viernes, 23 de agosto de 2013

Pedagogía del Oprimido, parte 2



Capitulo 1

¿Qué tanto sabemos de sí mismos?¿De nuestro “puesto en el cosmos”?
Humanización y deshumanización, dentro de la historia, son posibilidades de los hombres como seres inconclusos y conscientes de su inconclusión.

La gran tarea humanista e histórica de los oprimidos radica en liberarse a sí mismos, y liberar a los opresores.
¿Quién mejor que los oprimidos se encontrará preparado para entender el significado terrible de una sociedad opresora?
¿Quién más que ellos para ir comprendiendo la necesidad de la liberación?
Liberación a la que no llegarán por casualidad, sino por el conocimiento y reconocimiento de la necesidad de luchar por ella. Lucha que, por la finalidad que le darán los oprimidos, será un acto de amor, con el cual se opondrán al desamor contenido en la violencia de los opresores.

Mientras vivan la dualidad en la cual ser es parecer, y parecer es parecerse con el opresor, es imposible hacerlo. La pedagogía del oprimido, que no puede ser elaborada por los opresores, es un instrumento para este descubrimiento crítico: el de los oprimidos por sí mismos y el de los opresores por los oprimidos, como manifestaciones de la deshumanización.
Sin embargo, casi siempre en un primer momento de este descubrimiento, los oprimidos, en vez de buscar la liberación en la lucha y a través de ella, tienden a ser opresores también, o subopresores. Su ideal es, realmente, ser hombres, pero para ellos, ser hombres, en la contradicción en que siempre estuvieron y cuya superación no tienen clara, equivale a ser opresores.
Para ellos, el hombre nuevo son ellos mismos, transformándose en opresores de otros. Su visión del hombre nuevo es una visión individualista. Su adherencia al opresor no les posibilita la conciencia de sí como personas, ni su conciencia como clase oprimida.
Los oprimidos, acomodados y adaptados, inmersos en el propio engranaje de la estructura de dominación, temen a la libertad, en cuanto no se sienten capaces del riesgo de asumirla.

En tanto marcados por su miedo a la libertad, se niegan a acudir a otros, a escuchar el llamado que se les haga o se hayan hecho a sí mismos, prefiriendo la gregarización a la convivencia auténtica, prefiriendo la adaptación en la cual su falta de libertad los mantiene, a la comunión creadora a que la libertad conduce.

Se descubre que si no son libres, no  pueden ser auténticos.
Castrados en su poder de crear y recrear, en su poder de transformar el mundo.
Por esto, la liberación es un parto. Es un parto doloroso. El hombre que nace de él es un hombre nuevo. Hombre que supera la contradicción opresores-oprimidos, que en última instancia, es la liberación de todos.
El hombre nuevo no es ni opresor ni oprimido, sino un hombre liberándose.

Se hace indispensable que los oprimidos, en su lucha por la liberación, no se sientan en un “mundo cerrado”, donde carecen de opciones, ( ¡es que no hay de otra!), sino como una situación que los limita y que pueden transformar.
Reconocerse limitados es sólo la primera fase, la liberación.Superan la contradicción quienes al reconocerse como oprimidos, se comprometen en la lucha por liberarse.

Es preciso, recalquémoslo, que se entreguen a la práctica liberadora.

Lo mismo se puede decir del opresor. Descubrirse en la posición del opresor, aunque signifique sufrimiento, no equivale aun a solidarizarse con los oprimidos . Solidarizarse con éstos es algo más que prestar atención a unos cuantos, manteniéndolos atados a la misma posición de dependencia.
El opresor sólo se solidariza con el oprimido cuando su gesto deja de ser ingenuo y sentimental de carácter individual; y pasa a ser un acto de amor hacia aquellos. Cuando puede verlos como hombres concretos, despojados y en una situación de injusticia: despojados de su palabra, y por tanto, comprados en su trabajo, lo que significa la venta de la persona misma.

Cuanto más descubren, las masas populares, la realidad sobre la cual deben incidir su acción transformadora, tanto más se “insertan” en ella críticamente.
De este modo, estarán activando “conscientemente el desarrollo posterior” de sus experiencias.
Los oprimidos han de ser el ejemplo de sí mismos, en la lucha por su redención.

Sin embargo, si la práctica de esta educación implica el poder político, y si los oprimidos no lo tienen, ¿cómo realizar la pedagogía del oprimido?

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