miércoles, 30 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 18


El descubrimiento de la misión personal

Intentad percibir, con ayuda de Dios,
el vínculo -incluso físico y natural-
que une nuestro trabajo
con la construcción del Reino de los cielos.
Teilhard de Chardin 

La realización de la misión depende del “guía interior”, otro arquetipo del Sí-mismo. El abandono del ego al Sí-mismo permite descubrir el propio proyecto de vida en la inclinación persistente del corazón por una determinada actividad al servicio de los demás. El guía interior, además de fomentar esa tendencia, pone a la persona en contacto con el Universo y la hace sensible a las necesidades de sus contemporáneos, animándola a desarrollar sus energías y talentos por el bien de la comunidad.

Las particularidades de la misión

      La identidad, origen de la misión

Vuestra visión solamente se aclarará
si miráis en vuestro corazón.
Quien mira al exterior, se pierde en los sueños;
quien se mira desde el interior, se despierta.
Carl Jung

El Sí-mismo no pretende aprisionarme ni aplastarme, sino que me permite realizar mi carácter único, mi libertad y mi vocación en la vida.  Esto pone de relieve el vínculo entre misión e identidad. Ahora bien, la identidad la proporciona el Sí-mismo, y el arquetipo del “guía interior” proporciona la intuición de la misión personal.
Hay quien tiende a asimilar la misión a la fama o el estrellato. Para estas personas, el éxito social y la popularidad son signo de la autenticidad de la misión. ¡Gran error! No se puede identificar la misión con la persona social. La misión tiene que ver con las intuiciones del Sí-mismo y se orienta al servicio a los demás. No cabe duda de que la misión necesita ser reconocida por la comunidad, pero no se confunda con la fama.

La misión se revela a través de una pasión persistente
La misión personal reviste diversas formas: una pasión, la persecución de un ideal,  un deseo profundo y persistente, un entusiasmo desbordante por un tipo de actividad… La pasión que caracteriza la misión goza de permanencia. Lejos de ser un capricho del momento o una desviación patológica, se convierte en el “sueño del alma” que persigue a la persona aunque ésta lo rechace.

El sentimiento de tener una misión personal
es una experiencia cumbre
Cuando el sentimiento o la intuición de la misión personal se hace presente, la persona es presa de un gran entusiasmo. En medio de ese entusiasmo, el ego teme la aventura de la misión; es presa del pánico ante lo desconocido y le da miedo perder la seguridad adquirida.

La misión pone en contacto con el Universo
El descubrimiento y la realización de la misión personal proporciona una razón para vivir, confiere un sentido a la vida y aumentan la autoestima y la autoconfianza. Al realizar la misión personal, la persona se ve conectada a “campos de energía” en vínculo con el Universo.
Al decir “sí” a la llamada del guía interior, se entra en el movimiento de co creación del Universo, participando de una inteligencia y una sabiduría universales llamadas “Providencia”.

La función sanadora
El Sí-mismo tiene igualmente la función de sanar la propia persona y la ajena gracias al arquetipo del “sanador interior”.
El médico de almas, el sanador, tiene en cuenta todas las dimensiones de la persona enferma: física, emocional, social y espiritual. Forma parte de una larga tradición de sanadores que desean corregir la falta de armonía del enfermo consigo mismo, con su medio y con su mundo espiritual.
La espiritualidad es un elemento esencial en la salud de la psique humana; en todas las neurosis se manifiesta el “sufrimiento de un alma que ha perdido su sentido”.
El sanador reconoce al Sí-mismo del enfermo y establece colaboración con él. Estimula el Sí-mismo sanador del enfermo para que éste aprenda a curarse.

El sanador herido
Este médico posee una sabiduría especial. Habrá adquirido su saber con motivo de un proceso de iniciación en el que habrá tenido la experiencia de la enfermedad, la vulnerabilidad y la curación de sí mismo y por sí mismo. Será pues, un sanador herido. Hará que el enfermo se aproveche de la experiencia que él, “sanador herido”, ha tenido de la enfermedad y de su curación.

Conoce las condiciones de la curación: su experiencia de la enfermedad le ha hecho humilde y compasivo con las personas que sufren. Guarda recuerdo constante de su herida curada y de su propia vulnerabilidad.
Se puede afirmar que ha integrado en parte su sombra de sanador, es decir: el miedo a caer enfermo, la alegría de ver a los demás aquejados por la enfermedad y la esperanza de ventajas sociales, puesto que su trabajo remunerado y su estatus social proceden de los problemas de salud ajenos. Desea sin ambigüedad la curación de sus enfermos.

El sanador conoce el estado emocional de sus enfermos y su desconcierto interno; adivina los conflictos personales y sociales que les han llevado a tal estado. Les ayuda a resolver sus conflictos enseñándoles a perdonarse y a perdonar a los demás. Y los anima a despertar su propio poder sanador y a valorar sus progresos, por pequeños que sean, en el sentido de su recuperación.

Las enfermedades son de origen psíquico

Cuando la conciencia está fragmentada,
desencadena una guerra
en el sistema cuerpo-espíritu.
Deepak Chopra 

La enfermedad la ocasiona un conflicto interior, la oposición entre dos partes de la persona: dos emociones contrarias (amar y odiar a alguien), dos valores que chocan ( gastar dinero o dárselo a los pobres), dos actitudes (rebelarse contra el jefe u obedecerle ciegamente), dos opciones (cambiar de trabajo o conservar el mismo), dos deberes morales (ser fiel al cónyuge o tener un amante), dos reacciones (desear vengarse o perdonar), etc.
El conflicto interno es fuente de estrés. Cuando la tensión entre estos estresores internos aumenta en intensidad, genera una angustia que debilita, entre otras cosas, el sistema inmunitario y deja al organismo vulnerable. Varias formas de cáncer se deben a conflictos psíquicos no resueltos y exacerbados por situaciones estresantes.
La situación del enfermo se complica cuando el conflicto resulta ser parcialmente inconsciente. Muchos quieren sanar; pero, inconscientemente, no quieren renunciar a las ventajas secundarias que les proporciona la enfermedad: reposo, desresponsabilización, pretexto para no sentirse culpable, impotencia cultivada, etc.

El Sí-mismo como sanador interior
Si no se resuelve mediante la acción armonizadora del Sí-mismo, el conflicto interno tiende a repercutir en el cuerpo en forma de enfermedad. Pero si el Sí-mismo logra resolver la polaridad estresante, la enfermedad desaparece por sí misma, al dejar de ser alimentada por el estrés.

El método recomendado para efectuar esta reconciliación es el siguiente: en primer lugar, el sanador deberá detectar en su cliente las polaridades estresantes. En segundo lugar, deberá “lateralizar” las dos partes de la polaridad fijándolas en las dos manos respectivamente. En tercer lugar, apelando al Sí-mismo de su cliente, le pedirá que integre esas dos partes opuestas. Finalmente, hará sugerencias que le permitan proseguir la integración. Es frecuente que en este momento aparezcan símbolos integradores.

Conclusión
En los arquetipos del: progenitor amoroso, el sabio, el guía y el sanador, está plasmada la felicidad. El hecho de ser amado y amar, de tener una visión sapiencial  de la propia vida, de encontrar el lugar personal en el Universo ejerciendo una misión y de poder sanar me parecen esenciales para construirse una cierta felicidad.

martes, 29 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 17




La irradiación del Sí-mismo:
El amor incondicional, la sabiduría,
La misión y la curación

Los arquetipo son complejos que vivimos,
que aparecen como un destino en nuestra vida personal.
Carl Jung

Existe un inmenso reservorio inconsciente  constituido de imágenes y símbolos comunes a toda la humanidad, un inconsciente colectivo, habitado de temas simbólicos presentes, con algunas variaciones, en todos los humanos. Jung llamó a estos temas “arquetipos”, o también “imágenes primordiales” e “ideas principales”.
Se ha descrito el Sí-mismo como el “arquetipo magno”, la “imagen de lo divino” en el alma. El Sí-mismo se encuentra idealmente en el centro de la organización de los arquetipos y coordina sus acciones. No tiene influencia directa sobre la persona, sino que actúa y se concretiza por mediación de cuatro arquetipos: el arquetipo del “buen Padre” y de la “buena Madre”, que aseguran el amor incondicional a uno mismo; el “Sabio”, que da sentido a la vida entera; el “Guía interior”, que ayuda a descubrir la misión personal; y, finalmente, el “Sanador interior”, que resuelve todos los conflictos psíquicos de los que provienen las enfermedades.

El amor incondicional a uno mismo y a los demás:
Ser amado y amar

Dejémonos llorar el sueño más viejo del mundo,
dejémosle reír, dejémosle que nos haga temblar,
dejémonos quemar en él los dedos,
dejémonos danzar y sentar en nuestras rodillas
al sueño más viejo: ser amado.
Sin motivo. Sin merecerlo. Porque sí
Christiane Singer

El amor a uno mismo depende de la convicción de sentirse amable y amado de manera incondicional. Éste es el sentimiento religioso por excelencia. La sensación de ser amado de forma totalmente gratuita es afín a la experiencia-cumbre.
Es el amor a sí mismo lo que da de modo constante la certeza de ser amable y amado. El Sí-mismo es nuestra instancia amorosa secreta al servicio de nuestro ego.
Para activarse, el amor a Sí-mismo necesita de meditaciones humanas. El arquetipo del Sí-mismo es una energía que espera encontrar experiencias de amor. Si un niño es criado en un clima carente de amor, el amor del Sí-mismo, aunque este presente, permanecerá inhibido e inoperante. Se desarrollará entonces en el niño un superyó tiránico que le someterá a un régimen de obligaciones y le llevará al desaliento y la desesperanza.
Si el niño es objeto de muestras de amor y valoración, aprenderá a recibirlas e  integrarlas. Gracias a esas experiencias de amor incondicional, el propio Sí-mismo adoptará la forma de “buen padre” o “buena madre”, o ambas a la vez, fuente inagotable de amor a uno mismo.

Cuando se deja al Sí-mismo ejercer su influjo amoroso, suscita un sentimiento radical de amor a uno mismo, a la vez que proporciona la sensación de ser reconocido y estimado por lo que se es en lo más profundo de uno mismo. La persona se siente entonces amada sin motivo, pese a maldades, defectos, fracasos y transgresiones.
Aunque en algunos momentos se experimente un sentimiento legítimo de culpabilidad por faltas o errores, el sentimiento de haber sido aceptado y perdonado de una vez por todas se revela más fuerte y proporciona la seguridad de ya no estar expuesto a perder esa fuente de amor infinito. Después de haber descubierto el amor del Sí-mismo, estaremos en condiciones de vivir del amor del perdón.

El proceso de perdón, que exige una superación en el amor, es a la vez una empresa humana y un don divino. Como el de duelo, requiere la participación del ego y del Sí-mismo; la del ego para curar la herida, y la del Sí-mismo para amar con una generosidad sobrehumana.

Los dos grandes momentos del perdón

Sanar la autoestima
En primer lugar, haz la paz contigo mismo,
entonces podrás aportar la paz a los demás.
Thomas de Kempis

Es esencial que en el proceso de perdón se emprenda la curación de la autoestima en forma de auto-respeto; de lo contrario, el perdón es una realidad ilusoria e imposible.
Es importante reconocer que la autoestima y el auto-respeto han sido dañados. Ahora bien, hay quien, so pretexto de perdonar, tiende a negar su herida y a reprimirla de diversas formas: excusando al ofensor, sintiéndose culpable por haberlo provocado, intentando olvidar, deseando mostrarse magnánimo, etc.
Así se traiciona de nuevo al negarse a reconocer su emotividad herida. En suma, se niega a afrontar la humillación y el daño a su autoestima y su dignidad.

Hay una etapa de importancia capital: el perdón a uno mismo. Una de las consecuencias desastrosas de la ofensa es la autoidentificación con el ofensor. Debido a un curioso fenómeno, la víctima se “contamina” de los gestos ofensivos, hasta el punto de querer repetirlos, o bien en los demás, y en particular en el ofensor, vengándose, o bien en sí misma, en una suerte de autocastigo.
Antes de pensar en perdonar al ofensor, el ofendido debe reestablecer su armonía, rota por la ofensa. Para ello debe apelar a una instancia superior a la del ego, que está atrapado a la vez en el papel de ofensor y de víctima. El Sí-mismo es el que puede sacar al ego de ese trance y recrear su unidad a fin de prepararle para tener la experiencia del don divino de sentirse perdonado.

Tener la experiencia del amor incondicional

Una pregunta muy actual es si el perdón humano es posible sin la ayuda de Dios. Sí, responden ciertos psicólogos humanistas reduciendo el perdón a una mera técnica terapéutica. Esta postura desvía el perdón del fin que le es propio: la superación en el amor a los ofensores. Lo que permite realizar un gesto tan generoso es el sentimiento profundo de ser amado y perdonado incondicionalmente por el Sí-mismo.
El “perdonador” goza de la “gracia” del Sí-mismo, que confiere un amor superior a cualquier amor humano. Esto es lo que le permite perdonar a la vez. De hecho, su perdón no es sino eco del perdón del Sí-mismo. La fuerza del perdón recibido del Sí-mismo le hace capaz de perdonar a su vez.

La adquisición de la sabiduría

Para poder responder la pregunta sobre el sentido de la vida, hay que hacer referencia al arquetipo del Sabio.
La gente reacciona ante el vacío interior de diversas maneras, y está a merced de los “mercaderes de felicidad”. Unos se distraen con el consumo excesivo, el juego, las drogas, las proezas sexuales, etc. Otros buscan el sentido de su vida en sectas y gurús. Algunos insatisfechos declaran absurda la vida y piensan en el suicidio.
El antídoto a este vacío del alma es la voluntad de sentido, que significa una constante pasión por vivir.

Para dar sentido a la vida, se debe aprender: 1) a descubrir la propia misión, es decir, la aportación personal y original a la comunidad; 2) a experimentar valores, como el amor, la creatividad, la comunión con la naturaleza…..3) a encontrar una razón de ser al propio sufrimiento.

El sentido del sufrimiento
En ciertos momentos la vida parece desprovista de sentido, como en los periodos de gran aflicción, de pérdida substancial  o de graves heridas. Entonces se encuentra uno perdido, por eso es importante hallar un oído atento, dispuesto a escuchar el reguero de emociones. Después, y sólo después, de que la persona esta segura de este apoyo afectivo, el interlocutor podrá apelar a la sabiduría del Sí-mismo de la víctima, lo que hará haciéndole las siguientes preguntas e invitándole a dejar fluir las respuestas de la sabiduría del Sí-mismo:
¿Has aprendido algo del sufrimiento, el duelo o la ofensa sufrida?
¿Qué nuevos recursos vitales has descubierto en ti?
¿Qué limitaciones o debilidades has descubierto en ti y como has logrado salir de ellas?
¿Te has vuelto más humano y compasivo con los demás?
¿Qué nuevo grado de madurez has alcanzado?
¿En que te ha iniciado esta prueba?
¿Qué nuevas razones para vivir te has dado?
¿Hasta que punto ha revelado tu herida el fondo de tu alma?
¿De que manera vas a proseguir el curso de tu vida?
https://www.dropbox.com/s/r38wxy4gjcw5p4v/Autoestima%2017.mp3
Música y audio en:


viernes, 25 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 16


La vía simbólica para llegar al Sí-mismo

La plena realización del Sí-mismo depende de que se acojan con atención sus manifestaciones y sus discretas y sutiles directrices. Al conocimiento del Sí-mismo, de su identidad profunda, no se accede por vía lógica y racional o voluntaria; sino en virtud de una sensibilidad inteligente, capaz de percibir sus mensajes y el sentido simbólico de éstos.

No es fácil lograr la atención al Sí-mismo y a sus manifestaciones simbólicas. He aquí algunas: intuiciones espirituales, sueños dormidos o ensueños despierto, elevaciones repentinas del alma suscitadas por la lectura de historias espirituales y de mitos, proyecciones de figuras simbólicas e interés por ellas, fantasías, momentos fugitivos de una nueva Presencia, percepción del alma de la naturaleza, despertar progresivo a la propia vida espiritual y a la de los demás, intenso gozo de estar vivo, sensación de ser amado sin condiciones, contemplación del misterio de las cosas normales y corrientes, reencanto con la realidad, intuiciones de lo divino, etc.

 A semejanza de lo que ocurre en la vía negativa, existen medios eficaces para progresar por la vía positiva. He aquí unos cuantos que serán objeto de un estudio especial: utilizar la imaginación activa para trabajar sobre los símbolos, estudiar los propios sueños, conciliar los símbolos opuestos, aplicarse en crear mandalas y familiarizarse con los mitos universales y las historias de los místicos.

La imaginación activa
A quien desea ampliar su conciencia, Carl Jung le recomienda que haga dialogar entre sí al consciente y al inconsciente con la ayuda de la imaginación activa. Este método permite tener en cuenta los mensajes del inconsciente (sueños, fantasías, proyecciones, etc.) y traducirlos en una forma artística cualquiera: diálogo, dibujo, pintura, escultura, etc.
Para empezar, la persona elige un mensaje simbólico sacado de un sueño o de una fantasía cuando estaba despierta.; después se aplica a contemplarlo, aunque sea incapaz de captar su significado. El mero hecho de concentrarse en un símbolo hace que éste se transforme. Por ejemplo, si concentra la atención en la imagen simbólica de una serpiente aparecida en un sueño, constatará que la serpiente empieza a cambiar o a moverse, a suscitar una reacción y a expresarse. La imaginación activa ha desencadenado todo un proceso psíquico revelador del inconsciente. Se tiende un puente entre el consciente y el inconsciente, y roba un secreto al inconsciente.
La revelación de la figura simbólica da acceso al lado oculto del individuo y tiende a revelar lo que se oculta realmente, el lado reprimido de la persona.
Con este mayor conocimiento de los dos lados de su persona, el soñador esta en condiciones de conservar un mejor equilibrio, tomar decisiones más sensatas, mantener relaciones humanas más auténticas y descubrir el sentido de su vida.

El estudio de los sueños
Los sueños dan a conocer un punto de vista de uno mismo distinto y que no se desea ver. Por eso suele resultar difícil comprender los propios sueños, prestarles atención y descubrir su significado.
Las interpretaciones racionales suelen no expresar fielmente los mensajes simbólicos de los sueños. Basta, pues, con recordar los sueños y escribirlos en cuanto uno se despierte. Estos simples gestos indican al inconsciente y, en último término, al Sí-mismo, que se toman en serio sus mensajes, aunque no se comprenda aún su pleno significado.

Conciliación de realidades opuestas
con un símbolo integrador

¿Cómo puede el ser humano
integrar en su desarrollo su vida interior?
O bien mediante la conciliación de sus conflictos
emocionales o intelectuales en una síntesis superior,
o bien mediante la conciliación
de la diversidad en una unidad más integral.
Aldous Huxley

El Sí-mismo posee una fuerza integradora. Puede, en efecto, liberar la psique atrapada entre dos realidades en apariencia opuesta: el amor y el odio, la alegría y la tristeza, el miedo y el deseo de aventura, etc. Muchas personas se quedan paralizadas por la tensión entre estas oposiciones, porque ignoran como salir de ella. Algunos intentan resolver su problema con la ayuda de la razón, pero en vano, porque es una tarea que la supera. Sólo el recurso del Sí-mismo puede resolver el dilema. Basta con pedirle que produzca un símbolo-integrador de orden sagrado o religioso.

Este ejercicio ilustra la importancia de recurrir a los símbolos para conciliar realidades opuestas.
a) Al principio, hay que centrarse en uno mismo y relajarse.
b) Se recomienda dejar emerger las imágenes espontáneamente, y se pregunta:”Si estuvieras en otro mundo y pudieras elegir otra identidad, ¿en que ser simbólico te gustaría convertirte? Ese ser simbólico puede ser una cosa, una planta, un animal o cualquier personaje ficticio, pero no un personaje real.
c) A continuación, cada persona busca un compañero al que describe su símbolo. El oyente hace preguntas al respecto.
d) Se invita a los participantes a entrar de nuevo en sí mismos y responder la siguiente pregunta: “Si estuvieras en otro mundo y pudieras elegir otra identidad, ¿ en que no te gustaría convertirte?
e) Después de haber encontrado su símbolo negativo, vuelven con su compañero y dialogan.
f) Después de ese tiempo de diálogo, les invito entonces a levantar las manos a la altura del pecho y a mantenerlas separadas la una de la otra alrededor de treinta centímetros. Durante un minuto o dos, miran primero su mano derecha, en la que imaginan ver su símbolo positivo. Se fijan a continuación en su mano izquierda, en la que imaginan ver su símbolo negativo.g) Se invita a solicitar la colaboración del Sí-mismo para integrar los símbolos positivo y negativo sin recurrir al intelecto o a la razón.
h) Entonces se pide que dejen sus manos aproximarse de manera espontánea y natural. Sorprenderá la aparición repentina de un tercer símbolo formado por el Sí-mismo como consecuencia de la integración de los otros dos.
i) Después vale comentar lo descubierto. A algunos les gusta hacer un dibujo de su tercer símbolo en recuerdo a la integración que se ha efectuado.

Un alto porcentaje consiguen obtener un símbolo sagrado integrador que viene a resolver la tensión entre el símbolo positivo y el negativo: una copa luminosa, un templo lleno de luz, el rostro radiante de un niño, etc. Es verdaderamente una experiencia- cumbre que los saca del marasmo psíquico, da sentido a su vida y los propulsa hacia su misión personal.

El mandala, símbolo del Sí-mismo
El mandala es una figura simbólica constituida por un círculo provisto de un centro alrededor del cual se ordena un conjunto de formas. Esta figura se encuentra por doquier en el Universo, desde las células de las plantas, pasando por los rosetones de las catedrales y la nebulosa astral. El mandala expresa a la vez la unidad y la diversidad.
Carl Jung vio en la figura simbólica del mandala una confirmación de su teoría del Sí-mismo.
Se ha solido comparar el mandala con un ojo que mira al interior del psiquismo. Debido a su función unificadora de la persona, varias religiones han hecho de él un símbolo sagrado. La complejidad del psiquismo se encuentra en él adecuadamente representada: el centro, que tiene el significado del Sí-mismo, organiza las diversas partes del psiquismo.

La práctica de la meditación sobre mandalas y la de dibujarlos contribuyen a unificar a la persona, suscitando la necesidad de ordenar en torno al Sí-mismo los elementos dispares del psiquismo. La persona entera se siente entonces en proceso de sanar y de recuperar su unidad interior. Terminan entonces las tensiones internas causadas por las diversas fragmentaciones o divergencias de la personalidad.

La experiencia de los mitos
y de las historias espirituales
Desde siempre, los místicos de las grandes religiones han empleado relatos para transmitir experiencias religiosos que son inefables. Para hacerse una idea basta con pensar en las parábolas del Evangelio, las anécdotas budistas, los cuentos hasídicos y las historias sufíes.
Las grandes historias de la humanidad son similares a campos de energía que cambian de sentido los diversos incidentes de nuestras vidas. Las grandes historias interpretan en nuestro espíritu una suerte de sinfonía, al activar diferentes tonos, temas, sentimientos y fantasías e iluminar partes de nosotros caídas en el olvido. Las grandes historias de la humanidad enriquecen nuestra vida dotándola de relaciones, modelos y metáforas que nos permiten comprender nuestra existencia y darle sentido. Nos hacen pasar de nuestro mundo individual encerrado en una vida limitada a una existencia personal universal.

La imaginería guiada es otro valioso instrumento para pasar de la perspectiva del ego a la del Sí-mismo. Once temas míticos se resumen a continuación.
1) De la oruga a la mariposa.
2) Del dormir y del sueño al despertar de la realidad.
3) Del velo de la ilusión al descubrimiento de lo real.
4) De la cautividad a la liberación.
5) Del estado de contaminación al estado de purificación
6) De la obscuridad a la luz.
7) De la fragmentación a la unidad.
8) Del vagabundeo al lugar del poder y la visión.
9) Del estado de extraño a la fuente del origen.
10) De la muerte al renacimiento.
11) De la semilla al árbol de la vida.


jueves, 24 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 15



Reconocer las proyecciones de la propia sombra,
imprescindible para vivir el amor de los demás
La persona objeto de las proyecciones puede correr un peligro real en lo que respecta a su reputación, su integridad física y moral e incluso su vida. Corre el riesgo de ser adulada desmesuradamente e ilusionarse respecto a su persona. En cambio, cuando es objeto de repulsión, puede servir de chivo expiatorio.

Siempre es posible recuperar las proyecciones
¿Es posible “curarse” de las proyecciones sobre los demás?; ¿no es la sombra, por definición, una realidad inaprensible?; ¿no escapa, por naturaleza, a la toma de conciencia más sutil? A pesar de ello, es posible tomar conciencia de la fascinación o la repulsión que nos obsesiona. A través de ellas tenemos la oportunidad de descubrir los movimientos de la sombra con su significado. Resulta entonces fácil “curarnos” de nuestras proyecciones, ante todo reconociendo su presencia en nosotros, y después recuperándolas con ayuda de los ejercicios apropiados.

La pobreza espiritual
La reintegración de la sombra, aunque parezca dolorosa para el ego, le es beneficiosa. Quiebra poco a poco la hermosa fachada creada por su persona, hace su carácter más flexible y suaviza la rigidez de su perfeccionismo. Cultivando de este modo su pobreza espiritual (humildad), el ego va reconociendo poco a poco sus debilidades y su vulnerabilidad moral. Comprende que tiene los mismos instintos envidiosos, sexuales y manipuladores de los demás, así como que tiene madera del peor de los bandidos o canallas.
El reconocimiento de su sombra devuelve a la persona una visión más auténtica y sencilla de sí misma, poniéndola para el futuro en guardia respecto a sus pretensiones de ser perfecta. Poco a poco va venciendo el miedo a mostrarse tal como es; además, aprende a no condenar a los demás y a juzgarlos con menor severidad. La aceptación de su lado inmaduro y sombrío le hace desarrollar mayor humildad y compasión hacia el otro. Constata que las personas que la rodean no son absolutamente malas; las considera más bien débiles y heridas, como ella misma, reconociendo que hacen cuanto pueden para llevar su vida lo mejor posible.

Los desapegos voluntarios o los sacrificios

Cuando el deseo de aprisionar desparece,
aparecen las alhajas.
Yogas Sutras

En la vía negativa, los desapegos voluntarios equivalen a los sacrificios que se realizan para alcanzar un objetivo superior. Éste es el sentido profundo de la palabra sacrificio según su etimología: sacrum facere, “hacer algo sagrado”.Cuando se persigue la misión personal o un ideal con entusiasmo, los sacrificios se realizan fácilmente, en el calor de la realización del “sueño del alma” pasan casi inadvertidos.

Los sacrificios que hay que hacer son de naturaleza diversa en función de las circunstancias. Pueden consistir en retrasar una gratificación inmediata, reducir gastos, renunciar a la independencia para trabajar en equipo, renunciar al ocio y a las ideas preconcebidas, saber ser paciente, vivir en la inseguridad, etc.
Hemos abordado anteriormente la opción por la “simplicidad voluntaria” con un objetivo ecológico. Esta simplicidad de vida lleva a combatir el consumo excesivo y a contentarse con una vida modesta. Y esas renuncias voluntarias concuerdan con las intenciones del Sí-mismo, que está en relación constante con el Universo.

Conclusión
Amarse humildemente….
Es propio de la condición humana ser desvalido y herido.
¿Es uno culpable de ser hombre o mujer?
El primer impulso ante nuestras limitaciones
no  debería ser la acusación, sino la aceptación
muy suave y humilde: serena.
Jaques Leclerc

Las promesas realizadas a quienes emprenden la vía negativa son numerosas. Como ya hemos visto, nuestros duelos nos llevan a tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad hasta hacernos experimentar la depresión y a veces la angustia. Pero el Sí-mismo sabe hacernos renacer cuando, finalmente, llegamos a la renuncia.
La desidentificación nos enseña a deshacernos de nuestras falsas identidades. Dejar de identificarnos con nuestras emociones, malestares y trastornos psicológicos, así como con nuestra reputación y nuestro estatus social -por honorable que sea- , o con la fuerza de nuestro pensamientos o la certeza de nuestros amores…., es una tarea dura. La distancia que adquirimos respecto de estas realidades interiores y exteriores transitorias nos hace apreciar la inmutabilidad y la estabilidad del Sí-mismo.

La identificación de nuestra sombra, del lado herido de nuestro ser, nos permite tomar conciencia de nuestra pobreza interior, lo que nos mantiene en la humildad más completa. Y cuando sacrificamos las ambiciones de nuestro ego para considerar a la vez nuestras miserias más abyectas y nuestras aspiraciones más nobles, damos un paso más hacia el Sí-mismo. Nos habituamos así a una vida compuesta de paciencia y sencillez.

La búsqueda ansiosa de la propia perfección, la autosatisfacción, la felicidad plácida y la decisión de no asumir riesgos crean en la persona cerrazón de corazón y de espíritu. La vía del desapego lleva a una apertura insospechada, a la intervención del Sí-mismo y a momentos de gracia y creatividad.



martes, 22 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 14


¿Qué es la sombra?

La sombra es la puerta de la realidad.
Élie Humbert

La sombra es todo lo que hemos relegado al inconsciente por miedo a ser rechazados por las personas que han desempeñado un papel determinante en nuestra educación. Hemos temido perder su afecto, decepcionarlos o desconcertarlos con ciertos aspectos de nuestra personalidad y con algunos de nuestros comportamientos.
Para complacerlos, relegamos grandes porciones de nosotros mismos al olvido del inconsciente. Nos hemos formado una máscara social, una persona considerada, según nos parecía, más aceptable por nuestro entorno.

La sombra se construye obedeciendo a las demandas y exigencias del medio. Constituye el “otro en mí”, un desconocido que habita en el inconsciente. Esta oculta, pero no ausente. Reaparece en la conciencia inopinadamente, sobre todo en los sueños, en forma de figuras simbólicas extrañas y hostiles. Su objetivo es ser finalmente reconocida, aceptada y reintegrada. Si sigue siendo desconocida o ignorada, tratará de manifestarse mediante ataques de angustia, fobias inexplicables y proyecciones sobre otras personas.

La bolsa de desechos de la sombra
La sombra de la personalidad puede compararse con una bolsa de desechos en la que se tiran aspectos de la propia persona considerados inaceptables por el entorno.
La sombra denominada “negra” comprende las manifestaciones instintuales, como la sexualidad y la agresividad, rasgos de la personalidad, como el espíritu delincuente, la propensión a la pereza, la tendencia a la transgresión, etc. La sombra “blanca” encierra todo el potencial moral y espiritual no desarrollado, como las cualidades (paciencia, espíritu de trabajo, cortesía, etc.), los talentos y las habilidades de toda clase, las virtudes morales y, como es natural, las aspiraciones espirituales.

El miedo a ser rechazado por el entorno hace que, hasta la treintena (actualmente), la persona llene su bolsa de desechos con todos estos materiales. Hacia la mitad de su vida, cuando haya alcanzado mayor madurez y esté más segura de sí misma, habrá llegado el momento de ponerse a vaciar esa bolsa de desechos y a reciclar todo el rico potencial oculto en ella.

Las secuelas de una sombra no integrada
Si la persona no trabaja en la reintegración de su sombra, estará sometida a enfermedades psicológicas y se verá atormentada por una difusa sensación de angustia y de insatisfacción consigo misma. Se sentirá estresada y deprimida, y se dejará llevar por diversas pulsiones: culpabilidad, celos, ira descontrolada, resentimiento, desorden sexual, dependencias, etc. La dependencia es un problema de la sombra.
En lugar de entregarse a los paraísos ilusorios de las drogas y el alcohol (palabra que en árabe significa “sueño”), es posible trabajar por un crecimiento personal más eficaz y beneficioso con la ayuda de ejercicios psicoespirituales orientados a tomar conciencia de la sombra e integrarla.

El reconocimiento de la sombra y el sacrificio del ego
Reconocer la sombra es el primer paso hacia el descubrimiento de la totalidad del propio ser. Pero al ego no le resulta fácil verse confrontado con su sombra. El ego teme descubrir que es vulnerable o que está desestabilizado. Tiembla ante la perspectiva de tener que morir a sí mismo. El miedo y la ansiedad son el precio que el ego tiene que pagar para aceptar hacer frente a su sombra, a la miseria que se ha esforzado en ocultar. Por eso, quienes tienen una falsa concepción de la autoestima, quienes la ven como seguridambas y tolerar la tensión interior consiguiente, el Sí-mismo acudirá entonces en su ayuda ofreciéndole una suerte de “resurrección”. La intervención del Sí-mismo adoptará la forma de un símbolo integrador que permitirá conciliar las demandas de la persona con las de la sombra.

Tal conciliación marca el inicio de la individuación, proceso mediante el cual la persona se hace “lo que es”, es decir, adquiere una personalidad única, completa e independiente de las influencias sociales tiránicas. El Sí-mismo, directamente sobre los elementos dispersos y opuestos del psiquismo, crea una nueva organización interna del individuo. Así pues, la persona adquiere mayor madurez, es más ella misma y más capaz de utilizar bien sus recursos y de resolver sus conflictos. El Sí-mismo le proporciona una armonía y una paz inestimables.
ad a toda prueba, perciben la sombra como una amenaza para el yo. Pero para quienes comprenden la necesidad de reconciliarse con su sombra, el miedo momentáneo que experimentan ante ella se transforma en la alegría de ver aumentar su autoestima.

Pero llega el día en que el ego debe aceptar sentirse atrapado entre su persona, su fachada social, y su sombra, entre las demandas del exterior y las provenientes del interior. Si logra hacer emerger ambas y tolerar la tensión interior consiguiente, el Sí-mismo acudirá entonces en su ayuda ofreciéndole una suerte de “resurrección”. La intervención del Sí-mismo adoptará la forma de un símbolo integrador que permitirá conciliar las demandas de la persona con las de la sombra.

Tal conciliación marca el inicio de la individuación, proceso mediante el cual la persona se hace “lo que es”, es decir, adquiere una personalidad única, completa e independiente de las influencias sociales tiránicas. El Sí-mismo, directamente sobre los elementos dispersos y opuestos del psiquismo, crea una nueva organización interna del individuo. Así pues, la persona adquiere mayor madurez, es más ella misma y más capaz de utilizar bien sus recursos y de resolver sus conflictos. El Sí-mismo le proporciona una armonía y una paz inestimables.El reconocimiento de la sombra y sus relaciones
con las personas a las que se adula o detesta

La teoría de la proyección
La proyección de la sombra es un fenómeno a la vez psicológico y espiritual. La proyección consiste en ver, oír y sentir emociones, cualidades y rasgos que se han rechazado en la propia persona y en reflejarlos en un objeto exterior. Se produce entonces un desplazamiento del material psíquico reprimido “del interior” de la persona “al exterior”.
El psicoanálisis ve en la proyección un medio de defenderse de los eventuales desbordamientos de la sombra, sobre todo en forma de angustia.

El proyector, que casi nunca es consciente de su proyección sobre los demás, percibe, sin embargo, que está dominado por un malestar. Se siente fascinado por una persona, un animal o un objeto del que no consigue apartar la atención. Experimenta, o bien seducción, si las cualidades o rasgos de carácter proyectados son considerados deseables, o bien, repulsión, si los rasgos son perturbadores o amenazadores. En ambos casos, ya se trate de seducción o de repulsión, la apreciación del “proyector” estará falseada, por ser desmesurada con respecto a la realidad objetiva.

Las proyecciones de la sombra,
fuente de angustia para el propio “proyector”
La toma de conciencia de las proyecciones sobre los demás es el camino más directo de acceso a la evanescente sombra. No reconocer las proyecciones bloquea el crecimiento y el pleno desarrollo social. Las proyecciones, ya sean positivas o negativas, cuestan caras en energía y pueden, por ejemplo, causar el colapso del individuo.
Quien no domina el arte de recuperar sus proyecciones se encierra en sí mismo. Los aspectos de su sombra que atribuye a los demás se vuelven contre él, suscitando en su persona estados de angustia y depresión.

La persona que aprende a reintegrar sus proyecciones en la zona consciente de su ser adquirirá un inapreciable conocimiento de su lado obscuro, así como una nueva armonía, mayor, con su inconsciente. Dicho de otro modo, si tendemos a despreciar o adular injustamente a una persona por algunas de sus cualidades o rasgos de carácter, es signo de que es urgente desarrollarlos en nosotros.

viernes, 18 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 13


5
La vía negativa para llegar al Sí-mismo

Podría considerársenos una especie de escultores
que se preparan para esculpir.
Eliminan todos los obstáculos a la visión pura
de la imagen oculta,
y a través de ese simple acto de limpieza,
muestran la belleza velada.
Pseudo-Dionisio

 La actividad de la vía negativa permite desprenderse de los apegos inútiles para que el Sí-mismo pueda finalmente ponerse en acción. Ésta es la razón de ser de cualquier despojamiento. La vía negativa no deja de ser difícil de comprender. Por paradójica que parezca, la vía negativa no conduce a la esterilidad y la muerte, sino a la fecundidad y la liberación de las fuerzas del Sí-mismo.
¿Cómo entrar en esta vía negativa? La persona debe tomar conciencia de sus experiencias de pérdida, identificarlas y hacer el duelo correspondiente.
Se aprende a seguir la vía negativa según se van haciendo “duelos”; son pasos dolorosos pero transitorios que permiten que emerja una vida más intensa.

Hacer duelo
La música necesita los agujeros de la flauta;
las cartas necesitan la blancura del papel;
la luz necesita el hueco de la ventana….
J. Vernette y C. Moncelon


El camino espiritual es imposible
sin una renuncia continua
La vida humana está repleta de pérdidas. Desde el nacimiento hasta la muerte, la persona pasa por una sucesión de pérdidas: en primer lugar inevitables, con motivo de las distintas transiciones en la vida; y también pérdidas imprevistas, causadas por las enfermedades, las separaciones, los accidentes, etc.
Vivir bien esas pérdidas exige una fuerte autoestima. Si el duelo no se vive adecuadamente, suele llevar a trastornos de orden físico y psicológico. Quedándose, por ejemplo: demasiado aferrados a los seres desaparecidos y al pasado; su vida parece haberse detenido, su crecimiento psicológico se bloquea y su evolución espiritual se estanca.
No es igual en la persona que se ama y confía en sí misma, que si es capaz de desprenderse de los seres queridos y de las situaciones pasadas. No los olvida, como es natural, pero si construye una relación nueva y sana con ellos. En este tipo de persona, el proceso de duelo sirve para liberar su ego de los apegos y para establecer nuevos lazos espirituales con los desaparecidos.

¿Por qué tiene el ego miedo a hacer duelo?
Lo que la oruga llama “fin del mundo”,
el resto del mundo lo llama “mariposa”  
Richard Bach
En el duelo es importante distinguir el trabajo del ego y el del Sí-mismo. En la resolución de un duelo, la tarea del ego consiste en no dejarse deglutir por el sistema defensivo establecido para sobrevivir la pérdida. Como el ego tiene miedo de morir, trata de protegerse desencadenando potentes mecanismos de defensa.
Cuando el ego se hace más vivamente consciente de la pérdida y de su impotencia, va abandonando progresivamente las formas de bloqueo de su duelo y sumiéndose en la expresión de toda clase de emociones, como la tristeza, la impotencia, la ira, la culpabilidad, la liberación y la angustia. Vive entonces estados depresivos y regresivos.

La persona en duelo dotada de una gran autoestima se concede el derecho a vivir y expresar sus emociones y sentimientos, de los que posee toda la gama, no únicamente unos cuantos; y cuenta con su fuerza interior para permitirse una regresión temporal y una depresión pasajera. Acepta una pequeña “muerte” y es más consciente de tener que desprenderse del ser querido o de la situación en cuestión. Pero se da perfecta cuenta de que no puede resolver su duelo sin ayuda del Sí-mismo, que lo acompaña siempre en su angustia.


El Sí-mismo aporta la esperanza de un renacimiento

La muerte no destruye los lazos tejidos en la vida,
Sino que los transforma.
Jean Monbourquette

Nadie puede morir a sus amores si no entrevé la esperanza de renacer de nuevo y de restablecer lazos espirituales con los seres queridos desaparecidos. Si no, es la angustia más total ante la ausencia, la nada y el vacío, comparado a menudo con la noche obscura. En este lamentable estado, el Sí-mismo tiene el papel de apoyar a la persona en trance de duelo, porque él sabe que es inmortal y que la situación del duelo, por dolorosa que sea, sólo es pasajera.

En el curso de la terapia de duelo, la persona se siente invadida por imágenes como un agujero negro, un desierto estéril, un campo desolado, el fondo de un lago, etc. Después de unos momentos de pánico, estas imágenes se transforman en rayos de luz, llanura frondosa, paisaje vivificante, lago repleto de peces y plantas acuáticas, etc. Estas transformaciones son obras del Sí-mismo, que hace renacer a las personas en duelo a una vida nueva.

La desidentificación
El viaje espiritual consiste en volver a nuestro comienzo,
es decir, a la experiencia del ser.
Richard Moss

La desidentificación consiste en descubrir lo que el Sí-mismo no es, en “intuir” la identidad real desprendiéndose de todo lo que no  forma parte de la verdadera identidad. La desidentificación permite renunciar, abandonar las falsas identidades, que son todas aquellas con las que nos hemos disfrazado creyendo erróneamente que eran parte integrante de nuestro ser.
Si tengo migraña, por ejemplo, es importante que no me identifique con ella. Diré pues: “Tengo una migraña, pero yo no soy mi migraña”. El hecho de respetar esta distinción favorece un control mayor del dolor. La misma regla se aplica en el terreno emocional. Cuando tras una decepción me digo: “Me siento decepcionado, pero no soy mi decepción, porque yo soy más que mi decepción”, me desidentifico de ella. Evito, por lo tanto, pensar o dejar que piensen que todo mi ser no es más que tristeza y dolor. Este ejercicio posibilita la creación de un espacio de paz y disponer de libertad ante un mal físico o un estado de ánimo decaído.

La práctica regular de la desidentificación creará un saludable distanciamiento de los atributos que se cree tener o que se ha dejado uno convencer de tener. Esta forma de meditación que es la desidentificación hará adoptar una distancia psicológica frente a los problemas y permitirá un mayor dominio de sí.

Reintegrar la propia sombra, o el sacrificio del ego

El estiércol forma parte de la flor.
Es un eslabón de la vida que pasa de la noche a la luz.
Gracias al estiércol, la rosa alcanza la plenitud.
La flor es el estiércol que ha sido amado.
Placide Gaboury   

La sombra en ayuda de la autoestima
La adaptación social del ego es obligada. Así, las preocupaciones por responder a las demandas y expectativas del exterior, en particular a las de los padres y educadores, así como a las de sus iguales y a las del medio cultural, frenan la autonomía del ego. El yo, en efecto, experimenta un miedo real o imaginario a ser rechazado por su entorno. Para progresar en la estima del Sí-mismo, es importante proceder a la reintegración de las represiones y explotar todas sus riquezas.

Las pulsiones de la sombra, rechazadas y no dominadas, vendrán de modo constante a consumir la energía del yo y a minar la autoestima. Para poder armonizar la persona y la sombra, es preciso cambiar de registro, es decir, recurrir, no a los esfuerzos voluntarios del ego,  sino a la fuerza integradora del Sí-mismo. Dejada en estado salvaje, la sombra se transforma en fuente de menosprecio personal y de conflicto con los demás.

Conocer la propia sombra, hacer la paz y colaborar con ella son condiciones esenciales para cualquier autoestima sana, así como para el inicio de la estima del Sí-mismo. Porque ¿puede uno amarse verdaderamente y tener confianza en sí mismo si deja que la sombra mine sus energías y actúe contra sus propios intereses?

El Audio en :https://www.dropbox.com/s/1m8etkj434h6ykq/Autoestima%2013.mp3

martes, 15 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 12



De la complejidad del ego
A la unidad y la armonía del Sí-mismo
Cuando miles de cosas son percibidas en su unidad.
Se vuelve al origen
Y se está donde siempre se ha estado.
Sengstan (maestro zen)
El ego consciente suele verse solicitado por multitud de emociones contradictorias (“Le amo y le odio al mismo tiempo“), deseos incompatibles (“me gusta la aventura, pero adoro la comodidad”), actitudes opuestas (“Deseo ser compasivo con los extraños, pero desconfío de ellos”), objetivos que los propios comportamientos contradicen (“Quiero adelgazar y dejar de fumar, pero como mucho y sigo fumando”), etc.
El ego es incapaz de solucionar estas contradicciones aparentes y estos conflictos, por lo que debe recurrir a la ayuda de una instancia superior, el Sí-mismo, que resolverá los problemas. La visión global del Sí-mismo y su poder unificador lograrán hacer de las fragmentaciones del ego elementos complementarios. Es la función de la “reconciliación de los opuestos”, función dominante del
Sí-mismo en el proceso de individuación de la persona o de “hacerse plenamente uno mismo”.

La estima del Sí-mismo y la eliminación del temor

No hay que tener miedo
de la pobreza ni del exilio
ni de la cárcel ni de la muerte,
pero sí hay que tener miedo al miedo.
Epicteto

“Hacerse espiritual es ir eliminando progresivamente los miedos”. El ego vive constantemente en el miedo: miedo a carecer de lo esencial, miedo a no ser aceptado ni apreciado, ni amado. Y su mayor terror es morir. Por su parte, el Sí-mismo vive fuera del tiempo  y está en contacto con realidades inmutables, como la inteligencia creadora del Universo; goza de una visión más allá de la muerte. De hecho, atraviesa sin vacilación las adversidades de la vida e incluso la certeza de la muerte.
Mientras que el ego es presa del pánico ante la idea de la muerte, el Sí-mismo permanece sereno, porque sabe morir y se prepara para otra vida.

La estima del Sí-mismo
Y la adquisición de mayor autonomía

Cuanto menos sometido está el ego del individuo a la mirada, la aprobación y la admiración ajenas, tanto más autónomo se hace y tanto más confía en la sabiduría del Sí-mismo. El ego se va liberando poco a poco de las presiones de su estatus social y económico, de la opinión de su entorno y de su cultura. Una vez liberado de los dictados del medio y de las solicitaciones de la moda y la publicidad, se deja guiar más por las intuiciones y orientaciones del Sí-mismo.

Manifestaciones de la estima del Sí-mismo
En las relaciones humanas

Empezar por uno mismo, pero no acabar por uno;
tomarse como punto de partida, pero no de llegada;
conocerse, pero no preocuparse de uno mismo.
Martin Buber

Pueden observarse beneficiosos efectos sociales de la estima del Sí-mismo: un amor incondicional a uno mismo y a los demás, la curación interior, la sabiduría y una misión en pro de la comunidad, etc. El paso de la autoestima a la estima del Sí-mismo se refleja en las siguientes mejoras sociales:
Bajo la influencia del Sí-mismo, la persona tiene menos miedo, se siente más segura, se muestra menos a la defensiva. Tiene más audacia para darse a conocer tal como es, teme menos revelar su vulnerabilidad en sus relaciones humanas, y en espacial con sus amigos. Cultiva la intimidad sin temor a desvelar su interioridad e incluso sus debilidades.

Se muestra más dispuesta a recibir con gratitud que a dar; aunque se haya vuelto generosa, no se aprovecha para ejercer un sutil poder sobre los demás.
Deja de sentir la necesidad de compararse; es más ella misma en sus relaciones humanas. Al ser menos competitiva, se interesa por los demás con verdadera solidaridad.
Busca sobretodo relaciones vivificantes; evita mantener relaciones superficiales y utilitaristas con vistas a obtener reconocimiento, adulación, favores, etc.

Pierde la tendencia a juzgar a sus semejantes en función de criterios subjetivos; se abstiene de condenarlos, porque es consciente de no conocer todas sus intenciones y motivaciones.
Finalmente, la estima del Sí-mismo, que aporta curación interior y un plus de amor a la persona, será fuente de compasión y perdón para sí misma y para los demás.

Manifestaciones de la estima del Sí-mismo
en las relaciones con el Universo
La oración comienza cuando el poder termina.
Abraham Heschel (rabino)

La estima del Sí-mismo
Y el enfoque de la intención creadora
Cuando se han empleado en vano todos los medios posibles para realizar una tarea o llevar a buen puerto un proyecto, no queda más que confiar en la sobreabundancia del Universo. La actitud propia de la estima del Sí-mismo no es la derrotista, sino el abandono a la Inteligencia universal.

La intención creadora es una estrategia espiritual consistente en exponer la necesidad de manera muy concreta a la inteligencia del Universo (llamado también Dios). La presentación detallada de una necesidad o de un proyecto llevará a la persona a estar al acecho de todas las oportunidades favorables para su realización. Una vez expuesta su necesidad o proyecto al Universo, es importante que el ego deje de preocuparse por ello y que se distancie de su demanda, como si ya no fuese de su incumbencia.

Un médico  contaba que el porcentaje de curación entre sus pacientes había aumentado desde que dedicaba unos momentos de meditación a pedir por su curación y los veía sanando. Al hacer esto, eliminaba de su persona cualquier ambivalencia, cualquier tentación inconsciente de mantener a su paciente en la dependencia y de considerarse único responsable de la curación.

La estima del Sí-mismo y la “simplicidad voluntaria”
Pasar de la autoestima a la estima del Sí-mismo significa también estar en mayor comunión con el Universo, es decir, ser más sensible a su conservación en un espíritu ecológico. Desde los años 80´s, existe un movimiento llamado de la “simplicidad voluntaria” que tiene por objeto favorecer a nuestro mundo, combatiendo el consumo excesivo, el agotamiento de los recursos del planeta y la contaminación mundial. Invita a la gente a ser responsable y respetuosa del medio ambiente, y promueve que los recursos naturales se compartan en beneficio de toda la colectividad y de las generaciones futuras.
Este movimiento se inspira en una espiritualidad basada en la estima del Sí-mismo.

La estima del Sí-mismo
Y la adopción de una visión espiritual del mundo
Cualquier problema pierde su fuerza
en la medida en que se desarrolla el hábito
de estar tranquilo y de mirar
observando revelarse la armonía divina.
Joël S. Goldsmith

La estima del Sí-mismo es especialmente útil en las situaciones difíciles. Sitúa los acontecimientos desdichados en un contexto mayor, hasta el punto de que pierden intensidad y a veces llegan incluso a adquirir un sentido positivo. Es lo que se denomina “reencuadre espiritual”. En lugar de sumirse en la desesperación, es posible descubrir el sentido positivo de cualquier acontecimiento, por negativo que sea. Se trata de apelar al Sí-mismo y buscar luz y consuelo en pensadores o guías espirituales.

El reencuadre espiritual es igualmente posible a través de la intención positiva. El método consiste en apelar a las motivaciones positivas ocultas en cualquier defecto, perversidad u obsesión. ¿Qué se pretende con el comportamiento destructivo?. Gracias a una serie de preguntas, puede desenterrarse el motivo espiritual primigenio que, por circunstancias desafortunadas, ha permanecido oculto y ha alimentado el comportamiento nocivo.

Por ejemplo: a una persona que padece alcoholismo se le pregunta ¿Qué te aporta la bebida?, responde: “un gran alivio en mi vida”. siguiente pregunta: ¿Qué aporta ese alivio? Respuesta: “cuando vivo ese gran alivio , soy por fin yo mismo, porque siempre he querido responder a las aspiraciones de mi padre”.
Así se logra descubrir el deseo de infinito y de sacralidad que brota del fondo del ser, del Sí-mismo. Ese deseo de absoluto, que permanece camuflado, puede revelarse bajo diversas formas: una profunda impresión de unidad interior, la sensación de ser uno mismo, el descubrimiento de una paz inalterable y la sensación de ser aceptado como se es, de ser amado y amar.

Conclusión
En resumen, la persona que se encuentre bajo la dirección del ego: persigue objetivos mediante esfuerzos voluntarios, y está motivada por la supervivencia y el miedo a carecer de cosas. Quien se orienta por el Sí-mismo, acoge el despertar espiritual y las experiencias- cumbre, y se abre a la abundancia de la creación.

Quien se maneja por el ego aspira a la competencia y al dominio de sí y de su entorno, busca retener lo adquirido. Lleva una máscara social, y se compara con los demás. Le angustia pensar en la muerte.
Quien se deja inundar por el Sí-mismo: Busca la paz y la armonía interior, busca el desapego. Se abre a la acción de la gracia que descubre a cada instante. Busca la colaboración y la solidaridad. Sabe como morir y tiene el convencimiento de renacer.

El audio en :https://www.dropbox.com/s/wxyfa3yuflytx46/Autoestima%2012.mp3

viernes, 4 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 10


¿Qué es el Sí-mismo?
Yo sabía que, con el mandala, había alcanzado
La expresión del Sí-mismo, el descubrimiento último
Al que me sería concedido llegar.
C.G. Jung

El concepto del Sí-mismo en Carl Jung

Carl Jung se desmarca de la teoría de Freud, su maestro en los primeros tiempos, al no admitir ya su concepción del inconsciente, del “ello” freudiano movido únicamente por fuerzas libidinales caóticas que pueden irrumpir en cualquier momento en el consciente y producir una psicosis. El inconsciente jungiano se muestra menos amenazador. Está constituido de arquetipos, núcleos de energía psíquica que se encarnan en la realidad para darle sentido. Estas formas universales gravitan idealmente en torno a un centro que es el Sí-mismo.

Mientras que Freud pide al yo que tenga una actitud defensiva respecto del inconsciente y le encarga levantar defensas para contenerle, Jung propone, por el contrario, una colaboración entre el yo consciente y el inconsciente. El descubrimiento del Sí-mismo le llevó a concebir para la persona un proceso de maduración cuyo objetivo es llegar a ser “Sí misma”, encontrar su propia identidad, y, con este fin, liberar a la persona de las influencias sociales alienantes.
Su planteamiento influirá en todas las escuelas de psicología transpersonal, que reconocerán el papel determinante de lo espiritual en la evolución de la persona.
El conocimiento intuitivo del Sí-mismo
El Sí-mismo se deja más adivinar que captar directamente. Se llega a conocerlo a través de experiencias-cumbre, que son irrupciones del Sí-mismo y permiten entrever al Sí-mismo en el curso normal de la vida.
El Sí-mismo, una realidad imposible de conocer directamente, se deja, sin embargo, descubrir por el consciente a través de símbolos: los sueños, los mitos y las leyendas.

Entre las imágenes simbólicas que representan más particularmente al Sí-mismo se cuentan ante todo las que expresan la totalidad y el infinito, como la piedra preciosa inestimable, el diamante indestructible, el agua viva, el fénix que resurge de sus cenizas, el elixir de la inmortalidad, la piedra filosofal, y el reino interior. Todos estos símbolos remiten a la idea de totalidad, perfección y finalidad del Sí-mismo, considerado como el alma humana habitada por lo divino.

Intentos de descripción del Sí-mismo

El alma es un santuario en el interior de la persona en el que se encuentra una fresca cascada en el seno de una selva tropical, un remanso de paz y serenidad que da cobijo a un gran sabio. Este sabio vive desde tiempo inmemorial. No es un anciano, no; digamos mejor que no tiene edad. Sabe vivir: sabe lo que es bueno para él. No se equivoca. Sabe gozar de la vida, sacando lecciones y adquiriendo poder a partir de ella. Es el centro del Sí-mismo  “generativo”

Las características del Sí-mismo

El Sí-mismo, programador de la persona toda
El Sí-mismo preside una multiplicidad de centros orgánicos biológicos, mentales y espirituales, además de controlar la percepción que la persona tiene del Universo.
Tiene el papel de corregir y completar los contenidos conscientes o las actitudes del yo-persona. El Sí-mismo se ocupa de restablecer el equilibrio cuando el ego tiene un comportamiento desmesurado.

El Sí-mismo, principio central organizador
El Sí-mismo es un centro de control más amplio e importante que el yo consciente. Suele creerse equivocadamente, que el yo consciente y su persona forman lo esencial de la personalidad, pero es el Sí-mismo quien regula la evolución del yo consciente. El yo consciente no es más que un satélite del Sí-mismo, creado y dirigido por éste.
El modus operandi del Sí-mismo puede ser comparado al centro de un campo energético que pretende la realización plena de una vida y de un modo de personalidad que contiene múltiples potencialidades.
El Sí-mismo intemporal
El Sí-mismo es intemporal; no tiene edad. Dicho de otro modo, posee , gracias a su incesante novedad, tanto los atributos de la juventud como los de una vejez llena de sabiduría. Así, es representado tanto por el arquetipo del “niño eterno” como por el del “anciano sabio”.El tiempo propio del Sí-mismo no es el tiempo lineal del pasado, el presente y el futuro, sino el tiempo mítico de una duración comparable a la eternidad. Se asemeja a la corriente de un río: es un eterno presente. Un momento del tiempo lineal sería equivalente a un cubo de agua sacado de ese río.

El Sí-mismo y la sincronicidad
La sincronicidad del Sí-mismo designa esa misteriosa concordancia de la psique con el mundo exterior. El Sí-mismo actúa como un campo de energía unificador que comprende al mismo tiempo el mundo interior y el mundo manifiesto. Además, la sincronicidad operada por el Sí-mismo no respeta el tiempo lineal ni la secuencia de las causas. La respuesta esta en el viento.

El Sí-mismo andrógino
Dios no tiene sexualidad propia, sino que es la síntesis armoniosa de los atributos femeninos y masculinos. Por consiguiente, quien desee llegar a la comunión con el Sí-mismo deberá hacerlo desarrollando no sólo las características de su sexo, sino también las del sexo opuesto. El hombre tendrá que integrar su anima (su mujer interior), y la mujer su animus (su hombre interior).

El Sí-mismo sanador
Como hemos visto, el Sí-mismo desempeña el papel de principio central organizador de toda la persona. Por consiguiente, le corresponde integrar y armonizar todas las dimensiones de la misma. La mayor parte de las neurosis y psicosis se explican por una falta de coordinación entre las orientaciones conscientes del yo, y las inconscientes, del Sí-mismo. Por eso, el Sí-mismo se ocupa de establecer la armonía interior o de reestablecerla cuando sobreviene un desequilibrio. De ahí el aspecto sanador del Sí-mismo.

Si existen desequilibrios entre los objetivos conscientes y los del inconsciente, el Sí-mismo entra en acción para conciliarlos, y lo hace creando símbolos integradores que reestablecen la armonía entre las fragmentaciones del ser. Los símbolos del Sí-mismo se presentan en los sueños y en la imaginación activa en los momentos en que chocan con mayor violencia los puntos de vista opuestos.

El Sí-mismo en relación con el Universo
El Sí-mismo representa toda una paradoja: refleja la individualidad, al mismo tiempo que pone en contacto con el inconsciente colectivo. La realización del Sí-mismo, el “llegar a ser uno mismo”, consuma lo más personal y original que hay en la persona, reflejando e incluso abarcando simultáneamente el Universo. La individuación no excluye al mundo, sino que lo incluye.
Se trata de la “participación mística” del Sí-mismo en el Universo. ¿Quién no ha experimentado, en momentos privilegiados, una comunión íntima con el mundo exterior, incluso con las cosas inanimadas?
El Si-mismo permite igualmente tener una actitud “animista” hacia la naturaleza. El Sí-mismo no trata tanto de controlar  la naturaleza cuanto de colaborar con ella, de ser co-creador. Cada vez es más claro que el Sí-mismo mantiene una conexión viva con ella. Y la ecología moderna se esfuerza por redescubrir este vínculo vivo.
El audio en:
https://www.dropbox.com/s/wx3dtm6twi5ws1f/Autoestima%2010.mp3

jueves, 3 de enero de 2013

De la Psicología a la Espiritualidad, parte 11


3
Las relaciones entre el ego
Y el Sí-mismo

¿Es la muerte del ego condición esencial
para estimar al Sí-mismo?
Cabe reafirmar aquí, que la verdadera estima del Sí-mismo únicamente puede construirse sobre una autoestima elevada, es decir, sobre un ego que se estime firmemente, a falta de lo cual la persona estará condenada a permanecer espiritualmente inmadura y a nutrirse de quimeras.

El ego, reflejo del Sí-mismo
En la medida en que el ego reconoce su dependencia respecto del Sí-mismo y en que obedece las orientaciones de éste, el ego se le va pareciendo cada vez más, hasta ser un reflejo fiel e irse identificando cada vez más con el Sí-mismo. Por otra parte, si el ego niega su vínculo de dependencia respecto del Sí-mismo, ya sea por ignorancia, ya sea por suficiencia orgullosa, se aleja de su fuente vital y ya no se asimila al Sí-mismo. No será pues, más que una imagen deforme del Sí-mismo. Como consecuencia inevitable, perderá el sentido de su existencia y desarrollará una patología que podrá ir de la neurosis a la psicosis.

Una metáfora
sobre las relaciones entre el ego y el Sí-mismo
Comparemos al ego con un alcalde que, para su sorpresa, descubre la existencia en su ciudad de una autoridad superior a la suya. El descubrimiento le desconcierta. En adelante deberá someterse a las órdenes de un poder central misterioso que no habla el mismo idioma que él y que reside en algún lugar de una zona lejana. Su desasosiego aumenta al tomar conciencia de que una milicia local, independiente de su policía municipal, obedece leyes y órdenes dictadas por esa instancia superior.
¿Quién es esa autoridad misteriosa?: se trata del Sí-mismo.
Así que el ego, sin dejar de ser él mismo, debe dar su sitio al Sí-mismo.

La importancia del diálogo del ego con el Sí-mismo
Si el “yo” consciente confía en el Sí-mismo y en sus mensajes simbólicos, alcanzará un desarrollo mayor, porque estará en relación con su fuente espiritual. Así, el ego sabrá: que es aceptado y amado de manera incondicional; se sentirá en armonía con las profundidades del Sí-mismo y del Universo; adquirirá una sabiduría especial; podrá sanarse; y, finalmente, descubrirá la misión personal que le propone el Universo.

El realineamiento del ego en torno al Sí-mismo
Recordemos que el ego se cree dueño de la persona, pero en realidad es el Sí-mismo el que dirige sutilmente al ego. Es trágico que haya personas que ignoren la existencia en ellas del Sí-mismo y que vivan a nivel del ego. Es verdad que el ego tiene su ámbito propio de actividades, pero siempre  orientado por las discretas directrices del Sí-mismo. Cuando el ego ignora las mociones del Sí-mismo o incluso se subleva contra ellas, se produce un desequilibrio y se corre el peligro de que se desarrollen enfermedades de orden físico, psicológico o espiritual. El ego no tiene más opción que consentir la dirección del Sí-mismo so pena de perecer.

4
Conversión de la perspectiva del ego
A la del Sí-mismo

El Sí-mismo no es sino ese “más allá de uno mismo”,
esa insaciabilidad del ser nunca totalmente realizado,
aunque constantemente imantado hacia la compleción.
Ysé Tardan-Masquelier

El paso de la autoestima a la estima del Sí-mismo, es una obra en colaboración, no en oposición. Los valores adquiridos del ego deben ponerse bajo la dirección del Sí-mismo. ¿Cómo dar este paso?

Manifestaciones internas de la estima del Sí-mismo

La estima del Sí-mismo
Y la conversión de la persona a la vida interior
Para mí, el viaje espiritual consiste
en volver al comienzo de nosotros mismos,
es decir, a la experiencia del Ser.
Richard Moss

La vida espiritual consiste en explorar sin descanso la propia interioridad, es decir, en prestar atención a la emergencia de la vida interior -a saber: el mundo personal de las imágenes, las ensoñaciones, los sueños y las visiones creativas-, en prestar atención también a los diálogos interiores y finalmente, a las propias emociones y sentimientos. No es fácil entrar en uno mismo y dejar “advenir” a la conciencia las oleadas invasoras y desestabilizadoras de las imágenes, palabras y emociones. La mayoría de la gente prefiere quedarse en el exterior de su persona; se resiste a acoger los mensajes interiores: se distraen con la agitación y se apartan de sí mismos; se las ingenian para acallar los estados de ánimo que contrariarían sus hábitos o deseos.

La meditación es sin duda el principal medio susceptible de favorecer la toma de conciencia de la propia interioridad. Se apoya en concentrar la atención en los ritmos respiratorios o en la repetición de un mantra, y a continuación permite dejar emerger a la conciencia una oleada de palabras, imágenes y emociones, respecto de las cuales hay que tener cuidado en no concentrarse en ninguna de ellas. Se las deja, pues, pasar, como si se observasen nubes en el azul cielo. Se aprende así a distanciarse de los fenómenos interiores y a mantener un cierto control sobre su influencia. Entonces, lo que oculta la luz se desvanece, y el espíritu es capaz de concentrarse.

La estima del Sí-mismo y las experiencias-cumbre
El ego se contenta con la rutina cotidiana, las necesidades de la vida física y sus costumbres. Vive en un nivel de conciencia ordinario. Las experiencias-cumbre constituyen despertares repentinos del ego, irrupciones imprevistas del Si-mismo, que poseen un carácter de absoluto, no de medio.
Es difícil prepararse para el advenimiento de la experiencia-cumbre, porque llega de manera imprevista, debido a un proceso de búsqueda, un cuestionamiento, un “shock” físico, un gran vacío psicológico, etc.

Se trata de experiencias repentinas y excepcionales de fascinación y gozo inaudito, de euforia imprevista, de sentimientos inconmensurables, incontrolables y trascendentes, fuera del alcance del ego.
“Todo individuo que tiene en un momento dado una experiencia paroxística, presenta temporalmente las características que se encuentran en las personalidades en curso de realización”.
En el corazón de la experiencia-cumbre, la persona experimenta un sentimiento que es distinto de una simple percepción, una idea o una emoción pasajera. Dicho sentimiento crea una comunión y una sensación de infinito. Se está en contacto con una realidad trascendente: el amor, la luz, la belleza, la existencia, la vida, etc.
Estas experiencias imprevisibles son más corrientes de lo que cabría pensar. Una encuesta reciente muestra que más del 75% de la población manifiesta haber tenido una experiencia espiritual y religiosa. Desgraciadamente, la mayoría de la gente no es consciente de vivir experiencias-cumbre y no explotan los recursos que les permitirían vivir y madurar mejor.

La estima del Sí-mismo y el abandono espiritual
Recurrir a la fuerza espiritual del Sí-mismo resulta necesario en varias actividades de la vida corriente, en especial cuando se trata de curación. Es muestra de gran sabiduría saber discernir los momentos en que se debe actuar de manera voluntaria y los momentos en que hay que abandonarse a la fuerza del Sí-mismo.

Pongamos por ejemplo: la dependencia y el trabajo de la sombra.
Los esfuerzos desplegados por la voluntad para superar la dependencia del alcohol, las drogas, el tabaco, o la comida resultan inútiles si la persona no se abandona a la fuerza espiritual del Sí-mismo.

Del mismo, cuando se descubre en uno una sombra no integrada, es preciso abandonarse a la fuerza integradora del Sí-mismo.
Si, por ejemplo, tomo conciencia de que es mi propia agresividad reprimida la que se refleja sobre el otro, no tendré más opción que recurrir al Sí-mismo para reintegrarla. Únicamente el Sí-mismo, gracias a su fuerza unificadora, tiene la capacidad de conciliar mi extrema dulzura y mi agresividad reprimida. En consecuencia, en adelante podré emplear mi gran dulzura o mi agresividad, según las circunstancias.

La estima del Sí-mismo
y la búsqueda de la misión personal
Cabe distinguir misión de trabajo o empleo. La misión tiene una dimensión mayor que un mero trabajo. En un empleo, el ego trata de responder a las necesidades de la vida y de hacerse un hueco en la sociedad. El Sí-mismo por su parte, impulsa a adoptar la misión personal; inspira “el sueño del alma”, que se define por una pasión profunda por una actividad específica realizada por el bien de la comunidad.

Se da el caso de que algunas personas se ven ante la alternativa de tener que optar por el trabajo o por la misión. Optar por la misión, suele implicar la renuncia a ciertas ventajas….Pero estos sacrificios son fáciles de hacer si se piensa en el bienestar que se siente cuando se tiene la oportunidad de realizarse con entusiasmo constante en la misión personal. La situación ideal consistiría, naturalmente, en dar con una actividad que permita realizar la misión personal y, a la vez, ganarse la vida.
Nota: transcribo ahora el resumen completo, para el audio siga el enlace.