan excitado que la emoción te desborde-. Pero para sentir alegría, hay que estar libre de la ansiedad que provoca el temor a dejarse llevar por los sentimientos y a expresarlos. O, por decirlo de otra forma, hay que ser despreocupado e inocente como un niño. Los narcisistas no son ni una cosa ni la otra. Han aprendido a jugar el juego del poder, a seducir y manipular. Están siempre pensando en la opinión y la respuesta de los demás con respecto a ellos. Y tienen que mantener el control, porque la pérdida del control despierta su miedo a la locura.

Estoy seguro que alguno de nosotros hemos conocido momentos de alegría cuando nuestros egos pasaron a segundo plano y el niño que todos llevamos dentro fue libre para reír y amar. Desafortunadamente, perdimos nuestra inocencia muy temprano, y lo que es peor, no nos importa perderla. No queremos ser inocentes, porque eso nos expone al ridículo y nos hace vulnerables. Queremos ser mundanos -eso nos permite sentirnos superiores-. La gente mundana es aparentemente la que más disfruta -asiste a fiestas, bebe, es un poco salvaje, niega los límites- ¿Y los inocentes que? Cuentan con un corazón abierto, con placeres sencillos, con la fe. Cuánto más atractivo tener una mente aguda, conocer todo en la vida, tanto lo bueno como lo malo, tener poder, ser admirado, sentirse especial. La seducción del poder es difícil de resistir, especialmente cuando de niño, nos traicionaron  y lastimaron los mismos a quienes amábamos. Entregar el reino del cielo a cambio de tener poder es un pacto con el diablo. Es el pacto que realiza el narcisista.

viernes, 16 de agosto de 2013

El Narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo, parte 15



LA AUSENCIA DE LÍMITES

La ausencia de límites está relacionada con el desarrollo del narcisismo en la sociedad. Nuestra era se caracteriza por el impulso de transgredir los límites y por el deseo de negarlos. Los límites existen y, objetivamente, se reconocen. Sin embargo, puede que emocionalmente no se acepten. La gente cree o quiere creer que el potencial humano es ilimitado. Uno podría sentirse tentado a creer que estamos entrando a una nueva era, la era de Superman, del hombre o la mujer biónicos.

Cuando la estructura de la sociedad se desintegra, se genera el caos, y se crea una atmósfera de irrealidad. La irrealidad amenaza la cordura de la persona, a menos que ésta suprima los sentimientos y funcione únicamente en base al pensamiento. El desmoronamiento de la moral sexual victoriana llevó a un aumento de la práctica del sexo divorciada del amor (aunque no de las sensaciones). Esto es narcisismo.

No obstante, es necesario que una estructura vieja se venga abajo para que pueda emerger una nueva. Éste es el proceso natural de evolución.
Históricamente, la crisis de una sociedad ha derivado en ocasiones en un periodo de obscuridad, previo a la aparición de una nueva luz. Puede que esto sea justamente lo que sucede en nuestro tiempo. Si no podemos distinguir entre el orden y el caos, quizás estemos en una nueva Edad Obscura.

Por encima de todo, no debemos considerar la ausencia de límites como libertad. La hoja que arrastra el viento no es libre en términos humanos. Hacer lo que te apetezca no te convierte en libre. Esta conducta es característica de los locos que, sin conciencia de la realidad, son barridos por el viento de las sensaciones.
La ausencia de límites tiene como consecuencia la pérdida del sentido del yo. Sin una frontera que separe al individuo de su entorno, no existe el yo.
La consecuencia de una frontera segura es un sentido seguro del yo, de un yo que basa su identidad en los sentimientos.

Dentro de la crisis de la estructura social, en lugar del yo se crea una imagen con el fin de que ésta sirva como identidad. En la cultura de hoy en día, esta imagen se describe como estilo de vida. Se nos dice que somos libres para crear nuestro propio estilo de vida, nuestra propia identidad. Pero, cuando una persona basa su identidad en un estilo de vida, ¿no está confundiendo la creación con el creador? Un estilo de vida sin un yo no es una persona.

REFLEXIONES PERSONALES SOBRE LA “BUENA VIDA”

Para mí, la calidad de vida ha bajado, a pesar de que el nivel material de ésta ha subido. ¿En qué sentido se ha deteriorado la calidad de vida? Somos conscientes de la contaminación del entorno y de la explotación de la naturaleza. Nos damos cuenta de que las presiones de la vida moderna no nos dejan tiempo para sencillamente existir: respirar, sentir, contemplar; las noticias acerca de crímenes, violaciones y casos de corrupción nos recuerdan constantemente que la sociedad ha perdido sus valores morales.
Sin límites, las personas pierden el sentido de sí mismas como individuos responsables -responsables del bienestar de la comunidad y de las personas que la forman-. Es una postura narcisista , no sólo porque niega las necesidades de los demás, sino porque también niega las verdaderas necesidades del yo.

LA DIGNIDAD Y EL RESPETO A UNO MISMO

El verdadero respeto mira hacia el interior, va más allá de la superficie o la apariencia, y esto es lo opuesto a una actitud narcisista. Una persona se respeta a sí misma cuando sus acciones están regidas por principios y convicciones profundas, en lugar de por conveniencias o beneficios. Tratar de impresionar o manipular a los demás conlleva una pérdida de respeto a uno mismo, y, sin éste, tampoco se puede respetar a los demás. La persona narcisista no se respeta a sí misma.

En el plano personal, perdemos el respeto que nos debemos a nosotros mismos cuando aprendemos a manipular a nuestros padres, en la medida en que ellos nos manipulan a nosotros, por ejemplo. Mentimos y fingimos, igual que lo hacen ellos. Por supuesto, también les perdemos el respeto. Los padres que respetan los sentimientos de sus hijos se ganan el respeto de éstos y lo conservan.
Pero, en nuestra sociedad, ¿hay algo que se respete verdaderamente? ¿No existe un compromiso con una filosofía que establece el éxito como la meta definitiva, y considera que cualquier medio para conseguir ese fin es aceptable? Si, por ejemplo, el éxito significa conseguir que un bebe coma, entonces distraerle con un juguete mientras se le mete en la boca la cuchara con la papilla es perfectamente razonable. En la filosofía del éxito, el fin justifica los medios.

Otra cualidad que parece ausente en estos días es la dignidad. Dignidad es una palabra que suena pasada de moda. Raramente alguien la utiliza. Y, en cambio, se habla mucho de poder. Ir en pos del poder excluye la posibilidad de la dignidad, porque el poder representa un intento de compensar un sentimiento interno de humillación. Si tengo el poder, nadie se atreve a humillarme. Pero, como todos los mecanismos de compensación, la necesidad de poder o de dinero confirma y refuerza precisamente ese sentimiento interno de humillación, por mucho que uno se esfuerza en negarlo.

La dignidad está en el porte de una persona. El carácter y el porte están relacionados. La forma de andar y el porte de la persona son una expresión de su carácter. La gente con dignidad se mueve de una forma que inspira o impone respeto. Es interesante fijarse en la relación que existe entre respeto y dignidad (ambas tienen un origen común, en el sentido de la valía). Ambas cualidades están ausentes en los narcisistas.

Dos aspectos identifican un porte digno: la forma de mover el cuerpo y de sostenerlo. No es digno, por ejemplo, correr como una rata que busca un agujero donde meterse. El movimiento de la persona digna es lento, majestuoso; sugiere que ésta tiene tiempo, tiempo para ser y para sentir. No hay dignidad en la actividad frenética de la gente en las grandes ciudades, se mueven como si no tuvieran tiempo de perder. Tampoco hay dignidad en la búsqueda incesante de placer que caracteriza al nuevo hedonismo.
Al robar el tiempo de las personas, la cultura actual también les roba su dignidad. Como en la sociedad moderna el tiempo es dinero, pocos son los que pueden permitirse tener dignidad.

La rectitud de un cuerpo sano es el resultado de un intenso flujo de emociones o sentimientos a lo largo de la espina dorsal, similar al proceso del yoga Kundalini. Esta carga mantiene la cabeza alta. Una postura así también expresa el sentido del propio orgullo natural, que difiere del orgullo narcisista en que el primero se basa en el yo y el segundo en la imagen. Un porte así sólo es posible en un cuerpo libre de tensiones musculares crónicas y, por tanto, libre de conflictos reprimidos en la infancia.

Hay una correlación interesante entre la dignidad y la sexualidad. La misma carga que, en su dirección ascendente, produce el porte característico de la dignidad, en su dirección descendente proporciona carga y excitación sexual en el hombre. El pene erecto es el equivalente psicológico de la cabeza erguida. Pero no es sólo la carga de los genitales la que representa la sexualidad de una persona, sino también la carga de la pelvis y lo que ésta siente. La pelvis es el homólogo de la cabeza, en la estructura dinámica del cuerpo.
En su estado natural, la pelvis se inclina floja hacia atrás, de manera que se balancea libremente al compás de los movimientos del cuerpo. La posición hacia atrás de la pelvis se corresponde con la de un animal que mantiene la cola levantada. Es lo opuesto a cuando un perro asustado va con el rabo entre las piernas y la pelvis hacia adelante.

Parece obvio que la verdadera dignidad se basa en la identificación con el propio cuerpo y con la sexualidad de éste. La clave de la dignidad estriba en tener los pies firmemente plantados en la tierra. Las piernas y los pies son como las raíces de un árbol, que no sólo anclan el árbol a su realidad, sino que le proporcionan la base para el empuje que le hace crecer hacia arriba.
Cuando falta este contacto, hay un desarraigo (es como estar en el aire o vivir en la cabeza, conectado fundamentalmente a imágenes que residen allí)    

miércoles, 14 de agosto de 2013

El narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo, parte 14


Capítulo 9

La locura
de nuestro tiempo

LA APARIENCIA DE CORDURA

Tal como se ha visto, los narcisistas están perfectamente adaptados al mundo en que vivimos; están de acuerdo con los valores, aceptan las normas en constante cambio y se sienten cómodos con la superficialidad. Aquellos de nosotros que damos un sentido al pasado, que buscamos estabilidad y que no tenemos fe en los sistemas computarizados, se nos hace realmente difícil adaptarnos. En lo personal, me inquieto cada vez que un artículo de uso común se modifica a causa de la inflación. ¿Quién está loco y por qué?

Una persona no estará en contacto con la realidad de su ser en la medida en que su identidad se base en una imagen. Aunque puede parecer orientada y plenamente conectada con la realidad en todos los demás aspectos, habrá una línea de ruptura en su personalidad -por muy fina que sea la línea- que constituirá una cierta tendencia a la locura. Así, el espectro del narcisismo también se puede considerar como una escala de grados de locura. En un extremo se encuentra el fálico-narcisista, cuya conducta está tan en sintonía con la cultura occidental que nadie cuestionaría su cordura; en el otro extremo se halla el esquizofrénico-paranoide, cuya locura es evidente. Entre un extremo y otro, se sitúa el carácter narcisista, la personalidad límite y la personalidad psicopática.

Examinemos las personalidades psicópatas. A veces su conducta puede ser tan extraña y autodestructiva que rápidamente uno duda de su salud mental. Sin embargo, al interrogarlos, uno ve que están completamente orientados respecto de la situación, su cognición no está perturbada y sus respuestas parecen lógicas y convincentes. Cuesta creer los casos pero están documentados.

 EL PROBLEMA DE LA CONDUCTA AUTODESTRUCTIVA

Si se quiere entender la conducta autodestructiva, hay que aceptar que no puede tratarse de un caso absurdo. Un organismo viviente es un sistema muy organizado que está gobernado por dos instintos poderosos - el de conservación y el de perpetuación de la especie. La conducta autodestructiva es claramente contraria al primero, y sin embargo ocurre.
 Algunas personas se suicidan, pero tienen sus razones y para ellas son importantes. Otras sacrifican sus vidas en actos heroicos, lo que nos hace pensar que en la personalidad humana hay fuerzas que pueden ser más fuertes que el instinto de sobrevivencia. Creo que una de esas fuerzas es el sentir que la vida debe tener un sentido, que debe tener algún significado.

Para muchos, el sentido radica en la esperanza de obtener placer. Así que, cuando la vida no ofrece la esperanza de obtener placer sino únicamente la certeza del dolor, no valdría la pena vivirla. Por ejemplo, un paciente con cáncer terminal, si decidiera quitarse la vida, su acción tendría sentido. Claro que se podría argumentar que mientras hay vida hay esperanza.
De esto se desprende que otras formas de conducta autodestructiva podrían ser comprensibles si se conociera la situación interna de la persona. Por ejemplo, el alcoholismo podría interpretarse de manera similar al suicidio -es decir, que la adicción proviene de un intento por liberarse de sentimientos de aflicción, ansiedad y frustración intolerables. Por supuesto que el intento es fallido, ya que el alivio que el alcohol proporciona es momentáneo y el retorno a la realidad es más doloroso que antes.

Además del deseo de liberarse del dolor, la conducta autodestructiva tiene otra motivación: el deseo inconsciente de vengarse de alguien, de hacer que otro sufra por la herida que uno tiene. “Te arrepentirás”, es lo que realmente dice el suicida a los familiares y amigos cercanos.
Pero no creo que ésta sea la motivación principal. Mi trabajo con el alcohólico me ha convencido de que cuando se elimina el sufrimiento interno, desaparece la dependencia hacia el alcohol. El sufrimiento proviene de conflictos emocionales no resueltos que se han reprimido y guardado en el inconsciente. Resolver estos conflictos no es una empresa sencilla ni fácil.
¿Cómo actúa el alcohol? No es ni un sedante ni un anestésico, si bien puede reducir la ansiedad y la sensibilidad al dolor. Tampoco es un estimulante, aunque “anima” a algunas personas. Lo que el alcohol hace es debilitar el control del ego sobre el cuerpo y romper las prohibiciones del superego, lo que hace que la persona se libere de sus inhibiciones. En consecuencia, los sentimientos se expresan con más facilidad - pero se embota la percepción de la emoción. El alcohol pone un espacio entre la persona y la realidad, lo que permite un cierto grado de actuación.

Todos estamos familiarizados con la presión en el trabajo o en el hogar, pero la tensión interna suele ser la más importante. Surge cuando los sentimientos reprimidos amenazan con irrumpir en la conciencia. Por lo general, esto ocurre cuando se reduce la presión externa, como en los fines de semana y los días de asueto. En estas ocasiones es cuando mucha gente bebe en demasía. Incapaz de contener o reprimir los sentimientos, e igualmente incapaz de expresarlos abiertamente debido a la culpabilidad, el alcohólico se intoxica. Cuando sede el control del ego, los impulsos reprimidos irrumpen -sin su completo contenido emocional. Entonces, uno puede ser violento sin sentir enojo, puede llorar sin sentirse triste, puede tener relaciones sexuales sin amor ni culpa.
La embriaguez puede considerarse una especie de locura temporal, tiene mucho en común con la desorientación en el brote psicótico.
Si la culpabilidad no puede reducirse, uno puede reducir la carga del sentimiento actuándolo. Hace que ya no se esté acumulando un sentimiento intolerable.

Para mucha gente, las drogas representan un escape para la intolerable sensación de vacío y aburrimiento en su vida. Como la vida sin sentimiento no tiene sentido, esta gente recurre a cualquier droga que promete alguna sensación de excitación y animación. Pero el incremento de sensación que proporciona es a expensas del verdadero sentimiento. Todas las drogas son venenos selectivos que reducen la sensibilidad corporal. Es precisamente esta insensibilización lo que permite que se incremente la sensación. Pero se puede lograr esto sin drogas. Cuando queremos incrementar nuestra percepción de la música, por ejemplo, nos mantenemos callados para que nuestra conciencia pueda concentrarse en el sonido.

Algunas drogas como la cocaína, actúan de otra manera. El efecto de animación que produce proporciona una sensación de poder y control. Uno se siente lo máximo y, en tanto esté empleando la droga, puede mantener este sentimiento. Sin embargo, la bajada del efecto de la cocaína puede ser una experiencia espantosa. Además, la cocaína parece ser la droga favorita de algunos narcisistas.  El poder y el control son exactamente lo que los narcisistas tratan de lograr mediante la imagen de sí mismos. Y creo que hay algo de demencia en el uso de drogas y en la cultura que lo fomenta. Esta demencia consiste en la pérdida de contacto con la vida del cuerpo y en el escape hacia un mundo de fantasías e imágenes.    

jueves, 8 de agosto de 2013

El Narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo, parte 13

MUY POCA ATENCIÓN EN LA INFANCIA

Otra razón de la presión que se ejerce sobre los hijos para que crezcan rápido es el deseo que tienen los padres de liberarse de la carga de tener que estar siempre “allí” para el niño.
La ausencia de la madre tiene realmente un efecto negativo en el hijo, pues la madre constituye el primer contacto con el mundo, especialmente cuando se amamanta al niño. No creo que el padre pueda substituir a la madre en este aspecto; su cuerpo carece de la cualidad de suavidad que el de ella posee.

Es importante no dejarse atrapar por el narcisismo de nuestra civilización, el cual identifica la satisfacción personal con el éxito mundano. De este éxito puede obtenerse una satisfacción para el ego, pero no se satisfacen las necesidades básicas de la persona ni su potencial como ser humano. Las necesidades básicas son necesidades del cuerpo y sólo pueden satisfacerse en el ámbito corporal. Las necesidades básicas son respirar libre y profundamente, comer con buen apetito, dormir cuando estamos cansados y hacer el amor con un deseo apasionado. ¿De que sirve tener éxito, lograr renombre, si uno está enfermo y miserable en su ser interno?
Es narcisismo pensar que sólo estaremos satisfechos cuando utilicemos nuestras mentes. Si el uso de las piernas para caminar, de los brazos para abrazar, de los ojos para ver y de los labios para besar no nos producen placer, no podemos decir que estamos satisfechos, sino todo lo contrario.

La persona encuentra su verdadera realización en el ser, no en el hacer, en ser una persona que mediante sus buenos sentimientos puede hacer que otros se sientan bien igualmente. Nuestro logros son el betún del pastel, la salsa de la carne. Sólo los narcisistas confunden el aderezo con la comida. Mi razonamiento es que si no satisfacemos las necesidades de nuestro hijos, los predisponemos a un conflicto narcisista de la personalidad.

Los niños necesitan que los críen con amor, apoyo, cercanía y contacto con el cuerpo de su madre para desarrollar un yo íntegro y seguro. También necesitan de atención y respeto para sus sentimientos con el fin de tener un firme sentido del yo. Si esto es deficiente, el niño  tendrá un sentimiento de insatisfacción que proseguirá en su vida de adulto. Si la madre considera que las necesidades y exigencias de su hijo son un obstáculo para su realización personal,  entonces se le dificultará satisfacer las necesidades de su hijo. Y así, el problema de la insatisfacción va pasando de generación en generación.  

Las condiciones mismas de la vida moderna tal vez obstaculizan una crianza adecuada. Hay poco espacio y tiempo en la atareada vida de una madre para sus sentimientos o los de sus hijos. Los viajes, compras u otras actividades son más importantes que sus sentimientos.
El principal efecto que una crianza poco cuidadosa tiene en el niño es la supresión del sentimiento de anhelar, específicamente, anhelar el contacto con el cuerpo de la madre, el cual representa para él amor, ternura y seguridad. Se reprime el sentimiento porque es demasiado doloroso desear desesperadamente algo que no puede tener. Sin embargo, sin este sentimiento es difícil llegar a sentir cercanía e intimidad física con otro ser humano. Todos los narcisistas tienen este problema, y no puede resolverse en tanto no se reactive el sentimiento de anhelo. Este sentimiento se expresa cuando se tienden los brazos para abrazar a alguien y se pronuncian los labios para besar a esa persona.

El succionar constituye anhelar en su nivel más profundo, porque succionar es aceptar. Cuando respiramos, succionamos aire. Si se inhibe la succión, se altera la respiración, se vuelve superficial en vez de completa y profunda. Mucha gente reduce su capacidad respiratoria porque la respiración profunda brinda energías al organismo y conduce al sentimiento. La forma más inmediata de impedir el sentimiento consiste en aguantar la respiración.
Cuando se hace que los pacientes respiren profundamente succionando aire con la garganta, es posible que de manera espontánea prorrumpan en sollozos profundos. En ocasiones, también sienten el dolor de un anhelo frustrado en sus gargantas.

Como hemos visto, demasiada estimulación y demasiadas exigencias hacia un niño, aunado a muy poca atención y apoyo, incrementan el riesgo de un conflicto narcisista severo. Desafortunadamente, esa es la dirección que ha tomado la civilización moderna en lo referente a la crianza de sus hijos. Parece que entre más activa se vuelve la civilización, menos tiempo hay para los hijos, los cuales, entonces, tienen carencias. Eso constituye un círculo vicioso, porque los niños con carencias buscan su satisfacción mediante una actividad incesante que los deja más frustrados. ¿Sorprende entonces que tanta gente participe tanto en la lucha por el poder del mundo exterior que no disponga de tiempo para sentir?  Otra forma consiste en recurrir a los estupefacientes, una forma de insensibilizar el cuerpo y suprimir el dolor.
 
Cierto que muchas mujeres trabajan por necesidad. Pero muchas mujeres trabajan porque quieren un nivel de vida lujoso. Por supuesto, a la gente le gustaría tener lo que otros tienen, y su autoestima se resentiría si no pudieran competir con sus vecinos. Este deseo es la fuerza que alimenta a una civilización narcisista que, a su vez, despoja a la vida de su significado y su dignidad y crea personas narcisistas.
Afortunadamente, la gente tiene el potencial de responsabilizarse de su vida. Si cada uno hiciera eso, la sociedad cambiaría. Es más, si sólo una persona lo hace, no estamos perdidos. El primer paso consiste en reconocer la enajenación de nuestros tiempos.


martes, 6 de agosto de 2013

El Narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo, parte 12

LA SOBRECARGA EN LA VIDA DIARIA.

El exceso de estimulación es una condición generalizada en las ciudades del mundo occidental. Hay demasiado ruido, demasiado movimiento, demasiada estimulación extraordinaria. Al principio puede resultar excitante, pero finalmente resulta  turbador.  Es algo deshumanizador.
Hemos pagado un precio por esta adaptación a la tensión de la vida moderna; ese precio consiste en que hemos levantado barreras para protegernos de la estimulación excesiva. Para funcionar al ritmo de las máquinas, nos hemos tenido que volver máquinas, lo que significa que tuvimos que insensibilizar nuestros cuerpos y negar nuestros sentimientos.

No sólo en las ciudades hay exceso de estimulación. Ocurre en todo tipo de hogares. En muchos hogares se mantiene encendida la radio y la televisión durante largos periodos. Sirven de distracción y nos sacan de nosotros mismos y nos distancian de nuestros sentimientos. Las noticias son especialmente perturbadoras, porque a menudo nos provocan sentimientos que no podemos expresar. Pronto aprendemos a no dejarnos afectar, pero esto significa que hemos reforzado el escudo contra los estímulos.

Otro factor que también acrecienta el exceso de estimulación es la actividad constante que la sociedad occidental exige. La gente se mantiene ocupada ya sea ganándose el sustento, o gastando su dinero o cuidando las cosas que compra. Y no digamos manejar un automóvil.
Sin embargo, la gente parece necesitar toda esta actividad. A los jóvenes de hoy en día se les ha llamado la generación de la acción, lo que significa que su actividad constante se considera una virtud . Sin embargo, su inquietud proviene de su incapacidad de estar quietos. Sólo se sienten vivos cuando están haciendo algo, pero esa actividad es una defensa para no ser  y no sentir. En sus vidas todo esta subordinado a su afán de éxito.
La estimulación excesiva parece una forma de vida normal. Ese es el peligro real de la estimulación excesiva. Una vez que nos hemos adaptado a ella, no podemos pasárnosla sin ella.

EL EXCESO DE ESTIMULACIÓN EN EL MARCO
FAMILIAR
 
Aunque considero que el conflicto narcisista es un producto de la civilización occidental, también creo que la persona narcisista es un producto de una situación familiar nociva, en la cual se seduce al niño para establecer una relación especial con uno de los padres. Mediante la intimidad que esa relación confiere, el niño está expuesto a los sentimientos y la sexualidad de los adultos, lo cual lo estimula de más. Es posible que uno de los padres se dirija al hijo en busca de simpatía y comprensión y que incluso comparta con él sus sentimientos de frustración con el otro cónyuge. ¿Qué capacidad tiene un niño para manejar demandas emocionales tan fuertes? La afilcción de los padres es siempre excesiva para los hijos. No hay nada que el niño pueda hacer.

La tensión marital está compuesta generalmente por las vejaciones, disgustos y frustraciones que hubo en la infancia de ambos cónyuges. Incapaz de responder a la aflicción que uno y otro cónyuge sienten, la pareja puede dirigirse a sus hijos en busca del amor que no obtuvieron de sus padres.
Lo único que el niño puede hacer es no exigir nada -es decir, reprimir sus propias necesidades y sus sentimientos para no hacer que su madre o padre se sienta culpable por su falta de atención.

Los sentimientos que una situación como ésta provoca en el niño son el dolor, la tristeza y el enojo, tanto hacia sí mismos como hacia sus padres. Si sintiera completamente, gritaría su dolor, lloraría su tristeza y golpearía con furia destructiva. Pero no lo hace -eso sería una locura. Su solución es ponerse una coraza, tensar los músculos corporales de tal manera que sea imposible la expresión de cualquier sentimiento.
En muchos casos el cuerpo no está protegido por una coraza en el sentido de una rigidez total. Pero hay una banda de tensión en la base del cráneo, lo que sirve para separar la percepción de lo que ocurre en el cuerpo.

Sin embargo, creo que el verdadero exceso de estimulación es de tipo sexual. Alice Miller, una destacada psicoanalista europea comenta: “Un padre que se crió en un medio desfavorable a los impulsos instintivos tal vez se atreva por primera vez a ver debidamente los genitales femeninos, juegue con ellos y se sienta excitado al bañar a su hija pequeña. La madre (que teme a los genitales masculinos) tal vez ahora sea capaz de controlar su miedo en relación con su hijo pequeño. Por ejemplo, después de bañarlo, podría secarlo de tal manera que tuviera una erección que para ella no representa un peligro ni una amenaza. Tal vez de masaje al pene de su hijo hasta que llegue la pubertad con el fin de “curar su fimosis”. (Estrechez del orificio del prepucio).
Hay que recordar que el niño que es estimulado sexualmente por uno de sus padres no tiene ninguna posibilidad de descargar la excitación.

Hoy en día, casi todos los niños están expuestos a demasiada estimulación sexual tanto en el hogar como en el ambiente. Demasiados niños crecen con demasiada rapidez.
Los cuerpos de muchos hombres jóvenes manifiestan un cierto grado de inmadurez que contrasta con una expresión facial de más edad. Viejos y jóvenes a la vez, con un buen desarrollo intelectual, pero emocionalmente inmaduros. Se estancaron emocionalmente en su infancia porque les impidieron desarrollarse. Perdieron en una etapa demasiado temprana su inocencia infantil y con ella la oportunidad de una existencia feliz y sin preocupaciones que les hubiera permitido una maduración lenta y natural de sus facultades.

Los niños necesitan que los dejen solos para jugar por el solo placer de jugar, sin ningún propósito ulterior como el aprendizaje. Y ellos perciben las expectativas paternas, sean o no explícitas. Es muy frecuente que los padres sólo presten atención a los logros de su hijo, a los signos de que va a destacar como alguien “especial” en la vida. Nadie está libre de las fuerzas culturales. En el mundo occidental, orientado al éxito material, el fracaso constituye el pecado capital.


viernes, 2 de agosto de 2013

El Narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo, parte 11

Capítulo 8

Demasiadas cosas,
demasiado pronto 


La locura se desarrolla cuando el ego o mente consciente es agobiada por un sentimiento que no puede integrar. Esto tiene respaldo en el lenguaje cotidiano. Cuando nos están fastidiando demasiado exclamamos.: “ya deja de hacer eso. Me estas volviendo loco”. Pero una persona no se vuelve loca simplemente porque la empujan al punto de explosión. Se requiere de una situación especial para que alguien se vuelva loco.
Una situación de este tipo es la tortura lenta. Por ejemplo, una antigua practica china que consistía en torturar a la gente haciendo caer continuamente una gota de agua en un punto de su cabeza mientras se mantenía inmóvil. La acumulación de la constante estimulación se volvía insoportable y la gente enloquecía. La tortura incesante puede enloquecer a cualquiera.

La tortura no tiene que ser física, en el sentido de un ataque directo al cuerpo. Puede, por ejemplo, emplearse el sonido. En ciertas frecuencias, el sonido puede provocar tal dolor que la persona no puede soportarlo. El miedo es otra forma de destruir el espíritu de alguien.
También se sabe que una persona puede perder temporalmente la razón si se le priva totalmente de estimulación sensorial. En un experimento de privación sensorial, se coloca al sujeto en un tanque de agua a la temperatura del cuerpo humano. No hay ningún sonido, la luz es uniforme y el sujeto está solo. A pesar de todos los esfuerzos por mantener el control de sí mismo, la mente del sujeto comienza a tener alucinaciones. Si no hay ninguna estimulación del exterior, los límites de la persona se vuelven vagos. Si se deja largo tiempo a los niños pequeños en la cuna sin tener contacto físico, caen en un marasmo y mueren. Necesitamos estimulación. Pero también necesitamos equilibrio. La estimulación excesiva puede ser tan dañina como la escasa.

EL EGO Y SU ESCUDO PROTECTOR

La idea de que necesitamos protegernos del exceso de estimulación fue planteada por Freud hace años. Su hipótesis era la siguiente: “Este pequeño fragmento de subsistencia viviente ( el organismo) está suspendido en medio de un mundo exterior cargado con las fuerzas más poderosas, y podría ser destruido por la estimulación que de ellas surgen si no contara con un escudo que lo protege de los estímulos.” “La protección contra los estímulos constituye para el organismo una función casi tan importante como la recepción de los estímulos.”

El escudo protector es la piel. Cuando se dice que alguien tiene la piel fina o gruesa, se esta haciendo mención a esta función de la piel.
Biológicamente, el escudo protector se desarrolla como un proceso de insensibilización o endurecimiento de la capa superficial. La capa más superficial, ya casi no tiene la estructura característica de la materia viva. La concha de un molusco es un claro ejemplo del endurecimiento de la superficie para proteger las partes sensibles del organismo.

Psicológicamente, la piel de los narcisistas es gruesa. Son relativamente insensibles a los demás y a sí mismos. Por lo contrario, las personalidades esquizoide por lo general son tan hipersensibles que pareciera que no tienen piel. Puede decirse que la piel constituye la superficie externa o el límite del yo. En la estructura del carácter narcisista, el frente te vuelve una fuerte fachada que aguanta la presión; por su parte, el frente o fachada de la personalidad limítrofe tiende a venirse abajo en presencia de tensión.

Y la piel también está conectada íntimamente con la conciencia. La conciencia es una función de la superficie y constituye la percepción que el organismo tiene de la interacción entre los mundos interno y externo. Es sensible a los estímulos externos y a los impulsos internos. De esta manera, dos superficies están relacionadas con la conciencia del ego: la superficie del cuerpo y la superficie del cerebro.
Hay que imaginar a la conciencia como un faro que alumbra lo que ocurre en el mundo externo y en el interno. Difícilmente están ambos simultáneamente bajo el haz de luz de la conciencia. Si enfocamos el mundo externo, reducimos nuestra conciencia de lo que ocurre en nuestro mundo interior y viceversa.

La conciencia es una función tanto activa como pasiva. No es posible encender la luz de la conciencia voluntariamente, pero una vez que estamos conscientes podemos dirigir la luz a donde queramos o a donde está lo que nos interesa.
La parte de la conciencia que es activa, tanto para percibir como para responder, constituye el ego. El ego nos permite modificar conscientemente nuestro entorno para satisfacer nuestras necesidades o para adaptarnos a nuestro entorno.

Proteger al organismo contra los estímulos que no puede manejar es parte de la función de adaptación del ego y tiene como objeto proteger la integridad de la persona. De esta manera el ego puede incluso negar algunos aspectos de la realidad externa como un medio de defensa. Sin embargo, este válido mecanismo de defensa se vuelve neurótico cuando se sigue utilizando de adulto y se recurre a él en situaciones en las cuales la persona no está indefensa.
Como la negación se logra al hacer que la superficie sea insensible a los estímulos, su consecuencia es hacer que el ego se vuelva rígido. La sonrisa constante se vuelve una máscara que ya no se puede quitar. El resultado es una disminución en la capacidad del ego para responder emocionalmente a la realidad o para cambiar la realidad de acuerdo a los sentimientos de la persona. Además, esta misma insensibilidad da lugar a que haya un hambre de sensaciones, lo que conduce al hedonismo típico de una cultura narcisista.

En resumen, es un grave problema que una persona sea estimulada en exceso si no dispone de un canal para liberar el exceso de excitación. Tal excitación se experimenta como dolor o desagrado, debido a la presión intensa que ejerce para poder liberarse.
Cuando esta tensión llega al punto en que la persona ya no puede soportar el dolor, la persona se insensibiliza. El ego recurre a su escudo. Entre mayor sea la amenaza, más energía se dedica a la fachada que se presenta al mundo; esta fachada es la forma en que la persona controla y niega el sentimiento. La consecuencia última de la estimulación nerviosa excesiva consiste en el encerramiento del verdadero yo, el afectivo.