miércoles, 21 de agosto de 2013

Pedagogía del Oprimido, parte 1


Pedagogía del Oprimido

Aprender a decir su palabra

El método de alfabetización del profesor Paulo Freire

Por: José María Fiori    

La práctica de la libertad, sólo encontrará adecuada expresión en una pedagogía en que el oprimido tenga condiciones de descubrirse y conquistarse, reflexivamente, como sujeto de su propio destino histórico.
Una cultura tejida con la trama de la dominación, por más generosos que sean los propósitos de sus educadores, es una barrera cerrada a las posibilidades educacionales. Por el contrario, una nueva pedagogía enraizada en la vida de estas subculturas, a partir de ellas, y con ellas, será un continuo retornar reflexivo de sus propios caminos de liberación. La pedagogía del oprimido, es pues, liberadora de ambos, del oprimido y del opresor

El método de Paulo Freire no enseña a repetir palabras; simplemente coloca al aprendiz en condiciones de poder replantearse críticamente las palabras de su mundo, para, en la oportunidad debida, saber y poder decir su palabra.

La conciencia es esa misteriosa y contradictoria capacidad que el hombre tiene para distanciarse de las cosas, y hacerlas presentes, inmediatamente presentes. Es un comportarse del hombre frente al medio que lo envuelve, transformándolo en mundo humano.

Pero nadie toma conciencia separadamente de los demás. La conciencia se constituye como conciencia del mundo.
El monólogo, en cuanto aislamiento, es la negación del hombre.
El mundo de la conciencia es elaboración humana. Ese mundo no se constituye en la contemplación, sino en el trabajo.
Existe una responsabilidad histórica del sujeto, el hombre se reconoce como sujeto que elabora el mundo. El mundo se vuelve proyecto humano: el hombre se hace libre. Su elaboración forzosamente ha de ser colaboración.

Expresarse, expresando el mundo, implica comunicarse. La palabra, más que instrumento, es origen de la comunicación. La palabra es esencialmente diálogo.
“Aprender a leer es aprender a decir su palabra.”
El método de Paulo es, fundamentalmente, un método de cultura popular: de conciencia y política.

En un régimen de dominación de conciencias, en que los que más trabajan menos pueden decir su palabra, y en que inmensas multitudes ni siquiera tienen condiciones para trabajar, los dominadores mantienen el monopolio de la palabra, con que mistifican, masifican y dominan. En esta situación, los dominados, para decir su palabra, tienen que luchar para tomarla. Aprender a tomarla de los que la retienen y niegan a los demás, es un difícil pero imprescindible aprendizaje: es “la pedagogía del oprimido”.

Primeras Palabras.

Las páginas que aparecen continuación, son resultado de nuestras observaciones en estos tres años de exilio. Observaciones que se unen a las que hiciéramos en Brasil, en los varios sectores en que tuvimos la oportunidad de desarrollar actividades educativas.
Y uno de los aspectos que observamos es el del " miedo a la libertad”, o lo que algunos de ellos llaman: “el peligro de la concienciación”.
Sin embargo, la verdad es que no es la concienciación lo que puede conducir al pueblo a “fanatismos destructivos”. Por el contrario, al insertar a los hombres al proceso histórico, como sujetos, evita los fanatismos y los inscribe en su búsqueda de afirmación.

“Solamente arriesgando la vida se mantiene la libertad….El individuo que no ha arriesgado la vida puede sin duda ser reconocido como persona que no ha alcanzado la verdad de este reconocimiento como autoconciencia independiente.” ( Hegel, Fenomenología del espíritu)

La inicie quien la inicie, la sectorización es un obstáculo para la emancipación de los hombres. No son pocos los revolucionarios que se transforman en reaccionarios por la sectorización en que se dejan caer, al responder a la sectorización derechista.
En lo que se refiere al sectario de derecha, cerrándose en “su” verdad, no hace sino lo que le es propio. Por el contrario, el hombre de izquierda que se sectariza y encierra es la negación de sí mismo y pierde su razón de ser.
El sectario, cualquiera que sea la opción que lo orienta, no percibe, no puede percibir o percibe erradamente, en su irracionalidad cegadora, la dinámica de la irrealidad.

El hombre radical, comprometido con la liberación de los hombres, no se deja prender en “círculos de seguridad“, en los cuales aprisiona también a la realidad. Por el contrario, es tanto más radical cuanto más se inserta en esta realidad para, a fin de conocerla mejor, transformarla mejor.
No teme enfrentar, no teme escuchar, no teme el descubrimiento del mundo. No teme el encuentro con el pueblo. No teme al diálogo con él, de lo que resulta un saber cada vez mayor de ambos. No se siente dueño del tiempo, ni dueño de los hombres, ni liberador de los oprimidos. Se compromete con ellos, en el tiempo, para luchar con ellos por la liberación de ambos.

Paulo Freire
Santiago de Chile, otoño de 1969

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